viernes, 11 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 62

Poli
Sin importar cuántas veces nos hemos levantado con una resaca, o cuántas veces nos hemos murmurado nunca lo volveré a hacer el uno al otro, Nico y yo tendemos a embriagarnos hasta no poder ver con claridad la próxima vez que salimos. La única excepción es cuando nos drogamos en su lugar.
Ni siquiera nos detuvimos con la resaca del sábado —nos fuimos directamente a la próxima por lo que la resaca del domingo fue una perra. Esta atardeciendo antes de que cualquiera de los dos nos podamos mover, y en algún lugar, en la parte de atrás de mi memoria, una pregunta filosófica llega de momento — fue realmente divertido, ¿Si ni siquiera lo recuerdo?
Hay una chica dormida sobre el sofá de Nico y ninguno de los dos recuerda quién fue el responsable de traerla a su apartamento, o lo que se hizo con ella una vez que estaba aquí. Por lo que sé, todos nos quedamos dormidos.
Su maquillaje esta corrido y ella está acostada sobre su estómago con la falda y top extrañamente retorcidos, demasiada piel expuesta, y sus pies y brazos están extendidos, como si hubiese sido arrojada allí.
—Es alta. Probablemente tuya. —Le digo, debido a que Nicolás tiene una debilidad por las modelos.
—Ella es rubia. Probablemente tuya. —dice . La golpea suavemente con su pie—. Oye. Despierta. —Ella suelta un gruñido molesto pero no reacciona.
Esto está realmente, realmente mal y locamente divertido.
Por desgracia, me duele la cabeza al reír. —Mierda, Nico, ella no es un vagabundo.
Él exhala y parpadea lentamente, sus ojos entrecerrándose hacia ella en su-no-tan-brillante luz del día —las persianas siguen cerradas.
—Amigo, permíteme contradecirte. Está inconsciente, en un lugar donde no pertenece, donde nadie sabe quién es ella. Eso es más o menos la definición de vagabundo. —Se inclina y trata de sacudirla por el hombro, con su mano esta vez. Ella gime otra vez y él retrocede—. Oh, por el amor de Dios, su aliento sí que huele como el de un vagabundo.
Saco mi teléfono celular de los pantalones vaqueros que llevaba la noche anterior, los cuales colgué sobre el respaldo de una silla cercana. —Voy a llamar un taxi. Tú busca alguna identificación. La meteremos, le daremos unos cuantos billetes al taxista y la enviaremos a su hogar. Mientras Nicolás busca por su bolso yo realizo la llamada.
—¡Monedero! —dice   finalmente, con su mano emergiendo de entre los cojines del sofá—. Está bien, ¿Quién eres…
—El taxi estará aquí en cinco minutos. —Me desplomo en el sofá mientras que Nico comienza pronunciar una serie de maldiciones en un volumen demasiado alto—. Diablos, Nico, cállate. —Siseo, presionando las palmas de mis manos sobre mis sienes.
—Ah, sí, está bien. Mira. —Me da su identificación.
No reconozco el nombre o dirección, pero estoy seguro que el taxi no servirá de nada. —Mierda, ¿San Diego? No podemos enviar a una chica inconsciente hasta San Diego en un taxi.
Nicolás sacude su cabeza intensamente. —No, hombre, ese no es el problema. —Luego comienza a soltar otra cadena de obscenidades, mirándola como si ella fuese un zombi y en cualquier minuto va a despertar y atacarnos.
—¿Qué, entonces? —Le pregunto, y él me da otra identificación.
Realmente no miré la fotografía de la primera, o la edad. Esta vez lo hago. La de la fotografía podría ser ella, de veintiún años de edad Amber Lipscomb… Hasta que veo la segunda identificación, quien es claramente la chica que está sobre el sofá, April Hollingsworth de diecisiete años de edad—. Oh, mierda. —Sabía que el club había sido una mala idea. Sólo lo sabía.
—Estamos jodidos. —Él se queda mirando a la chica zombi, ya sin hacer ningún esfuerzo por despertarla.
Mi teléfono comienza a sonar, sobresaltándonos a los dos.
—¿Sí? —digo, mi boca seca y el corazón latiendo disparadamente. Y yo que pensaba que la cabeza me latía con fuerza antes. Ja—, Está bien, gracias.—Miro a Nico—. El taxi está aquí.
Sus ojos se deslizan hacia mí. —Ponte los pantalones y sal de aquí, hombre.
—¿Hablas en serio?
