martes, 29 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 08
Lali no estaba segura de por qué aquello podría ser bueno para ella; ¿Encerrada en una pequeña habitación durante horas con Peter? Una atmósfera intensa y artificial. El campo de cultivo perfecto para una relación intensa, pero artificial. Tenía que ser fuerte.
—Pues bien—continuó Peter—. Lali, necesitamos que investigues esas compañías, organices las reuniones, redactes informes y prepares una presentación final.
— ¿Te parece bien todo el trabajo, La? —preguntó Nicolás.
—Está bien —dijo Lali con una sonrisa—. Yo simplemente soy la temporal.
—No eres «simplemente» en nada —dijo Peter.
Lali se quedó con la boca abierta. En la superficie se sentía avergonzada, pero por debajo la reacción fue volcánica, y el deseo fue creciendo por momentos. Miró los papeles que tenía delante, rezando para que alguien llenase aquel silencio incómodo. Tras unos segundos, Peter siguió exponiendo los detalles del proyecto.
A ella le resultaba fascinante observarlo en acción. Era el maestro del encanto y de la atención, parecía encandilar a los demás, dándoles ganas de superarse sólo para complacerlo.
Ligeramente apartada, Lali observaba cómo ejecutaba su magia. Le resultaba totalmente irritante.
Cuando se dirigió hacia ella para darle instrucciones, hubo cierto brillo de diversión en sus ojos que no pasó desapercibido. Y Lali no pudo evitar sentir la necesidad de rebelarse contra su profesionalidad y de hacer justo lo contrario a lo que le pedía.
A última hora de la tarde del martes, estaban los dos solos en la habitación. El silencio era total.
Lali escribía en el teclado y miraba la pantalla con el ceño fruncido, decidida a fingir que él no estaba allí. Como si pudiera.
De pronto Peter se levantó. En ese momento no pudo evitar mirarlo. Se estiró un poco, y ese gesto enfatizó su figura. Sabía que debía apartar la mirada, pero era imposible. Le dirigió una sonrisa, y la necesidad de mirar hacia otro lado se hizo imperativa. Pero en vez de eso, Lali le devolvió la sonrisa.
—Vamos, hora de relajarse. La sorpresa de Lali debió de ser evidente.
—Hora de relajarse —repitió él—. Para que el equipo no se estrese.
No confiaba en él; esa sonrisa se había vuelto un tanto perversa.
—Falta la mitad del equipo —dijo ella, nerviosa ante la idea de estar a solas con él fuera de la oficina. Sintió la excitación sólo con recordar su abrazo aquella noche, pero la controló, encerrándola en lo más profundo de su mente.
—Vendrán cuando haya acabado la reunión. No serán más de quince minutos. Sólo tendremos tiempo de llegar allí primeros y pedir la primera ronda.
Sonaba inofensivo. Iban a reunirse con los demás allí. Además, él era el jefe. Realmente no tenía mucha elección. Asintió y apagó el ordenador. Mientras se ponía la chaqueta, levantó la mirada y vio que Peter estaba observándola con una sonrisa pecaminosa en los labios.
Provocada, Lali se apretó el cinturón de la chaqueta con fuerza, haciéndose daño en la cintura, enfatizando sus curvas y sin dejar de mantenerle la mirada con actitud desafiante. El deseo era evidente en su cara, en sus ojos brillantes, y supo que su propio rostro debía de ser un reflejo de aquella reacción. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás y sintió cómo le palpitaban los labios a causa del deseo, ansiando que él le acariciara el cuello. Peter se dio la vuelta en ese instante para salir de la habitación.
Caminaron hasta el ascensor en silencio. Mentalmente, Lali lamentaba haber hecho ese gesto provocativo. Sabía que la más mínima chispa podía causar un incendio. Por un instante había perdido el control y ahora estaba pagando por ello. A cada paso que daba, era consciente de su cercanía, sabiendo que deseaba estar más cerca. Mucho más cerca.
En la calle, se sorprendió al ver que Peter se alejaba de la cafetería habitual de la compañía.
— ¿No vamos a Jackson's?
—Bueno, no sería un ejercicio muy relajante si fuéramos al local y estuviera allí toda la empresa. Esto es sólo para nosotros, Lali.
« ¿Sólo para nosotros?». El pulso se le aceleró.
Peter siguió andando y hablando.
—Vamos a estar trabajando muy cerca durante muchas horas. Tenemos que estar unidos. No hay lugar para otros asuntos o... distracciones.
A pesar de su descuido minutos antes, Lali no tenía intención de ser una distracción. Ni iba a permitir que la distrajesen. De ninguna manera.
—Nico y Andres son muy competitivos el uno con el otro. Generalmente eso es bueno, pero quiero que el objetivo principal sea la calidad del trabajo, no una cuestión de conseguir tantos o... —se aclaró la garganta— de conseguir cualquier cosa.
— ¿Conseguir cualquier cosa? —Lali se detuvo y lo miró.
Peter tenía la cara ligeramente sonrojada, pero la miró igualmente y dijo:
—Lali, seré sincero contigo. Me siento atraído por ti. Ha sido así desde la primera vez que te
vi. Y esa atracción parece aumentar cada vez que estoy cerca de ti. Pero no puedo permitirme estropear este proyecto perdiendo el tiempo persiguiéndote cuando debería estar trabajando.
Créeme, es bastante tentador. Así que te lo digo ahora. Estoy interesado en ti. Si sientes lo mismo, házmelo saber.
Lali fue apenas consciente del movimiento de la gente que pasaba a su lado, de los autobuses y de los taxis avanzando por la calle; era como si sólo estuviese Peter delante de ella, impactándola con su claridad.
El tiempo pareció suspenderse mientras lo miraba, observándola al tiempo que su cerebro repasaba todas las razones por las que no podía ser sincera con él ni con ella misma. No podía permitir que ocurriese nada, aunque minutos antes prácticamente se lo hubiera pedido. Era su jefe. Los juegos de poder entrarían en la ecuación, y además no sabía nada de él. No podía arriesgarse.
Finalmente habló.
—Peter, no puedo.
Él se acercó más.
— ¿No puedes o, no quieres, Lali? Sé que estás soltera. Sé que disfrutaste besándome.
Negarlo era inútil, pues su rubor lo confirmaba todo, de modo que se mantuvo callada.
—Supongo que eso es que no quieres, Lali. Está bien. Así que, por ahora, nos concentraremos en el trabajo. Pero, cuando hayamos acabado el proyecto, volveremos a tener esta conversación.
