sábado, 12 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 65

Poli
Ya casi hemos llegado al hotel cuando me llega un texto de Paula. Se trata de un enlace a una página web y nada más, y estoy bastante seguro de que voy a encontrar fotos de Paula y Pedro muy juntos. Voy a echarle un vistazo en cuanto esté en mi habitación.
—Por lo tanto, ¿Cena esta noche? —Le digo a Lali, y veo que está comprobando su teléfono también, y con el ceño fruncido. No responde—. ¿Lali?
—¿Hmm? —Levanta la mirada, hay preocupación en sus ojos verde-gris.
—¿Todo bien?
Pestañeando despeja su expresión distraída. —Oh. Sí. Está bien. Sí. Está bien.
Mis labios hacen una mueca. —Muy convincente. Ella vuelve a parpadear, y sacude la cabeza. —No es nada, de verdad. Sólo... no es nada.
Alguien debe haberle alertado de las fotos. No he hablado con Paula en un par de días, así que no tengo idea de cuánto éxito tuvieron ella y Mercedes la noche pasada, pero si la respuesta de Lali se debe a las fotos, la paparazzi personal de Paula tuvo que haber dado en el blanco.
El tráfico se atasca al llegar a la ciudad, así que no puedo hacer nada más que mirar a Lali un par de veces para medir su estado de ánimo.
Mirando por la ventana, su reflejo ya no tiene el ceño fruncido. Si bien no tengo ningún placer en molestarla, espero que ya esté lo suficientemente molesta como para romper con Peter, según lo previsto.
Marcando rápido a mi jefe, le digo que ya casi estamos allí.
—De acuerdo con el Garmin, estaremos allí de cinco a diez.
—Bien. Un guardaespaldas está esperando en el vestíbulo. Le diré que se mueva fuera, por si acaso.
George siempre es prudente, se lo agradezco. Muy pocos se le encabullen.
Las excepciones a eso son mis actividades de mujeriego ocasionales... como esa chica menor de edad que no le mencioné (gracias a Dios y Nico por eso).
Odio decepcionarle a George.
***
Los encargados del valet en el hotel son un par de chicos de aspecto aburrido con chalecos rojos. A cuatro metros detrás de ellos, nuestro guardaespaldas de nuestra estancia en San Diego sale del hotel, grande y rudo, con los brazos cruzados sobre el pecho y con su característica mueca intimidante. Podría intimidarte sólo frunciendo su ceño. Podría ser un peleador de lucha libre. No veo ningún paparazzi o fans, un alivio después de la salida precipitada del restaurante.
Los valet se animan cuando ven el Lotus. Normalmente, me siento posesivo de mis ruedas y odio entregarlo a los criados, pero estoy tan harto de este auto que no me importa. Le dije a mi padre que cambiaré de auto tan pronto como el estreno haya terminado. Definitivamente quiero un Porsche. John sugirió un 911 GT3.
Mientras Lali y yo salimos del auto, el guardaespaldas da pasos hacia adelante de los valet. Se echan hacia atrás, intimidados por el tamaño de su cuerpo.
—Señor Maritnez, señorita Esposito, soy Alek. Voy a estar acompañado por otro miembro del equipo de seguridad dentro de la siguiente hora, en caso de que uno o ambos deseen salir del hotel por cualquier razón, por separado o juntos. De cualquier manera, vamos a ocupar las habitaciones cerca de su suite y estaremos a su disposición durante su estancia en San Diego.
Las cejas de Lali se arquean. —Um, gracias, Alek. Es un placer conocerte. —Él le da la mano a ella, dándonos a cada uno su tarjeta y nos dice que lo llamemos antes de salir de la suite, así él o su colega nos puede acompañar a donde queramos ir.
Los valet intercambian miradas, claramente no están seguros si pueden acercarse a nosotros.
—Cuidado. —Digo antes de tirar las llaves de Lotus al más cercano. Alek tiene todo el equipaje, excepto la bolsa del ordenador portátil de Lali, que ella está deslizando sobre su hombro, y la mía, que me la da cuando cierra la tapa del maletero.
—¿Qué quiere decir con “la suite”? —Pregunta después de que yo pasé a un par de personas de veinte años y darle las instrucciones a los valet de que nos sigan.
Me encojo de hombros.
—Creo que vamos a averiguarlo en un minuto —Me encojo de hombros—. Producción hizo la reserva. —No pienso decirle que yo pedí especificaciones en dicha reserva, así que sé exactamente lo que “su suite” quiere decir.