Él la está mirando de nuevo, cuidadosamente. —Yo soy un don nadie. No puede demostrar con quién estuvo ayer por la noche, y no podrá llegar tan lejos con una identificación falsa en su posesión y estar en un club para mayores de veintiún años. Nosotros tenemos diecinueve años, lo que hace de esto un delito menor. Nadie me hará nada a mí por un delito menor, pero alguien encontrará una manera de hacerte pagar a ti por ello. Así que sal de aquí.
John y yo hemos estado en situaciones apretadas antes, pero esta es probablemente el punto más bajo. Si esto sale mal, su padre lo aniquilará.
Nunca me podría haber imaginado que Nico se lanzaría a sí mismo frente a una granada por mí. No puedo obligar a mi cerebro a creerlo. —Mira, tú te despertaste en tu habitación, yo me desperté en el cuarto de huéspedes y es obvio que ella no se ha movido de ese sofá desde que aterrizó allí. Tal vez no pasó nada.
—Tal vez. —Resopla—. Poli. Toma el taxi y vuelve a casa. Y después realiza algún tipo de sacrificio ritual una vez que llegues allí, amigo. Te llamaré más tarde.

Lali
Luca y Cande me recogieron en el aeropuerto el viernes por la tarde, y casi cuarenta y ocho horas después, me están dejando nuevamente en él.
Viajar en el Jeep de Candela me da una clase de déjà vu, de mi excursión al Parque Griffith con Peter. Recojo mi pelo en una cola de caballo y recuerdo el placer de haber visto el amanecer abrazados y la sensación de su boca en mi cuello mientras murmuraba eres tan hermosa. He releído su nota varias veces y sólo el temor de que sea arrebatada de mis manos por una ráfaga de viento es lo que me impide leerla ahora. Nuestras tres semanas están disminuyendo.
No sabía, el otoño pasado, en mis días de sí-y-no con Pablo, que así es como se supone debe sentirse. No las incesantes preguntas internas de debo dar todo de mí o aún no estoy lista, un sentimiento constante de defender mi fronteras —pero el anhelo de este nuevo paso, de esta conexión. Una inherente confianza que significa todo lo que debe significar.
Desde el asiento trasero, veo a Lucay Cande comunicarse sin hablar, algo que probablemente debieron haber aprendido a hacer ante la necesidad de  conducir un vehículo al aire libre. Sus manos están entrelazadas sobre la consola central —su brazo fuerte y bronceado contra el pálido y frágil de ella.
No puedo evitar sonreír. Gracias al Jeep y a una nueva serie de actividades al aire libre, Cande tiene unas cuantas líneas de bronceado. Son las más débiles líneas de bronceado que he visto nunca.
Luca ha llevado a mi mejor amiga a escalar rocas —algo que hizo que la señora Vetrano dejara de dirigirle la palabra durante una semana, a excepción de sus expresiones bajo su aliento sobre peligro en que ponía a su niña y de muerte inminente. Can dice que él finalmente hizo un esfuerzo concertado para explicarle todos los detalles sobre el sistema de polea y el hecho de que, Cande, como una novata, siempre estaría atada a ella, al final convenciendo a su madre de que no permitiría que nada le sucediera a la chica que ama.
—Todo fue muy cursi y cómico. —Me dijo Can el sábado por la mañana mientras descansábamos en su cama—. Le dije a Lu que no tenía permitido hablar con mi madre de esa manera, lo que los unió inmediatamente. —Su astuta sonrisa me hizo reír a carcajadas, y me hizo preguntarme cómo papá y Malvina tomarían mi relación con Peter.
Por la noche del viernes, las fotos de Pablo junto a mí, fuera de LAX estaban en todo Internet, junto con las desenfrenadas especulaciones acerca de nuestra posible relación.
—Me di cuenta de que esta basura entra en la categoría de necesitas saber. —Cande suspiró, volviendo el monitor hacia mí. El día que él me dejó, algunos sitios insistieron-confirmaron, la probabilidad de que habíamos pasado la noche juntos.
Le envié un mensaje a Peter para que no fuera tomado desprevenido, otra vez, de una aparentemente íntima foto mía junto con Pablo. Él me envió un mensaje de nuevo: Buitres. Gracias por hacérmelo saber.
Cande no era la única que mantenía un ojo sobre fotografías incriminatorias de mí. Debería haber sabido de inmediato sobre las preguntas paternalistas de Malvina durante la cena de anoche, de que ella las había visto, también, pero mi mente estaba tan ocupada con pensamientos de Peter y sus promesas para nuestra conversación a través de Skype más tarde, que estaba auto contestando todas su preguntas, pero haciendo caso omiso de ella.
