miércoles, 11 de marzo de 2015

Capitulo 1


Me senté en la encimera de la cocina, observando a mi mamá hacer pasta al horno; ella estaba entrando ligeramente en pánico y seguía mirando al reloj a cada  minuto.  Sabía  por  qué  lo  hacía,  mi  papá  debía estar  en  casa en exactamente en dieciséis minutos y a él le gustaba que la cena estuviera en la mesa tan pronto como entrara.
Vico se acercó, jugando con sus figuras del Hombre Araña. 
—Mamá, ¿puedo ir a jugar a casa de Peter? —preguntó, lanzándole una mirada de cachorrito.
Ella miró el reloj de nuevo y sacudió la cabeza rápidamente. 
—No  ahora,  Victorio.  La cena no  tardará  mucho  y  necesitamos  comer como  una familia. —Se estremeció ligeramente mientras hablaba.
La cara de Vico cayó, pero asintió y vino a sentarse a mí lado. Inmediatamente le arrebaté  el hombrecito  de sus  manos  y  me  reí  cuando  jadeó y  lo arrebató  de vuelta, sonriendo y poniendo los ojos en blanco hacia mí. Él era un chico lindo, con cabello rubio y ojos grises con motas marrones en ellos. Era mi hermano mayor, y como  los hermanos  mayores,  era  el mejor.  Siempre  me  cuidaba en  casa y  en  la escuela,  se  aseguraba de que  nadie  me  molestara.  El único  que  tenía permitido molestarme,  según  su  opinión,  era  él, y  en  una menor medida su  mejor  amigo Juan Pedro o Peter, que resultaba que vivía en la casa de al lado.
—Entonces,  La,  ¿necesitas  ayuda con  tu  tarea? —preguntó  él,  codeándome.
Vico tenía diez, y era dos años mayor que yo, así que siempre me ayudaba con el trabajo de la escuela.
—Nop. No tengo tarea. —Sonreí, balanceando mis piernas mientras colgaban de la encimera.
—Bien,  niños,  pongan  la mesa por mí.  Ya saben  cómo.  Exactamente bien,  ¿de acuerdo? —pidió mamá, rociando queso sobre la pasta y poniéndola en el horno. Vico y yo nos bajamos de la encimera y agarramos las cosas, dirigiéndonos a la sala comedor.
Mi papá era  muy particular sobre  todo,  si todo  no  estaba exactamente bien,  se enojaba y nadie quería eso. Mi mamá siempre decía que mi papá tenía un trabajo estresante. Siempre  se  enojaba con  facilidad si hacíamos  algo  mal. Si has escuchado  ese  dicho: Los  niños  deberían ser  vistos  y  no  oídos ,  bueno,  mi  papá llevaba eso a otro extremo. En su lugar, le gustaba:  Los niños no deberían ser vistos u oídos .  A  las  cinco treinta llegaba a casa todos  los días,  comía la cena de inmediato, y luego Vico y yo éramos enviados a nuestras habitaciones, en donde jugábamos en silencio hasta las siete y treinta cuando teníamos que ir a la cama.
Odiaba  esta hora  del  día.  Todo  estaba bien  hasta que  él  llegaba a casa,  y  luego todos cambiábamos. Vico siempre se quedaba en silencio y no sonreía. Mi mamá tenía esa mirada es su cara, como de miedo o preocupación, y empezaba a correr de aquí para allá ahuecando los cojines sobre el sofá. Yo siempre me quedaba allí y deseaba silenciosamente que pudiera esconderme en mi habitación y nunca salir. Vico y yo pusimos la mesa y luego nos sentamos en silencio, esperando que el clic de la puerta señalara que  él estaba en  casa.  Podía sentir mi  estómago revoloteando, mis manos empezando a sudar mientras rezaba en mi cabeza que él hubiera tenido un buen día y estuviera normal esta noche.
Algunas veces, en estaba en un humor realmente bueno y me besaba y abrazaba. Me decía la niñita tan  especial que  era,  y  lo  mucho  que  me  quería.  Eso sucedía normalmente los domingos. Mi mamá y  Vico  iban  a la práctica de  hockey  y  me quedaba en casa con mi padre. Aquellos Domingos eran los peores, pero no le dije jamás a nadie de esos días, y lo mucho que me tocaba y me decía lo bonita que era. Odiaba esos días, y deseaba que los fines de semana nunca llegaran. Prefería mucho más que fuera un día de escuela cuando sólo lo veíamos para la hora de la cena. Definitivamente prefería cuando me miraba con ojos enojados, que cuando me  mira  con  ojos suaves.  No  me  gusta en  absoluto,  me  hacía sentir incómoda, siempre  hacía que  me  temblaran  las  manos.  Afortunadamente, sin  embargo,  hoy apenas era  lunes,  así  que  tenía casi una semana antes  de  que  tuviera  que preocuparme por eso de nuevo.
