Después de cenar, Vico y Peter salieron a buscar bebidas
para la fiesta como siempre. Así que aproveché la oportunidad de tomar un agradable baño, haciéndome sentir relajada y fresca.
Gruñí ante el pensamiento de otra fiesta. Ellos no se ponían salvajes o algo
por el estilo, pero se quedarían hasta por lo menos las dos o tres de la
mañana. Encima de la falta de sueño, habría un gran desastre que limpiar en la
mañana, tanto dentro como fuera.
Me sequé y me envolví en una toalla. Cuando di un paso
fuera del baño, choqué directo contra Peter. Sus manos se extendieron para sostenerme, agarrando mi muñeca para que no me cayera. Apreté la
toalla más fuerte y traté de calmar a mi acelerado corazón.
—Wow, me gusta
tu atuendo —dijo, mirándome de arriba a abajo lentamente.
Retiré sus manos de mí y entré pisoteando a mi habitación,
azotando la puerta al pasar.
Tan pronto la puerta se cerró, él tocó.
—¿Qué, Pedro? —pregunté amargamente a través de la puerta
cerrada.
—Ángel, abre la puerta por favor —pidió, agarrando el
pomo.
—Pedro, ¿podrías simplemente irte? En serio, ¡no estoy
vestida! —Fruncí el ceño y pisé mi pie, y de inmediato me sonrojé y le di
gracias a Dios de que él estuviera del otro lado de la puerta y no pudiera
verme.
—Ángel, ¿por favor? —rogó.
Me encogí de hombros. Odiaba cuando usaba ese tonito de
voz. Era su voz de hora-de-dormir a la que
tenía problemas para decirle que
no. Arrastré la puerta abriéndola y él
me sonrió mientras me pasaba dentro de mi cuarto.
—Bien, ¿qué demonios
quieres? —pregunté, caminando
hacia mi armario para sacar mi camiseta favorita de las de Peter que encontré en
la lavadora. Me la puse, teniendo
cuidado de mantener la toalla firmemente enrollada contra mí.
—Hey, me preguntaba dónde estaba esa camiseta —dijo, asintiendo frente a mi camisa.
Jadeé pensando que me pediría que se la regresara. Era mi
camiseta favorita. Me la ponía cada vez que comenzaba a sentirme vaga y
descansada alrededor de la casa.
—No te la regresaré, adoro esta camisa —dije, sacudiendo
mi mano en un gesto desdeñoso.
—Es justo. De todas maneras luce mejor en ti —replicó,
con una sonrisa, mirando mis piernas.
Suspiré exasperada. ¿Por qué tenía que ser tan
coqueto?
—En serio, ¿qué quieres? —repetí, caminando hacia la
puerta y colocando mi mano en la
manilla, lista para patear su trasero si hacía algún otro comentario coqueto.
—Sólo quería dejar mis cosas. Un cambio de ropa y algunas
cosas para mañana, dado que pasaré la
noche aquí. —Se encogió de hombros, soltando su bolsa en mi cama.
—¿Y no podías
simplemente dármela en lugar de
entrar aquí? —pregunté con abia. ¿Por
qué tenía que hacerlo todo tan difícil?
—Podía haberlo hecho, pero me habría perdido el placer de
ver tu ardiente trasero en mi camiseta.
Creo que es muy sexy que una chica vista ropa de su hombre—ronroneó,
escrutándome de nuevo, lo que me hizo estremecer.
Arrastré la puerta abriéndola y lo miré.
—¡Tú no eres mi hombre, así que lárgate! —le solté.
—Lo que digas, Ángel. —Se rió entre dientes y se fue, no
sin antes dispararme su sonrisa coqueta.
Sequé mi cabello alisándolo y me apliqué maquillaje. De
nuevo, casi nunca usaba maquillaje, ni siquiera en fiestas, así que sólo apliqué
un poco de sombra plateada, algo de mascara y cambié mi brillo de labios
transparente por uno rosado. Me puse mi
brasier y tanga a juego azul media noche y miré
a través de mi armario.
Las fiestas en nuestra casa
siempre eran increíblemente calientes. Vico y Peter prácticamente invitaban a toda la escuela y todo
el mundo venía, haciendo
que todo el mundo estuviera
acalorado y sudoroso por lo que
no podía ponerme muchas capas.
Halé un par de pantaloncillos bastante cortos de color negro y una camiseta
tipo tanque, luego me deslicé en mi collar largo y mis sandalias plateadas trenzadas con un poco de tacón. Me miré en el espejo. Tenía una linda figura, tonificada, no muy
delgada y curva en los lugares adecuados.
Había salido a mi mamá, con largas piernas, caderas redondeadas, estrecha cintura y pechos ligeramente
más grandes que el promedio. No era la chica más atractiva del lugar, pero
estaba feliz conmigo misma y eso era todo lo que me importaba.
A Vico no le gustaría este atuendo. Probablemente estaba
mostrando demasiada piel para su gusto, a pesar de que estaba completamente
cubierta —y comparado con las sanguijuelas que él y Peter solían tener enganchadas
alrededor, parecía una monja. Consideré brevemente el cambiarme de ropa antes
de decidir lo contrario, no estaría acalorada, toda sudada y vistiendo jeans
sólo porque a él no le gustara que los hombres miraran a su hermanita.
