lunes, 11 de agosto de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 18
Peter la miró con tal intensidad que supo que estaba a punto de obtener una respuesta dolorosamente sincera.
—Todo. Deseo tocarte saborearte. Deseo ver cómo te estremeces de placer. Deseo verte
perder el control.
—¿Por qué?
—Me haría sentir bien —contestó él con una sonrisa.
—¿Qué? ¿Tener control sobre mí?
—No. Así no. Deseo saber que puedo tocarte hasta volverte loca. Saber que puedo satisfacerte.
Lali lo miró sorprendida. No trató de ocultarlo. Le dolía la cabeza y estaba empleando toda su energía por mantenerse en pie. No podía ocultarle nada en ese momento. Respondió secamente.
—Eso deberías saberlo ya.
—¿Me lo vas a permitir?
—No creo que tenga otra opción.
—Claro que la tienes. Tú decides.
—Estoy cansada de luchar.
— ¿Contra mí?
—No, contra mí misma.
El siguió deslizando el pulgar por su piel y volvió a fijar la mirada en su boca.
Lali sabía que deseaba besarla, pero no se movió, y simplemente observó, esperando a que ella expresase su consentimiento. Era como si estuviera ofreciéndole el cielo y lo único que ella tenía que hacer era inclinarse hacia delante para tenerlo. Los largos días de soledad y deseo pudieron más que ella. Se olvido del futuro; ya no podía pensar. Lo único que importaba en ese momento era aquello.
— Quiero que me toques—susurró—. Te deseo.
No solo dio su consentimiento sino que tomo la iniciativa. Era lo que llevaba queriendo hacer mucho tiempo. Con una velocidad y una fuerza sorprendentes, levanto los brazos y paso las manos por su pelo, tirando de su cabeza hacia ella para devorar sus labios. Oyó vagamente como gemía y ella también gimió cuando la presiono contra su cuerpo. La presión de su torso contra sus pechos fue como dinamita. Lali restregó las caderas contra el, haciendo que su excitación aumentara al notar su erección bajo los pantalones. Tenían la altura perfecta el uno para el otro.
Peter le coloco las manos en las caderas y la sujeto ahí mientras se restregaban contra ella, simulando la conexión que ella ansiaba. Y mientras tanto sus labios se devoraban mutuamente, fundiéndose en un intenso beso.
Pero no era suficiente. Estaba desesperada por sentir su piel desnuda contra la suya.
Desesperada porque la tocara en sus zonas mas intimas, por sentirlo dentro. Tiró de su camisa y gimió frustrada al no conseguir sacarla. Entonces el se aparto ligeramente.
— Lali— dijo con voz rasgada—. La, no podemos.
No era lo que deseaba oír. Un gemido feroz escapó a sus labios mientras intentaba besarlo de nuevo, pero el echo la cabeza hacia atrás.
— Pueden volver en cualquier momento.
¿Quiénes? En ese momento, ni siquiera le importaba.
— Maldita sea—insistió el—. ¿Por qué has tenido que elegir esta noche de entre todas?
Te daré lo que deseas, cariño —le susurró al oído.
Entonces deslizó la mano por debajo de la cintura de su falda y de su ropa interior. Ella suspiró sorprendida. Sintió su palma contra su piel y sus dedos deleitándola suavemente. Le fallaron las piernas, y Peter la agarró con el otro brazo. La presionó contra la mesa y ella apoyó las manos sobre la madera. Petermantuvo la mano ahí y comenzó a acariciarla rítmicamente con los dedos. Se inclinó sobre ella y la besó nuevamente al tiempo que le acariciaba el pecho con la otra mano, estimulándole los pezones con ligeros pellizcos.
Todo su cuerpo temblaba de placer; Lali ya no pensaba, sólo era capaz de absorber las sensaciones que le provocaba, y tras varios minutos de absoluto placer, apartó la boca para tomar aire. Él deslizó los labios por su mandíbula hasta llegar al cuello, cubriéndola de besos ardientes. La respiración de Lali se aceleró hasta convertirse en gemidos audibles mientras él continuaba con su tormento, acariciándole el clítoris con movimientos circulares. Hizo que su deseo aumentara.
Deseaba mucho más. Se retorció contra él y Peter aumentó la presión y el ritmo de sus caricias.
El tiempo y el volumen de sus gemidos se incrementaron acorde con sus caricias, echó la cabeza hacia atrás y todo su cuerpo se tensó, al borde del climax.
