Hola, soy el hermano de Lunis, y me pidio que subiera esto.
Ella esta internada, no se preocupen que esta bien, no es nada grave, es un estado de la enfermedad que tiene.
En cuanto vuelva sigue subiendo la novela.
Pase a dejarles el mensaje.
Saludos
viernes, 27 de junio de 2014
viernes, 20 de junio de 2014
"Entre lineas" capitulo 57
Les pido mil perdones, no estaba muy bien de salud, así que no podía ni siquiera tenia ganas de sentarme en la compu.
Ahora les dejo el capitulo, mañana hago una maratón, con los capítulos de toda la semana hasta el día de mañana.
Besos y disfruten.
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Poli
Maldita Paula y sus comentarios de la
resaca. Diría que me conoce bien, pero no soy diferente a
cualquier chico de dieciocho a veinticinco años en Los
Ángeles, especialmente, en
el subgrupo de celebridades. Sospecho
que ella es igual, sólo le gusta ser prepotente conmigo.
Sus órdenes, me las envió en un texto la
noche anterior: Regístrate en el hotel a las DIEZ. Los autos estarán
recogiéndonos a todos a las 11:30. Tienes que lucir ardiente. No coquetees. Sé
amistoso y dulce. Hazle creer que has olvidado su rechazo.
Rechazo. Qué forma de retorcer el
cuchillo sobre la herida Paula… casi como si no supiera lo que está haciendo.
Maldita sea, es buena.
Me registro en el hotel a las 11:15,
después de no haberme molestado siquiera en responder sus mensajes ni
llamadas en toda la mañana. Ella tiene que tener algo claro. Voy a seguir sus
órdenes hasta un punto, pero sólo hasta cierto punto. No confío en ella lo
suficiente como para obedecer ciegamente todo lo que dice, y no soy tan estúpido como
para ignorar el hecho de que alcanzará su objetivo primero. Para que Lali caiga
en mis brazos, Pedro tiene que
caer en los de Paula. Y no me hago
ilusiones acerca de cuánto me ayudará Paula una vez que consiga lo que
quiere. Voy a estar por mi cuenta.
Después de registrarme en mi suite, le
escribo a Paula: Estoy aquí.
El vestíbulo es un gran deja vú de
Austin, y antes de bajarme del ascensor, me detengo a observar la
interacción entre mis coprotagonistas. Agus me ve primero.
—Poli, tienes que venir a Chicago y
pasar el rato. —Se acerca e intercambiamos un abrazo feroz—. Mi
nueva casa es impresionante, un pent-house justo sobre el río, Oprah está al
final de la calle.
—Estoy seguro que estarán pintándose las
uñas de los pies mutuamente en cualquier momento, hombre. —río.
—Así que, ¿cómo has estado? —Él lanza su
cabello lacio, rubio pálido fuera de sus ojos, sus ojos de un azul
claro parpadean hacia Lali y regresan.
—Todavía no, amigo. Estoy en ello, sin
embargo. Ambas cejas se levantan ahora.
—Interesante.
Mis ojos se deslizan sobre Lali. Ella
está parada a centímetros de Pedro sin nada externamente que delate
algo entre ellos, aunque un observador atento podría decir que la
forma en que ellos evitan tocarse o el contacto visual son evidentes. —El
estudio quiere que mantengamos un Algo Ilusorio hasta que se estrene la
película. Quiero menos de Ilusorio y más de Algo.
—Hmm. —dice—. Una advertencia entonces.
—Hombro contra hombro nos quedamos viendo a cualquier otro
lado—. Hay una pequeña, no lo sé… ¿Química? sucediendo entre Peter y
ella.
No necesito fingir ignorancia con Agustín,
él ha cuidado mis espaldas tantas veces que he perdido la cuenta. Le gusta Lali, pero estoy seguro que se pondría de mi lado si tuviera que
hacerlo. —Sí, me han hecho consciente de ello.
Él sonríe a través de la franja de
cabello que cae de nuevo cerca de su ojo, una mirada que probablemente le
conseguía cualquier cosa que quisiera, cuando lo quisiera.
—¿Quién lo hizo? —pregunta y yo doy un
vistazo en dirección a Paula.
Ella está despreciándome
deliberadamente, todavía molesta porque ignoré sus órdenes, estoy seguro.
—¿En serio? —Los ojos de Agus se abren
de par en par—. Más interesante, todavía.
Lali
Mantenerse sin entrar en contacto con Peter es más difícil de lo que había esperado. Me siento cautivada
hacia él, como si hubiera algún tipo de atracción gravitatoria atándonos el uno
al otro. Quiero presionarme junto a él. Quiero que deslice sus brazos a mi
alrededor como lo hizo anoche mientras dormíamos. Quiero correr mis manos sobre
él como lo hice hace una hora en mi habitación, levantando su camisa y
contando sus músculos abdominales en voz alta mientras él reía,
autoconsciente, un poco tímida y orgullosa al mismo tiempo. Esto me pertenece, pensé,
tocando sus duros bíceps y abdomen, besando sus labios, y esto y esto otro.
Cuando desperté en sus brazos esta
mañana, pasé cinco minutos contemplando su perfecto rostro mientras
dormía. El mundo se había dado vuelta de la noche a la mañana, y todo
había caído en su lugar. Me deslicé cuidadosamente de sus manos y caminé de
puntillas al cuarto de baño para cepillar mis dientes, cuando regresé y
me acurruqué a su lado, él se dio vuelta lentamente, despierto, besó la parte
superior de mi cabeza y se excusó.
Cuando regresó a la cama y me besó, su
aliento a menta hizo eco sobre el mío. Me rió cuando él me gira
completamente sobre mi espalda y sonrió. — Buenos días —dije con la travesura
reflejada en sus ojos.
—¿Ronco? ¿Hablo dormida? ¿Babeo? ¿O algo
peor? —pregunté.
Él se rió. —No que yo sepa. Por lo que
sé, eres perfecta.
Girando mi cabeza de un lado a otro, lo
miré fijamente. —No, no lo soy.
Entrelazando nuestros dedos, empujó los
brazos sobre mi cabeza, manteniéndome prisionera. Un rayo de
fuego líquido y puro disparó a través de mi y se concentró donde nuestros cuerpos
se presionaban juntos. —Oh sí, sí lo eres.
En el momento en que él dejó la
habitación, yo me metí a la ducha, tenía solo media hora para estar lista. Mi
cabello estaba ondulado y húmedo ahora, porque no tuve tiempo para secarlo y
mucho menos arreglarlo.
—Lali. —Paula llama mi atención de
nuevo al vestíbulo y a mis compañeros del elenco. Ella arquea una
perfecta ceja mientras sus ojos se pasean por mi cabello.
—Podrías haber tomado prestada mi
planchita si necesitabas una. Te lo debo, según recuerdo.
Como es su intención, me recordó la
noche en que me pidió prestada mi planchita en Austin, cuando Pablo me
llevó a cenar y yo pensé que estaba enamorada de él. Lo miro y me sonríe
como si supiera exactamente acerca de qué noche estoy pensando. Deslizando su
mirada le da la bienvenida a Eugenia y Emilia.
Pablo debe haber superado nuestra ruptura
del otoño pasado, y nuestro intercambio de palabras en Austin hace
sólo unas pocas semanas atrás, cuando dijo: Yo podría ser diferente
contigo y yo rechacé ser esa chica. Esta es la tercera vez que nos vemos el uno al
otro desde entonces, y no se ve resentido para nada. Realmente no ha coqueteado
conmigo, es decir, no más de lo que lo hace con todas. Quizás el próximo mes no
será tan malo después de todo.
Cuando me giro hacia Paula, está
mirando fijamente a Peter mientras él escucha a Vico contar una
historia divertida en su habitual forma animada. Peter se ríe soltando
sus brazos, cruzados sobre su pecho, y los ojos de Paula se pasean sobre él en
una forma que me hace querer pisotear con fuerza su pie. Ella y Peter han sido cercanos por años. Él dice que ella nunca ha sido más que una
amiga, y que no existe ninguna razón para que no confíe en ello. No puedo decirle
a Peter quienes pueden ser sus amigos y quiénes no. Yo no aceptaría que
ningún chico me hiciera eso. A pesar de todas estas razones, no creo que
pueda estar relajada con ella alrededor. No cuando lo está mirando como si él fuera
un filete de carne y ella está muriendo de hambre.
Me aclaro la garganta y sus ojos azules
de hielo se estrechan hacia mí. No hay culpa en ellos, pero tal vez es
incapaz de sentirla. Me recuerdo a mí misma que ella fue simpática e incluso fue mi
apoyo cuando todo lo de Pablo estalló en mi cara.
