viernes, 13 de marzo de 2015

Capitulo 4








Me desperté a las seis en punto como siempre para apagar mi alarma; la silencié e intenté, sin éxito, moverme lejos de Peter. Tenía mi cabeza en su pecho y mi pierna encima de su entrepierna, lo cual como siempre, ya estaba llena de “gloria matutina” que les pasaba a todos los chicos. Él tenía su mano en mi rodilla, fijando mi pierna ahí, y su otro brazo envuelto tensamente alrededor de mi cintura.  Cuando  traté  de moverlo,  apretó  su  agarre, murmurando  algo  en  sueño sobre ya no querer ir más a la universidad. 
Moví mi brazo y toqué su estómago. 
—Seis en punto —murmuré, tocándolo de nuevo cuando no abrió sus ojos. 
Él gruñó y apretó su agarre, moviéndome así que quedé completamente encima de él. Podía sentir su erección presionando entre mis piernas. Jadeé con la sensación, era extraño pero en verdad se sintió bien. ¿Qué demonios está mal conmigo? ¡Este es Pedro por amor de Dios! Traté de liberarme, pero eso sólo nos hizo rozarnos en lugares en los que preferiría no pensar en el amigo mujeriego de mi hermano, en un contacto mejor amigo. Mi cuerpo comenzó a cosquillear y no pude evitar que un pequeño gemido se me escapara de los labios. Oh Dios mío, ¡eso en verdad se siente bien!
—¿Pitt? —le susurré/grité. 
Él abrió sus ojos de golpe y me miró, impactado. Su expresión rápidamente cambió
a su sonrisa de marca, la cual quería golpear fuera de su rostro. 
—Bueno, buenos días, ángel. Wow, esto es una primera vez  —ronroneó, alzando sus cejas, su sonrisa de asombro. 
—¿Me soltarías por amor de Dios? —le susurré grité. Él alzó sus manos a modo de  rendición y rápidamente rodé de encima de él. 
—Son las seis —refunfuñé, frunciendo el ceño. 
Él se volteó de lado para mirarme. 
—Está bien. No estés enojada conmigo todo el día de hoy, por favor. No sabía que había hecho eso, lo siento, Ángel, ¿está bien? —susurró, besando mi frente antes de salir rápidamente de la cama para ponerse su ropa. 
—Está bien, lo que sea —murmuré, posicionándome en su lugar cálido de la cama donde había estado acostado. 
—Te veré después. —Me dirigió un guiño antes de salir por mi ventana.
Dándome la vuelta, enterré mi rostro en su almohada, todavía puedo olerlo y eso me hace sentir segura y calmada. Me hundí en un sueño pacifico por otra hora. 
Después  de vestirme  más  pacíficamente que  ayer,  me  concentré  en  mi  iPod  y estaba bailando felizmente cuando lo vi comiendo mi cereal de nuevo. ¡Cada jodido día! Suspiré y robé el cereal de sus manos. 
—¡Demonios, Pedro, hay como cuatro cereales en las alacenas y sólo comes el mío!
¿Por qué? ¿Lo haces solo para enojarme? —pregunté, frunciendo el ceño, cuando
comencé a masticar mi desayuno. 
—Buenos días para ti también, Ángel—dijo educadamente, con una sonrisa de diversión en su rostro. 
—Claro, hola.—Me dejé caer y comí mi cereal mientras Vico entraba en la cocina. 
—Hey, chicos,¿están casi listos para irse?—preguntó Vico, lanzándonos a cada
uno una caja de jugo como siempre. 
Ambos asentimos y nos  dirigimos  al auto de Peter. Mientras me acercaba a la escuela, Poli me agarró y me llevó para una charla. 
—¿Qué pasa? —pregunté, preocupada. 
Parecía un  poco desesperado; su cabello estaba desorganizado, como si hubiera estado jalándolo o pasando sus manos por él un montón, sus ojos estaban tensos con estrés. 
—Olvidé que el cumpleaños de Maria es mañana, ¡y no idea de que darle! —chilló
desesperadamente, pasando sus manos por su cabello fuertemente, confirmando
mis sospechas sobre el estilo. 
—Cálmate, todavía tienes  tiempo. Ahora,  ¿qué  clase  de cosas  le  gustan? —
pregunté, pensando en Mery y todo lo que sabía sobre ella. 
—Quería darle algo que pudiera quedarse con él, pero no sé qué…—Cerró  sus
ojos, obviamente entrando en pánico. 
—Pablo, cálmate.¿Qué te parece  unos  lindos  pendientes? ¿Le  gustan  las piedras,
verdad? También  podrías darle  un  nuevo  joyero  o  algo  para ponerlas  dentro  —
sugerí. 
Su rostro se iluminó. 
—¡Sí! Tiene un gusto por los joyeros antiguo en este momento. ¡Esa es una idea
genial! Oh Dios gracias, Lali. ¡Te debo a lo grande! Voy a saltarme la mañana para poder conseguirla —dijo, sonriendo emocionadamente y corriendo, gritando adiós por su hombro. 
Caminé de regreso al colegio, y noté que no había casi nadie. 
Mierda santa, ¿llego tarde? Comencé a correr por el pasillo; pude ver a Peter y un
par de sus amigos caminando hacia mí. 
—Disminuye la velocidad, Ángel, te caerás —gritó Pedro, sonriéndome mientras yo medio corría, medio caminaba hacia él. 
Cuando lo pasé, él sacó su pie para hacerme tropezar, pero antes de que golpeara el suelo envolvió sus brazos apretadamente alrededor de mi cintura, y me levantó. 
