viernes, 6 de junio de 2014

"Entre lineas" capitulo 48


Lali
Pensé en Peter una docena de veces desde que llegué a Nueva York, reprendiéndome a mí misma, cuando mi atención iba hacia algún tipo alto, moreno, con las manos en los bolsillos de pie frente a una tienda de delicadeces, u otro, cruzando rápidamente en una intersección, o fumando en un patio.
Peter dejó de fumar hace meses, por supuesto.
Más al punto, sin embargo, ¿Cuál era la probabilidad de que me encontrara a Peter en una ciudad tan enorme? Me sentí ridícula, incluso por considerarlo una posibilidad. Y entonces, allí estaba él, sentado en una cafetería en McDougal. Con su hija.
—Por lo tanto, ¿Cara tiene cuatro? —pregunto, tomando mi turno.
—Realmente va a tener cuatro en un par de meses. —dice él, acercándose, su aliento cálido en mi oído—. Justo después de mi cumpleaños.
—Landon es tan inmaduro. —una de las niñas en el pasillo, declara a las demás. Todas asienten y miran con desdén sobre el niño responsable de la mayoría de los ruidos groseros.
— ¿Qué he hecho? —dice, las palmas hacia arriba—. ¿Qué?
Uno de los otros chicos le contesta. —Perras, hombre. —y un golpe de puño como consuelo, y todos ellos aúllan de risa, mientras que las niñas se niegan a mirarlos abiertamente de nuevo.
Peter y yo nos miramos fijamente el uno al otro, evitando los ojos y los labios apretados, en un esfuerzo por seguir siendo exteriormente indiferentes.
—Yo estaría dispuesto a jurar que nunca fui un niño preadolescente. —dice, rodando los ojos.
—Eso suena como negación.
—Sí, bueno, esa es mi historia. —Sus ojos danzan—. Siguiente pregunta: ¿Estás saliendo con alguien ahora?
Candela me hizo citas con varios chicos en los pasados meses, cenas, cine, ballet, los bolos. Cada uno estaba perfectamente bien, pero no sentía una conexión con ninguno. Luego, durante la producción de teatro comunitario de It’s a Wonderful Life, en las vacaciones, me encontré con Marcus. Había sido aceptado con anticipación en Pace, y estaba eufórico ante la posibilidad de los dos comenzando la universidad en Nueva York, en el otoño. Desde diciembre, salimos varias veces. Lo vi la semana pasada. Se supone que saldremos a pasar el rato esta noche cuando llegue a casa. Y... estuve de acuerdo en ir, el próximo fin de semana, a su pequeña escuela privada para el baile de graduación.
—Hmm. No es la negativa rápida que yo esperaba —dice Peter, su pulgar haciendo un movimiento hipnótico contra el dorso de mi mano—. ¿Debería planear seguirte a casa y desafiar a un tipo a duelo? —En sus ojos veo la burla y la sinceridad detrás de sus palabras—. Nunca he sido un hombre terriblemente posesivo, Lali, y sé que todo esto es repentino e imprevisto para los dos. Pero verte con Pablo fue casi más de lo que podía soportar. No creo que mi corazón pueda tolerar compartirte otra vez. Eres libre de tomar tu propia decisión, por supuesto. Pero debo tener permitido tomar la mía, también.