—¿Cómo has estado, Paula? —Es algunos
centímetros más alta que yo y además está usando tacones de aguja, una
verdadera chica de Los Ángeles. No es la primera vez que me recuerda a mi
madrastra.
Su sonrisa es linda y calculadora, como
la portada de una revista.
— Realmente muy bien. Tengo una rom-com9
en la fila para el final del verano, y mi agente está reuniendo
nuevos guiones para que mire después de acabar con esto. ¿Cómo has estado tú?
Estoy segura de que ella y yo discutimos
el hecho de que estaré comenzando la universidad este otoño,
pero las personas rara vez recuerdan lo que personalmente carece de importancia.
Aunque Pablo lo recordó. —Decidí estudiar en la universidad. Estaré
comenzando este otoño.
Ella se ríe de esa manera gutural que
hace atractivas a algunas chicas.
Toda la atención masculina se encuentra
al alcance del oído. —Oh, es cierto. Personalmente, no podría
respaldarme y comenzar la universidad, ahora… pero olvidé cuán joven eres.
Peter escucha esta última parte y
aprieta sus labios solo un poco. ¿A qué diablos se refiere ella con cuán
joven eres? Parecía estar ridiculizando mi edad en relación con la suya, o la de
Pitt, pero no sé si incluso él le contó algo acerca de nosotros. Todo esto es
tan nuevo que no hemos discutido acerca de a quién contarle o cuándo hacerlo.
Cande y Papá saben, por supuesto, y Malvina, por asociación. La hermana de
Peter lo sabe y posiblemente el resto
de su familia también.
Los dos están mirándome fijamente y me
di cuenta que estaba despistada. —Oh. Lo siento. ¿Qué?
—Hmm, parece como si alguien no hubiera
dormido lo suficiente anoche. —La sonrisa de Paula está llena de
comprensión, y mis ojos vuelan a Peter, quien niega con la cabeza casi
imperceptiblemente. Lo que sea que le haya contado no incluía dónde había pasado la
noche. ¿Qué es exactamente lo que ella asume que estuve haciendo? ¿Y con
quién? Mi cara arde mientras lucho por encontrar algo que decir.
—Hola, nena. —dice Emilia, tocando mi
brazo. Sonrío y me giro para abrazarla, agradecida por la
interrupción—. ¿He escuchado que te marchas a la universidad en el otoño?
—Sí, es cierto. Estoy en Nueva York.
—¡Eso es impresionante! Espero verte en
Broadway muy pronto, encabezando las marquesinas, saliendo
con algún protagonista caliente, o quizás un Sugar Daddy del tipo de Wall
Street. —Mi mirada rebota lejos, hacia Peter. A juzgar por la media
sonrisa en sus labios se está divirtiendo.
Cuando me atrapa mirando su boca, sus
ojos se calientan y tengo que mirar a otro lado.
—Entonces, Emi… ¿Estás visitando
Austin ocasionalmente? — pregunto con una sonrisa conspiradora, y
ella agita nerviosamente sus cejas.
—En realidad estoy considerando una re ubicación permanente allí.— dice, tocándose la barbilla con el dedo
índice de su mano izquierda.
—¡Oh Dios Mío, Emilia! ¿Ese es un
anillo de compromiso? —Paula le agarra la mano y empieza a chillar como
si acabara de ganar un concurso de belleza y la corona repleta de diamantes
de imitación que van con ella. El dedo anular de Emilia luce un casi perfecto
solitario Marquise Cut.
Lo sé porque Malvina me arrastró a comprar
su regalo de Décimo Aniversario y Papá no sabía que se lo
estaba regalando. Después de horas de parloteo sobre corte, claridad de los
colores básicos, ella encontró el diamante perfecto, y luego hizo un puchero, hasta
que se lo compró.
Le pedí Blood Diamond a Cande ese fin de
semana, pero Malvina no captó la indirecta. Qué película tan
deprimente, comentó bostezando mientras se iba a la mitad, para tomar un baño de
burbujas. Buen intento, Papá se burló de mí.
—Esto resuelve todo. Vamos a salir
después de la sesión de mañana en la noche. ¡Tenemos que celebrar! —Paula le
sonríe radiante
Peter y yo nos miramos el uno al otro.
Mañana en la noche es nuestra última noche juntos hasta el estreno, y
parece que la pasaremos en grupo, afuera, en público.
jueves, 12 de junio de 2014
"Entre lineas" capitulo 56
Paula
Me desplazo hasta el celular y presiono
el botón de llamar a Pablo. Justo cuando creo que me mandará al buzón de voz, dice:
—Hola.
—Tiempo de hacer la interferencia.
—digo—. Su vuelo aterrizó hace un par de horas, pero él no responde su celular.
Hubo una pausa. Pablo nunca mira su celular antes de responder, y obviamente,
él aún no está familiarizado con mi voz. Un poco de irrazonable hostilidad
burbujea a la superficie, aunque supongo que debería sentirme privilegiada, sus
zorras no consiguen su número telefónico en lo absoluto.
Estoy segura de que él aprendió eso por
las malas. No es que yo pueda decir algo al respecto. Tuve que cambiar mi número
celular una media docena de veces antes de que finalmente comprendiera que los
chicos guapos pueden volverse tan acosadores como una chica.
—¿Paula?
Suspiro. —Por amor de Dios, Pablo, ¿Quién
crees que soy? ¿O acaso es que aún no me has puesto en tus contactos?
—Sí lo he hecho... es sólo que el número
me aparece como Satanás, y había olvidado que ese es el pequeño nombre que te
había asignado.
Estaría realmente encantada de darle un
golpe de lleno a su personalidad de “siempre amando.” —Eso es muy gracioso.
Eres realmente muy simpático. ¿Podemos pasar de los insultos infantiles?
—Seguro, pero en realidad, deberías
considerarlo como un elogio hacia tu nivel de maldad.
—Como sea. Creo que deberíamos registrarnos
en el hotel. Recrear la atmosfera desde la última caída en Austin.
Él ríe una vez con un tono lleno de
condescendencia. —Porque eso funcionó muy bien para cada uno de nosotros.
Cierto, idiota. Pero no viene al caso.
—En ese momento nosotros no estábamos trabajando juntos dhaaa…
Él suspira en el teléfono. —Me atrevería
a decir que por lo menos en tu final, estábamos haciendo lo contrario a trabajar
juntos. Yo podría incluso sugerir que uno de nosotros contribuyó en el sabotaje
del otro.
Sabía que él podía guardar rencor,
justificado o no, pero al infierno con eso. —De acuerdo, lo admito, yo ayudé a
que te la jodieran. Pero no hubiera podido hacerlo si tú no hubieras hecho la mayor parte por ti
mismo. Tú podrías haberlo salvado.
—Si tú lo dices.
Sujeto el teléfono más fuerte, obligada
por mis propios métodos a volver a conectar con él en primer lugar, lo que
podría resultar imposible si no comienza a aceptar este esquema. ¿A quién estoy
engañando? Eso será imposible. —Pablo, si no crees en mí en esto, entonces no
confiarás en lo que te pida que hagas para tenerla de vuelta, y también
podríamos rendirnos ahora. En cuyo caso, yo tendría que matarte.
—Muy drástico.
—Sí, bien. —No escucho ningún ruido en
su lado, lo que me parece curioso—. ¿En dónde estás?
—Manejando. De camino a recoger a un par
de chicos, buscar buenos clubs...
—Buscar algunas chicas, querrás decir.
Suelta una carcajada. —Oye, considéralo
como mi última noche de soltero. Me dijiste que debía ser bueno una vez que
atrajera a Lali a mi guarida, ¿No? Esta puede ser la última noche en la que
pueda echarme un polvo por un buen tiempo.
—Realmente elegante. —Lanzo su opinión
sobre mí de regreso a él.
—Bueno, tú preguntaste. Así que, piensas
que deberíamos registrarnos en el hotel donde están todos los demás, a pesar de
que ambos vivimos en LA. La proximidad a las victimas tiene sentido, supongo. ¿Victimas?
—Mierda, Pablo. Hablando sobre ser drásticos.
Ya sabes que solamente no quiero arruinar a Peter.
—Supongo que no lo sé. Sobre todo
teniendo en cuenta tu Modus Operandi.
Por medio segundo, considero lanzar mi
teléfono contra la pared.
—Mira, ya he tenido suficiente con los comentarios
sarcásticos. No soy más puta de lo que lo eres tú, así que puedes irte al
infierno de una buena vez.
—Maldita sea, ahí va mi estúpido acento.