La sangre le palpitaba por todo el cuerpo, las mejillas le ardían. Pero no podía ser una esclava de su deseo de esa forma. Ya había echado a perder un buen trabajo por eso. No iba a hacerlo de nuevo.
—No pongas esa cara de preocupación —dijo él agarrándola del brazo—. Todo saldrá bien — añadió mientras la metía en el bar—. Elige mesa. Yo iré a por las bebidas. ¿Manzana o cereza?
Lali lo miró frunciendo el ceño.
—El alcopop. ¿De qué sabor?
—Oh —sintió cómo el calor en sus mejillas aumentaba, y una pequeña sonrisa apareció en su cara sin permiso—. De hecho creo que tomaré sólo una limonada.
— ¿Hoy quieres ser sensata?




CAPITULO 09
Ella asintió y vio cómo se alejaba hacia la barra. La camarera se puso en guardia, dando un golpe de melena y dirigiéndole una sonrisa coqueta.
Dándose la vuelta antes de empezar a sentirse molesta, Lali eligió la mesa bajo la luz más brillante, situada en mitad de la sala. No quería rincones oscuros, nada que pudiera implicar intimidad. Debería haber sabido que no funcionaría. Su cerebro había pasado al modo de seducción. Su seducción. Se había quedado sorprendida por su acercamiento en la calle, así como porque hubiera confesado sentirse atraído por ella. Pero lo había dejado claro; el trabajo iba primero. Aquello era bueno. ¿Cómo lo había llamado? Una «distracción». Eso era lo único que sería. Tenía que recordarlo. Los hombres que tenían aventuras en la oficina no pensaban en matrimonio ni en hijos. Querían diversión para aliviar las largas horas de trabajo, y generalmente decían cualquier cosa para conseguirlo.
Peter volvió junto a ella con una bebida en cada mano y se sentó enfrente. No había manera de escapar a su mirada penetrante.
— ¿Te gusta trabajar en Franklin?
Hasta hacía poco, sí. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el móvil de Peter.
Contestó con una sonrisa de disculpa y habló con monosílabos durante unos minutos. Cuando colgó, la miró y le dirigió un guiño que ella no supo interpretar.
—Era Andres. La reunión se ha alargado.
—Ah, de acuerdo —Lali sabía que no podía permitirse pasar más tiempo a solas con Peter—. Debería irme a casa.
Peter señaló las bebidas, que estaban casi sin empezar.
—No puedo ir malgastando el dinero de la empresa, Lali. Al menos quédate hasta que termines la copa.
Sería una grosería no hacerlo, pero las señales de alarma se habían activado en su cabeza.
Levantó su copa y dio un largo trago
— ¿Tan nerviosa te pongo? —preguntó él riéndose.
—Claro que no —estaba más nerviosa por ella y por su debilidad. No podía permitirse ser tan tonta por segunda vez, pero la atracción que sentía hacia él amenazaba con sobrepasarla.
—La indecisión en tus ojos me mata, Lali.
Ella miró hacia abajo inmediatamente. Su franqueza volvió a colarse entre sus defensas una vez más. Peter también era directo en el trabajo. ¿Pero era sincero? ¿O sería una frase practicada una y otra vez hasta la perfección?
—Realmente debería irme a casa.
— ¿Deberías?
—Sí.
— ¿Por qué no comemos algo antes de que te vayas? Lissa no pudo evitar sonreír.
—Buen intento, Peter.
— ¿Qué? —él levantó las manos fingiendo inocencia. Sonrió y bajó la voz—. Vamos a reestructurarnos, Lali.
El tono de su voz hizo que se pusiera en guardia, y supo que no se estaba refiriendo al trabajo.
Declinó su oferta de llevarla a casa y escapó del bar y de su presencia arrebatadora. Siempre aprovechaba la oportunidad de ver los monumentos de la ciudad, de modo que tomó el autobús.
Sólo le quedaban unas pocas semanas para disfrutar de las vistas. Pero, cuando se sentó junto a la ventana, su vista estaba desenfocada, y estaba tan perdida en sus pensamientos que se le pasó la  parada.
Había creído que Benjamín era sincero. Sólo era diez años mayor que ella, pero infinitamente más experimentado. Había sabido exactamente cómo acercarse a ella sin asustarla. Había hecho las cosas típicas; le había prestado atención, le había regalado flores. Era el tipo de cosas que Lali nunca había experimentado, las cosas de las que nunca le había visto disfrutar a su madre, y que sólo había visto en las películas. Eso debería haberle hecho darse cuenta de que todo era una mentira. Había creído estar enamorada de él, incluso pensaba que era recíproco. Que iba a tener el final feliz que su madre no había conseguido.
Luego se había enterado de lo de Melissa. Su prometida. La sórdida verdad se había hecho evidente. Nunca la había llevado a su apartamento, le había dicho que mantuviera la relación en secreto y no la comentara con sus compañeros de trabajo porque no quería favoritismos, nunca habían salido; él iba a su casa, cocinaba para ella y la adulaba. Pero había estado utilizándola todo el tiempo.
Lali había puesto fin a la relación inmediatamente. O al menos lo había intentado. Pero él se había vuelto desagradable. Había convertido el trabajo en un infierno para ella, denigrándola enfrente de sus compañeros, asignándole los peores trabajos y, en alguna ocasión, había intentado tocarla.
Lali podría haberlo denunciado por acoso, pero ya se sentía suficientemente herida y avergonzada por las miradas de sus compañeros.
De modo que había hecho las maletas.
Y ahora Peter había entrado en su vida. No sabía nada de él salvo que, en pocos días, había conseguido tirar abajo sus defensas. Lo deseaba, simple y llanamente. Deseaba deslizar las manos por su cuerpo, sentir su piel contra ella. Pero no podía arriesgarse a echar a perder otro trabajo. Lo único que podía hacer para evitarlo era ignorarlo. Retirarse tras una cortina de hielo, no mirarlo, no hablar con él, salvo cuando fuera necesario para el trabajo.

viernes, 25 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 07
Llegaron al edificio y Lali lo miró expectante, deseando poder llevarse la bandeja del café. Él negó con la cabeza y, apretando los dientes, ella, abrió la puerta. Sus tacones resonaban en el suelo mientras caminaba directa hacia el ascensor.
—Estás muy callada hoy —comentó él—. Es curioso, cuando anoche parecías tener tanto que decir.
