viernes, 6 de junio de 2014

"Entre lineas" capitulo 49

Lali
No puedo creer que Peter me lleve a conocer a su hermana, tan temprano, un sábado por la mañana. A los pocos minutos de emerger en la calle, estamos de pie frente a su edificio, y al menos mi ansiedad no tuvo tiempo de intensificarse lo suficiente como para desinflarme. Graham presiona un botón en el altavoz, y de inmediato dice una voz burlona de mujer:
—¿Quién diablos me ha timbrado a las siete de la mañana?
—Hola, Cas. —dice Peter, sonriendo.
—Peter, que siempre ha sido un dolor de cabeza. Lo sabes, ¿Verdad?
—El altavoz zumba al tiempo que los clics de cerradura de la puerta.
—Eso has estado diciendo, como desde hace veinte años. —responde, abriendo la pesada puerta metálica y llevándome por un pequeño vestíbulo, una pared llena de buzones de correo y la otra un elevador de vivienda única.
Cuando Peter presiona el botón, las puertas se apartan lentamente, como si alguien las estuviera abriendo con una mano—. Está en el tercer piso. Sus ojos oscuros me dicen que tiene ideas en mente para el ascenso, pero cuando las puertas se cierran detrás de nosotros, se limita a coger mi mano, alternando su atención entre el antiguo piso a cuadros y los números que cambian muy lentamente por encima de la puerta. El claustrofóbico elevador finalmente llega a una parada, me aprieta la mano y me da un beso rápido.
Nos adentramos en un vestíbulo de cinco por cinco pies, y golpea ligeramente en una de las dos puertas. Múltiples cerrojos se corren, y mi estómago cae a mis rodillas justo antes de que se abriera la puerta con una sonrisa, una versión femenina de Peter, con chándal y un bebé pequeño.
—Tómalo. —le dice a Peter, entregándole al bebé sin esfuerzo. Ella saca la mano—. Soy Cassie. Debes ser Lali. —Cuando tomo su mano, rápidamente me arrastra al departamento, detrás de Peter, que se dirige hacia la sala en el centro del espacioso loft, hablando con el bebé en su voz natural, como si se tratara de un hombre muy pequeño y no de un bebé.
—Sí. —me las arreglo para decir.
—Peter, sé que quieres café. —dice Cassie, dirigiéndose de la sala a la cocina abierta en el extremo opuesto—. ¿Lali? ¿Café?
—Claro. —le digo, siguiéndola después de echarle un breve vistazo a Peter, que me sonríe. Sus ojos oscuros me beben mientras los míos hacen lo mismo con él. La sensación es surrealista, ninguna parte de él está fuera de los límites de mi imaginación ahora, paso de sus labios a sus hombros anchos y a sus manos acunando al bebé en el hueco de un brazo.
De repente, todo esto va demasiado rápido, pero antes de que pueda trabajar en el pánico, el teléfono vibra en mi bolsillo delantero. Sacudiéndose y bramando, Cassie mira hacia atrás, arqueando una ceja con su bonita cara sin maquillaje. Cuando tiro el teléfono fuera de mi bolsillo, aparece la foto de mi padre que sonríe desde la pantalla.
—Hola papá. —Dejé una nota diciéndole que me reunía en el café con Peter.
—Lali, ¿Dónde estás? —Él no esta tan frenético, pero tampoco calmado.
—¿No encontraste mi nota? ¿Bajo tus gafas?
—Sí. Y estoy en el café… donde tú, por cierto, no estás. —Oh.
—Um, Peter y yo decidimos dar un paseo, y luego decidimos usar el metro porque hacía un poco de frío afuera... y ahora estamos en Brooklyn.
—¿Brooklyn? —grita, con una voz desgarradora, Peter y Cassie, ambos le dan un vistazo a mi teléfono y luego el uno al otro desde los extremos opuestos del enorme espacio.
—Estamos en el loft de su hermana, —Le sonrío, en lo que espero sea de una manera tranquilizadora—, tomando café. —Él intenta poner un tono ligeramente preocupado.
—Lali, nuestro vuelo es a mediodía
—Lo sé, papá.
—Pero... —suspira, y me lo imagino pasándose la mano por su cara de esa manera que hace cuando se siente frustrado. Hemos crecido más en los últimos seis meses, pero perdió la oportunidad de ser el padre que monitorea hace años y él lo sabe—. ¿Cuándo volverás?
—¿Cuando quieres salir hacia el aeropuerto? —Lo evadí.
—¿Nueve y media?
Ayer por la noche y el mes pasado y el otoño pasado no quería nada más que oír a Peter diciéndome que me quería, y ahora, lo ha hecho. De repente, consciente de que vamos a decir adiós en menos de dos horas, todo se siente irremediablemente confuso y complicado.