—Caray, Ángel, sé que soy caliente, pero no necesitabas caer a mis pies —bromeó, haciendo reír a todos sus amigos. Lo golpeé en el pecho fuertemente, mirándolo—.Oh también me gusta un poco rudo, Ángel, sabes eso—dijo, sonriendo retorcidamente. 
Todavía no había soltado mi cintura, dio un paso hacia adelante y presionó su cuerpo contra el mío, sus manos se deslizaron hacia mi trasero. 
—Mmm, genial —ronroneó en mi oído. 
 Odiaba  ser tocada; traía recuerdos de mi padre. Jadeé, y  antes de que siquiera pudiera  pensar en lo que estaba haciendo, subí mi pierna y lo golpeé en las pelotas. Él gruñó y me soltó rápidamente, doblándose por la mitad y agarrando su ingle. 
—¡Mantén tus jodidas manos fuera de mí! —grité, tratando de no llorar. Estaba luchando por respirar y mis manos estaban temblando. 
Me di la vuelta para alejarme corriendo pero me agarró por la mano y me empujó hacia él de nuevo. 
—Ángel, sólo estaba bromeando, sabes que nunca te haría daño —gimió. 
Su voz se quebró un poco, sonaba como si tuviera dolor. Miró directamente a mis ojos; pude ver la honestidad en  sus  profundos  ojos azules  acuosos.  Me dio un abrazo y  puso  sus  labios  en  mi  cuello,  justo  donde se  unía con  mis  hombros  y respiró profundamente por su nariz, enviando a su aliento caliente a bajar por mi cuello. Esto es lo que siempre hacía para calmarme, cuando lloraba en su hombro; esta era  la única cosa que  parecía funcionar.  Podía sentir su  corazón  latiendo rápidamente contra  mi  pecho,  así  que  me  concentré  en  hacer  juego  con  mi respiración y la suya. Respiré su olor hasta que me había calmado. Me moví hacia atrás y él sólo me estaba mirando, arrepentimiento en su rostro. 
—Lo siento. No debería haber hecho eso, Ángel, no pensé —dijo en tono  de disculpa.
Asentí con la cabeza y bufé, limpiándome la cara con la manga. 
—Yo también lo siento. ¿Te duele? —le pregunté, haciendo una mueca ante la idea
de cuán fuerte le había dado un rodillazo.
Se encogió de hombros. 
—Estoy  bien,  fue mi  culpa —respondió,  inclinándose  para mirarme  a los ojos de nuevo. Aparté la vista rápidamente, sintiéndome incómoda. Tenía la sensación de que cuando Peter me miraba a los ojos, podía ver el verdadero yo, el que trataba de esconderse de todo el mundo, la niña asustada a la que no le gusta que la gente la toque, porque me traía recuerdos de aquellos domingos y mi padre llevándome al sofá, guiándome a sentarme en su regazo.
Cuando la gente me tocaba, incluso las chicas, mi corazón se iba a toda marcha y siempre  comenzaba  a sentirme  enferma.  Las  únicas excepciones  a esto  son  mi madre, Vico y Peter. Esta era la razón exacta por la que no tenía citas. La idea de que alguien me tocara o besara, hacía que mi piel se pusiera de gallina.
Aparté la vista de él y  me  di cuenta que  tenía una  gran  mancha húmeda en  el hombro en el que había estado llorando. La limpié, frunciendo el ceño. 
—He arruinado tu camisa.
—Tengo otras, Ángel, no te preocupes —contestó con una sonrisa fácil, que no era la sonrisa de satisfacción que le ha dado a otras personas, era una sonrisa sincera, los que  por lo general sólo se  consigue  en  la noche o  cuando  no  había nadie alrededor.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que estábamos solos en el pasillo, me quedé sin aliento en estado de shock. 
—¿Dónde? —murmuré, mirando arriba y abajo del pasillo desesperadamente.
—Ellos fueron a clase —respondió—. Vamos, no hay razón para ir al final, así que vamos  a ir por un  trago  o  algo  así.  —Me tomó de la mano  hacia el estacionamiento, hacia su coche
—Peter, ¿qué? ¡No puedo faltar a clase!  —grité, mirando a mi alrededor rápidamente para  ver  si alguien  veía a dos  estudiantes  escapando  fuera de la escuela.
Se echó a reír. 
—Vamos, Ángel, una clase no te hará daño. Ya estás diez minutos tarde de todos modos. —Abrió la puerta del pasajero y me hizo señas para entrar.
Suspiré y de mala gana me subí dentro. Realmente no me importaba pasar tiempo con Peter, pero eso sólo dependía de cual Peter estaría aquí conmigo, el de la noche o el del día. El Peter de la noche era considerado, cariñoso y atento. El Peter del día era un coqueto, un hijo de puta y un pelmazo. Sin embargo, el Liam del día y de la noche me  hacía sentir segura  y  protegida.  Me volví a mirarlo  mientras  conducía, tenía una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Qué te pasa? —le  pregunté,  un  poco  preocupada de que  esto  fuera a convertirse  en  una especie  de broma que  iba a acabar  mal para mí  o avergonzarme.
—¿Qué quieres  decir?  ¿No  puedo  estar  contento  de que  estamos  pasando  un tiempo juntos? —me preguntó, y me dio un guiño coqueto. Puse los ojos y gemí.

Genial, una hora con el Peter del día es mi peor pesadilla. 

Continura!!

Bueno me fui de viaje, vuelvo el domingo!
Que tengan un excelente finde!!!
Gracias! 
Besos
Lunis♥

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