Entonces él se apartó. Sin previo aviso maldijo en voz baja y sacó la mano.
—¡No! —gimió ella. ---¡Sólo unos segundos más!
—Desde luego, no sabemos elegir los momentos —dijo Peter agarrándola por los hombros para enderezarla, ofreciéndole la silla apresuradamente.
Lali prácticamente se derrumbó sobre su asiento, con la respiración entrecortada y sintiéndose muy frustrada. Había estado a punto de alcanzar el que habría sido el orgasmo más intenso de su vida. Se quedó allí sentada, preguntándose qué diablos había ocurrido. Entonces lo oyó. Eran voces en el pasillo. Peter debía de haber oído la campana del ascensor.
—Ven a casa conmigo esta noche —dijo él en voz baja mientras se metía la mano en el bolsillo y sacaba un pañuelo, antes de sentarse en su silla y mirarla.
Lali se quedó mirándolo, incapaz de respirar y mucho menos de pensar o responder. De pronto su dolor de cabeza regresó con fuerza. La euforia de los minutos anteriores desapareció y el vacío pronto fue inundado por un frío abrumador. ¿Qué estaba haciendo? La sensación de vacío era insoportable. Se quedó mirándolo horrorizada. El deseo que sentía hacia él le aterraba. Estaba en una carretera sin retorno y tenía que resistirse. Apretó los puños sobre su regazo, abrió la boca y se preparó para responder.
En ese momento se abrió la puerta y entraron Andres y Nicolás con las pizzas. El olor golpeó a Lali en la cara como un muro de barro. Le resultaba asqueroso.
No dejó de trabajar mientras ellos comían, pues sabía que era cuestión de poco tiempo que el dolor de cabeza aumentara su intensidad y la dejara totalmente inservible.
Asintió cuando Andres le colocó una porción de pizza delante, pero la ignoró completamente
mientras trataba de concentrarse en que no hubiera errores en la versión final.
Finalmente suspiró y pulsó el botón de guardar por lo que esperaba que fuese la última vez.
—¿Puede alguien comprobar esto? Creo que he acabado.
Nico se acercó a ella, ofreciéndole otra porción de pizza. ali negó con la cabeza y respiró hondo al sentir las punzadas de dolor en las sienes.
—¿Estás bien? —preguntó Nico.
—Sí —contestó ella, consciente de que Peter había levantado la cabeza al oír la pregunta. Podía sentir su mirada.
Nicolás estudió la pantalla del ordenador por encima de su hombro.
—A mí me parece que está bien. Fantástico. ¡Has acabado! —dijo finalmente.
Lissa respiró aliviada y comenzó a recoger sus cosas. Le temblaban las manos mientras
intentaba trabajar metódicamente.
—Estás roja —dijo Marnie—. ¿De verdad que estás bien?
Ella levantó la cabeza y reunió las pocas fuerzas que le quedaban para contestar.
—Sólo es un dolor de cabeza de tanto mirar a la pantalla.
—Vete a casa y duerme —le dijo Nico con una sonrisa—. Tienes suerte de que para ti ya haya acabado. A nosotros nos queda el examen final mañana por la mañana.
Lali sonrió débilmente. Sí, para ella había acabado. Al día siguiente regresaría a su mesa habitual en el centro de información. Esa habitación volvería a ser una sala de reuniones normal, quitarían el papel de las ventanas y Peter volvería a trabajar al piso de abajo.
—¿Hay algo más que queréis que haga? —preguntó con voz rasgada. Evitó mirar a Peter concentrándose en su bolso.
—No —dijo él—. Ya has hecho más que suficiente por esta noche. Podemos seguir desde aquí. Gracias.
¿Eran ilusiones suyas o Peter había pronunciado las «gracias» con un tono de ternura? No podía soportarlo. Mientras caminaba hacia la puerta, se giró y se dirigió a todos en general.
—Suerte para mañana.

Para cuando llegó a casa, estaba temblando de la cabeza a los pies. Consiguió tomarse un vaso de agua, quitarse el traje, ponerse una vieja camiseta y derrumbarse en la cama. El sueño se negaba a aparecer. Recordaba los momentos con Peter una y otra vez, reviviendo pedazos de sus encuentros, la química entre ellos. Dio vueltas en la cama durante horas. Estaba a punto de amanecer y los pájaros ya habían empezado a cantar cuando finalmente se quedó dormida.


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