Detesto               la idea   de lastimar a Marcus. Ha sido paciente,               nunca presionándome en cuanto a mi conocido fallido desenlace con     Pablo Martinez. Cuando volví a casa después de la sesión de fotos de Instituto Prejuicio, el mes pasado, Marcus mantuvo su carácter alegre, mientras que yo pasaba por una depresión tardía entre el debacle Pablo y llegar a enfrentarme al hecho de que todavía me preocupaba por Graham, sentía su ausencia, a pesar de que lo que sea que había entre nosotros en Austin, había desaparecido.
Sólo que ahora, de repente, no se ha ido. Y Peter está sentado aquí a mi lado, esperando a que yo le diga que lo quiero.
—He estado saliendo con alguien, pero no es... esto. —Trago, fuerte, con la esperanza que me dé el tiempo para ser compasiva—. Voy a terminar con él cuando regrese a casa. —Cuando él exhala, me doy cuenta de que estaba conteniendo la respiración—. Pero... le prometí ir a su fiesta de graduación el fin de semana que viene.
Sus labios hacen una mueca y me observa de cerca. —¿Debería estar preocupado?
Niego con la cabeza ligeramente. —No.
Sus antebrazos se flexionan mientras lleva nuestras manos entrelazadas hacia arriba, girando su brazo y besando la palma de mi mano. —Entonces creo que no hay ninguna razón para envidiar a un pobre tipo por su cita para el baile.
El grupo de niñas en el vagón suspira audiblemente, y creo que una de ellas acaba de tomar una foto nuestra con su teléfono. Es posible que ellas sepan quiénes somos. Instituto Prejuicio no sale hasta el próximo mes, aunque el bombardeo mediático ha comenzado. O tal vez las chicas son sólo idealistas, y los dos de nosotros enredados el uno con el otro en el metro de Nueva York es un clásico romántico, que me hace pensar en Candela. Voy a tener mucho que decirle al llegar a casa.
— ¿Estás tú, ya sabes, saliendo con alguien?
Sacude su cabeza, sus ojos oscuros intensos a pesar de la media sonrisa en los labios. —Pasé al nivel de estar dispuesto a asentarme hace mucho tiempo. Si no me apego fuertemente, no me molesto.
Presiono mis labios, pero ellos se levantan a un lado. En realidad no es justo, que me alegre de no tener competencia por su atención, mientras que él confía en mí para ir a casa, ir al baile de graduación con un chico sin rostro y quedarse dándole patadas a la acera.
Los pre-adolescentes llegan a su parada, y el ruido se intensifica a algo parecido a la corrida de toros, mientras los auxiliares intentan asegurarse de que todos y cada uno de ellos sale del metro antes de que se aleje. Está más tranquilo una vez que salen, tanto que puedo escuchar mi propia respiración.
Peter se acerca más. — ¿Cómo es que he sobrevivido a verte sólo una vez en los últimos cinco meses, y ahora la idea de estar separado de ti durante cuatro meses, parece una locura?
Apoyo mi mejilla en su hombro, atrapada en su mirada penetrante. —El estreno es el próximo mes. Mi agente dice que habrá televisión y apariciones en entrevistas antes de esa fecha, probablemente a partir de la próxima semana.
Hace una mueca. —Lali, yo no soy la estrella de Instituto Prejuicio, tú y Pablo lo son. Voy a estar en el estreno, por supuesto, pero la mayoría de las otras apariciones serán sólo de ustedes dos.
Por alguna razón, no había considerado esta posibilidad. —Uh. —digo, y Peter se ríe.