Oh, la noche anterior sí tenía muchas cosas que decir, pero dudaba de su habilidad para decirlas sin recurrir a palabras inapropiadas. Ya había sido suficientemente descuidada la otra noche. Él era un socio, un jefe.
Subieron en el ascensor en silencio. Lali trató de ignorar su cercanía y no lo consiguió. Le dirigió una mirada de soslayo y se sonrojó al ver que él la estaba mirando fijamente. Apartó la mirada de nuevo y se quedó mirando los números de los pisos. Incapaz de evitarlo segundos más tarde, volvió a mirarlo. El seguía observándola. Parecía sorprendido y ligeramente satisfecho.
 Se abrieron las puertas de su piso y ella salió andando apresuradamente, desesperada por alejarse de él.
— ¡No te olvides el café! —exclamó Peter.
Lali se dio la vuelta y lo vio de pie en el vestíbulo con la bandeja. Consciente de que la recepcionista no estaba cerca, regresó junto a él. Se detuvo a unos treinta centímetros y estiró los brazos. Peter dio un paso hacia ella y le colocó la bandeja en las manos. Sin dejar de mirarla, él colocó las manos suavemente sobre las suyas. Lali sintió su piel electrificada y cómo sus dedos se movían inquietos. Peter dobló los dedos sobre los suyos, asegurándose de que sujetase la bandeja con fuerza. Dejó sus manos allí más tiempo del necesario, y fue una sensación maravillosa. Lali supo que un abrazo suyo sería igual de agradable. Apretó los labios. ¿Cómo podía ser aquello? Era un hombre, como cualquier otro.
—Gracias.
—Adiós, guapa —le apretó las manos ligeramente y el corazón le dio un vuelco. Le dirigió una sonrisa arrolladora antes de soltarla y desaparecer tras una puerta.
Lali se quedó inmóvil. Acababa de llevarse su respiración con él. Aún podía sentir la presión de sus dedos, y su sonrisa era lo único que veía.

— ¿Tienes un minuto? preguntó Hugo al regresar de una reunión. Rochi y Lali se giraron en sus sillas y lo miraron—. Estamos reasignando investigadores para los equipos a causa de un nuevo proyecto. Es muy sensible con respecto a los asuntos de confidencialidad de un cliente importante. Inicialmente es sólo un trabajo de un par de semanas y quieren a un investigador entregado. Lali, eres tú. Empiezas el lunes.
Ella se quedó mirándolo.
—No podrás trabajar en otro proyecto al mismo tiempo porque estarás encerrada en una sala de reuniones. Es todo muy secreto. Lo están preparando ahora. Es un equipo pequeño; un socio, dos consultores y tú. Tú tendrás que preparar la presentación y la propuesta final. Mucho trabajo de ordenador y horas extra. ¿Te parece bien?
Lali asintió, tratando de controlar la sensación de decepción. Había pasado casi todo el tiempo trabajando en un proyecto para una compañía localizada en Portugal. Iba a acabar pronto y, como recompensa, el equipo iba a viajar a Bilbao durante el fin de semana para una fiesta en el Guggenheim. Le habían dicho que ella estaría incluida si seguía allí al finalizar el proyecto. Tenía muchas ganas de ir. No había tenido ocasión de ir sola y ahora su tiempo se acababa. Su billete de vuelta para Nueva Zelanda ya estaba cerrado.
—Ve directa a la sala de reuniones dos el lunes —continuó Hugo—. Podrás hacer las búsquedas sin problemas, tus habilidades informáticas son excelentes. El socio piensa que serías la mejor.
Ella sonrió, en parte aliviada por el cumplido.
— ¿De verdad?
Hugo asintió.
—Te eligió personalmente. Trabajarás directamente con Peter.

Tras una noche sin apenas dormir, Lali llegó quince minutos antes el lunes por la mañana, y se sintió avergonzada al descubrir que era la última.
—No pasa nada. No llegas tarde, Lali—dijo Peter poniéndose en pie y caminando hacia ella—. Hemos empezado temprano para que tuvieras algo de trabajo.
Ella asintió y lo miró. Sus ojos se encontraron y se mantuvieron la mirada. No vio nada en él salvo una corrección profesional, pero eso no evitó que se le acelerase el pulso al fijarse en sus ojos verdes. Al mantenerle la mirada, sus pupilas se dilataron, y Lali sintió un calor que le subía por el estómago. Tomó aliento y contempló el ordenador.
—Sólo quiero comprobar que tengo acceso a todas las bases de datos.
El asintió y señaló hacia el ordenador, situado en el otro extremo de la mesa. La siguió hasta su asiento.
—Desayunaremos en quince minutos y repasaremos el informe, ¿de acuerdo?
Lali lo miró y sintió un vuelco en el estómago. En esa ocasión, Peter mostraba una sonrisa pícara en la cara. Aquello iba a ser mucho más duro de lo que había imaginado. Se enderezó y comenzó a examinar los sistemas. Fue consciente de cómo él se movía hacia el otro extremo de la mesa.
¿Cómo iba a soportar dos semanas con él al lado si era plenamente consciente de todos sus movimientos? ¿Si su cuerpo reaccionaba con la más mínima mirada?
Diez minutos más tarde, ya había comprobado que los del equipo informático habían hecho correctamente su trabajo. Peter la llamó entonces para que se reuniera con ellos. Ella le dirigió una sonrisa a Nicolás y luego asintió fríamente hacia Andres, quien le había pedido una cita meses atrás y había dejado clara su devastación al ser rechazado. Poco después, Lali había descubierto que les pedía citas a todas las empleadas temporales.
Andres llenó las tazas de café mientras Peter le explicaba el proyecto a Lali.
—Nuestro cliente quiere encontrar alguien a quien absorber o con quien fusionarse lo antes posible y en secreto.
Casi inmediatamente, sus pensamientos se fueron por otro camino. Debió de ser la idea de la fusión. Lo observaba mientras hablaba, con la esperanza de que su apariencia exterior reflejase concentración. Claro, estaba concentrada, pero no en lo que estaba diciendo. Sus hombros parecían tan anchos... Observó su mano mientras golpeaba la pluma contra el cuaderno que tenía enfrente. Una mano grande y fuerte. Apostaba a que no tenía que pelearse con los tarros de mermelada como le pasaba a ella. Pero sabía lo tiernas que podían ser esas manos. Podía imaginarse lo deliciosamente ardientes que podrían ser en otras partes de su cuerpo.
Andres le entregó el café, y ella dio un sorbo con la esperanza de que la cafeína le despejara el cerebro.
