CAPITULO
18
Peter la miró con tal intensidad que supo
que estaba a punto de obtener una respuesta dolorosamente sincera.
—Todo. Deseo tocarte saborearte. Deseo
ver cómo te estremeces de placer. Deseo verte
perder el control.
—¿Por qué?
—Me haría sentir bien —contestó él con
una sonrisa.
—¿Qué? ¿Tener control sobre mí?
—No. Así no. Deseo saber que puedo
tocarte hasta volverte loca. Saber que puedo satisfacerte.
Lali lo miró sorprendida. No trató de
ocultarlo. Le dolía la cabeza y estaba empleando toda su energía por mantenerse en pie. No podía
ocultarle nada en ese momento. Respondió secamente.
—Eso deberías saberlo ya.
—¿Me lo vas a permitir?
—No creo que tenga otra opción.
—Claro que la tienes. Tú decides.
—Estoy cansada de luchar.
— ¿Contra mí?
—No, contra mí misma.
El siguió deslizando el pulgar por su
piel y volvió a fijar la mirada en su boca.
Lali sabía que deseaba besarla, pero no
se movió, y simplemente observó, esperando a que ella expresase su consentimiento. Era
como si estuviera ofreciéndole el cielo y lo único que ella tenía que hacer era inclinarse hacia
delante para tenerlo. Los largos días de soledad y deseo pudieron más que ella. Se olvido del
futuro; ya no podía pensar. Lo único que importaba en ese momento era aquello.
— Quiero que me toques—susurró—. Te
deseo.
No solo dio su consentimiento sino que
tomo la iniciativa. Era lo que llevaba queriendo hacer mucho tiempo. Con una velocidad y una
fuerza sorprendentes, levanto los brazos y paso las manos por su pelo, tirando de su cabeza
hacia ella para devorar sus labios. Oyó vagamente como gemía y ella también gimió cuando la
presiono contra su cuerpo. La presión de su torso contra sus pechos fue como dinamita. Lali restregó
las caderas contra el, haciendo que su excitación aumentara al notar su erección bajo los
pantalones. Tenían la altura perfecta el uno para el otro.
Peter le coloco las manos en las caderas
y la sujeto ahí mientras se restregaban contra ella, simulando la conexión que ella ansiaba.
Y mientras tanto sus labios se devoraban mutuamente, fundiéndose en un intenso beso.
Pero no era suficiente. Estaba desesperada por sentir su piel desnuda
contra la suya.
Desesperada porque la tocara en sus
zonas mas intimas, por sentirlo dentro. Tiró de su camisa y gimió frustrada al no conseguir sacarla.
Entonces el se aparto ligeramente.
— Lali— dijo con voz rasgada—. La,
no podemos.
No era lo que deseaba oír. Un gemido
feroz escapó a sus labios mientras intentaba besarlo de nuevo, pero el echo la cabeza hacia
atrás.
— Pueden volver en cualquier momento.
¿Quiénes? En ese momento, ni siquiera le
importaba.
— Maldita sea—insistió el—. ¿Por qué has
tenido que elegir esta noche de entre todas?
Te daré lo que deseas, cariño —le susurró
al oído.
Entonces deslizó la mano por debajo de
la cintura de su falda y de su ropa interior. Ella suspiró sorprendida. Sintió su palma contra su
piel y sus dedos deleitándola suavemente. Le fallaron las piernas, y Peter la agarró con el otro
brazo. La presionó contra la mesa y ella apoyó las manos sobre la madera. Petermantuvo la mano
ahí y comenzó a acariciarla rítmicamente con los dedos. Se inclinó sobre ella y la besó
nuevamente al tiempo que le acariciaba el pecho con la otra mano, estimulándole los pezones con ligeros
pellizcos.
Todo su cuerpo temblaba de placer; Lali ya no pensaba, sólo era capaz de absorber las sensaciones que le provocaba, y tras
varios minutos de absoluto placer, apartó la boca para tomar aire. Él deslizó los labios por su mandíbula
hasta llegar al cuello, cubriéndola de besos ardientes. La respiración de Lali se aceleró hasta
convertirse en gemidos audibles mientras él continuaba con su tormento, acariciándole el clítoris
con movimientos circulares. Hizo que su deseo aumentara.
Deseaba mucho más. Se retorció contra él
y Peter aumentó la presión y el ritmo de sus caricias.
El tiempo y el volumen de sus gemidos se
incrementaron acorde con sus caricias, echó la cabeza hacia atrás y todo su cuerpo se
tensó, al borde del climax.
