CAPITULO
08
Lali no estaba segura de por qué aquello
podría ser bueno para ella; ¿Encerrada en una pequeña habitación durante horas
con Peter? Una atmósfera intensa y artificial. El campo de cultivo perfecto para
una relación intensa, pero artificial. Tenía que ser fuerte.
—Pues bien—continuó Peter—. Lali,
necesitamos que investigues esas compañías, organices las reuniones, redactes
informes y prepares una presentación final.
— ¿Te parece bien todo el trabajo,
La? —preguntó Nicolás.
—Está bien —dijo Lali con una sonrisa—.
Yo simplemente soy la temporal.
—No eres «simplemente» en nada —dijo Peter.
Lali se quedó con la boca abierta. En
la superficie se sentía avergonzada, pero por debajo la reacción fue volcánica,
y el deseo fue creciendo por momentos. Miró los papeles que tenía delante,
rezando para que alguien llenase aquel silencio incómodo. Tras unos segundos,
Peter siguió exponiendo los detalles del proyecto.
A ella le resultaba fascinante
observarlo en acción. Era el maestro del encanto y de la atención, parecía
encandilar a los demás, dándoles ganas de superarse sólo para complacerlo.
Ligeramente apartada, Lali observaba
cómo ejecutaba su magia. Le resultaba totalmente irritante.
Cuando se dirigió hacia ella para darle
instrucciones, hubo cierto brillo de diversión en sus ojos que no pasó
desapercibido. Y Lali no pudo evitar sentir la necesidad de rebelarse contra
su profesionalidad y de hacer justo lo contrario a lo que le pedía.
A última hora de la tarde del martes,
estaban los dos solos en la habitación. El silencio era total.
Lali escribía en el teclado y miraba la
pantalla con el ceño fruncido, decidida a fingir que él no estaba allí. Como si
pudiera.
De pronto Peter se levantó. En ese
momento no pudo evitar mirarlo. Se estiró un poco, y ese gesto enfatizó su
figura. Sabía que debía apartar la mirada, pero era imposible. Le dirigió una sonrisa,
y la necesidad de mirar hacia otro lado se hizo imperativa. Pero en vez de eso,
Lali le devolvió la sonrisa.
—Vamos, hora de relajarse. La sorpresa
de Lali debió de ser evidente.
—Hora de relajarse —repitió él—. Para
que el equipo no se estrese.
No confiaba en él; esa sonrisa se había
vuelto un tanto perversa.
—Falta la mitad del equipo —dijo ella,
nerviosa ante la idea de estar a solas con él fuera de la oficina. Sintió la
excitación sólo con recordar su
abrazo aquella noche, pero la controló, encerrándola en lo más profundo de su
mente.
—Vendrán cuando haya acabado la reunión.
No serán más de quince minutos. Sólo tendremos tiempo de llegar allí primeros y
pedir la primera ronda.
Sonaba inofensivo. Iban a reunirse con
los demás allí. Además, él era el jefe. Realmente no tenía mucha elección.
Asintió y apagó el ordenador. Mientras se ponía la chaqueta, levantó la mirada
y vio que Peter estaba observándola con una sonrisa pecaminosa en los labios.
Provocada, Lali se apretó el cinturón
de la chaqueta con fuerza, haciéndose daño en la cintura, enfatizando sus
curvas y sin dejar de mantenerle la mirada con actitud desafiante. El deseo era
evidente en su cara, en sus ojos brillantes, y supo que su propio rostro debía
de ser un reflejo de aquella reacción. Echó la cabeza ligeramente hacia atrás y
sintió cómo le palpitaban los labios a causa del deseo, ansiando que él le
acariciara el cuello. Peter se dio la vuelta en ese instante para salir de la
habitación.
Caminaron hasta el ascensor en silencio.
Mentalmente, Lali lamentaba haber hecho ese gesto provocativo. Sabía que la
más mínima chispa podía causar un incendio. Por un instante había perdido el
control y ahora estaba pagando por ello. A cada paso que daba, era consciente
de su cercanía, sabiendo que deseaba estar más cerca. Mucho más cerca.
En la calle, se sorprendió al ver que
Peter se alejaba de la cafetería habitual de la compañía.
— ¿No vamos a Jackson's?
—Bueno, no sería un ejercicio muy
relajante si fuéramos al local y estuviera allí toda la empresa. Esto es sólo
para nosotros, Lali.