Cuando me pasó la vinagreta, dijo: —Lali, tú, pequeña astuta, ¿Cómo te fue en Los Ángeles?
Agregué aderezo sobre mi ensalada, comprometiéndome a hacer una larga caminata por la mañana. —Estuvo bien. Bastante bien en este viaje, en realidad. —dije , haciendo referencia al clima de LA y a la siempre-bienvenida falta de niebla.
Al pasar la botella hacia papá, vi a Malvina darle una mirada satisfactoria que parecía decir ¿Ves? lo que hizo que frunciera el ceño.
—Todo está definitivamente más claro últimamente. —Esta fue una Malvina en su intento de ser críptica, pero nada acerca de mi madrastra es siempre misterioso. Sus pensamientos y diseños son transparentes. He aprendido a contar esto como uno de sus rasgos positivos, de la misma manera sabes que un tiburón es capaz de arrancarte el brazo de una mordida, porque puedes ver sus dientes.
Primero, registré el hecho de que ella me llamó astuta. Y luego el comentario de todo está más claro.
El reconocimiento me llegó. —Ah. Ustedes ya han visto las fotografías. — Me volví a los preocupados ojos de papá—. ¿Sabes cómo Dan dijo que el estudio quiere que Pablo y yo parezcamos una pareja hasta el estreno? Bien, eso es lo que estamos haciendo, para que lo sepas. Nada está sucediendo realmente entre nosotros.
—¿Por qué en el sagrado mundo, no? —Malvina estaba incrédula—. ¡Él es guapísimo!
El ceño fruncido de papá se convirtió en una mueca. —Por el amor de Dios, Malv, no quiero que mi hija se mezcle, o lo que sea, con ese Casanova adolescente.
Malvina suspiró profundamente y puso sus ojos en blanco como si tuviera doce años.
—Sólo estoy diciendo que ya que ella está abandonando su carrera artística, es probable que no encuentre un partido como él nunca más.
—¡Mucho mejor! —Respondió papá, seguido de un hmpf mientras se llevó un bocado de ensalada a su boca.
Los miré a los dos. —Discúlpenme. Pero estoy sentada aquí. Y en caso de que ambos lo hayan olvidado, soy un adulto legal, y soy perfectamente capaz de lograr mis relaciones… tal y como lo son. —Mi rostro enrojeció, asimilando el de mi padre. Probablemente ahora no era el momento para sacar a relucir mi nueva relación con Peter. Me aclaré la garganta—. Yo, eh, voy a terminar mi ensalada en mi habitación.
Peter dedicaba un momento para mí cada noche, de lo contrario estaba comprometido a ser un padre para Cara y estudiando para sus exámenes finales. Él me advirtió que iba a estar ocupado revisando sus exámenes y terminando la edición final de su investigación durante la próxima semana, pero luego su boca se elevó en una adorable sonrisa. —Pero a partir del viernes, soy todo tuyo.
***
Estoy encantada de tener algo que me distraiga, aunque eso signifique habitaciones de hotel, levantarme antes del amanecer, y pasar la mayor parte de mi tiempo con Pablo, conduciendo por Los Ángeles y sus alrededores. Hay un montón de horas de sobra fuera de nuestros horarios, e intercambio historias con Peter y le pido en voz baja que componga realidades alternativas de nuestras vidas —cuentos de hadas si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias o si nunca hubiéramos sido actores.
La historia que elabora esta noche, mi primera noche de vuelta en LA, supone que nos conocimos como estudiantes normales de la escuela secundaria —algo que ninguno de nosotros lo ha sido nunca. —Me gustaría haber sido un estudiante de último año a los diecisiete años en lugar de un universitario de segundo año. Y tú habrías tenido catorce años, un estudiante de primer año, con tus ojos enormes e inocentes. Aunque supongo que eso también te describe ahora. —Su sonrisa es burlona, pero cálida. —Así que tal vez no es tan difícil de imaginar.
Descanso mi cabeza en mis manos, bebiendo su rostro a través de la pantalla de mi portátil. —Tú habrías sido popular, sin embargo. ¿Por qué estarías interesado en una estudiante de primer año cuando podrías haber tenido a la chica de tu elección?
Él sacude su cabeza. —Te habría visto el primer día, tratando de abrir tu armario. —Él se refiere a la primera vez que me vio, en el pasillo del hotel en Austin—. Inmediatamente     intrigado, me acercaría, actuando cool pero temblando por dentro, pensando ¿Quién es esta hermosa chica? “¿Necesitas ayuda?” Diría, y tú me mirarías, sospechosamente. Retiraría tus dedos suavemente a un lado y diría “¿Cuál es tu combinación?” Pero tú serías demasiado inteligente para eso.
