miércoles, 18 de marzo de 2015

Capitulo 6


Después de cenar, Vico y Peter salieron a buscar bebidas para la fiesta como siempre. Así que aproveché la oportunidad de tomar un agradable baño, haciéndome sentir relajada y fresca. Gruñí ante el pensamiento de otra fiesta. Ellos no se ponían salvajes o algo por el estilo, pero se quedarían hasta por lo menos las dos o tres de la mañana. Encima de la falta de sueño, habría un gran desastre que limpiar en la mañana, tanto dentro como fuera.
Me sequé y me envolví en una toalla. Cuando di un paso fuera del baño, choqué directo  contra Peter. Sus manos se extendieron para sostenerme, agarrando mi muñeca para que no me cayera. Apreté la toalla más fuerte y traté de calmar a mi acelerado corazón.
—Wow, me  gusta tu  atuendo —dijo, mirándome de arriba a abajo lentamente.
Retiré sus manos de mí y entré pisoteando a mi habitación, azotando la puerta al pasar.
Tan pronto la puerta se cerró, él tocó. 
—¿Qué, Pedro? —pregunté amargamente a través de la puerta cerrada.
—Ángel, abre la puerta por favor —pidió, agarrando el pomo.
—Pedro, ¿podrías simplemente irte? En serio, ¡no estoy vestida! —Fruncí el ceño y pisé mi pie, y de inmediato me sonrojé y le di gracias a Dios de que él estuviera del otro lado de la puerta y no pudiera verme.
—Ángel, ¿por favor? —rogó.
Me encogí de hombros. Odiaba cuando usaba ese tonito de voz.  Era su voz de hora-de-dormir a la  que  tenía problemas  para decirle que no.  Arrastré la puerta abriéndola y él me sonrió mientras me pasaba dentro de mi cuarto. 
—Bien,  ¿qué  demonios  quieres? —pregunté, caminando hacia mi armario para sacar mi camiseta favorita de las de Peter que encontré en la lavadora. Me la puse, teniendo cuidado de mantener la toalla firmemente enrollada contra mí.
—Hey, me preguntaba dónde estaba esa camiseta —dijo,  asintiendo frente a mi camisa.
Jadeé pensando que me pediría que se la regresara. Era mi camiseta favorita. Me la ponía cada vez que comenzaba a sentirme vaga y descansada alrededor de la casa. 
—No te la regresaré, adoro esta camisa —dije, sacudiendo mi mano en un gesto  desdeñoso.
—Es justo. De todas maneras luce mejor en ti —replicó, con una sonrisa, mirando mis piernas.
Suspiré exasperada. ¿Por qué tenía que ser tan coqueto? 
—En serio, ¿qué quieres? —repetí, caminando hacia la puerta y colocando mi mano en la manilla, lista para patear su trasero si hacía algún otro comentario coqueto.
—Sólo quería dejar mis cosas. Un cambio de ropa y algunas cosas para mañana, dado que pasaré la noche aquí. —Se encogió de hombros, soltando su bolsa en mi cama.
 —¿Y no  podías  simplemente dármela en  lugar de entrar aquí? —pregunté con  abia. ¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil?
—Podía haberlo hecho, pero me habría perdido el placer de ver tu ardiente trasero en mi camiseta. Creo que es muy sexy que una chica vista ropa de su hombre—ronroneó, escrutándome de nuevo, lo que me hizo estremecer.
Arrastré la puerta abriéndola y lo miré. 
—¡Tú no eres mi hombre, así que lárgate! —le solté.
—Lo que digas, Ángel. —Se rió entre dientes y se fue, no sin antes dispararme su sonrisa coqueta.
Sequé mi cabello alisándolo y me apliqué maquillaje. De nuevo, casi nunca usaba maquillaje, ni siquiera en fiestas, así que sólo apliqué un poco de sombra plateada, algo de mascara y cambié mi brillo de labios transparente por uno rosado. Me puse mi  brasier y  tanga a juego  azul media noche  y  miré a través  de mi  armario.  Las fiestas en  nuestra casa siempre  eran  increíblemente calientes. Vico y Peter prácticamente invitaban  a toda la escuela y  todo  el mundo  venía,  haciendo  que todo  el mundo  estuviera  acalorado  y  sudoroso  por lo que  no  podía ponerme muchas capas. Halé un par de pantaloncillos bastante cortos de color negro y una camiseta tipo tanque, luego me deslicé en mi collar largo y mis sandalias plateadas trenzadas con un poco de tacón. Me miré en el espejo.  Tenía una linda  figura, tonificada, no  muy delgada y curva en los lugares adecuados.  Había salido a mi mamá, con largas piernas, caderas redondeadas, estrecha cintura y pechos ligeramente más grandes que el promedio. No era la chica más atractiva del lugar, pero estaba feliz conmigo misma y eso era todo lo que me importaba.
A Vico no le gustaría este atuendo. Probablemente estaba mostrando demasiada piel para su gusto, a pesar de que estaba completamente cubierta —y comparado con las sanguijuelas que él y Peter solían tener enganchadas alrededor, parecía una monja. Consideré brevemente el cambiarme de ropa antes de decidir lo contrario, no estaría acalorada, toda sudada y vistiendo jeans sólo porque a él no le gustara que los hombres miraran a su hermanita.