Un par de minutos después, él entró. Vico me lanzó una mirada que me decía que me comportara y sostuvo mi mano bajo la mesa. Mi padre tenía cabello rubio, del mismo color del de mi hermano. Tenía ojos marrones, y siempre tenía el ceño fruncido.
—Hola, niños —dijo en su ruidosa y profunda voz. Un estremecimiento se deslizó por mi  columna  cuando  habló.  Puso  su  maletín  a un  lado  y  tomó asiento  a  la cabeza  de la mesa.  Intenté  no  mostrar  ninguna reacción;  de hecho,  intenté no moverme para nada.  Siempre  parecía que  era  yo  la que  metía a todos  en problemas o hacía algo mal.
Siempre parecía que era la que empeoraba las cosas para todos. No solía ser así, solía ser la niñita de papá,  pero  desde que  empezó  su  trabajo,  hace  tres  años, cambió. Nuestra relación con él cambió por completo. Él todavía me favorecía por encima de Vico, pero cuando venía del trabajo, era como si quisiera pretender que Vico y yo no estábamos allí. La forma en que miraba a Vico algunas veces era como si estuviera  deseando  que  no  existiera,  hacía que  me  doliera  el estómago  verlo mirar a mi hermano de esa forma.
—Hola, papá —respondimos ambos  al mismo tiempo.  Justo  entonces,  mi  mamá vino cargando la pasta y un plato de pan con ajo.
—Esto  se  ve bien,  Margaret —dijo  él, dándole  una sonrisa.  Todos  empezamos a comer en silencio e intenté no moverme incómodamente en mi lugar—. Entonces, ¿cómo estuvo la escuela, Victorio? —le preguntó a mi hermano.
Vico levantó la mirada nerviosamente. 
—Estuvo bien, gracias. Intenté entrar al equipo de hockey sobre hielo y Peter y yo…—empezó a decir, pero mi papá asintió, sin escuchar.
—Eso  es  genial, hijo  —interrumpió  él—.  ¿Qué  hay  de ti, Mariana? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí.
¡Oh, Dios! De acuerdo, sé cortés, no divagues. 
—Bien, gracias —respondí calladamente.
—¡Habla más alto, niña! —gritó.
Me estremecí con su tono, preguntándome si iba a pegarme, o quizá me enviaría a la cama sin cenar. 
—Estuvo bien, gracias —repetí un poco más fuerte.
Él frunció  el ceño  y  luego  se  volvió  hacia mi mamá, que  estaba estrujándose  las manos nerviosamente. 
—Entonces,  Margaret,  ¿qué  has estado  haciendo  hoy? —preguntó,  comiendo  su cena.
—Bueno,  fui  al supermercado  y  conseguí ese  shampoo  que  te gusta,  y  luego planché un poco —respondió mi mamá rápidamente. Sonaba como una respuesta preparada, siempre hacía eso, tenía sus respuestas listas de modo que no fuera a decir nada inapropiado que lo hiciera enojar.
Extendí la mano por mi bebida, pero no estaba observando apropiadamente y la volqué, derramando el contenido sobre la mesa. Los ojos de todos volaron hacia mi padre, que se levantó de un salto de su silla. 
—¡Mierda!  ¡MARIANA,  estúpida pequeña  perra!  —gruñó,  agarrándome  del  brazo  y empujándome bruscamente de la mesa. De repente mi espalda golpeó la pared, el dolor  me  atravesó  y  me  mordí el labio  para dejar de llorar.  Llorar lo empeoraba todo,  él odiaba  que  llorara,  decía que  solo los débiles  lloraban.  Lo  vi apartar  su mano;  iba  a golpearme. Sostuve el aliento  esperando  el golpe,  sabiendo  que  no había nada que pudiera hacer más que soportarlo, igual que siempre.
Mi hermano se levantó de un salto de su silla y se abalanzó sobre mí, envolviendo con fuerza sus brazos a mí alrededor, cubriéndome. La suya estaba hacia mi padre mientras me protegía.
—¡Suéltala, Victorio!  ¡Necesita aprender a ser  más  cuidadosa!  —gritó  mi  padre, agarrando  a  Vico  de su  ropa  y  lanzándolo al piso.  Me abofeteó,  enviándome  al piso, luego se volvió hacia Vico y lo pateó en la pierna, haciéndolo gemir—. ¡No te metas en  mi  camino  de nuevo,  pequeño  pedazo  de mierda!  —le  gritó  a  Vico, mientras estaba acurrucado en una bola en el piso.