Funcionó. Momentáneamente.
—Trabajaremos sin parar durante las dos próximas semanas, pero estoy seguro de que eso no será problema para nadie —dijo Peter.
Lali estaba dividida. Más horas con Peter, aunque su índice de horas extra era soberbio. Era mucho dinero para una situación en la que tenía que luchar contra la atracción más poderosa que jamás había sentido.
Peter señaló hacia el papel que cubría las ventanas y que bloqueaba la vista al pasillo.
—Ha de ser algo secreto —dijo—. Por favor, dejad vuestra vida social para los descansos de la comida.
— ¿Qué descansos? —preguntó Andres.
Peter sonrió.
—Lo sé, pero son sólo quince días, y merece la pena. Si hacemos un buen trabajo, podríamos conseguir un importante contrato para la empresa. Hay mucho en juego y podría ser bueno para todos nosotros.

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 06
—Cuéntamelo todo, ahora.
Nada más mirar a Rochi, Lali supo que no podría escabullirse.
—Pensaba que era Pablo.
— ¿Qué?
—Peter. Pensaba que era Poli. En la fiesta.
— ¿En la fiesta? —Repitió Gina—. ¿Peter estuvo allí?
—En el balcón.
— ¿No entraste?
—Me fui a casa pronto. Él me llevó.
—Muy bien —dijo Rochi poniéndose en pie—. ¿Y qué ocurrió?
Lali sintió el calor en sus mejillas de nuevo.
—Yo... eh... —dijo mientras jugueteaba con el ratón—. Le dije que no estaba interesada.
— ¿Qué?
—Pensaba que era Poli y que tú le habías dicho que fuera a flirtear conmigo, así que le dije que no estaba interesada.
Ro comenzó a reírse.
— ¡Y ya veo el caso que te hizo! Sabía que ocurriría eso. Dios, por eso quería que Poli te mantuviese alejada y así poder tener una oportunidad con Peter antes de que te viera.
— ¿Qué? —preguntó Lali asombrada.
—Mira, cariño —le dijo su amiga—, conozco a Peter desde hace mucho y nunca mostrará interés en mí ni en ninguna otra chica de aquí. Todas babeamos por él, y es un encanto con todo el mundo. Esperaba que tal vez, cuando volviese, me viera de otra manera. Quería que Poli te eliminase de la escena.
— ¿Eliminarme?
—Mírate —dijo Ro—. Alta, piernas infinitas, curvas en los lugares apropiados. Pelo largo y precioso. Eres sincera y divertida. Eres un imán para los hombres. Mira la cantidad de hombres que han intentado hablar contigo, pero tú no sales con ninguno de ellos. Eres el equivalente femenino a Peter. Atractiva e inalcanzable. Era evidente que los dos conectaríais.
— ¿Inalcanzable?
—Sí y, aunque no lo seas, ésa es la impresión que das. Pero he visto cómo te miraba, y deja que te diga que jamás lo había visto mirar así a alguien. Y nunca te había visto sonrojada a ti. Y desde luego lo pareces.
Lali apoyó los codos sobre la mesa y se froto las sienes.
¿Inalcanzable? No había sido precisamente inalcanzable la noche anterior. Había sido fácil, casi.
Hasta ese momento, su deseo de no estar disponible en la oficina habia funcionado. Pero Peter había demostrado que esa barrera no servía para nada. Había destrozado esa ilusión sólo con mirarla. Aquello no podía estar ocurriendo.
Él no era Poli. Tenía que olvidarse del tema, y rápido. Era un socio; uno de los jefes. Ya lo había hecho una vez. Había conseguido un buen trabajo y lo había arruinado todo por tener una aventura con su jefe que no había acabado nada bien.
Se obligó a concentrarse y, al igual que el resto, trabajó durante la comida. A las dos de la tarde, todos empezaban a flaquear.
— ¿Café? —Preguntó Lali—. Yo iré —estaba ansiosa por estirar las piernas.
Tanto Hugo como Rochi levantaron la cabeza; Lali sonrió al ver la desesperación en sus caras.
—Volveré en diez minutos.
Se preparó para el viento frío de la calle y llegó allí en tiempo récord. Miró a su alrededor cuando entró y se quedó de piedra al ver a Peter sentado al otro extremo del local con otros dos consultores charlando y tomando café. Al mirar hacia allí, Peter levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron. Se sintió atravesada hasta la médula por sus ojos verdes, y se dijo a sí misma que el calor de sus mejillas se debía al aire frío, no a aquella mirada.
Hizo el pedido rápidamente y se quedó observando con decisión cómo el empleado realizaba su trabajo, tratando de no escuchar los sonidos que le llegaban de la zona de las mesas. Cuando tuvo los cafés, no pudo evitar dirigir una mirada rápida hacia la zona donde Peter estaba sentado con los otros. Para su sorpresa, y su tranquilidad, las sillas estaban vacías. Respirando profundamente por primera vez desde que había llegado al café, abandonó el establecimiento.
Él estaba esperando junto a la puerta. Lali no lo había visto, y estuvo a punto de tirar el café cuando le susurró al oído:
—Deja que te ayude —le quitó la bandeja antes de que Lali pudiera registrar sus palabras. No le quedó más remedio que girarse y comenzar a andar con él—. ¿Me has perdonado?
Ella no dijo nada.
— ¿Vas a hablarme?
Lali se detuvo y le dirigió una mirada de odio.
—No y no —contestó.
Peter le devolvió la sonrisa. Ella apartó la mirada y siguió caminando. ¿Por qué tenía que tener una sonrisa tan atractiva? Hacía que fuese difícil mantener su decisión; imposible, de hecho.
—Deberías haberme dicho quién eras.
—Probablemente —admitió él—. Pero fue mucho más divertido no hacerlo. Fue muy interesante.
—Rochi nunca me lo perdonará. No se lo había contado todo —la última parte salió de su boca como un murmullo, y se sintió molesta al notar el calor delator en sus mejillas.
—Yo tampoco se lo diré —dijo él—. No tiene por qué saberlo. Cena conmigo.
El cambio de tema fue sorprendente.
—No.
— ¿Comer?
—No.
— ¿Café?
—No.
— ¿Por qué no?
—Porque no me gustan los líos en la oficina.
—A mí tampoco.
— ¿Entonces por qué me estás pidiendo salir?
—Estoy dispuesto a hacer una excepción en tu caso. De todas formas, ¿quién ha dicho nada sobre un lío?