Esperé hasta que la fiesta estuviera encendida, de manera de que Vico no me dijera que  me  cambiara como si  fuera una niña  pequeña,  en  frente de todos.  Debían haber estado  bebiendo  por una hora —era  patético.  Vico  me  notó  y  me  dio  la mirada de la muerte que corría en la familia y me señaló que me regresara a mi habitación,  modulándome  la palabra  “cambio”.  Negué  con  la cabeza y  le  sonreí dulcemente, mezclándome entre la gente de la fiesta, llegando rápidamente al otro extremo del salón para que no pudiera ver donde estaba.
—Hola Poli —dije, mientras me plantaba cerca de uno de mis mejores amigos.
—Hey  chica. Wow, luces  ardiente  esta  noche  —dijo  mirándome, pero no de la manera pervertida en la que los chicos estaban acostumbrados a hacerlo. Poli y yo habíamos sido amigos por mucho tiempo, él había estado saliendo con la misma chica por los últimos dos años y estaba completamente embobado por ella, lo que resultaba realmente dulce.
—Gracias, tú también luces bien —repliqué, sintiendo y buscando alrededor a mis otros amigos—. ¿Dónde están Can y Euge? —pregunté arrugando mi frente. Ellas nunca se pierden estas fiestas, para ellas, eran solo una excusa para pasearse  en frente de todos los chicos guapos de la escuela, sobre todo Vico y Peter.
—Están tratando con tu hermano —estableció, señalando a la cocina y riendo. Miré hacia donde estaba apuntando,  para ver a Can y Euge riendo incontrolablemente por algo que Vic había dicho. Can tenía su mano en el brazo de él y Euge estaba presionada a su lado. Vico lucía completamente desinteresado pero disfrutaba la atención, como siempre. Estaba acostumbrado a que ellas dos estuvieran  atentas a cada una de sus  palabras,  cada vez  que venían a mi casa coqueteaban con él descaradamente y se paseaba por allí sin camisa, riendo ante sus lujuriosas expresiones.
Rodé mis ojos y regresé mi atención a Poli. 
 —¿No está Mery esta noche? —pregunté, escaneando la habitación buscándola. Justo en ese momento, alguien me agarró desde atrás. Deje salir un pequeño grito antes de que hablara y me diera cuenta de que era Peter. 
—Luces increíble, pero definitivamente prefiero la toalla —dijo seductoramente en mi  oído.  Su  aliento  caliente debajo de mi  cuello,  haciéndome  estremecer.  Podía oler la cerveza en su aliento, pero él nunca se emborrachaba. Jake lo hacía, pero Pitt siempre parecía ser el que mantenía el control en caso de que las cosas se le salieran de las manos.
—Piérdete  —gruñí, volteándome  para caminar hacia la cocina. Todavía no había obtenido una bebida.
—¡Hey  Ángel, espérame!—dijo, agarrando mi mano mientras continuaba mi camino entre la multitud de gente besándose y apretujándose unos contra otros.
Cuando llegué a la cocina, lo que me dio la bienvenida fue la visión de una chica acostada sobre  el  mostrador de la cocina y dos chicos tomando shots  de su cuerpo. Reconocí a la chica fácilmente por su cabello rojo y  su  falta de ropa.
Martina.
Dejó salir un grito entusiasmado cuando entré. 
—Pitu, ven nene, toma un trago de mi cuerpo—ronroneó seductoramente.
Peter apretó mi mano más duro y me hizo una cara de cachorrito, pidiendo ayuda simplemente me reí y lo presioné hacia ella. 
—Anda,Pitu, dale a la chica lo que quiere, tú sabes que quieres tomar uno de esos tragos. —Me burlé, riendo histéricamente ante su expresión horrorizada, la cual rápidamente se transformó en una sonrisa de satisfacción.
Agarró mis caderas y me subió al mostrador, dando un paso entre mis piernas de manera de que nuestras caras quedaran a centímetros de distancia. 
 —En realidad si lo quiero. Acuéstate para mi entonces, Ángel. —Me dio una sonrisa maliciosa, pero sabía que sólo estaba jugando.
—Juan Pedro Lanzani, ¡saca tus coquetas manos de prostituto de mí, ahora! —Le grité en un  susurro, lo que  lo hizo  reír de nuevo. Simplemente negó con su  cabeza, luciendo divertido y dando un paso hacia atrás, halándome un poco del mostrador para establecerme de nuevo sobre mis pies.
Tomé un vaso y me serví tres cuartas partes de vodka y le agregué un chorrito de jugo de naranja, preparando un trago de vodka que me tomé de una vez.
—Ángel, tómalo con calma,¿sí?—Frunció el ceño ante mi trago, sacudiendo la cabeza con preocupación.
—De ninguna manera. Me voy a emborrachar esta noche y no habrá forma de que ordene  nada mañana.—Le  di unas palmaditas en su pecho  y caminé de nuevo hacia mis amigos. 

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