Puedo ser una perra sin corazón todo el día y sonar como una perfecta nativa de
LA, pero haz que me ponga furiosa y me viene con todo el acento Texano, lo que
sólo me molesta más. Si él lo menciona, juro por Dios que...
—Está bien, está bien. Me detendré. Y,
¿Paula? —Su voz se vuelve ronca, y su sonido me golpea directo en el plexo
solar—. Ese acento aún consigue ponerme caliente, maldita seas.
Respiro profundamente y me estremezco.
No estoy jugando ese juego con él. —Disfruta tu última noche de libertad, ja, ja.
Haré las reservaciones para ambos en el hotel. Nuestra historia es que el estudio
nos quiere ahí junto a los demás. Nadie lo dudará. Mándame un mensaje mañana
por la mañana y revisaremos la estrategia. Recuerdas la mañana, ¿Cierto? ¿Ese
brillante espacio de tiempo entre las ocho y el mediodía cuando usualmente
estás dormido recuperándote de una resaca?
—Estoy saludando, en caso de que te lo
estés preguntando.
Puedo imaginar el saludo exacto que está
haciendo. —Baja tu dedo medio, idiota, antes de que alguien crea que vas a
golpearlo y saque tu trasero de la carretera. Te necesito.
—Sin comentarios.
—No esperaba ninguno.
Peter
Ha pasado mucho tiempo desde la última
vez que he estado tan contenido. No es que no quiera más. Porque por Dios que
lo quiero. Pero no estoy lo suficientemente desesperado a renunciar a la
necesidad de tenerla cerca, de sentir su corazón latir contra mí, de requerir
nada más que la exquisita fusión de nuestras bocas, y la caricia al entrelazar
nuestras manos.
Permanecemos entrelazados en el centro de
la cama y pasó de ser un par de horas de besos que prendieron fuego, a todas
las emociones que alguna vez he sentido hacia esta chica. Sé que ella puede
decir que me he realizado a mí mismo al checar que un par de veces, físicamente,
una pequeña arruga aparece en su frente, o afecta a una retirada marginal de su
cuenta. Espero que ella sepa que no tiene necesidad de preocuparse. Tanto como
yo la quiero, he estado enamorándome de ella por meses, y dormir con la persona
que amas hace que la cosa se vuelva más seria. No puedo ir solo. Tengo que
saber que ella vendrá conmigo.
Como si pudiera sentir mis pesados pensamientos,
voltea su cara por sobre mi hombro y mira fijamente a mis ojos en silencio. Mis
dedos continúan acariciando su brazo, subiendo por su hombro y bajando hacia su
espalda, y observo las diferentes facetas de sus ojos grisáceo-verdosos sin ninguna
vergüenza, saboreando la manera en la que ella me permite estudiarla sin ninguna
queja. Mi cabeza me dice que es demasiado pronto para confesarle todos los
sentimientos que mi corazón quiere dejar escapar. La última cosa que quiero es
espantarla. Le daré todo el tiempo que necesite, seré más paciente de lo que lo
he sido jamás, si eso significa que ella será mía al final. No tengo temor de
mis propios sentimientos. Sólo tengo miedo de malinterpretar los de ella.
Las palabras se quedan en mi boca, sin
ser pronunciadas. Esperando.
Mis dedos vagan por su espalda, subiendo
y bajando por cada pequeño arco de su columna hasta alcanzar su cuello. Me
desplazo un poco inclinándome sobre ella y la beso suavemente. Mis labios están
adoloridos, al igual que deben estar los suyos, aunque he tratado de
contenerme. Sonrío, sabiendo que cualquier intento que pude haber hecho por
aguantar, no duró mucho. Prácticamente la he devorado durante dos horas. Desde
la mesita de noche, nuestros celulares han sonado y vibrado un par de veces,
pero ninguno de nosotros hace algún esfuerzo por alcanzarlos.
—¿Qué es lo que te hace sonreír? —pregunta
con voz ronca, entre el tono normal y un susurro, una tentadora sonrisa de
respuesta en su roja boca.
—Estaba pensando sobre cuán adoloridos
siento los labios, y me preguntaba si tú también sientes los tuyos igual.
Ella asiente y su sonrisa se hace más
grande. —Creo que ni siquiera puedo sentirlos.
—¿Puedes sentir esto? —le pregunto mientras
me inclino más cerca y paso mi lengua sobre su hinchado labio inferior,
hundiéndome en su boca en el momento que ella suelta un gemido.
—Mmm-hmm. —murmura, alzando su mano
hacia mi cara y sosteniéndome justo como
yo la estoy sosteniendo. Cuando su pequeña lengua se desliza dentro de mi boca,
suelto un gemido, que suena más bien como un gruñido y luego estoy recitando
las estadísticas de beisbol y ordenando frases en mi cabeza (Estaba tan seguro
de que la Avanzada Estructura de Inglés
Moderno del semestre pasado nunca
llegaría a tener un uso).
—Tal vez… —mi voz se corta y aclaro mi
garganta—. Tal vez deberíamos ir a cenar… o algo así.
Ella parpadea, y me alegro de ver que
luce tan afectada como yo.
—¿Servicio a la habitación y una
película? —Hace un gesto hacia la televisión, leyendo mi mente.
—Suena perfecto. No quiero salir de esta
habitación. Bueno, quiero decir, no hasta que tenga que hacerlo. Um...
—¿Tú quisieras… dormir aquí? —Baja su
mirada, observando su mano mientras la coloca en mi pecho, subiendo y bajando
con cada respiración que tomo. Mis latidos se aceleran con sus palabras; ella
debe sentirlo, latiendo bajo su palma—. Sólo tenemos un par de días, y yo
probablemente me quede dormida si estamos despiertos hasta tarde...
No menciona el gran impedimento, el hecho
de que gracias a la treta, Pablo y ella se están revelando, ella y yo no
podemos ser demostrativos en público. Su cuarto, y el mío, son como islas privadas.
El único lugar en el que podremos tocarnos libremente sin restricciones.
—¿Y me quieres aquí cuando despiertes?
—Ella asiente y la beso cuidadosamente—. Me
encantaría estar contigo esta noche, Lali. —
Levantando su barbilla, la miro a los
ojos—. Y no estoy tomando eso como una invitación para cualquier otra cosa más
que dormir a tu lado.
***
Después de cenar, me dirijo a mi habitación
para coger un cepillo de dientes y algo limpio para usar mañana, revisando mis
mensajes telefónicos en el camino. Ninguna llamada de casa, pero sí una llamada
perdida y un mensaje de texto de Paula. El típico, “Oye, bebé, ¿Aún estas aquí?” y esas cosas.
Respondo que ya estaba registrado y que
dormiría temprano, usando las tres horas de diferencia como la razón de mi
agotamiento.
Fiel a su palabra, Lali está dormida antes
de que la segunda película acabe. Se acurruca contra mi costado, durmiendo
sobre su estómago, aplastando una almohada bajo su cara y su pecho. Una de sus
rodillas descansando contra mi muslo y la otra expandida detrás de ella.
Sonrío de oreja a oreja y sacudo mi cabeza,
una persona tan pequeña puede abarcar mucho de una cama grande. Su rostro
inclinado hacia mí, sus pestañas destacan a través de su piel cremosa y sus
labios se encuentran entreabiertos, realmente luciendo un poco hinchados. Ese
pensamiento me tiene contemplando sintagmas nominales (Los labios de Lali) y
frases verbales (están hinchados) y frases preposicionales (a causa de horas de
besos).
Lo que no hace absolutamente nada para ayudarme.
Cuando un gemido se me escapa, Lali gime suavemente en respuesta, cambiando de
posición sin despertar, su brazo apoderándose de mi abdomen. Oh, hombre. Nunca
voy a lograr conciliar el sueño. Sin embargo, no cambiaría el sentimiento de
tenerla así junto a mí por nada.
Es medianoche en LA, 3:00 a.m. en Nueva
York, y yo estoy observando los patrones de los remolinos del techo, tratando
de concentrarme en cualquier cosa que no sea mi camiseta, vagamente amontonada
en el puño de Lali.
Unos minutos, o media hora, más tarde,
ella se estira, jalando mi torcida camiseta al mismo tiempo. Cuando miro hacia
abajo, ella está despierta, más o menos. Un soñoliento y lento parpadeo muestra
que ha despertado.
—Hola. —me susurra.
—Hola. —le susurro de vuelta. Mi brazo
se durmió debajo de su cabeza, así que estoy agradecido cuando ella se mueve
para poner su cara en mi pecho—. ¿Comprobando que mi corazón esté latiendo?