—¿Lali?
—Sí, papá, lo siento. Estaré de vuelta a la hora de empacar. —Mi garganta se aprieta con la idea de que podría ser más de un mes antes de ver a Peter una vez más.
—¿Está todo bien?
—Mmm-hmm. —Vuelve a suspirar.
—Vamos a hablar más tarde, cariño. Puedo entender que no puedes hablar ahora.
—Gracias, papá. Estaré de vuelta pronto.
***
Cassie es chelista de la Orquesta Sinfónica de Nueva York, con un breve permiso de ausencia, desde que decidió ser madre de tiempo completo.
—No podía dejar a mi hermanito avergonzarme acerca de la crianza de los hijos. —sonríe, viendo como Peter hace muecas al bebé, cuyo nombre es Caleb.
Señalando un taburete, se mueve hacia el lado opuesto del mostrador de loza de granito mientras examino el loft. De madera, recortes, esculturas de hierro, pinturas, grabados y técnicas mixtas, arreglos cuelgan de las desnudas paredes de ladrillo, junto con dos bicicletas. Un contrabajo y en un costado un sello en las ventanas sin división y desde el piso al techo la casa llena de toneladas de estantes de libros y fotos. El loft es casual y acogedor. Mi madrastra, Malvina, odiaría este lugar. Yo lo amo.
—¿Qué te trae a Nueva York, Lali? —me pregunta Cassie, sirviendo café en tres tazas.
—Estoy aquí con mi padre, para elegir una universidad. —Sus ojos recorren la sala y regresan, ella sonríe.
—¿Lo estás? ¿Así que te mudaras a New York en el otoño? —Asentí y su sonrisa se ensancha—. Estoy segura de que mi hermano está feliz por eso. — Me pregunto qué, exactamente, Peter le ha dicho de mí. Como si me hubiera planteado esta pregunta en voz alta, se apoya en los codos y baja la voz.
—Le gustas mucho, ya sabes. —Mi cara se enciende, pero ella no parece notarlo—. No me entrometeré, pero es demasiado malditamente reservado, y si uno de ustedes  no presenta cierta audacia, todo esto será una gran oportunidad perdida. —Me aclaro la garganta.
—Ya hemos, eh, hablado de cosas esta mañana... —le digo, y ella pone una mano sobre el mostrador.
—Bueno, gracias a Dios. Ya era hora.
—¿De qué ya era hora? —La voz de Peter sale justo detrás de mí. Se sienta en el taburete a mi lado. Cassie levanta las cejas y le da una mirada altiva.
—Si quisiéramos que fueras parte de esta conversación, habríamos estado hablando más fuerte. —Se ríe, y comienza a arrullar a Caleb hacia él.
—Está bien. Se lo sonsacaré a Lali más tarde.

Peter
Está tranquila en el viaje de regreso. Ambos lo estamos. Por todo nuestro anterior tomar-y-dar, sólo hay una cosa en mi mente ahora: Los 2.500 kilómetros entre nosotros durante los próximos cuatro meses. Tengo tres semanas más de clases antes de la graduación. El estreno de Instituto Prejuicio es en Los Ángeles la semana siguiente, con el torbellino asociado de alfombras rojas y fiestas del elenco y Hollywood en su atmósfera circense habitual. A mediados de verano, comenzaré a filmar mi próxima película aquí en Nueva York. Es un Indie de bajo presupuesto, lo que significa rápidas, baratas y largas horas sin tiempo como para volar a Los Ángeles por un fin de semana.
Cassie nos prestó sudaderas con capucha, por lo que no fue necesario acurrucarnos juntos por calor, pero sostengo la mano de Lali, entrelazando nuestros dedos, y ella presiona sus muslos contra los míos y apoya la cabeza sobre mi hombro. Suspirando, mira fijamente afuera, hacia la vista del Puente de Manhattan, eso me retiene cada vez que deseo vivir en cualquier lugar que no sea Nueva York. Los ventanales son miles de pequeños espejos a esta distancia, el horizonte iluminado en olas como una cascada bañada por el sol mientras los rayos chocan cada edificio. Me gustaría poder oprimir el botón de repetir a este lapso de cinco minutos, podría ser suficiente dejarme arrastrar por la marea por un rato. Pero alcanzamos el otro lado del río y nos desplomamos bajo tierra, la iluminación fluorescente fundía todo con un enfermizo tinte verde.
Entre la hora más tarde y las sudaderas, no nos congelamos caminando ahora por ahí. Hay mucho para ver en SoHo, incluso tan temprano en la mañana. Escudriñamos en galerías con grandes ventanas y pequeñas tiendas, caminamos alrededor de los vendedores ambulantes que se preparan para el abarrotado día sobre los bordes de las aceras que se llenan de gente en una o dos horas. Lali y yo vamos juntos como si viviéramos aquí y sólo salimos a desayunar, y me doy cuenta de que esto es lo que me asusta, yo ya quiero esto con ella. Quiero estar con ella, hacer que forme parte de mi vida y yo formar parte de la suya.