Peter
Decirle que no soy posesivo, no es técnicamente una mentira... pero no es del todo cierto, tampoco, sobre todo, cuando a Pablo Martinez se refiere. Después de ver cómo se las arregló para ganar la confianza de Lali el último otoño, aunque lo arruinara poco después. Tengo un gran respeto por su habilidad para jugar con el encanto. La verdad es, que es encantador. Esa parte de su personalidad no es falsa. Él es simplemente, demasiado egoísta e inmaduro para preocuparse por los cuerpos que deja a su paso. Literalmente.
Estoy noventa y nueve por ciento seguro de que Lali no caerá con su fachada de nuevo, pero ese uno por ciento de inseguridad fastidia en la parte trasera de mi mente. Criado por una feminista, pronto aprendí a resistir la tentación de ir todo macho alfa. Pero después de años de aversión hacia Pablo, en nombre de Paula, seguido por el deseo de sacarle la mierda a golpes, por herir a Lali, un anhelo inusual para reclamarla y protegerla pasa a oleadas a través de mí, me dice que tal vez deba ser un hombre.
—¿Peter? —Miro hacia su rostro preocupado, deduciendo por su expresión que tengo el ceño fruncido.
—Odio la idea de ti pasando tiempo con él. —Dios. Si mi madre, o hermanas, me oyeran decir esto, nunca escucharía el final de la misma. Lali se ve sorprendida, inclinando la cabeza mientras revela una lenta sonrisa.
—No tienes que estar celoso de Pablo, ya sabes. —Le hago una mueca a cambio.
—Supongo que en cierto modo, no lo sé. —Ella mira nuestras manos entrelazadas, arrastrando las puntas de sus dedos sobre mi antebrazo y de inmediato deseo que estuviéramos en un lugar más privado.
—El mes pasado, me habló después de la sesión de fotos. Me dijo que quería otra oportunidad. No sé cuán sincero era, en realidad, quiero decir, es Pablo, así que quién sabe, pero parecía más serio de lo que ha sido siempre.
Hablaron en privado esa última noche en el hotel, en su habitación. Él le tomó la mano y la retuvo como si el resto de nosotros estuviésemos infiltrados en el pasillo. Y miré desde mi puerta entreabierta, cómo ella salía de su habitación minutos más tarde. Se echó a llorar cuando abrió la puerta de su dormitorio, y mis sentimientos estaban desgarrados. No quería que fuera infeliz, pero me sentí aliviado de que todo lo que hablaron no diera lugar a cualquier tipo de regreso. Pablo Maritinez nunca ha sido, que yo sepa, bueno para nadie.
—Lo que tenía que decir no importa, sin embargo, —continúa, mirándome—, porque yo sabía que no era la clase de persona que quería, estaba segura de que no podría tenerlo a él, per se. —Le beso la punta de la nariz, riendo en voz baja, y moviendo la cabeza.
—No tenía ni idea. Podrías ganar una buena suma de dinero como jugador de póker, Lali. No tienes que decirlo. Justo en ese momento, el tren sale de la tierra a la orilla del East River, en dirección al Puente de Manhattan, uno de los principales conductores a Brooklyn. El sol en nuestros ojos hace que la escena sea semi-ciega, en un primer momento. Y entonces, el carril individual pasa a través de las vigas de los edificios que bordean la orilla opuesta, se reflejan como olas frente a los rascacielos detrás de nosotros, brillando en toda la escasa extensión de agua.
Se trata de una visión mágica, a la que pocas personas son inmunes.
—Oh. —dice Lali, parpadeando. He comenzado oficialmente mi plan para disuadirla de que una vez que se mude a Nueva York no quiera irse de aquí.
Mi hermana mayor, Cassie, es una madrugadora. Si bajamos a DeKalb, podemos estar en su loft en cuestión de minutos. Saco mi teléfono y giro la palma de la mano de Emma sobre mi pierna. Me gusta tenerla allí, demasiado.