« ¿Sólo para nosotros?». El pulso se le
aceleró.
Peter siguió andando y hablando.
—Vamos a estar trabajando muy cerca
durante muchas horas. Tenemos que estar unidos. No hay lugar para otros asuntos
o... distracciones.
A pesar de su descuido minutos antes,
Lali no tenía intención de ser una distracción. Ni iba a permitir que la
distrajesen. De ninguna manera.
—Nico y Andres son muy competitivos el
uno con el otro. Generalmente eso es bueno, pero quiero que el objetivo
principal sea la calidad del trabajo, no una cuestión de conseguir tantos o... —se
aclaró la garganta— de conseguir cualquier cosa.
— ¿Conseguir cualquier cosa? —Lali se
detuvo y lo miró.
Peter tenía la cara ligeramente
sonrojada, pero la miró igualmente y dijo:
—Lali, seré sincero contigo. Me siento
atraído por ti. Ha sido así desde la primera vez que te
vi. Y esa atracción parece aumentar cada
vez que estoy cerca de ti. Pero no puedo permitirme estropear este proyecto
perdiendo el tiempo persiguiéndote cuando debería estar trabajando.
Créeme, es bastante tentador. Así que te
lo digo ahora. Estoy interesado en ti. Si sientes lo mismo, házmelo saber.
Lali fue apenas consciente del
movimiento de la gente que pasaba a su lado, de los autobuses y de los taxis
avanzando por la calle; era como si sólo estuviese Peter delante de ella,
impactándola con su claridad.
El tiempo pareció suspenderse mientras
lo miraba, observándola al tiempo que su cerebro repasaba todas las razones por
las que no podía ser sincera con él ni con ella misma. No podía permitir que
ocurriese nada, aunque minutos antes prácticamente se lo hubiera pedido. Era su
jefe. Los juegos de poder entrarían en la ecuación, y además no sabía nada de
él. No podía arriesgarse.
Finalmente habló.
—Peter, no puedo.
Él se acercó más.
— ¿No puedes o, no quieres, Lali? Sé
que estás soltera. Sé que disfrutaste besándome.
Negarlo era inútil, pues su rubor lo
confirmaba todo, de modo que se mantuvo callada.
—Supongo que eso es que no quieres,
Lali. Está bien. Así que, por ahora, nos concentraremos en el trabajo. Pero,
cuando hayamos acabado el proyecto, volveremos a tener esta conversación.
La sangre le palpitaba por todo el
cuerpo, las mejillas le ardían. Pero no podía ser una esclava de su deseo de
esa forma. Ya había echado a perder un buen trabajo por eso. No iba a hacerlo
de nuevo.
—No pongas esa cara de preocupación
—dijo él agarrándola del brazo—. Todo saldrá bien — añadió mientras la metía en
el bar—. Elige mesa. Yo iré a por las bebidas. ¿Manzana o cereza?
Lali lo miró frunciendo el ceño.
—El alcopop. ¿De qué sabor?
—Oh —sintió cómo el calor en sus
mejillas aumentaba, y una pequeña sonrisa apareció en su cara sin permiso—. De
hecho creo que tomaré sólo una limonada.
— ¿Hoy quieres ser sensata?
CAPITULO
09
Ella asintió y vio cómo se alejaba hacia
la barra. La camarera se puso en guardia, dando un golpe de melena y
dirigiéndole una sonrisa coqueta.
Dándose la vuelta antes de empezar a
sentirse molesta, Lali eligió la mesa bajo la luz más brillante, situada en
mitad de la sala. No quería rincones oscuros, nada que pudiera implicar intimidad.
Debería haber sabido que no funcionaría. Su cerebro había pasado al modo de seducción.
Su seducción. Se había quedado sorprendida por su acercamiento en la calle, así
como porque hubiera confesado sentirse atraído por ella. Pero lo había dejado
claro; el trabajo iba primero. Aquello era bueno. ¿Cómo lo había llamado? Una
«distracción». Eso era lo único que sería. Tenía que recordarlo. Los hombres
que tenían aventuras en la oficina no pensaban en matrimonio ni en hijos.
Querían diversión para aliviar las largas horas de trabajo, y generalmente decían
cualquier cosa para conseguirlo.
Peter volvió junto a ella con una bebida
en cada mano y se sentó enfrente. No había manera de escapar a su mirada
penetrante.