Una conversación que tuve con Cassie años atrás, poco después de que Zoe y yo rompiéramos, apareció en mi conciencia—. No entiendo lo que las chicas quieren. —le dije. Por lo que sabía, las chicas actuaban como si quisieran declaraciones de amor eterno, pero una vez que lo tenían, esas confesiones eran tomadas por sentado. Eso, o eras rechazado por ser demasiado pegajoso, dependiente, o inseguro, todas esas palabras que Zoe arrojó durante la semana previa a la ruptura.
—Las chicas esperan que las amen por siempre, y dicen que sienten lo mismo, pero lo que realmente quieren decir es hasta que me aburra contigo. — Estaba camino de convertirme en un muy amargado muchacho de dieciséis años.
Cassie tenía veintidós años, y había estado en varias relaciones hasta ese momento. Aún no había conocido a Doug, y no lo haría por otros tres años y una relación fallida más. Sentado en su mesa de la cocina en el pequeño piso que compartía con otras dos chicas, nos enfrentamos a una ventana con vista a un patio de césped muerto y grava. El resto de la vista consistió en un igualmente adyacente, edificio en ruinas y sin cielo, en absoluto.
—Peter, no todas las chicas van a ser así.
Dividido entre la desesperación y la esperanza, le dije—. Mmm. —Y bebí del refresco que me dio cuando me senté. Me agarró la mano, con ganas de arreglar todo por mí, lo sé, pero ella era tan impotente para remediar lo que había sucedido, como yo. La combinación de su conmiseración y otra ola de pensamientos sobre Zoe hicieron doler mi garganta. Sacando mí mano de debajo de la suya, me quedé mirando por la ventana sin ver. No quería llorar por Zoe nunca más. Quería estar enojado. El enojo era mucho más fácil de soportar.
Cassie suspiró—. Algún día, encontrarás a una chica que pueda manejar la intensidad con la que amas. Alguien que no se sienta intimidada por ello.
Porque eso es lo que es esto. Zoe no puede sentir esto tan profundo por nada ni nadie. Es superficial y egocéntrica. Y ha perdido la oportunidad con un tipo maravilloso.
Yo no le había creído, por supuesto, que me gustaría encontrar una chica como esa, alguien que no fuese Zoe.
Todavía no lo creía ayer por la noche, cuando Lali me besó y todo lo que había soñado con ella pasó por delante de mis ojos.
Ahora, nos estoy viendo caminar estas calles juntos, solos o con Cara entre nosotros. Me la imagino durmiendo en mi cama. Me imagino que ella me acompaña durante los descansos de la escuela. Entonces, todo se acelera y la veo caminar a través de un escenario para aceptar su diploma. Me veo a mí mismo deslizando un anillo en su dedo, prometiéndole la eternidad, levantando su velo y besándola.
Si ella no hubiera enviado el mensaje de texto a las 2 a.m., ayer por la noche, yo podría haberla dejado ir. Nunca le podría haber confesado lo que sentía por ella. Tenía tanto miedo de querer demasiado que no podía creer que ella me diera una oportunidad de tenerla. No quiero ser ese miedoso sin sentido nunca más.
Metimos nuestras manos dentro de los bolsillos de las sudaderas, sostuve la mano izquierda de Lali con mi derecha, en el fondo de mi bolsillo. Terminamos en un banco frente a su hotel, los minutos pasaban, nada que hacer, excepto dejarlos pasar hasta que ella se tuviera que ir.
—¿Qué va a ocurrir ahora? —dice justo cuando iba a preguntarle si llevarla a conocer a Cassie era demasiado incómodo para ella. Demasiado, muy pronto.
Me trago mi pregunta y le respondo a ella—. Ahora, nos pasamos los minutos hablando por nuestros teléfonos celulares, nos escribimos mensajes de texto, Skype, y en menos de cinco semanas, estaré en Los Ángeles y tú también lo estarás. —Entonces me di cuenta de que no estaba seguro de si ella se refería ahora, en este segundo, o ahora, en este punto de nuestra reciente relación. Ella se muerde su labio, y yo digo—. Si todo lo que querías decir era que es lo que haremos durante la siguiente media hora, por favor no me lo digas, porque me sentiré como un idiota.
Ella ríe—. No, estoy de acuerdo con el plan de cinco semanas.
¿Qué pasa con un plan de cinco años? Pienso. Pero en lugar de expresarlo en voz alta, tomo su rostro entre mis manos y la beso.

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