—pregunto, estirando mis brazos, regresando uno de ellos para acercarla más a
mí y metiendo el otro detrás de mi cabeza para poder mirarla más claramente.
Sus ojos se enfocan en mis bíceps, y me siento como un adolescente idiota, con
ganas de flexionarlos e impresionarla. Se inclina sobre sus antebrazos,
sostiene su barbilla en sus manos, y me mira.
—No puedo creer cuán cómoda me siento. —Me
dice, con una nota confusa en su confesión—. ¿Cómo lo haces?
Levanto una ceja, confundido al igual
que ella. —¿Cómo hago qué?
Lanza un suspiro, con sus dedos rosando
la parte inferior de mi barbilla.
—Hacerme sentir como… como que puedo
confiar en ti en todo. No me he sentido así en mucho tiempo, con nadie. Siempre
tengo miedo de ser dejada. Nunca soy yo misma completamente.
Me encojo de hombros. —Eres prudente. Tal
vez... perder a tu madre te hizo eso.
Sus dedos siguen en mi barbilla, se
queda callada un momento antes de decir. —Tal vez sea así.
—Gracias por confiar en mí, Lali. Seré digno
de tu confianza. Lo juro. —En mis oídos, esto parece una promesa demasiado
solemne, pero de alguna manera, parece necesaria en este momento. Ella no
responde más allá de un suspiro.
Pasando mis manos sobre ella, extiendo
su cabello sobre mi pecho, trazando con las yemas de mis dedos los lados de su
cara, masajeando sus hombros con mis manos y reposando sobre ella como una
manta. No tengo ningún problema para conciliar el sueño otra vez, teniéndola
protegida con mis brazos.
miércoles, 11 de junio de 2014
"Entre lineas" capitulo 55
Peter
Yo:
aterrizando ahora. Te llamaría, pero le temo a la azafata.
Lali:
Ja, Ja ¿por qué?
Yo:
Ella tiene bigote. Y patillas. Y una ira perpetua.
Lali:
Ten cuidado...
Yo:
Estoy arriesgando mi vida para escribirte que estoy a solo unos pocos cientos
de millas lejos de ti.
Lali:
Ojalá estuviera allí ahora
Yo:
Tengo tantas ganas de verte que me duele
Al segundo en el que le doy enviar,
estoy replanteando —demasiado tarde— el texto anterior. ¿Debido a lo desesperado
que puedo parecer? Ha pasado tanto tiempo desde que me he sentido así. No, yo
nunca me he sentido así. Estaba enfermo de amor por Zoe, pero no reorganizaba
mi vida en mi cabeza para hacerle sitio a ella en todas partes. En cuestión de
qué, ¿Menos de dos semanas? Lali ha pasado de ser la niña que se escapó, a la
chica que veo en cada momento de mi futuro. Estoy empezando a entrar en el modo
de pánico y pensar todo por segunda vez, cuando mi teléfono reproduce el tono
del texto.
Lali:
Yo también.
Y simplemente así, el alivio inunda mis
músculos, relaja mi respiración, y calma mi mente. Riéndome de mí mismo, miro
hacia Los Ángeles mientras el taxi sube hasta la terminal. Tenía dieciséis años
la última vez que me sentí tan sacudido por mis propios deseos. Estoy fuera de
práctica.
No voy a ver a Lali hasta mañana, cuando
se registre en el hotel en Los Ángeles, y tengo el deseo de verla como cuando
solía anhelar la sensación de un cigarrillo entre los dedos, entre mis labios,
inhalar, exhalar, la nicotina inundando mi sistema y haciendo que todo
estuviese bien con el mundo, treinta segundos dentro.
Definitivamente no debería decirle que pensar
en ella me hace desear un cigarrillo para alejarme del borde, por primera vez
en meses. No es que esté seguro de que incluso fuera a funcionar.
Yo:
Escucha, verte no será suficiente.
Lali:
Me considero advertida y preparada.
Lali:
Oh Dios Mío *sonrojo*
Yo:
:)
***
El siguiente mensaje es para Cassie,
para hacerle saber que he aterrizado, para preguntarle cómo esta Cara. La
mayoría del tiempo está muy bien cuando se deja caer en casa de su tía, pero a
veces no. En la actualidad, mi hermana me informa que Cara está bailando delante
de la batería de Caleb, balanceándose y comiendo cereal de una taza.
Mi familia ha sido de apoyo desde el primer
día en que Cara vino, el primer día es el día que la llevé a casa. Antes de
eso, ellos estaban divididos, mamá y Brynn en un lado y mi padre y Cassie por
el otro. Mamá y Brynn no estaban a favor de que yo tomara la custodia de Cara.
Habíamos tenido una reunión familiar para tomar la decisión, y aunque mis
hermanas cursaban la universidad y ya no vivían en casa, ambas dieron su voto.
Mamá tenía los labios apretados, pero Brynn se puso lívida.
—¿Por qué te haces esto a ti mismo? —Golpeaba
con la mano la mesa de pino la cocina. Todos estábamos sentados en tablones, yo
en la cabeza como el acusado—. Ella te dijo que no se la quedará, gracias a
Dios, por lo que estás fuera del gancho de la manutención de niños por
dieciocho años. ¡Deja que la cuide todo lo que estime conveniente y vete a
vivir tu vida! ¡Tienes dieciséis, santa mierda!
Nadie dijo nada. No creo que papá y Cassie
no estuvieran de acuerdo con ella. Ellos simplemente pensaron que me deberían
dar una elección, y la tuve.
Miré mis manos, extendidas sobre la
mesa. No eran tan grandes como las de papá en ese momento. No eran las manos de
un hombre. Eran las manos de un niño. Supe en ese momento que podía recuperar mi
adolescencia y salir de esta con el pleno apoyo de mi familia.
Mi voz era baja, pero segura—. Es mi
bebé. No puedo dejar que la abandone…
—Juan, cariño, todos podemos
apreciar tu sentido de la responsabilidad. —El tono conciliador de mamá me
molestó aún más que la ira de Brynn—. Pero Zoe también es responsable por no protegerse
a sí misma.
—No sabíamos que los antibióticos podían
arruinar la píldora.
—¿Y no usabas condones? —Brynn gritó—.
¿En qué diablos estabas pensando?
Mi cara ardía. Estaba sentado en la
cocina, mientras que toda mi familia discutía mi vida sexual y me miraba como
si fuera el mayor idiota del planeta.
Sin lugar a dudas el momento más
embarazoso de mi vida.
Papá se aclaró la garganta, y todo el mundo
esperó a que su evaluación rompiera el empate. Mi padre es un hombre de pocas
palabras, un rasgo que heredé. Sus ojos se encontraron con los de mamá, Cassie
y Brynn, uno por uno.
—Creo que Pedro tomó su decisión, y si
Zoe está de acuerdo con esto, vamos a tener otro miembro en la familia, y todos
vamos a ajustarnos en consecuencia. —Se volvió hacia mí—. Pedro, quiero tu
palabra de que vas a manejar esto como un hombre. No a salir corriendo cuando
se ponga duro. Que no cambiarás de opinión más tarde. —Asentí con la cabeza.
—Lo sé, papá. —Él devolvió el gesto,
como si fuera un igual, y me enderecé.
—Habla con Zoe. Mantennos informados.
Todo esto va a funcionar. —Le ofreció una media sonrisa a mi madre, que estaba
sentada estoicamente frente a él—. No es como si los tres hayan sido previstos,
después de todo. —Mamá sonrió a su vez. Ese fue el final de la reunión
familiar.
Zoe estaba convencida de que iba a ser
“igual que Juno”. Les dijimos a sus padres nuestra decisión, y desde que ellos
le habían dado todo lo que Zoe quería desde el día en que nació, eran bastante
fáciles de convencer. Hubo momentos durante los próximos meses, en los que ella
se enojaba y me culpaba por haberla convencido de tener el bebé. Como las
semanas que pasó, parte de la segunda etapa en el baño, vomitando, todos los
días. O cuando le salió otra estría. O cuando se dio cuenta que había ganado
dieciocho kilos y el bebé no pesaría más de cuatro.
No estábamos juntos, juntos, pero Ross
Stewart ya no daba vueltas (lo que de alguna manera confundía a Zoe), y yo estaba
convencido de que parte de para que todo funcione se daría si Zoe y yo volviéramos
a estar juntos. Eso no sucedió, por supuesto.
Una vez que Cara nació, Zoe la entregó,
firmó los papeles legales que terminaban sus derechos parentales, y se fue a
pasar un mes en el sur de Francia con sus padres. Cuando regresó a Nueva York,
pasó varias semanas en los Hamptons, antes de dirigirse a Florida para la
universidad. Nunca llamó o vino. Era como si Cara nunca hubiera sucedido. Como
si yo nunca hubiese sucedido.