Las puertas de entrada de cromo y vidrio se abren sin hacer ruido al acercarnos, y el gerente nos encuentra justo en el interior.
—Buenas tardes, señor Martinez, señorita Esposito. Por aquí, por favor.
La suite es un ático de dos dormitorios. Un botones sube el equipaje mientras recibimos las llaves y yo voy a firmar y escucho la mitad del camino cómo el gerente nos dice que cumplirá nuestras peticiones —nos está preguntando si necesitamos algo antes de que siquiera lo pensáramos.
Decido pedir algo de comer. Para mí: pollo asado y huevos duros del servicio de habitaciones disponible las veinticuatro horas, una ducha con una puerta de cristal, no cortina, sábanas de algodón egipcio de 1200 hilos, diez almohadas de plumas de ganso, dos edredones, flores frescas todos los días, limpieza en seco dos veces al día, un sistema de videojuego completo y juegos, controladores inalámbricos y baterías, una televisión de pantalla plana de mínimo 52 pulgadas, cuatro cepillos de dientes nuevos por día (diferentes colores), un rodillo de pelusa, y una caja de condones de marca Crown.
La lista de Lali: agua fría embotellada y un plato de fruta. Mierda.
En comparación, sueno como J. Lo. Afortunadamente, ella no parece estar escuchando, mirando fijamente la llave en la mano y pareciendo inquieta.
Una vez que vamos en un ascensor a la última planta —que requiere una de las claves para entrar en nuestra habitación, me apoyo en la pared con los brazos cruzados.
—¿Estás de acuerdo en que compartamos una suite? Supongo que la producción creyó su propio rumor. Para que lo sepas, he estado aquí antes, y las habitaciones dentro de la suite están completamente separadas.
El ascensor nos deja directamente en el salón, la pared de las ventanas de enfrente muestra una vista al mar sin obstáculos.
—Wau —dice. No creo que vaya a oponerse a la suite.
—Ven a ver. —Camino a la ventana. Cuando me sigue y mira, señalo a la izquierda—. México.
—Wau. —Repite.
—¿A qué hora quieres cenar? Podemos salir, o el chef puede venir y cocinar para nosotros. —Me tengo que reír al ver la expresión en su rostro, los ojos muy abiertos y la boca entreabierta—. ¿Estás segura de que deseas dejar todo esto para ir a la universidad, Lali? Apuesto a que tu agente ya recibe solicitudes diarias para papeles que alguien quiere que tú consideres...
Ella se da vuelta y camina hacia la gran sala, dejándose caer en un sofá.
—Muy segura. Y admito que es tentador. —Mira alrededor de la sala, con los dedos rozando la suave piel bajo su mano—. Esto es tentador. Pero hay cosas que no quiero dejar ir, incluso por todo esto—. Me siento frente a ella.
—Nunca he sido capaz de elegir mi propia dirección. Mi propio futuro. Lo que yo quería fue asumido, basado en opiniones de otras personas. Mi padre tenía buenas intenciones, pero con buenas intenciones no es suficiente, ¿Sabes?
No puedo seguir su razonamiento sobre el deseo de estudiar teatro en lugar de convertirse en una gran estrella de cine, pero es bastante fácil de entender su motivación por dirigir su propio destino.
—Sólo hay un problema con la fabricación de todas tus propias decisiones —digo, y me espera para dar más detalles—. Si cometes un error, ya sea de carrera, relación o vestuario. —sonrío y ella lo hace también—. No es culpa de nadie, sino el tuyo propio. Se toma toda la responsabilidad, todas las consecuencias.
Asiente con la cabeza. —Cierto.
—Así que vamos a cenar. Yo voto por pedir todo el menú. Muy pronto. Se ríe. —¿Cómo puedes pensar en comida otra vez? Voy a parecer un pedazo de carne si como igual que tú.
Flexiono un bíceps. —¿Estás diciendo que no luzco como un pedazo de carne?
*****
El texto de Paula es casi exactamente lo que yo pensaba que sería, fotos de ella con Pedro. Pero en lugar de ellos dos juntos, ella está de pie en el pórtico de su casa, sonriéndole y pasando los dedos por el pelo. Y luego entran a la casa. El artículo que acompaña es un conjetura sobre lo que estuvieron haciendo las tres horas y quince minutos que ella estuvo allí. Hay una foto perfecta de su salida del apartamento con su sonrisa de oreja a oreja.
Yo: Entonces, ¿La operación  Pedro salió como estaba planeado?
Paula: Su hija estaba allí.
Yo: Eh, ¿Qué?