Lágrimas  silenciosas corrían  por mi  cara.  No  podía soportar ver herido  a mi hermano; él sólo estaba intentando protegerme. Vico siempre hacía eso.
Cuando me metía en problemas, él provocaba a mi padre de modo que la tomara contra él en su lugar. 
Mi padre levantó  su  plato  y  su  bebida,  caminó  a zancadas hacía la sala  para terminar su comida, murmurando algo sobre nosotros siendo “los peores niños en el mundo” y “como infiernos se pudo quedar atrapado en esta vida”. 
Me arrastré  hasta mi  hermano  y  envolví mis  brazos  alrededor suyo  con  fuerza, aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. Él gimió y se levanto para sentarse, abrazándome de vuelta, frotando su mano por mi mejilla punzante.
—Lo siento, Vic. Lo siento —murmuré en voz baja, llorando sobre su hombro.
Él negó con la cabeza. 
—Está  bien, La.  No  es  culpa tuya  —dijo  con  voz ronca, me  dio  una pequeña sonrisa y tratando de ponerse en pie, gimiendo. Me puse de pie con un salto y le ayudé a levantarse. Podía oír movimiento así que levanté la mirada para ver que mi madre estaba limpiando la mesa frenéticamente.
—Lleven sus cenas a sus cuartos y coman, ¿bien? —ordenó, besándonos a los dos en la mejilla. Ella tenía que ir a donde mi padre y hacer control de daños, él estaría de mal humor  por mi  error y  ella tenía que  calmarlo  antes  de que  pasase  algo más—. Los veré a la mañana. Los quiero a los dos. Por favor estén callados, y pase lo que  pase,  quédense  en  sus  habitaciones  —ordenó,  rápidamente besándonos otra vez  y  entregándonos  nuestras cenas a medio comer, antes  de empujarnos hacia el vestíbulo trasero.
Teníamos una buena casa, cuatro dormitorios y todo estaba en un nivel. Mi padre ganaba un buen dinero por lo que vivíamos en una bonita zona, pero preferiría que la casa fuera más pequeña así no tuviera que trabajar en ese empleo. Puede que entonces  fuera como  el viejo Papá,  llevándonos  al parque  y  comprándome juguetes y dulces. Vico vino a mí habitación y comimos en silencio, sentándonos en el suelo cerca de mi cama.  Tomó mi mano con fuerza cuando oímos a mi padre
gritar a mi  madre  desde el salón,  algo  se  rompió,  y  me  estremecí.  Esto  era totalmente culpa mía.
Empecé  a sollozar así que  Vico  envolvió su  brazo  alrededor de  mi  hombro, apretando suavemente. Él siempre parecía mucho mayor que yo; era mucho más maduro que yo. 
—Está bien.  Todo  está  bien,  La.  No  te preocupes  —susurró,  acariciándome  el pelo. Una vez que me calmé, y los gritos habían cesado, jugamos a las cartas por un rato.
Cuando estábamos en la mitad del juego, escuchamos pisadas fuertes viniendo por el vestíbulo.  Vico  se  puso  rígido cuando  los  pasos pasaron  por  mi  puerta.  No  se detuvieron  sin embargo,  gracias a Dios.  Dejé  escapar  el  aliento  que  no  me  di cuenta que estaba aguantando y miré a Vic, quien esbozó una pequeña sonrisa. 
—Mejor me  voy  a mi  habitación,  son  pasadas las  siete  —dijo  mirando  a mi despertador—. Cierra con  llave la puerta.  Te  veré  en  la mañana —dijo  con  un guiño.  Salió  de  la habitación  y  lo  observé  arrastrarse  por el pasillo  hasta su habitación,  se  volvió hacia mí—. Cierra con  llave tu  puerta, La —susurró, esperando ahí, observándome. 
Cerré la puerta con  llave rápidamente como  me  dijo.  Poniendo  mi  oreja en  la madera, escuché para asegurarme de que Vico hiciera lo mismo con la suya. Volví corriendo a mi cama y me tiré sobre ella, llorando silenciosamente. No podía parar, estaba sollozando y sollozando. ¡Había sido estúpida esta noche e hice que hiriera a mi hermano otra vez! Y probablemente a mi madre también, por el sonido de los ruidos en el salón.
De repente, se produjo un rasguño, un ruido golpeando en mi ventana. Abrí mis ojos de golpe  para  ver a Peter fuera,  mirándome  con  tristeza.  Me levanté y  corrí hacia mi ventana la abrí y la deslicé hacia arriba silenciosamente preguntándome qué demonios estaba haciendo aquí. ¿No debería estar en su casa?