Lali
Una vez que tiré mi maleta en el umbral
de mi habitación, oprimo el botón de marcación rápida de Peter para decirle mi
número de habitación.
Esperando por él, paseo por lo largo de
la suite, de la puerta a la ventana, de la ventana a la puerta, con un nudo en
el estómago y la cara enrojecida, como si tuviera fiebre.
Como predijo, nos hemos mandado mensajes
de texto y hablamos por Skype durante los últimos diez días. Sé mucho más sobre
él de lo que sabía hace un mes. No lo conocía en absoluto el pasado otoño. Sólo
conocía la comodidad que sentía en su presencia, como si siempre hubiera sido
parte de mi vida, parte de mí. Tal vez esto es lo que se siente al perder la
memoria —sólo impresiones e inclinaciones conocidas, sin señales de los hechos
que los respaldan.
Se escucha un golpe en la puerta y mi
corazón se detiene y cae a mis rodillas, comenzando a retroceder violentamente,
mientras camino hacia la puerta y la abro. Desde el primer momento, nos
quedamos parados, bebiéndonos el uno al otro, antes de dar un paso atrás en la
habitación y de que él me siga como si hubiera una cuerda atada a su pecho. La
puerta se cierra detrás de él.
Todos los detalles sobre él se han agudizado,
mi cerebro jugando con imágenes mentales de él una y otra vez. Su pelo oscuro
está desordenado y cae sobre su frente. Sus ojos se ven profundos, caramelo por
la tarde, en esta sala, pero serán de color negro con poca luz. Rastrojos leves
en la barbilla, y en la mandíbula. Si yo fuera una extraña para él, pensaría
que su boca se encuentra enojada, pero sé que no es así. Su fosas nasales
dilatadas sólo en lo más mínimo y retrocedo un paso más.
—¿Está... bien... si cierro la puerta?
—Su voz es tan baja, y la reconozco como la voz que utiliza cuando estamos
hablando por la noche. Asiento con la cabeza, y se vuelve a girar ajustando el
pestillo y cerrando la habitación desde el interior, la manga de su camiseta
negra arremangada para exponer sus músculos tensos, que se definen en la parte
superior del brazo. Mi boca se seca con un deseo tan fuerte que hace que mi
respiración se detenga. Cuando da un paso hacia mí, estoy inmóvil, dividida
entre balancearme hacia él o dar un paso atrás. Sus brazos se deslizan a mí
alrededor, mientras se inclina y entierra su cara en mi cuello.
—Te he echado de menos. —Su voz zumbando
a lo largo de mi clavícula, se empapa en mi hombro.
—También te he echado de menos. —le
digo, mi voz en un susurro, como el humo. Se tira hacia atrás, sus brazos aún ajustados
en mi espalda baja, y sonríe.
—Yo te he echado más de menos. —Lo
recuerdo haciendo esta promesa mientras se alejaba de mí el otoño pasado en el
aeropuerto, después de que intercambiáramos un adiós y yo le dijera que lo
echaría de menos. “Te echaré más de menos”, él había dicho. Yo le di un vistazo
de severa mofa y parpadeé hacia sus ojos. “No te creo. Creo que debes demostrar
una afirmación como esa.”
Su boca se va hacia un lado mientras
mira hacia mí, esa expresión tan familiar y hermosa que me corta la
respiración. “¿Ah, sí?”, dice, con una ceja arqueada hacia arriba.
Mis manos avanzan poco a poco por sus
brazos, que se tensan y aprietan todavía a mi alrededor. Él no suelta su presa,
desde que se deslizó en torno mío. Puedo tomar sus mangas en puñados por ambas
caras y deleitarme con la sensación de sus hombros, anchos y sólidos y tan
diferentes de los míos que me siento suave y pequeña.
Tirando de mí más cerca, Peter me levanta
en sobre los dedos de mis pies mientras su boca cae sobre la mía. La sensación
de sus labios, insistentes y sin dar tregua, me aturde durante una fracción de
segundo, y luego respondo sus movimientos, abriendo la boca, un suave lamento
se forma en mi garganta cuando nuestras lenguas se encuentran. Mis manos se
deslizan a su cabello, los mechones negros como la tinta se derraman sobre mis
dedos, como si lo instara a más.
—Lali. —Él suspira, envolviendo un brazo
alrededor de mi espalda, sus dedos acariciando sobre la piel en mi cintura,
acunando la mano en mi cabeza, empujando a través del pelo de mi nuca. Su toque
es gentil a continuación, pasa a los besos en cámara lenta, tirando de mí a lo
largo como una corriente sutil, sin prisas.
Sin darme cuenta incluso de que nos hemos
movido, siento el colchón presionando en las pantorrillas, y él rompe el
contacto con mi boca el tiempo suficiente para que me levante sobre él,
llevándome al centro de la cama.
—Sólo quiero besarte. —Murmura, con los
labios trazando una línea por debajo de mi barbilla hacia la oreja antes de
rodar sobre su espalda y tirar de mí sobre él. Mi rodilla está entre las suyas,
anclada a él en la cama mientras sus manos corren por mi espalda y mis hombros
antes de enmarcar mi cara y tirar de mí hacia abajo para un beso largo y
lánguido. Capturando sus muñecas, las estampo contra el colchón, mi pelo, que
cae sobre mi hombro, haciéndole cosquillas a lo largo del lado de la mandíbula.
—¿Eso es todo lo que quieres? ¿Estás
seguro? —le pregunto, de una forma descarada que nunca he usado. Debido a que
este es Peter, y es real y está aquí y me toca, no a miles de kilómetros de
distancia, siendo una cara en una pantalla. Él se ríe, con sus ojos cerrados
mientras gira la cabeza y me acaricia el antebrazo, dejando besos suaves en la
muñeca, rozándome con los dientes haciendo mi piel de gallina, hacia arriba por
el brazo. Sus ojos se abren y se queda mirándome, todo calor.
—No. Quiero todo de ti, contigo. —Gira
sus manos hasta que aprisionan mis muñecas, curvándose sobre mí hasta que estoy
bajo él nuevamente—. Pero en este momento, sólo voy a seguir besándote hasta
que me pidas que pare. — Si él está esperando una objeción, no la va a conseguir.
Yo paso mi legua por mis labios, una señal de por favor, dame un beso. Y él lo
hace.
martes, 10 de junio de 2014
"Entre lineas" capitulo 54
Paula
—Esta es la parte donde comienzas a
ganarte su confianza o lo arruinas todo. —Obviamente, Pablo no se ha ganado mi
confianza. Estoy segura de que él lo arruinará.
—¿Quién murió y te hizo conocedora de
todo? —Apenas ha pronunciado unas cuantas palabras antes de que ya quiera
estrangularlo para quitarle capacidad de hablar. No sé si Pablo y yo somos
capaces de estar juntos y no querer descuartizarnos mutuamente. Ese deseo
permanece justo por debajo de la superficie en cada conversación.
—No estoy bromeando, Pablo, si la tocas o
la presionas de alguna manera antes de que yo haga mi parte de esto, todo se
acaba y estamos jodidos.
—Oh no. —Bromea.
—Ja. Ja. —Dios, he tenido suficiente de
su mierda.
—Mira, no soy estúpido. —Él se detiene y
sé que está pensando que dejó eso bastante claro. Me encantaría dar la réplica
que él espera, pero sería demasiado fácil—. Todo lo demás en la vida me está
matando de aburrimiento. Esta es la única cosa remotamente estimulante. Estoy
siguiendo tus órdenes, porque tú eres la chica con más éxito haciendo
confabulaciones que jamás he conocido, y además puedo oler lo mucho que deseas
a Pedro.
Si no fuera cierto, cuánto deseo Peter,
podría terminar esto aquí y ahora. Pero Pablo lo hace sonar como que desearlo
fuera algo sucio. No es así.
Simplemente estoy lista para algo más
serio y significativo que todos los chicos y hombres sin rostro con los que he
estado en los últimos años. Ninguno de ellos valía la mitad de Pitt, y estoy
dispuesta a ser lo que él quiera que sea para tenerlo. ¿Qué hay de malo en eso?
Siempre he sido muy mala para juzgar el
carácter de las personas. Peter fue la
única excepción, aunque toda la existencia de nuestra amistad fue debido a él.
Cuando lo conocí estaba recuperándome porque Pablo acababa de romperme el corazón, y sólo quería
algo sin compromiso.