Paula: Mierda.
Yo: ¿¿Tiene una niña?? Llamándote.
—¿Acaso Lali sabe? Por supuesto que lo sabe... ¿Qué diablos, Paula?
—Mi cabeza da vueltas. Estoy tratando de mantener mi voz baja, ya que Lali está en algún lugar en la suite con nada más que la débil puerta de mi habitación entre nosotros, pero estoy caminando como un loco.
—Pablo, no puedes decir nada de esto a nadie. Paula silbó.
—Él sabe que no puede mantener este secreto, ¿verdad?
—Por supuesto, pero tienes que prometerme...
—No voy a decir nada. Sabe de nuestro secreto indiscreto, después de todo. Es por eso que le dijiste, ¿No? —Obviamente. Tiene, de una extraña manera, sentido—. ¿Qué pasa con tu fotógrafa? De ninguna manera va a revelar eso.
Deja escapar un suspiro. —Ella no lo sabe y no voy a decirle… todavía. Quiero que las primeras fotos públicas de Cara sean de nosotros tres, juntos. Dejo de caminar. Tiene el plan tan elaborado que no puedo darle el crédito correspondiente. —Tú estás más allá de lo aterrador. Te das cuenta de eso, ¿Verdad?
—¿Qué quieres decir? —Sabe exactamente lo que quiero decir.
—Nada. —Nada, excepto que estoy contento de que ya no esté conmigo, sin manipulación—. Lali y yo estamos en San Diego. La semana que viene vamos a hacer un par en paradas en San Francisco y Ellen, y la semana después en Conan, a continuación, el estreno de la premiere. Está demasiado cómoda por el momento. Estoy a punto de hacerla perder la balanza, asegúrate de hacerle saber que yo todavía estoy interesado.
—¿Qué significa?
—Paula, tú sabes que yo no beso y cuento.
—Pablo no vayas a….
Sí, realmente no necesito oír toda esta diatriba.

Lali
Tras la chapata a la plancha con queso Brie, Pablo me pregunta por Marcus.
Admito que estábamos saliendo, y que él estaba en lo correcto al asumir que había roto con él justo antes de la desastrosa noche de la graduación.
—Entonces, ¿Por qué siquiera saliste con él? —Llena nuestras copas de vino y devuelve la botella al cubo de los hielos. Llegó un chef a hacer nuestra cena. Ella está en la pequeña cocina gourmet, así que nosotros estamos sentados muy juntos en el sofá y hablando en voz baja.
—Me sentía culpable.
Curva un extremo de su boca y baja su mentón —una mirada que me había derretido no hace mucho tiempo. —Continúa.
Me encojo de hombros, concentrándome en extender el Brie de manera uniforme sobre el pan de chapata. —Siempre es difícil romper con alguien.
Él coge el cuchillo untador de queso de mi mano cuando acabo.
—Así que, ¿Por qué no esperar hasta después de su fiesta de graduación para hacerlo? Le diste muchas más oportunidades de ser un gilipollas, y él las aprovechó.
Mi cara se calienta. —Estaba preocupada porque él esperara… que las cosas se volvieran más serias. —Levanto la mirada para ver cómo reflexiona sobre el continuo avance y retroceso que ocurre entre nosotros—. Pensé que lo mejor era ser honesta desde el principio.
Se ríe en voz baja. —La política de honestidad no siempre funciona tan bien, ¿Eh?
Frunzo los labios. —Bueno, en realidad, lo hizo. Después de eso ya no me sentí culpable. Supe, por cómo reaccionó, que había tomado la decisión correcta, incluso aunque la noche fuera miserable.
Mis palabras aplicaron a él en el otoño pasado tan bien como lo hacen con Marcus hace dos semanas, y sus ojos me dicen que lo sabe.
—Lo siento, ya sabes. —dice. Trago y lo ignoro cuando su mirada baja a mi boca y vuelve.
El camarero que llegó con el chef sale de la cocina y se detiene a unos pasos de distancia.
—Les ruego me disculpen. La cena está servida. —Señala a la pequeña mesa adornada con mantelería, porcelana y un romántico grupo de velas. Me preocupa otra vez que Pablo haya organizado todo esto pretendiendo que la producción es la responsable, y la repetición de su disculpa de marzo no hace nada para contradecir esta idea.
Justo cuando pienso que ha dejado pasar el tema, Pablo se reclina en su silla, girando la copa de vino con su mano y mirándome, con unos ojos tan oscuros como los de Peter, con poca luz.