—¿Peter, qué  estás  haciendo  aquí? ¡Tienes  que  irte, ahora!  —le  grité susurrando, sacudiendo mi cabeza con fuerza. Pero el chico estúpido solo trepó a mi habitación por la ventana, cerrándolo silenciosamente detrás de él.
Contuve la respiración, mirando a mi puerta con los ojos muy abiertos. Si mi padre lo atrapaba aquí se iba a volver loco, no le gustaba que Pedro viniera y jugara en nuestra casa, siempre decía que era muy ruidoso. 
—¡Pedro, sal! —susurré, desesperadamente intentando empujarlo devuelta hacia la ventana. Me estremecí, preguntándome que haría mi padre si hubiera escuchado abrirse la ventana y supiera que Peter estaba aquí. Él no se movió; simplemente envolvió sus brazos alrededor mio con fuerza y me atrajo contra su pecho. Traté de empujarlo, pero él solo me sostuvo con más fuerza.
—Está bien —susurró, acariciando mi pelo. Empecé a llorar otra vez en su pecho; pensamientos de Victorio siendo herido antes inundaron mi cabeza. 
Peter era  alto  para su  edad;  tenía diez años,  igual que  Vico.  Ellos  eran  mejores amigos, y lo habían sido desde que nos mudamos hace cuatro años. Tenía el pelo castaño chocolate, el cual normalmente ponía en punta con demasiado gel, y ojos azules claros que eran como ventanas a su alma. Cuando Pitt te miraba te hacia sentir como si pudieras volar. Era muy lindo; todas mis amigas estaban coladas por el por alguna razón. Peter y yo, sin embargo, no nos llevábamos del todo bien. Él se burlaba de mí todo el tiempo, me pone la zancadilla, me tira del pelo, y tiene esta molesta costumbre de llamarme  Ángel  por alguna razón,  me  llamó  así  desde el momento en que me conoció y realmente me pone furiosa. 
 ¿Qué demonios estaba haciendo aquí ahora? ¿Y por qué estaba abrazándome? Tal vez  pensó que  esta era  la habitación  de Vico,  tal vez  se  acercó a la ventana equivocada —pero no podía estar en lo cierto porque la habitación de Vico estaba en la otra parte del vestíbulo, su ventana daba al patio trasero. 
Me eché hacia atrás para mirarlo.  Por alguna razón  él se  veía tan  triste; tenía lágrimas en sus ojos mientras se limitaba a seguir abrazándome. Él sabía sobre mi padre, Vico había sido  cubierto  por moratones  una vez  y  le  soltó la verdad  a él. Mi hermano y yo le rogamos que no dijera nada, sin embargo, nunca lo ha hecho. 
—¿Qué estás  haciendo  aquí, Peter?  —susurré,  limpiándome  la cara,  pero  las lágrimas siguieron cayendo. 
Me tiró  sobre  la cama,  meciéndome  suavemente, igual que Vico siempre  hacia cuando lloraba. Miré su pecho y me di cuenta que estaba usando shorts y camiseta de los Power Rangers. Fruncí el ceño, un poco confundida en cuanto a por qué tendría puesto eso, hacía mucho frío fuera. Entonces me di cuenta de que estaba usando  su  pijama. Miré al reloj para ver que  eran  casi las  ocho  y  media.  Había estado llorando durante más de una hora. 
—Te vi a través de la ventana. Solo quería venir y asegurarme de que estabas bien —susurró a su vez, todavía abrazándome con fuerza. 
Volvía mirar a la ventana. La habitación de Peter estaba directamente en frente de la mía y podía ver en su habitación, lo que significaba que él podía ver en la mía.
Me mordí el labio, oh Dios me había visto llorando, tengo que verme tan débil para él. Las únicas personas ante las que alguna vez había llorado eran mi madre y Vico.
—Estoy bien. Tienes que irte —susurré empujándole otra vez, tratando de sacarlo de la cama.
Se limitó a negar con su cabeza. 
—No me voy hasta que dejes de llorar —declaró, tirándome hacia abajo de manera que  ahora  estábamos  tumbados  en  mi  cama, uno  enfrente del  otro.  Tenía sus brazos  envueltos alrededor mío  tan  fuerte que  ni siquiera  podía retorcerme. Me sentí segura  y  caliente. Me deslicé  aún  más  cerca  de él, presionando  todo  mi cuerpo con el suyo y sollocé en su pecho. 


Ayer me quede sin luz. Una cosa de lo mas linda! (ironicamente hablando) 
Bueno aqui el primer capi!!

Besos
Lunis ♥

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