Había estado rebotando de chico en
chico, como el brillante balón plateado de la máquina de pinball de mi padre:
ding-ding-ding. Creo que Pitt podía darse cuenta de eso sobre de mí. Fue uno de
los pocos que me rechazó, pero no huyó cuando la humillación, porque no
rechazaba ningún chico, me transformó en una maldita perra. Él se mantuvo a mí
lado y se convirtió en uno de mis mejores amigos. Algo que yo no merecía, y
algo que siempre esperé se convirtiera en algo más.
Pitt tiene esta aura tranquila y estable
en él y, por supuesto que estoy trazando una disposición completamente opuesta
a la mía. Pensé que nos equilibraríamos, como una relación balancín. Cuando
ambos obtuvimos papeles en School Pride, estaba segura de que había llegado mi
oportunidad.
Cuartos cercanos durante tres meses y mi
muy real necesidad emocional de protección por Pablo que solo podría
proporcionarme Pitt.
Luego conoció a Lali.
Al principio, supuse que ella lo
mandaría a volar por Pablo. Obviamente no era inmune a él, y se concentró
exclusivamente en ella. Recordé muy bien cómo se sentía.
Cuando Pablo y yo nos conocimos, sus ojos
azules brillaron sobre mí — sus ojos azul bebé, porque, santa mierda, él tenía
entonces, que ¿Catorce?— y yo me sentía morir. Quince años, y ya estaba segura
de haber conocido a mi alma gemela, el chico con el que quería estar por
siempre. Dios, qué idiota e ingenua fui.
A diferencia de mí, sin embargo, Lali lo
había entendido. Tengo que darle puntos a la chica, ella resistió bastante,
siendo testigo de lo que él hace, y entonces le pateó el trasero. Hubiera sido
estupendo de presenciar, si no fuera por Pitt. Nunca lo había visto tan
fascinado antes. Cada vez que salimos hice cuidadosos planes para seducirlo
pero todo lo que quería era hablar de Lali, si es que hablaba, en lugar de
hacer cavilaciones sobre ella —lo cual era más propenso a hacer. Ni siquiera
creo que notara mis esfuerzos para seducirlo. Ahora, me alegro de que no lo
hiciera. Porque esta vez, esos esfuerzos van a funcionar.
Poli
Es difícil elegir un restaurante en una
ciudad que no has visitado nunca.
Lali vive en Sacramento, le pedí que
eligiera lo que quisiera. Este será, aunque no para mi calculador propósito de
ser vistos juntos en el restaurante.
Las ventanas tienen cortinas, probablemente
frustrando las fotos de los paparazzi que Paula y yo habíamos anticipado.
Aunque para una intimidad real es ideal: la mesa de la esquina, el parpadeo de
las velas, la decoración de casi buen gusto (puntos restados por el techo de
teja acústica y los paneles, probablemente artificiales, en una pared lejana).
—¿Cuál es el problema con este tipo,
Marcus? Parece ser un idiota. Pensé que cuando me botaste tratabas de alejarte de
ese tipo de chicos—. Sonreí, golpeando ligeramente el brazo de Lali, y ella
rodó sus ojos.
—Sí, bueno, supongo que es más difícil
de evitar de lo que pensaba.
Me devuelve la sonrisa, pero aleja su antebrazo,
lentamente, poniendo una pequeña distancia entre nosotros.
Me inclino hacia atrás, pretendiendo que
no noté su retirada, mientras ella examina el menú. El camarero, presentándose
a sí mismo como Chad, está tan emocionado que tiene espasmos. También,
prácticamente acentúa cada frase con je-je o Señor Martinez. Después de tomar
nuestra orden de bebidas, se precipita hacia la parte de atrás a través de un
conjunto de puertas dobles, donde se congrega el resto del personal. Ya todos
han estado lanzando miradas nada disimuladas en nuestra dirección desde que
entramos. Típico.
Un hecho divertido sobre las
celebridades: Si te piden tu identificación, no hay tal cosa como una
identificación falsa. Ellos ya saben tu verdadero nombre. Todo lo que tienen
que hacer es meterse a IMDb o a Wikipedia para obtener tu fecha de nacimiento
exacta. A mí, rara vez me piden mi identificación, especialmente en LA o Nueva
York, o realmente en cualquier lugar que estemos filmando. La mayoría de los
restaurantes, bares y clubes enloquecen tanto por tener celebridades apareciendo
que simplemente no les importa una mierda. Al parecer a este lugar, que pasa
como “exclusivo” para Sacramento, sí le importa. Sin embargo, no puedo evitar
mi reacción cuando Chad, el camarero, regresa unos minutos más tarde, todo
tímido y pidiéndome ver mi ID para la botella de vino que ordené.
—Amigo, ¿Hablas en serio? —digo, y su
rostro se vuelve escarlata.
—Mi gerente, je-je. —Sutilmente inclina
su cabeza hacia atrás—. Realmente lo siento, Señor Maritnez
—Está bien. —dice Lali, dándole una
sonrisa tranquilizadora—. Sólo quiero agua. —El pobre chico deja escapar el
aire que retenía y voltea a verme.
Me encojo de hombros—. Sí, yo, también.
—Chad se apresura a irse y yo agitó mi cabeza—. Supongo que ya no estoy en LA,
Toto.
Lali ríe—. No, definitivamente no.
—Así que, escuché a alguien decir que alguien
le había dicho que habías estado en Nueva York recientemente, visitando
Universidades. ¿Aun estas eligiendo una? —Tengo curiosidad de si preguntará de
que alguien-a-alguien escuché eso. ¿Qué pensaría ella si supiera que fue de
Pedro-a-Paula-a-mi?
Ella no toma el cebo. Ya sea que no lo
ve o es demasiado inteligente como para tomarlo—. Estoy inclinándome hacia NYU.
—Tisch. —Asentí—. Genial.
—¿Lo sabes?
Me río—. No tienes que sonar tan sorprendida.
Estaba cubierto hasta los ojos con trabajo bien pagado para el momento en que
casi terminaba la secundaria. La universidad nunca estuvo realmente en mi
radar. Pero eso no significa que no conozco todos los programas de teatro más
importantes. Ya sabes, por si acaso.
Ella inclina su cabeza—. ¿En caso de
qué?
Eso es, Lali. Sigue las migajas—. En
caso de que decida llevar mi carrera en una dirección más seria en algún
momento.
Una arruga aparece en su frente y mi dedo
me pica por alisarla—. Pero pensé que habías dicho algo acerca de querer la
loca ruta de fama y toneladas de dinero.
Wau. Ella recuerda lo que dije hace
meses.
De pronto estoy recordando por qué la encontré
tan inusual. Ella presta atención al exterior, de una manera que poca gente en
este negocio hace.
Incluyéndome a mí. Sonrío—. Quizás la aclamación
de la crítica es más importante para mí de lo que di a conocer. —Total mentira,
por supuesto.
—Uh. —dice, y luego, por alguna razón,
ella enrojece.
lunes, 9 de junio de 2014
"Entre lineas" capitulo 53
Peter
Han pasado cuatro días desde que la vi.
En persona, de todas maneras.
Actualmente estoy mirando un brusco
gráfico de ella en la pantalla de mi laptop, la mejor substituta de Lali que la
tecnología tiene para ofrecer.
No es suficiente. Ni siquiera cerca.
—¿No tienes clases mañana? —pregunta, parpadeando
en su propia webcam, mirando a su correspondiente imagen espasmódica de mí.
—Sí, tengo. —La diferencia horaria entre
nosotros no juega a mi favor.
Ella es la que se puede permitir dormir;
yo soy el que tiene clases a las ocho. 10:03 p.m. en Sacramento y son las 1:03
a.m. en New York—. Pero si estuvieras aquí, tampoco estaría durmiendo. Así que
¿Cuál es la diferencia? Además del hecho de que, sentado en mi cama, la laptop
inclinada para ver tu rostro mientras hablas, es mucho más inferior que el
sentimiento de ti en mis manos, el sabor tuyo en mi lengua. — La borrosa imagen
de Lali sonríe, una mano nerviosamente colocando su cabello detrás de su oreja.
Mira lejos, hacia la puerta de su habitación, imagino, y de regreso a mí.
Inclinándose más cerca, su rostro llena
mi pantalla—. ¿Oh? —Su voz baja—. ¿Y qué estaríamos haciendo, en lugar de
dormir, si yo estuviera allí?
Le di una versión un tanto dócil. No
exactamente censurada, pero no lo suficiente como para asustarla, tampoco. La
luz en su fondo es demasiado oscura para ver si se sonroja, pero sus labios se
separan y sus ojos se amplían suavemente y se muerde los labios adorablemente y
escucha como si estuviera contando la mejor historia del mundo.