—Entonces, ¿Por qué has roto con Marcus tan de repente? —Inclina su cabeza—. Hay alguien más, ¿No? Peter cree que tiene una cara de póquer eficaz, pero esta noche no es el caso de Pablo. O ha estado espiándome, o mis pensamientos son tan claros como el cristal para él. Podría mentirle en este momento, pero él lo sabría. Ya está sonriendo como si lo hiciese.
—¿Quién es? —Se inclina hacia mí, esperando.
De nuevo me salva el camarero al cambiar nuestros platos de ensalada por los de pasta pappardelle con champiñones asados, pero la tregua dura poco y Pablo no está pasando del tema.
—¿Y bien? Suspiro. —Es Peter. Sus ojos se abren un poco y se apartan de los míos por un momento.
—En serio. —Y luego sus ojos brillan, me miran y se apartan, como si supiese algo que yo no sé—. Hmm. Interesante.
—Interesante, ¿Por qué?
Niega ligeramente con su cabeza, después toma un bocado en su plato. Cenamos en silencio y espero a que se explique, pero no dice nada más. Al final, deja los cubiertos en su plato y se cruza de brazos. —Tengo una petición. 
¿Una petición? —¿Cuál?
—Si él lo jode, quiero otra oportunidad. —Antes de que pueda responderle, levanta una mano y añade—: No quiero una respuesta. Sólo quiero que sepas cual es mi postura. Y no voy a intervenir en nada de lo que los dos estén haciendo. —Luego, sonríe, con una expresión lejos de lo angelical—. A menos que me lo pidas.
***
Peter dijo hace dos días que Paula estaba visitando Nueva York — reuniéndose con gente para planear la película que quiere filmar a finales de verano. Cenaron juntos ayer y por eso él llego tarde a nuestra cita en Skype— Él estaba completamente receptivo al hecho de que ella había ido y pasado un par de horas con él y con Cara. Y yo estaba bien con eso.
Hasta que hoy temprano recibí un mensaje de Cande en el móvil con un enlace a las fotos de los paparazzi de los dos. De repente, su leal amistad con ella, no era tan fácil de digerir. Por un lado, se conocen el uno al otro desde hace años y tienen un historial de apoyo mutuo que no espero retar. Por otro lado, mi mejor amiga está muy enfadada, diciendo que no es mejor que Pablo.
En su último mensaje de texto me hace una pregunta a la que no puedo responder: Nunca te contó que tuvo una NIÑA. ¿Qué más te está ocultando? Es verdad —Sólo sé lo que él me cuenta, y mi corazón no tiene ningún problema en fiarse de cada palabra que dice. Pero fui una idiota con Poli. Fui una idiota con Marcus. ¿Qué pasa si estoy siendo una estúpida con Peter, pero no lo sé todavía?
Todo lo que podía esperar era que las fotos no pareciesen tan malas en una pantalla grande como lo hicieron en mi teléfono. Una vez que Pabloy yo nos registramos en el hotel y me encerrase en mi habitación, busqué en los enlaces en mi portátil. En mi pantalla de 38 pulgadas, son definitivamente peores.
Peterse encuentra en la puerta de su casa —un lugar en el que nunca he estado— sonriendo a Paula, mientras ella le enreda sus dedos en el pelo, sus pechos rozando el de él. No hay ninguna incomodidad o irritación en su rostro.
Él parece estar bien con ella tocándole de esa manera. Yo no estoy bien con eso.
Sabiendo que tenía unas horas antes de nuestra cita en Skype, pasé la tarde descansando, leyendo, y viendo como Pablo jugaba videojuegos, seguido por la cena y acabando con la declaración salida de ninguna parte de Poli. Me había pedido que no le respondiera aún, y no lo había hecho.
Parecía casi seguro que Peter iba a meter la pata. En el mejor de los casos, él había visto las fotos; en el peor, su nueva y mejorada relación con Paula le hace conocedor de información que no tengo. Su acusación indirecta plantó una semilla de duda que no puedo rechazar completamente, no tanto como querría.
A las 9:00, me conecto y estoy tan feliz de ver la cara de Peter que casi quiero ignorar toda la confrontación.
—Hola. —dice sonriendo.
A las 9:01 recibo un mensaje de texto de Cande: Por cierto, no tienes permitido ignorar esto. PREGÚNTALE.
—Hola. ¿Has acabado con los finales?
Suspira profundamente. —Sí. Un artículo más que terminar y habré acabado. ¿Cómo estás tú? Cómodamente en tu habitación del hotel, ya veo.