Yo: ¿Estas despierta? Quiero que conozcas a alguien.
CAS: ¿Ahora? ¿Estás drogado? ¡Ni siquiera son las 7 am! ¿QUIÉN es ese alguien?
Yo: Sí y sí, y lo sé y Lali
CAS: ¿La Lali?
Yo: Sí.
CAS: ¡Pero no estoy presentable!
Yo: No te preocupes, ella no es así.
CAS: Si tú lo dices. Doug sigue durmiendo. El bebé está levantado. El bebé está siempre levantado. Tengo muchas ganas de dormir de nuevo algún día. Recuerdo vagamente el sueño...
Yo: Jaja, lo siento Cas. Nos vemos en unos minutos.

—Vamos a ver a mi hermana. —La alarma parpadea en el rostro de Lali, con sus ojos muy abiertos.
—¿Qué, ahora? —Tengo que reír, ya que Cassie tuvo la misma respuesta.
—Vive justo sobre el puente. Quiero que la conozcas. La amarás. —Meto el teléfono en el bolsillo de mis pantalones vaqueros y tiro de la mano que ella está presionando contra su pecho, hacia mi regazo. No me he sentido así de impulsivo en años, lo que es bastante trágico teniendo en cuenta el hecho de que ni siquiera tengo veintiuno todavía. Sentirse más viejo que mi edad es una sensación bastante común para mí, la paternidad temprana hace eso.
Los dos seguimos tranquilos el resto del camino, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Sé que es prejuicioso suponer que para Lali, por ser tan joven, le será difícil manejar el hecho de que tengo una hija. Pero la paternidad es la razón por la que no tengo citas, la razón por la que no me atrevo a establecer relaciones románticas. No quiero decir con esto que he sido célibe, aunque le haya dado esa impresión a Lali, precisamente. No estoy seguro de cómo aclararlo sin tener una incómoda conversación, que sin duda puede esperar.
Mis hermanas han sido de apoyo, obligándome a salir y manejar lo más cercano a una vida normal como fuese posible, sobre todo Cassie. Brynn está más cerca de mí en edad, es cuatro años mayor pero soy más cercano con Cassie, seis años mayor que yo.
Ella es a la que siempre me dirigí cuando las interacciones con mis compañeros se echaban a perder, como sucedía a menudo. La combinación de ser más académico y más joven que todos mis compañeros de clase era bastante mala. Añadir ser algo así como un listillo, equivalía a muy pocos amigos. La naturaleza artística de Cassie le dio más entendimiento de mi sensibilidad que nuestros profesores-padres podrían comprender. A sus veinte años de edad, cuando su hermano de apenas diecisiete años se convirtió en padre, ninguna de mis hermanas me envidiaba el título. Pero Cassie se ofrecía para llevar a Cara a casa, de la noche a la mañana, dejándome libre para salir como un adolescente normal y corriente, y ella y nuestros padres comenzaron a tomar turnos para cuidarla, cuando recibía papeles en el cine con regularidad.
La vida universitaria en Columbia fue inmediatamente menos íntima que en mi pequeña escuela preparatoria, y fácilmente podría perderme entre la población de pregrado. Vivir en una zona residencial con mis padres en lugar de en el campus le negaba a cualquiera la oportunidad de ir a casa conmigo por la noche. Cuando Cassie tenía a Cara, me quedaba en dormitorios o apartamentos de amigos que sabían poco sobre mí, o chicas que no sabían más que mi nombre y a veces ni siquiera tanto.
—¿En qué estás pensando? —Lali me pregunta, probablemente ansiosa por conocer a mi hermana mientras yo me preocupo demasiado pronto sobre si puede o no puede hacer frente a mi condición de padre
—¿Hmm? Oh. Nada importante. —Desenredo mi mano de la de ella y deslizo mi brazo por su espalda, tirando de ella a mi lado.
— a Cassie ya le gustas. —Su expresión se hace más y no menos alarmada. Uh-oh—. Er, hablé con ella acerca de ti mientras filmábamos. —Es mejor no revelar que se trató de más de una vez, creo.
—¿Qué dijiste para que le guste? ¿No habrá sido ella coaccionada a tu favor? —Me río. Lo entenderá cuando conozca a Cassie.
—No, me culpó del noventa por ciento del resultado final y el otro diez por ciento lo culpó a él.
—Uh. —dice Lali, y no puedo responderle con cualquier otra cosa que inclinarme y besarla.
—Esta es nuestra parada. —le digo una vez que lamentablemente rompo el contacto de sus labios, después de haber logrado distraerla por unos minutos.

Hay razones por las que no soy por lo general impulsivo, y una de ellas tiene que ver con lo absorbente de eso. La única cosa que tengo en mente cuando llegamos en el metro es el calor y la increíble vista que sólo puede ser superada por el paisaje en el camino de regreso. Visitar a Cassie entraba derecho a la espontaneidad. Ahora que lo pienso con más claridad, arrastrar a Lali a que conozca a mí hermana, hace menos de dos horas después de declararnos, podría ser mucho más que espontáneo, siguiendo por el buen camino de lo irrazonable. Mierda.

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