No sé qué tan lejos llegó con Pablo. O
con alguien antes que él, ya sea el caso, aunque suponía que no hubo nadie
antes de él, por lo frustrado que lucía frecuentemente. Sé lo suficiente sobre
Pablo Martinez y sus capacidades de seducción. Sin querer una descripción
entera de cuán críticamente la había cagado al no tomarla de él, el otoño
pasado, no tenía ningún plan de preguntarle sobre su involucramiento. No tiene
nada que ver con lo que pienso de ella. No tiene nada que ver con nosotros.
—Desearía que estés aquí. —dijo
finalmente, su labio superior sobresale tan ligeramente que podría estar
imaginándolo. Corro mi dedo por él en la pantalla, lo que no puede verme hacer.
—Estaré allí, en una semana.
Ella gruñe—. Demasiado tiempo.
Rio suavemente—. Estoy de acuerdo.
Un leve rasguño viene desde la puerta
cerrada de mi habitación.
—Vete, Noodles. —Llamo. El gato de Cara
usualmente está dormido a los pies de su cama a la 1:00 a.m., no vagando por la
casa arañando en puertas cerradas al azar.
Entonces mi pestillo gira, la puerta se
abre un poco antes de que un pequeño rostro aparezca—. ¿Papi?
—Tengo una visita. —Digo a la diminuta
cámara en la parte superior del marco, empujo la laptop en la cama y vago por
la habitación—. ¿Cara? ¿Qué estás haciendo levantada? —Abro la puerta y ella se
aferra a mí, obstaculizada solo por el conejo de peluche apretado en un puño.
Asiéndola por debajo de los brazos, la
levanto y la acomodo en mis brazos. Estornuda y entierra su rostro en mi
cuello—. ¿Un mal sueño? — pregunto, y asiente, estornudando un poco más fuerte.
—¿Puedo dormir contigo? —Un hipo sigue
su ahogado pedido. Lali tose ligeramente, el sonido viniendo a través de los
parlantes de la laptop con irregularidad rasposa, y la cabeza de Cara salta—.
¿Quién es ella?
—Estoy hablando con Lali. —digo—. Vamos
a llevarte de regreso a tu cama.
Ella gira la cabeza de un lado al otro
tercamente, sus oscuros ojos decididos—. Yo quiero hablar con Lali, también.
Genial. Luchar para llevar a Cara de
regreso a su cama podría tomar media hora. Querría contarme la pesadilla
entera, y es una narradora bastante dramática. Sospecho enteramente que adhiere
detalles mientras relata, solo para realzar la historia. Y después el pedido de
agua. La solicitud de un beso.
La necesidad de ser acompañada al baño. El
comprobar los monstruos en el armario, bajo su cama y detrás de las cortinas.
Otro beso. Amo a mi hija, pero mierda, qué sincronización.
Me acerco y tomo la laptop con mi mano
libre, girándola hacia Cara y yo—. Podría dejarte ir. —Le digo a Lali—. Esto podría
tomar un tiempo.
—Hola, Lali. —dice Cara, posando para la
cámara, la pesadilla horrible olvidada. Suele conversar conmigo de esta manera
cuando estoy lejos de casa y está con Brynn o Cassie—. Este es Bunny. —Sostiene
el conejo frente a la cámara web. Estoy segura de que todo lo que Emma puede
ver es una pantalla llena de piel azul gastada.
—Oh, bueno hola, Bunny. ¿Eres de
casualidad… una tortuga?
Cara suelta risitas, arrebatando a Bunny
hacia su pecho y reemplazando el peludo juguete con su propio rostro—. Nooooo.
—Una jirafa, ¿quizás?
—¡Nooooo!
—¿Un perrito? Bueno, estoy perpleja.
¿Qué clase de animal tiene un nombre como ese?
—¡Un conejo! —Cara se está revolviendo
en un ataque de risa, y no puedo evitar reír con ella. Se gira hacia mí y
apunta a la cama—. Siéntate, papi.
Me siento, con un suspiro, dividido
entre conmoción y euforia ante la habilidad de Lali de cambiar en la marcha.
Hace cinco minutos le susurraba detalles perversos de lo que quería hacerle, y
si la mirada en su cara era alguna indicación, no tenía ningún problema en
seguirme la corriente. Y ahora estaba encantando a mi hija.
Cara comienza a quedarse dormida
rápidamente, desplomándose en mi regazo un corto tiempo después, acurrucada
alrededor de Bunny. Son casi las 2 a.m. —Voy a volver a acostarla y espero que
se quede así. ¿A la misma hora mañana?
—Más temprano mañana. —promete—. Buenas
noches, Peter.
—Buenas noches, La. Te veo pronto.
—Suspiro y la pantalla queda negra.
Ah, Dios. Mi vida se ha vuelto más
complicada de lo que nunca imaginé que podría volverse. No tenía ninguna idea
real de lo que hacía cuando decidí aceptar la paternidad.
Para arreglármelas, hice algunos ajustes
que pensé podría manejar, como olvidar enredos románticos cercanos. Al
principio, nada podría haber sido fácil, porque aún estaba enamorado de Zoe.
Una vez que finalmente la superé, me di
cuenta que también había crecido, madurado. Las chicas en el campus me miraban
con desvergonzada curiosidad y deseos señalizados sin complicaciones, y mi
negativa de compartir cualquier trozo de información personal solo aumentaba su
interés. No me importaba particularmente si les gustaba mi posición
sin-ataduras o no. Algunos trazaron algunas líneas, y yo simplemente me alejé.
Nunca le mentí a nadie. Nunca prometí nada. Nunca quise nada más de nadie.
Hasta Lali. La amistad que desarrollamos fue como ninguna otra relación que he
tenido antes. Tan fácil, tan compañera, pero la atracción física estaba ahí,
también, desde el primer momento en que la vi. Me rehusé a creer que estaba
enamorándome de una chica de 17 años, y peleé, duro. La primera vez que la
besé, sus sentimientos al descubierto fueron tan irresistibles que caí en modo
protector. La resolución vino naturalmente: no la tocaría —más allá de lo que
habíamos hecho— hasta que fuera una adulta legal, hasta que ella me lo pidiera
específicamente. Por primera vez desde Zoe, mi guardia se había bajado.
Exactamente por eso esa foto de Pablo y
Lali cortó a través de mí.
Lali
El baile de graduación es una pesadilla.
Claro que no es exactamente Carrie, pero no es High School Musical III,
tampoco.
Cuando Marcus me llamó para decirme que
aun quería que lo acompañara a su baile de graduación, tragué promesas clichés:
No eres tú, soy yo. Aún podemos ser amigos. No era mi intención lastimarte.
Aunque no vocalicé ninguna de estas, sí
le dije que lo sentía al menos media docena de veces. Mi culpa aparente debe
haberle dado un mental “sigue adelante” para transformarse en un completo
idiota para el fin de semana siguiente.
La espiral descendente comenzó cuando llegó
a recogerme. Le dije a papá y Malvina que íbamos como amigos, así que no quería
que hicieran un gran alboroto por eso. Naturalmente, Malvina ignoró esa suplica
y tenía la cámara cargada y lista.
—Recuerdo mi baile de graduación. —dijo,
sonriendo soñadoramente hacia la distancia mientras pensaba, Oh, mierda, aquí
vamos—. Era una total princesa, con todo hasta la zapatilla de cristal. —Puso
una mano en su boca como si estuviera por revelar un secreto—. En realidad,
esos zapatos eran de acrílico muy incómodos.
—Ah. —dije, intentando lucir simpática.
Malvina nos cegó con flashes múltiples
mientras Marcus deslizaba un ramillete en mi muñeca en la entrada. Nos guio
afuera y nos hizo posar frente al paisaje de la piscina; la que hizo a papá
caminar alrededor, con la mandíbula apretada, por días, mudo y furioso, después
de que recibió la factura por todas las refacciones que ella había autorizado.
Sacando fotos como si tuviera aspiraciones
a una fotógrafa de alta costura, Malvina no era consciente de la pared de hielo
entre sus protagonistas.
—Marcus, pon tu brazo alrededor de ella.
Así, pero con tus manos uniéndose en el medio. ¡Oh! ¡Justo así!
La dejé tomar unas pocas fotos antes de
romper el falso abrazo.