Lali tuvo que contener una sonrisa. En eso se había colado, tenía que reconocerlo. En otro lugar o en otro momento, tal vez hubiera dicho que, sí. Pero no en ese universo. Era un compañero de trabajo; más que eso, era uno de los jefes. Pero no quería sacar a relucir viejos asuntos y decidió darle otra excusa.
—No me gustan los cotilleos en la oficina.
— ¿Qué? —preguntó él riéndose—. Me contaste bastantes cosas anoche.
Aquello le dolió porque sabía que era cierto.
—Pensé que estábamos hablando de un compañero mutuo. No dije nada malicioso.
Peter se quedó mirándola pensativamente. Lali aguantó el escrutinio todo el tiempo que pudo antes de apartar la mirada, incapaz de soportar el calor y la promesa que encerraban aquellos ojos verdes.
—Nadie tiene por qué saberlo —dijo él suavemente.
Por un momento se sintió tentada. Pero entonces recordó la realidad. No, lo mejor era mantenerse todo lo alejada que le fuera posible de ese hombre. Pero él no dejaba de mirarla.
—Eso sería imposible.
— ¿Tan importante es lo que piensen los demás?
—Por supuesto —dijo ella frunciendo el ceño, sabiendo que no era cierto. Su madre le había enseñado a vivir la vida según sus propias reglas, con dignidad, sin hacer daño a los demás, y entonces nadie tendría derecho a juzgarla. Por supuesto, no salir con un compañero de trabajo era una de las reglas.
—Aquél no fue un beso corriente, Lali.

Lali se sintió aliviada de no llevar ella el café, pues se le habría caído al suelo. Peter había hablado tan suavemente por un momento que se preguntaba si lo habría soñado. No contestó, no podía. Habría sido más fácil de haberse tratado de Poli, el mujeriego del que definitivamente debería mantenerse alejada. Pero no era Poli, sino Peter; una persona totalmente diferente, un peligro totalmente diferente, e igual de inapropiado.

jueves, 24 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 05
Cansada por la falta de sueño, Lali echó una pastilla de complejo vitamínico en un vaso con agua y se la tragó. Ya desayunaría más tarde algo sustancial.
— ¿Qué te pasó anoche? —Rochi estaba sentada en su escritorio devorando un tazón de cereales, con el ordenador encendido.
Lali la miró sorprendida. Estaba casi segura de que Rocío ya habría hablado con Pablo. Decidió seguirle el juego un rato.
—Realmente no estaba de humor. Me quedé sentada un rato fuera y me marché a casa pronto. ¿Y tú?
Rochi la miró con desconfianza.
—Estoy segura de que hay algo más, tienes mirada de culpabilidad.
Lali sintió cómo se le sonrojaba la cara, pero se guardó sus sentimientos y se centró en Rochi.
— ¿Y qué me dices de ti? ¡Debes de sentirte muy contenta esta mañana!
— ¿Por qué? De hecho es más bien al contrario —contestó Ro.
— ¿Por qué? ¡Parecía que las cosas iban muy bien! ¡Parecía que os gustabais!
Pochi la miró perpleja.
— ¿De qué estás hablando?
—De Peter y de ti —contestó Lali con impaciencia—. No te quitaba los ojos de encima.
— ¿Peter? ¡Si ni siquiera estaba allí!
—Claro que estaba. Lo vi hablando contigo: alto, moreno, con un abrigo de cuero negro.
— ¡Oh! —Rochi empezó a reírse—. Ése no era Peter. Era Poli.
Lali sintió como si la tierra se moviese bajo sus pies.
— ¿Poli? ¿El hombre con el que estabas hablando era Pablo?
—Por supuesto!
—Oh, Dios. ¿Entonces quién...?
— ¿Quién qué? —preguntó Rochi con evidente curiosidad.
Se oyeron voces por el pasillo y Rocío escondió apresuradamente los cereales detrás de una pila de libros. Lali estiró la mano tras ella para colocar otra revista en la pila y así ocultarlo correctamente. Se quedaron de pie la una junto a la otra mientras un grupo de consultores entraba con Hugo, el consultor principal.
—Rocío, Mariana —dijo él con una sonrisa maligna—, tenemos algo de sangre fresca para vosotras. Rochi, seguro que recuerdas a Peter; ha vuelto de Nueva York.
Lali observó cómo Rocío miraba a Hugo. Hugo no estaba sordo y era plenamente consciente
de las numerosas veces en que Ro había discutido sobre «El Regreso» con ella. Había pocas cosas que Hugo no supiera.
Entonces miró al hombre alto que salió de detrás de Hugo. Alto, devastadoramente guapo, vestido con traje y con una sonrisa dirigida a ella, allí estaba su «Poli» de la noche anterior. ¿Era Peter? Aquellos increíbles ojos verdes estaban clavados en ella con un brillo humorístico. Lali se quedó mirándolo, incapaz de pensar en nada salvo en que era más guapo por la mañana, recién afeitado.
Hugo estaba presentándoles a los otros hombres, pero Lali no se quedó con ninguno de los nombres. Le temblaban las piernas como a un cordero recién nacido. Finalmente le quitó los ojos de encima y trató de respirar con normalidad. Sonrió automáticamente a los demás y simplemente deseó que se la tragara la tierra. De pronto recordó partes de la conversación:
«Regalo divino», «cuando te mira...». ¿Pero qué había dicho?
Fue consciente de que se estaban alejando para investigar las terminales de bases de datos que había en la zona de la biblioteca. Lali se quedó dónde estaba, mirando la silla de Rochi.
—Debería habértelo dicho.
Levantó la mirada, horrorizada al ver que Peter no se había alejado con los demás, sino que se había acercado más a ella.
Aún sonreía, y Lali se sintió algo molesta, lo cual hizo que le subiera la temperatura aún más.
Lo miró seriamente, negándose a reconocer el brillo de atracción en su mirada.
— Sí, deberías —susurró.
— Lo siento mucho —dijo él sonriendo más abiertamente—. No pude resistirme.
—Fue imperdonable. Debías de saber que te había, confundido con otra persona.
—Mmm —Peter miró hacia el grupo de consultores antes de seguir hablando con lo que parecía que era auténtica preocupación—. ¿Te duele la cabeza esta mañana?
—Desde luego que no —la irritación hizo que levantara la voz más de lo esperado. Miró hacia los demás y vio que Rochi los estaba observando con los ojos fuera de las órbitas—. Será mejor que te reúnas con los demás.