Entonces él se apartó. Sin previo aviso
maldijo en voz baja y sacó la mano.
—¡No! —gimió ella. ---¡Sólo unos
segundos más!
—Desde luego, no sabemos elegir los
momentos —dijo Peter agarrándola por los hombros para enderezarla, ofreciéndole la silla
apresuradamente.
Lali prácticamente se derrumbó sobre su
asiento, con la respiración entrecortada y sintiéndose muy frustrada. Había estado
a punto de alcanzar el que habría sido el orgasmo más intenso de su vida. Se quedó allí
sentada, preguntándose qué diablos había ocurrido. Entonces lo oyó. Eran voces en el pasillo. Peter debía de haber oído la campana del ascensor.
—Ven a casa conmigo esta noche —dijo él
en voz baja mientras se metía la mano en el bolsillo y sacaba un pañuelo, antes de sentarse
en su silla y mirarla.
Lali se quedó mirándolo, incapaz de
respirar y mucho menos de pensar o responder. De pronto su dolor de cabeza regresó con
fuerza. La euforia de los minutos anteriores desapareció y el vacío pronto fue inundado por un frío
abrumador. ¿Qué estaba haciendo? La sensación de vacío era insoportable. Se quedó mirándolo
horrorizada. El deseo que sentía hacia él le aterraba. Estaba en una carretera sin retorno y tenía que
resistirse. Apretó los puños sobre su regazo, abrió la boca y se preparó para responder.
En ese momento se abrió la puerta y
entraron Andres y Nicolás con las pizzas. El olor golpeó a Lali en la cara como un muro de barro.
Le resultaba asqueroso.
No dejó de trabajar mientras ellos
comían, pues sabía que era cuestión de poco tiempo que el dolor de cabeza aumentara su intensidad
y la dejara totalmente inservible.
Asintió cuando Andres le colocó una
porción de pizza delante, pero la ignoró completamente
mientras trataba de concentrarse en que
no hubiera errores en la versión final.
Finalmente suspiró y pulsó el botón de
guardar por lo que esperaba que fuese la última vez.
—¿Puede alguien comprobar esto? Creo que
he acabado.
Nico se acercó a ella, ofreciéndole
otra porción de pizza. ali negó con la cabeza y respiró hondo al sentir las punzadas de dolor en
las sienes.
—¿Estás bien? —preguntó Nico.
—Sí —contestó ella, consciente de que
Peter había levantado la cabeza al oír la pregunta. Podía sentir su mirada.
Nicolás estudió la pantalla del ordenador
por encima de su hombro.
—A mí me parece que está bien.
Fantástico. ¡Has acabado! —dijo finalmente.
Lissa respiró aliviada y comenzó a
recoger sus cosas. Le temblaban las manos mientras
intentaba trabajar metódicamente.
—Estás roja —dijo Marnie—. ¿De verdad
que estás bien?
Ella levantó la cabeza y reunió las
pocas fuerzas que le quedaban para contestar.
—Sólo es un dolor de cabeza de tanto
mirar a la pantalla.
—Vete a casa y duerme —le dijo Nico con una sonrisa—. Tienes suerte de que para ti ya haya acabado. A nosotros nos queda el examen
final mañana por la mañana.
Lali sonrió débilmente. Sí, para ella
había acabado. Al día siguiente regresaría a su mesa habitual en el centro de información.
Esa habitación volvería a ser una sala de reuniones normal, quitarían el papel de las ventanas y
Peter volvería a trabajar al piso de abajo.
—¿Hay algo más que queréis que haga?
—preguntó con voz rasgada. Evitó mirar a Peter concentrándose en su bolso.
—No —dijo él—. Ya has hecho más que
suficiente por esta noche. Podemos seguir desde aquí. Gracias.
¿Eran ilusiones suyas o Peter había
pronunciado las «gracias» con un tono de ternura? No podía soportarlo. Mientras caminaba hacia la
puerta, se giró y se dirigió a todos en general.
—Suerte para mañana.
Para cuando llegó a casa, estaba
temblando de la cabeza a los pies. Consiguió tomarse un vaso de agua, quitarse el traje, ponerse una
vieja camiseta y derrumbarse en la cama. El sueño se negaba a aparecer. Recordaba los
momentos con Peter una y otra vez, reviviendo pedazos de sus encuentros, la química entre ellos. Dio
vueltas en la cama durante horas. Estaba a punto de amanecer y los pájaros ya habían
empezado a cantar cuando finalmente se quedó dormida.
La dejó frustrada, y más k ansiosa x más.
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