—Sí. Estoy preparada para despertarme al amanecer de nuevo. Me he levantado antes de las 5:00 todos los días de esta semana.
A las 9:02, Can demuestra lo bien que me conoce con otro mensaje: Lo digo en serio, La. PREGUNTALE.
Me muerdo el labio, pensando las palabras que iba a usar.
—Peter, umm, Candela me ha mandado un enlace a unas fotos… Espero que sepa sobre ellas ya, que pueda explicármelas.
—¿Qué fotos?
—¿De ti y Paula? —Odio la inflexión en mi voz, como si fuese una pregunta inofensiva.
—¿Pau? No lo entiendo. —No lo sabe. Maldita sea.
—Te voy a mandar el enlace.
Mi corazón está latiendo mientras le veo abrir su navegador y hacer click en el enlace, no tiene sonido, solo se escucha como teclea en su portátil. Es obvio cuando el enlace se está cargando —frunce el ceño y se ve molesto
—Qué diablos. Esto fue ayer por la noche. —Examina las tres fotos de cerca, explora de lado a lado la pantalla a la vez que lee la historia que las acompaña. Espero silenciosamente su respuesta.
Finalmente vuelve a la ventana del Skype, y mi primer instinto es esconder mi rostro.
—Lali, tu sabes que nada de esto es cierto, ¿No?
Esto es lo que quiero que diga. Exactamente lo que quiero que diga. La última cosa que quiero ser, es una chica pegajosa que es tan insegura que no puede soportar que su novio hable con otra chica, pero no puedo dejar de lado mi inquietud.
—Pero las fotos, la manera en que te está tocando… —Un golpe suena en mi puerta y me alegro de escapar—. Solo un minuto.
Cuando abro la puerta, Pablo se encuentra fuera con el menú del servicio de habitaciones en la mano.
—Oye, ¿Quieres algo para…? ¿Qué te pasa, Lali?
Sacudo la cabeza, sintiéndome como una idiota e intentando no llorar.
—Estoy bien.
Lanza el menú a una silla y apoya sus manos en mis hombros.
—¿Qué sucede?
—Estoy bien. —Repito, dando un paso atrás y cogiendo el menú. Se lo devuelvo—. No tengo hambre, pero gracias.
Ve mi portátil abierto en la cama y arquea una ceja. Su voz se reduce a un susurro.  ¿Hablando con Ped...Peter?
Asiento.
Me coge de la barbilla, me mira a los ojos, y en el mismo tono me dice—: Ven a hablar conmigo cuando hayas terminado, si lo necesitas. Fantástico. Definitivamente ha visto las fotos.
Asiento de nuevo, por lo que se va, y cierro la puerta tras él. Peter entrecierra los ojos cuando vuelvo. —¿Ese fue Pablo?
—Sí.
—¿Por qué ha venido a tu habitación?
Digo mi respuesta antes de considerar las implicaciones de la misma.
—Estamos en una suite.
Me mira en silencio, alejándose poco a poco de la webcam, volviéndose borroso. Se pasa la mano por la curva bajo su boca como si estuviese, literalmente, impidiéndose hablar. Mueve los dedos y se le escapan dos palabras:
—¿Una suite?
—Hay dos dormitorios. —Mi voz sale a la defensiva. Está cuestionando que Pablo comparta un cuarto de estar conmigo una noche, cuando todo el mundo está viendo sus fotos con Paula pegada a su pecho mientras ella le mira, sus dedos acariciando su frente de una forma íntima.
—Impresionante.
—¿Qué estás insinuando, Pedro?
Respira profundamente. —No estoy insinuando nada. Es solo que no confío en él. —Aparta la mirada de la pantalla, en silencio desde su declaración, y su imagen en mi monitor sigue estando muy lejos como para adivinar sus teorías. Su retracción física es lo suficientemente fácil de leer, incluso a miles de kilómetros de distancia.
Una sensación me impide responderle. Que no confíe en Pablo no debería hacer que Peter dejase de confiar en mí.
Finalmente, mira a la pantalla y se acerca más, me trago el nudo que tenía en la garganta, que se desliza por mi tráquea.

—Tengo que terminar y entregar un trabajo de investigación esta noche, así que hablaremos mañana, ¿De acuerdo? —dice, y asiento y le susurro buenas noches.

2 comentarios:

  1. Se ve venir a kilometros lo que va a pasar. Y me parece trillado.

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  2. No pueden ser tan boludos y no darse cuanta de lo que hacen lo otros dos! Se lo dicen ellos solitos con letreros rojos!!!! Más!

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