Esperé hasta que la fiesta estuviera encendida, de manera
de que Vico no me dijera que me cambiara como si fuera una niña pequeña,
en frente de todos. Debían haber estado bebiendo
por una hora —era patético. Vico
me notó y
me dio la mirada de la muerte que corría en la
familia y me señaló que me regresara a mi habitación, modulándome
la palabra “cambio”. Negué
con la cabeza y le
sonreí dulcemente, mezclándome entre la gente de la fiesta, llegando
rápidamente al otro extremo del salón para que no pudiera ver donde estaba.
—Hola Poli —dije, mientras me plantaba cerca de uno de
mis mejores amigos.
—Hey chica. Wow,
luces ardiente esta
noche —dijo mirándome, pero no de la manera pervertida en la que los chicos
estaban acostumbrados a hacerlo. Poli y yo habíamos sido amigos por mucho
tiempo, él había estado saliendo con la misma chica por los últimos dos años y
estaba completamente embobado por ella, lo que resultaba realmente dulce.
—Gracias, tú también luces bien —repliqué, sintiendo y
buscando alrededor a mis otros amigos—. ¿Dónde están Can y Euge? —pregunté
arrugando mi frente. Ellas nunca se pierden estas fiestas, para ellas, eran solo
una excusa para pasearse en frente de
todos los chicos guapos de la escuela, sobre todo Vico y Peter.
—Están tratando con tu hermano —estableció, señalando a
la cocina y riendo. Miré hacia donde estaba apuntando, para ver a Can y Euge riendo incontrolablemente por algo que Vic había dicho. Can tenía su
mano en el brazo de él y Euge estaba presionada a su lado. Vico lucía
completamente desinteresado pero disfrutaba la atención, como siempre. Estaba
acostumbrado a que ellas dos estuvieran
atentas a cada una de sus
palabras, cada vez que venían a mi casa coqueteaban con él descaradamente y se paseaba por allí
sin camisa, riendo ante sus lujuriosas expresiones.
Rodé mis ojos y regresé mi atención a Poli.
—¿No está Mery esta noche? —pregunté, escaneando la habitación buscándola. Justo en ese
momento, alguien me agarró desde atrás. Deje salir un pequeño grito antes de
que hablara y me diera cuenta de que era Peter.
—Luces increíble, pero definitivamente prefiero la toalla
—dijo seductoramente en mi oído. Su
aliento caliente debajo de
mi cuello, haciéndome
estremecer. Podía oler la cerveza
en su aliento, pero él nunca se emborrachaba. Jake lo hacía, pero Pitt siempre
parecía ser el que mantenía el control en caso de que las cosas se le salieran
de las manos.
—Piérdete —gruñí,
volteándome para caminar hacia la
cocina. Todavía no había obtenido una bebida.
—¡Hey Ángel, espérame!—dijo, agarrando mi mano mientras continuaba mi camino
entre la multitud de gente besándose y apretujándose unos contra otros.
Cuando llegué a la cocina, lo que me dio la bienvenida
fue la visión de una chica acostada sobre
el mostrador de la cocina y dos chicos
tomando shots de su cuerpo. Reconocí a la chica fácilmente por su cabello
rojo y su falta de ropa.
Martina.
Dejó salir un grito entusiasmado cuando entré.
—Pitu, ven nene, toma un trago de mi cuerpo—ronroneó
seductoramente.
Peter apretó mi mano más duro y me hizo una cara de
cachorrito, pidiendo ayuda simplemente me reí y lo presioné hacia ella.
—Anda,Pitu, dale a la chica lo que quiere, tú sabes que
quieres tomar uno de esos tragos. —Me burlé, riendo histéricamente ante su expresión horrorizada, la cual rápidamente
se transformó en una sonrisa de satisfacción.
Agarró mis caderas y me subió al mostrador, dando un paso
entre mis piernas de manera de que nuestras caras quedaran a centímetros de
distancia.
—En realidad si lo
quiero. Acuéstate para mi entonces, Ángel. —Me dio una sonrisa maliciosa, pero
sabía que sólo estaba jugando.
—Juan Pedro Lanzani, ¡saca tus coquetas manos de prostituto de
mí, ahora! —Le grité en un susurro, lo que
lo hizo reír de nuevo. Simplemente negó con su
cabeza, luciendo divertido y dando un paso hacia atrás, halándome un
poco del mostrador para establecerme de nuevo sobre mis pies.
Tomé un vaso y me serví tres cuartas partes de vodka y le
agregué un chorrito de jugo de naranja, preparando un trago de vodka que me
tomé de una vez.
—Ángel, tómalo con
calma,¿sí?—Frunció el ceño ante mi trago, sacudiendo la cabeza con preocupación.
—De ninguna manera. Me voy a emborrachar esta noche y no
habrá forma de que ordene nada mañana.—Le di unas palmaditas en su pecho y caminé de nuevo hacia mis amigos.
Otroooo :)
ResponderEliminarAhora k le ha dicho k se va a emborrachar,le va a hacer la marca personal más intensa.
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