Su cuerpo eligió ese preciso momento para recordar cómo sus cuerpos se habían fundido en uno solo. Sintió el fuego en sus mejillas y tragó saliva. Comenzaba a darse cuenta de lo que significaba aquello. La situación había dado un giro de ciento ochenta grados. Él trabajaba allí. No podría evitarlo, y realmente necesitaba hacerlo. No podía sentirse atraída por él si trabajaba allí; bajo ningún concepto.
—Sólo he estado fuera seis meses —contestó él—. Creo que aún sé cómo desenvolverme solo por la biblioteca.
—Bueno, pues yo tengo trabajo que hacer —contestó ella, demasiado avergonzada como para verle el lado divertido al asunto.
—Por favor, no quiero entretenerte.
Milagrosamente, Lali consiguió mover las piernas y llegar hasta su escritorio para sentarse, odiando el hecho de que él estuviera allí y pudiera comprobar que aún no había encendido el ordenador.
Se inclinó hacia ella, y Lali sintió su cercanía con cada célula de su cuerpo. Era casi como un dolor. Su cuerpo deseaba que estirase el brazo y la tocase.
—Adiós, guapa —susurró Peter.
Roja por la rabia, la vergüenza y el deseo, Lali puso en marcha el ordenador y sintió cómo él se incorporaba y se alejaba. Aunque pudo imaginar su sonrisa.

Peter contuvo el deseo de deslizar los dedos por su pelo metiéndose las manos en los bolsillos y regresando hacia donde se encontraba Rocío con los nuevos consultores. Aunque no pudo evitar sonreír, y supo que era debido a los pensamientos perversos, no al entusiasmo por los nuevos sistemas informáticos.
Su primer día como socio y lo único en lo que había podido pensar era en llegar al centro de información lo antes posible para ver si realmente ella estaba allí; si era real.
Ahora ya lo sabía. Era muy real. Era atractiva y estaba fuera de sus posibilidades. Su mente tomó una dirección muy peligrosa y dio gracias a Dios porque hubiese llevado pantalones. Se pasó la pluma entre los dedos, tratando de no recordar las sensaciones que había tenido al acariciar sus muslos.
Había trabajado duro para conseguir ser socio. Lo último que necesitaba era la distracción de una empleada temporal de piernas escandalosas.
Aunque el hecho de tener ambiciones profesionales no significaba que tuviera que vivir como un monje. No era como si estuviese pensando tener algo serio. El matrimonio y los hijos formaban parte de un futuro a largo plazo, ¿pero a corto? Al fin y al cabo, era un hombre.
Sin embargo, los asuntos de oficina acababan complicándose. Lo había visto millones de veces.
Por eso mismo, él nunca se había implicado con una compañera de trabajo; era parte de su código no escrito. El trabajo era para trabajar; la diversión era para más tarde.
Pero ella era una tentación; y neozelandesa. Conseguiría otro trabajo o se iría a otro país en nada de tiempo. Era la candidata perfecta para tener una aventura sin complicaciones.
Aunque un socio con una empleada temporal eran terrenos pantanosos.
Le dio las gracias a Rochi con una sonrisa, que evidentemente no era la más experta en las nuevas bases de datos que acababa de mostrarle.

miércoles, 23 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 03
Él observó cómo se alejaba. ¿Debería habérselo dicho? Probablemente, pero la tentación había resultado ser demasiado fuerte como para resistirse, y seguía siéndolo. Observó el pasillo vacío y entró, pero no se dirigió hacia la fiesta, sino hacia las escaleras a toda velocidad. Un ataque de lujuria. No había tenido uno tan fuerte... bueno, jamás, qué él recordara. Apenas llevaba tiempo de vuelta en su tierra natal y ya se sentía tentado por una Venus extranjera. Llegó al piso de abajo, incapaz de disimular la sonrisa cuando entró en el vestíbulo.

Lali respiró aliviada. No podía «tener un poco de diversión», como le había sugerido Rochi.
Aquél era un buen momento para escapar. Absorta en sus pensamientos, salió del ascensor y se topó con la figura que estaba de pie ante ella. Unas manos firmes la agarraron por los brazos, y sintió la nariz dolorida al golpearse contra aquel torso cubierto por un jersey de lana, que era lo único que podía ver.
—Oh, lo… —dejó de hablar al levantar la cabeza y ver al hombre de los ojos verdes. Frunció el ceño al ver su sonrisa—. ¿Qué? —preguntó, incapaz de disimular su irritación.
— Voy a llevarte a casa —dijo él con cierto tono de autoridad.
—Me parece que no.
—Claro que sí.
—No puedes conducir —dijo Lali frunciendo más el ceño—. Has estado bebiendo.
—He tomado una copa en toda la noche y había comido antes. Estoy bien para conducir.
—Mi madre me enseñó a no montarme en coches con desconocidos.
—No soy un desconocido. Acabamos de pasar media hora conociéndonos.
Lali pensó en ello durante unos segundos, sabiendo que estaba bajando la guardia. Rochi conocía bien a aquel tipo y, francamente, la idea de volver a casa en coche era tentadora. Le evitaría el trayecto en metro y diez minutos andando. Los zapatos de tacón que llevaba no eran apropiados para caminar largas distancias.
Incluso más tentadora era la idea de pasar otros diez minutos en su compañía. ¿Sería sólo para tener más práctica? ¿Para perfeccionar sus habilidades de flirteo?
—Además —prosiguió él—, has dejado clara tu falta de interés. Así que no tienes nada que temer.
¿Era cierto? Viéndolo correctamente por primera vez con la luz del vestíbulo, Lali se dio cuenta de que su instinto tenía razón. Era un hombre muy sexy. Se quedó mirándolo, y su mente se negó a trabajar con la rapidez habitual. Lo único en lo que podía pensar era en sus fabulosos ojos verdes. Vio la diversión en ellos. Aunque no sabía por qué no le resultaba molesta. Al contrario, sintió la necesidad de seguirle la broma. Él se acercó más y le apretó los brazos con más fuerza.
—Bueno, si insistes—dijo ella.
—Insisto.
Lali arqueó las cejas ligeramente y permitió que la metiera de nuevo en el ascensor.
—Hay un aparcamiento en el sótano —dijo él en respuesta a su cara de intriga.
Lali se apoyó contra la pared del ascensor y evitó su mirada, especulando sobre cómo sería su coche. Definitivamente sería rápido y brillante. Quizá un descapotable con asientos de cuero con calefacción.