—¿Lo sería? —Me río—. Creo que lo olvidaría en ese momento, si tú me dirigieras la palabra.
Se ríe, también. —No, tú dirías, “Pero yo no debo decirle a nadie mi combinación de armario.” Y luego yo diría, “No te preocupes, puedes confiar en mí. —Su sonrisa es pícara. Me derretiría en un charco en el piso si él hubiera dicho tal cosa a una versión mía de catorce años.
—Después de más persuasiones y contra todo sentido común, me darías tu combinación y abriría el armario. Luego, me apoyaría en el casillero de al lado y diría “Sabes, requiero de una pequeña cuota por damiselas en apuros a la hora de abrir su casillero.” Tu desconfianza volvería con toda su fuerza, tus ojos entrecerrados ante la espera de que te diga la supuesta tarifa. Te diría que tienes que salir conmigo el viernes, porque hay una fiesta mandataria de orientación. Y puesto que tienes que ir, que mejor que ir conmigo. —Oh, listillo.
—Tendrías ese ceño fruncido como tantas veces lo tienes y dirías, “Huh.
Nadie dijo nada acerca de una orientación obligatoria… —Él tamborilea su dedo contra su barbilla y me río de su referencia a mi palabra favorita habitual.
—Así que yo diría “Oh, es sólo para estudiantes de primer año especiales, tienen que ser invitados por un estudiante de último año.” Ahora estás completamente convencida de que estoy lleno de mentiras. “Suena como un cargo de novatas a punto de ocurrir” dirías. “No, no, ¿por qué te mentiría?” Yo diría, derrochando el encanto de un chico de diecisiete años de edad.
—¿Eras así de cursi cuando tenías diecisiete años? —Pregunto.
Sonríe. —La. Estoy tratando de contar una historia.
—Lo siento.
—Entonces me dejarías boca abierto. Tú dirías “No lo sé. ¿Tú me mentirías?” Y yo vería a tus ojos y miraría todo lo que podría querer. Y diría, “Vamos a saltarnos la fiesta. Te llevaré a cenar. Y luego te voy a llevar a un lugar privado y voy a besarte hasta que me digas que me detenga.” ¿Cuál sería tu respuesta, Lali?
Apenas puedo respirar. —Oh… creo que, para el bien de la historia, probablemente estaría de acuerdo con eso.
—¿Crees? —Su boca le eleva en un lado y puedo decir que él me está mirando en su pantalla tan cerca como yo lo estoy viendo a él.
—No lo sé. Necesito más información acerca de la sección de besos.
Él sonríe. —Digamos que dices que sí, y vamos a cenar. Hablamos, y los dos estamos sorprendidos ante la comodidad que sentimos entre nosotros. Y luego nos metemos a mi coche y conducimos hacia un lugar desolado con una vista a nuestro pequeño y tranquilo suburbio. Totalmente privado, oscuro pero con un cielo lleno de estrellas… y mañana te diré lo que sucede después.
El ruido que proviene de mi garganta es mitad gruñido y mitad gemido y él suelta un hmms. —Necesito estudiar un poco más esta noche, si es que puedo ahora, y tú tienes que levantarte antes de la cinco de mañana y estar animada y presentable para la cámara.
Me importa un bledo si me veo animada o presentable. —Mmm. ¿Más, mañana? ¿No lo olvidarás?
—Por supuesto que no lo olvidaré. —dice sonriendo—. En este momento, tendré suerte si no hace camino hacia mi ensayo sobre La colonia perdida de Roanoke durante mi final para Los Principios de Asentamientos Coloniales de América. Lo puedo ver ahora: No hay evidencia de lo que sucedió con los 144 colonos… pero en mi sueño de anoche, llevé a Lali a pasear y llegamos a tercera base.
—¡Peter! —Me río, con las manos sobre la boca.
—Estoy bromeando. No iría hasta la tercera base en la primera cita, ¿La segunda tal vez? —Ríe suavemente cuando me tapo la cara completamente—. Es probablemente mejor que no me hayas conocido cuando tenía diecisiete años. Era una especie de chico hormonal. Pero creo que hubiera sabido lo suficiente para ser cuidadoso y lento contigo. Por lo menos, lo seré en esta historia, que continuará mañana…
Ahora no seré capaz de dormir.


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