— ¿Te gusta trabajar en Franklin?
Hasta hacía poco, sí. Pero sus
pensamientos fueron interrumpidos por el móvil de Peter.
Contestó con una sonrisa de disculpa y
habló con monosílabos durante unos minutos. Cuando colgó, la miró y le dirigió
un guiño que ella no supo interpretar.
—Era Andres. La reunión se ha alargado.
—Ah, de acuerdo —Lali sabía que no
podía permitirse pasar más tiempo a solas con Peter—. Debería irme a casa.
Peter señaló las bebidas, que estaban
casi sin empezar.
—No puedo ir malgastando el dinero de la
empresa, Lali. Al menos quédate hasta que termines la copa.
Sería una grosería no hacerlo, pero las
señales de alarma se habían activado en su cabeza.
Levantó su copa y dio un largo trago
— ¿Tan nerviosa te pongo? —preguntó él
riéndose.
—Claro que no —estaba más nerviosa por
ella y por su debilidad. No podía permitirse ser tan tonta por segunda vez,
pero la atracción que sentía hacia él amenazaba con sobrepasarla.
—La indecisión en tus ojos me mata,
Lali.
Ella miró hacia abajo inmediatamente. Su
franqueza volvió a colarse entre sus defensas una vez más. Peter también era
directo en el trabajo. ¿Pero era sincero? ¿O sería una frase practicada una y otra
vez hasta la perfección?
—Realmente debería irme a casa.
— ¿Deberías?
—Sí.
— ¿Por qué no comemos algo antes de que
te vayas? Lissa no pudo evitar sonreír.
—Buen intento, Peter.
— ¿Qué? —él levantó las manos
fingiendo inocencia. Sonrió y bajó la voz—. Vamos a reestructurarnos, Lali.
El tono de su voz hizo que se pusiera en
guardia, y supo que no se estaba refiriendo al trabajo.
Declinó su oferta de llevarla a casa y
escapó del bar y de su presencia arrebatadora. Siempre aprovechaba la
oportunidad de ver los monumentos de la ciudad, de modo que tomó el autobús.
Sólo le quedaban unas pocas semanas para
disfrutar de las vistas. Pero, cuando se sentó junto a la ventana, su vista
estaba desenfocada, y estaba tan perdida en sus pensamientos que se le pasó
la parada.
Había creído que Benjamín era sincero. Sólo
era diez años mayor que ella, pero infinitamente más experimentado. Había
sabido exactamente cómo acercarse a ella sin asustarla. Había hecho las cosas
típicas; le había prestado atención, le había regalado flores. Era el tipo de
cosas que Lali nunca había experimentado, las cosas de las que nunca le había
visto disfrutar a su madre, y que sólo había visto en las películas. Eso
debería haberle hecho darse cuenta de que todo era una mentira. Había creído
estar enamorada de él, incluso pensaba que era recíproco. Que iba a tener el
final feliz que su madre no había conseguido.
Luego se había enterado de lo de
Melissa. Su prometida. La sórdida verdad se había hecho evidente. Nunca la había
llevado a su apartamento, le había dicho que mantuviera la relación en secreto
y no la comentara con sus compañeros de trabajo porque no quería favoritismos,
nunca habían salido; él iba a su casa, cocinaba para ella y la adulaba. Pero
había estado utilizándola todo el tiempo.
Lali había puesto fin a la relación
inmediatamente. O al menos lo había intentado. Pero él se había vuelto
desagradable. Había convertido el trabajo en un infierno para ella,
denigrándola enfrente de sus compañeros, asignándole los peores trabajos y, en
alguna ocasión, había intentado tocarla.
Lali podría haberlo denunciado por
acoso, pero ya se sentía suficientemente herida y avergonzada por las miradas
de sus compañeros.
De modo que había hecho las maletas.
Y ahora Peter había entrado en su vida.
No sabía nada de él salvo que, en pocos días, había conseguido tirar abajo sus
defensas. Lo deseaba, simple y llanamente. Deseaba deslizar las manos por su
cuerpo, sentir su piel contra ella. Pero no podía arriesgarse a echar a perder
otro trabajo. Lo único que podía hacer para evitarlo era ignorarlo. Retirarse
tras una cortina de hielo, no mirarlo, no hablar con él, salvo cuando fuera
necesario para el trabajo.