Él le agarró el brazo de nuevo mientras salían del ascensor, y la guio frente a una fila de coches aparcados. Lali trató de ignorar las sensaciones que le provocaban sus dedos. Eran como agujas eléctricas clavándosele por dentro.
No estaba preparada para la enorme ranchera marrón y ligeramente abollada frente a la que se detuvo. Obviamente, el vehículo, de siete plazas, estaba acostumbrado a ir lleno de gente. Podía apreciarse el inconfundible olor a niños. Había papeles y envoltorios de caramelos tirados por el suelo, y dos de los asientos traseros estaban acondicionados con asientos para niños.
— ¿Esperamos a alguien más? —preguntó ella.
—No —contestó él. Lali se sentó y se dispuso a abrocharse el cinturón. De pronto se detuvo.
Palpó bajo su cuerpo y sacó una bolsa de pasas a medio comer. Se las entregó sin decir palabra—.
Oh, bien —dijo—. Me preguntaba dónde las había puesto. La cena.
Lali no pudo evitar observar su mano izquierda colocada sobre el volante. No llevaba anillo, ni marca alguna. Sus dedos eran largos y hermosos, con unas uñas perfectas; y su palma era ancha y firme. Se estremeció y apartó la mirada. Se trataba de Poli, ¿no? El amante del flirteo por excelencia. Soltero convencido. Aquello no encajaba con esa imagen.
—Es el coche de mi hermana —explicó finalmente— El mío no estaba disponible y he tomado prestado el suyo. Tiene tres hijos. Son bastante revoltosos.
—Ah, bien —dijo ella mientras se abrochaba el cinturón—. ¿Y qué tipo de coche llevas habitualmente?
— ¿Qué tipo crees tú?
—No sé. Algún deportivo. Rápido, brillante, algo para asombrar a las mujeres.
—No tengo que confiar en un coche para asombrar a las mujeres —dijo él.
—Oh, ¿de verdad? —Lali no pudo evitar reírse.
Él la miró fijamente con ojos brillantes.
— ¿Entonces qué? —preguntó ella—. ¿Sólo confías en tu buen físico, en tu ingenio y en tu encanto personal?
—Eso es —contestó él asintiendo seriamente—. Todo lo que has dicho. ¿Adónde vamos?
Lo miró confusa antes de darse cuenta de que llevaban sentados un par de minutos y no había puesto el motor en marcha.
—Oh, al muelle de Santa Catalina, Tower Hill.
El la miró arqueando las cejas y luego puso el motor en marcha.
—Pensé que sería en Earl's Court o en Shepherds Bush. ¿No es ahí donde viven los neozelandeses y los australianos?
—Quizá —dijo ella encogiéndose de hombros—. Pero no me gusta eso.
— ¿Evitas a tus compatriotas? —preguntó él mientras salían del garaje.
—No, pero, si quisiera pasar el tiempo yendo a pubs de las antípodas y relacionándome con neozelandeses, no me habría molestado en marcharme de Nueva Zelanda.
— ¿Huías de algo?
—Huía hacia él —puntualizó Lali—. No me malinterpretes, no es que no me guste Nueva Zelanda. Me encanta, pero quería viajar y conocer Londres. Es una ciudad genial.
— ¿Y elegiste el muelle de Santa Catalina?
—Sí —contestó ella con una sonrisa—. ¡Aunque no vivo en uno de esos almacenes convertidos junto al río. Hay una vieja finca detrás. Tengo un piso alquilado allí. Es fantástico, ¿sabes? Paso frente a la torre de Londres cada día de camino al trabajo y siempre pienso lo mismo: ¡Estoy en Londres! Es alucinante.
    — ¿Realmente es un sueño para ti?
    —Oh, sí. Supongo que son muchos años viendo Coronation Street.
— ¿Coronation Street? Pero eso es en Manchester —dijo él.
—Oh, pues entonces Eastenders. Lo que sea. Todos esos programas de variedades; allí los ponen todos. Pero aquí es genial. En Londres puedes hacer cualquier cosa que te apetezca hacer —añadió haciendo un gesto con las manos.
Él la miró y le devolvió la sonrisa, cortándole la respiración. Lali apartó la mirada apresuradamente, tratando de controlar su excitación.


CAPITULO 04
—Suenas como una turista, con ese entusiasmo en la voz —dijo él.
— ¿Qué tiene eso de malo? Es bueno tener algo de pasión.
—Estoy de acuerdo. ¿Eres tan entusiasta y apasionada en otros aspectos de la vida?
Lali le dirigió una mirada de picardía burlona, sabiendo que se la había buscado.
—Me encanta caminar frente a la torre de Londres cada día —dijo finalmente—, riéndome de los demás turistas que se dejan engañar por el heladero más caro del mundo.
— ¿De verdad? —preguntó él riéndose.
—Tiene su furgoneta allí, junto a Dead Man's Hole. Sus precios son desorbitados.
—Mmm. Pero apuesto a que no es tan caro como el heladero que hay en el Ponte Vecchio de
Florencia.
— ¿De verdad? ¿En Florencia? —Lali suspiró—. Nunca he estado allí. Me encantaría ir.
—Es precioso. Yo te llevaré.
— ¿Ahora? —preguntó ella arqueando una ceja.
El asintió y dijo:
—Tienes que ver la Venus de Botticelli. Eres igual que ella.
Hubo un silencio mientras Lali absorbía el cumplido. La obra maestra de Botticelli se encontraba en la galería de los Uffizi. Su cuadro de Venus era una de las obras de arte más famosas del mundo. Generación tras generación admiraba su belleza. Lali se quedó asombrada.
Desde luego aquel hombre era un profesional de la seducción. El problema era que ella no podía evitar disfrutar.
—Oh, eres bueno —dijo.
— ¿Y funciona?
—Eso no te lo diré —comenzó a decir.
—Entonces tendré que averiguarlo. Bien.
¿Qué significaba ese «bien»? ¿Acaso acababa de ofrecerle un desafío sin quererlo?
Entraron en el muelle de Santa Catalina y Lali lo condujo hasta su edificio. Una parte de ella deseaba escapar del coche lo antes posible, pero otra parte deseaba quedarse y explorar las posibilidades con Poli, como había sugerido Rochi. Aunque tal vez él no estuviera realmente interesado. Tal vez hubiera estado haciendo uso de su encanto y su ingenio. Lo miró y se dio cuenta de que estaba observándola con una sonrisa.
Se puso rígida. ¿Acaso llevaba su debate interno escrito en la frente? Probablemente. Trató de aferrarse a su dignidad.