—Está bien, creo que son suficientes
fotografías. Sabes, a Marcus quizás le gustaría ir en verdad al baile como
parte de esta experiencia… —Esperaba que Marcus y yo compartiéramos una mirada
cómplice sobre Malvina —no inusual para nosotros— así podríamos comenzar a
rescatar la noche de alguna manera antes de que estuviera completamente
arruinada. Pero él se quedó de pie, una mano en los pantalones de su esmoquin,
agitando una uña y luciendo aburrido, y multiplicando mi sentido de
premonición.
La preparatoria de artes, de Marcus es
relativamente pequeña, con una modesta clase de graduados. Juzgando por la respuesta
que su llegada generó, él es claramente uno más del montón. El lugar es una
carpa en la terraza del Hotel Citizen, el rascacielos más antiguo de la ciudad.
Aunque la vista es muy familiar en Sacramento, desde esta altura es impresionante.
La distancia altera todo. Me presenta a
su grupo de amigos por medio de, “Esta es Lali”, y un giro de su muñeca en mi
dirección, no me presenta ninguno de ellos a mí.
Increíblemente, nadie se adelanta,
tampoco, estoy atorada sin saber el nombre de nadie —excepto aquellos que
descubro escuchando a
escondidas conversaciones vecinas— así que no hay nada que hacer aparte de
pararme cerca de Marcus, mi vestido y su esmoquin coordinados perfectamente que
no queda duda que estamos juntos.
Atrapada recibiendo miradas y susurros
en la multitud de personas donde no conozco a una sola persona, además del
imbécil de mi cita, considero llamar un taxi, o a papá, para que me recoja.
No puedo sacudirme la convicción de que estoy
recibiendo lo que merezco por darle pie a Marcus, tan convincente como Candela
se opuso a esa conclusión—. Marcus no es tu dueño. —dijo después de que le
conté lo que pasó con Peter en New York, y el resultante altercado con Marcus—.
No veo un anillo en tu dedo, no es que nunca hayas querido uno de ese pomposo idiota.
—¿Pensé que te gustaba él? —dije.
—Psshh. —dijo, mirándome mientras daba
un giro a la derecha. Íbamos de camino a tener nuestras pedicuras anuales de
casi verano—. Lo toleraba. Luca y yo no pensábamos que era para ti.
Balbuceé, antes de contestar—. ¿Tú y
Luca lo discutieron…?
—Claro que sí. —Ella parecía, como siempre,
sin arrepentimientos—. Esperábamos que desapareciera antes de que terminaras en
New York con él descargándose contra ti. Derek piensa que él solo te quería por
tus conexiones en el cine y teatro. Con el adicional de tu cuerpo ardiente,
claro.
Casi escupo el batido de bayas en su tablero—.
Dios, Can. Me siento tan barata.
—Sí, bueno, me alegro que no tuvimos que
usar el último recurso de separarlos. —Estacionó el Sentra y tiró del freno.
—¿Quieres decir que Luca y tu habrían…?
—¿Cuántas veces en esta conversación tengo
que decir claro que sí? No habría sido tan difícil, tampoco. Tú no estabas tan
atada a él, por suerte. Solo espero que nos guste este chico Peter.
La miré—. No. Peter esta fuera de los límites.
No me importa si ustedes dos lo odian.
Sonrió y pellizcó mi brazo—. Ahora eso
me gusta más.
Cuando vuelvo a la tierra, aún estoy en
el baile de graduación de Marcus, siendo deliberadamente ignorada por cada
persona aquí.
Después mi enfoque aterriza en el otro
lado del enorme espacio interior/exterior. Uno de los fotógrafos tomando fotos
de los graduados parece estar apuntando su cámara exclusivamente
en mi dirección. Pienso ¿paparazzi? Antes de darme un sacudón mental,
sintiéndome ridícula.
Aún, miro alrededor disimuladamente, buscando
por los otros fotógrafos, que están avanzando a través de la multitud, creando
planos de pequeños lazos de personas hablando y riendo, sacando fotos naturales
de parejas bailando y profesores como chaperones. Deslizando mi ojo de regreso
al primer fotógrafo, noto dos cosas. Uno, su cámara es ruda en comparación con
lo que los otros dos están utilizando. Y dos, aún apuntaban cada uno de los disparos
en mi dirección. Tengo un sentimiento de inquietud sobre esto.
***
Can pasó diez minutos regañándome sobre
mi última idiota decisión; primero, intentar apaciguar a Marcus yendo a su
baile, y segundo, romper mi propia regla de no revisar sitios de chismes. Ella
tiene razón, por supuesto. No puedo no ver las fotos de mí —alternando entre
miserable y enojada— de pie junto a Marcus, siendo rechazada por todos en el
baile. No puedo no haber leído las historias afirmando que fue mi elección
aislarme a mí misma, y el rumor adicional de que estoy engañando a Pablo
Martinez.
Mi mejor amiga camina hacia atrás y adelante
por mi habitación mientras Luca y yo la miramos en silencio. Finalmente, se
detiene y mira la pantalla de la laptop—. ¡Qué montón de jodidos envidiosos!
—Cande nunca será acusada de andarse por las ramas.
—¿Los amigos de Marcus o los sitios de
chismes? —No estoy segura de que la enfurece más.
—Todos ellos. —Está tan enojada que está
gruñendo.
—Cálmate, bebé. —dice Luca, tirando de
su mano mientras pasa a su lado.
—¡No me calmaré! —Deteniéndose de repente,
se desliza en su regazo—. Luca hazme un favor. —Ella acaricia el costado de su
rubia casi rapada cabeza y sus ojos se cierran.
—Lo que quieras.
—Por favor dale una paliza a Marcus.
—Excepto eso.
Sentándose derecha, cruza sus brazos sobre
su pecho y lo mira—. ¿Para qué demonios sirve tener un novio musculoso si no va
a golpear a las personas por ti?
Estoy feliz de que el mensaje de texto de
Pablo lega después de que se fueron.
Poli:
¿Fuiste al baile de graduación con otro chico? Estoy herido.
Yo:
Muy gracioso.
Poli:
Nuestro pequeño acto es un éxito. Ya he sido contactado en busca de
comentarios.
Yo:
Mierda.
Poli:
Ayudaría si vamos a cenar y lucimos felices.
Yo:
No creo que eso sea una buena idea.
Poli:
Claro que lo es. Una salida feliz en la cara de esas historias les pondrá
final.
Yo:
Sabes que estoy a más de 600 kilómetros de Los Angeles, ¿verdad?
Poli:
Voy a visitar a un amigo en San Francisco mañana. Conduce hasta allí, quédate.
Iremos a algún lugar genial.
Yo:
No me encontraré contigo en San Francisco, Pablo.
Poli:
Bien, yo iré a ti
***
Peter es de tanto apoyo como Cande,
aunque anhela mucha menos violencia.
—Debería haberme echado atrás con lo del
baile. —Suspiro hacia mi cámara web, frotando mis manos contra mi rostro—.
Marcus no iba a estar feliz sin importar lo que hiciera, y ahora todo el mundo
piensa que soy una perra presumida que no se rebajaría a hablar con gente
regular.
—Estoy seguro de que nadie cree una
palabra de eso. —Su voz es tan cálida y suave que casi le creo.
—¡Las personas lo creen! Y ¿Sabes cuál
es la parte más molesta? Antes de ahora, era una cero a la izquierda de clase
media para la mayoría de las personas de su escuela. Marcus y yo nos hemos
cruzado con sus compañeros varias veces, y cada vez me sentí igual que hago
cuando los ojos de Malvina, sea lo que sea que esté usando, y se prepara para
burlarse de sentido de la moda, o la falta de él.
Él sonríe tranquilizadoramente—. A mí me
gusta tu sentido de la moda.
Apenas lo escucho—. Y ¿Qué hay de los
rumores de que estoy engañando a Pablo con Marcus? No estoy saliendo con Pablo,
pero el estudio quiere que todo el mundo piense que si lo estoy… así que por supuesto
soy una infiel si salgo con alguien más. ¿Qué significara eso cuando estés
aquí? Tendremos que salir a escondidas. Si somos atrapados, luciré como la
mayor zorra en Hollywood.
Se ríe y sacude la cabeza—. Lali, amor,
tienes un largo camino antes de ganar esa corona.
Rio tontamente a mi pantalla—. Me
llamaste amor.
Sonríe, la barbilla baja, mirando su
pantalla a través de sus pestañas—. ¿Estás bien con eso?
—Sí. —Miro sus hermosos ojos cálidos y
deseo por centésima vez en dos días que estuviera de pie frente a mí—. ¿Estás
bien conmigo saliendo a cenar con Pablo?
Asiente y dice—. Tan bien como puedo estar.
—Lo que parecía críptico, pero no presiono. No puedo esperar a que esté
entusiasmado al respecto.
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