—Muchas gracias por traerme a casa. Ha sido muy amable por tu parte  
—No hay problema. Ha sido un placer.
Lali se desabrochó el cinturón y abrió la puerta. Al salir del coche se sorprendió al comprobar que él estaba haciendo lo mismo. Bordeó el coche y se colocó junto a ella.
—Pensaba acompañarte hasta la puerta —le explicó—. No estaba seguro de que pudieras subir las escaleras.
—Claro que puedo... ¿Qué te crees? ¿Qué estoy borracha? —nada más lejos de la realidad, aunque tenía que admitir que se encontraba un poco mareada. Debía de ser por no haber comido nada, no por la proximidad de aquel hombre.
—No, pero tal vez un poco cansada —dijo él riéndose. Y su risa tuvo ese efecto al que ya estaba acostumbrándose—. ¿No lo estás?
Estaba demasiado cerca de ella. Lali se quedó mirándolo, asombrada al ver que se acercaba más.
—Si tan segura estás de que puedes hacerlo, me iré.
—Aja —contestó ella, pegada al suelo. Era muy atractivo. Alto, sexy, divertido. Sabía que debía dirigirse hacia las escaleras inmediatamente, pero sus piernas no parecían reaccionar. Estaba mirándolo como hechizada.
El estiró el brazo y le acarició el pelo suavemente.
—Adiós, guapa —susurró. Entonces deslizó la mano hacia su nuca, agachó la cabeza y la besó.
Fue un leve roce, ligero como una pluma. Suave, cálido, dulce. Pero entonces él apartó sus labios. Lali suspiró y, cuando se dio cuenta de que deseaba más, él pareció leerle el pensamiento, robándole la iniciativa y regresando con fuerza. Firme, insistente, placentero. Le colocó la mano en la nuca y comenzó a acariciarla suavemente con el pulgar. Suaves caricias que hicieron que ella se acercarse más y aumentara su deseo. Sintió el peso y el calor de su otra mano cuando se la colocó en la parte de abajo de la espalda. Deseaba tocarlo. No pudo evitar devolverle los besos. Su mente no lograba concentrarse en el hecho de que aquélla era una muy mala idea. Sólo parecía pensar en las sensaciones que despertaba en ella.
Las manos, que había levantado en un gesto defensivo, no lo apartaron. En vez de eso, se abrieron sobre su pecho, sintiendo la suave lana del jersey y los músculos que había debajo. Luego le rodeó el cuello con ellas y sus cuerpos quedaron pegados.
El impacto fue tan placentero que Lali suspiró suavemente, abriendo la boca para saborearlo.
Sus lenguas se juntaron y comenzaron una danza apasionada, haciendo que la mente de Lali se apagara por completo. Su cuerpo reaccionó por instinto; sus pechos se endurecieron y se tensaron. Cerró los ojos y disfrutó de aquel aroma a limón tan delicioso, enredando los dedos en su pelo y encogiendo los dedos de los pies al sentir cómo la tensión aumentaba. El magnetismo y el abrazo eran irrompibles. El simple beso de buenas noches se convirtió en algo más; mucho más.
Él deslizó las manos por su espalda, presionándola contra su cuerpo. Lali disfrutó de la sensación de su torso duro y firme contra ella. Deslizó los dedos por su pelo y se restregó contra él, temblando de placer al sentir la fuerza de su abrazo. Notó cómo deslizaba las manos por encima de su falda, agarrándole las caderas y presionando para hacerle sentir el calor. Siguió bajando las manos hasta el dobladillo de la falda, deslizándolas por debajo y comenzando a subir por la parte de atrás de sus piernas. Sus dedos llegaron al final de las medias y, acto seguido, comenzaron a explorar su piel. Piel contra piel, incandescentes. Oyó sus gemidos contra su boca
Fue la señal de alarma que necesitaba. ¿Qué estaba haciendo? Apartó la boca y dio un paso atrás. Sorprendida y avergonzada por la ferocidad de aquel beso, se sentía incapaz de mirarlo a los ojos. De modo que miró hacia los apartamentos, rezando para que su cuerpo se calmara. Temía lanzarse a sus brazos si volvía a mirarlo.
Él la había soltado y no había dicho nada, pero era consciente de su respiración entrecortada.
Su cuerpo le pedía más. Aquél no había sido un casto beso de despedida, sino el comienzo de una pasión que habría llevado a algo mucho más salvaje con una única conclusión. No iba a tener una aventura de una noche con el amigo de su amiga. Sobre todo sabiendo que le gustaba jugar, que era hombre de una sola noche. No era de extrañar que sus besos fueran tan buenos. Tenía mucha experiencia. La atracción se volvió rabia, más hacia ella misma que hacia él. Él sólo estaba haciendo lo que le resultaba natural; sin embargo su respuesta no era natural en ella. Las sensaciones que había despertado un solo beso no podían ser naturales.
—Buenas noches —murmuró ella.
Se alejó y comenzó a buscar las llaves en el bolso mientras subía las escaleras. Hasta que no llegó al pequeño rellano de su piso, no se atrevió a mirar hacia atrás. Él estaba apoyado en el coche, con una pierna sobre la otra y los brazos cruzados, mirándola. Aunque era difícil saberlo con la escasa luz de la farola, estaba segura de que sonreía. Levantó la mano para despedirse de ella informalmente. Agitada, Lali se dio la vuelta y, milagrosamente, consiguió meter la llave en la cerradura a la primera. Abrió la puerta y la cerró tras ella, sin atreverse a mirar de nuevo.
Cinco minutos después, agachó la cabeza para que el agua caliente le cayese por el cuerpo mientras se duchaba. No pudo evitar sonreír al recordar su voz y su sonrisa; ni estremecerse al revivir aquel beso. Había sido un gran error.
La tentación le susurraba al oído. Era Poli. El amigo de Rochi. No trabajaba con él; no sería una aventura de oficina. ¿Qué daño podía hacerle un poco de diversión? Había pasado mucho tiempo.
Sería deseo carnal de una magnitud letal.
Pero, si jugaba con fuego, acabaría con quemaduras de tercer grado.
Y se marchaba en dos meses. Sería una locura embarcarse en algo que sentía que podía ser tan fuerte, tan devastador, y que ni siquiera tenía claro si podría controlar.
Nada de aventuras; no con él. Se tomaría las cosas con calma cuando apareciese una persona segura.

Eso era lo que deseaba.


Doble, es el de ayer que por falta de tiempo no les pude subir.

Besos!
Lunis♥