domingo, 13 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 67

Lali
Llamé al hotel esa mañana, para asegurarme de que Pablo y yo habíamos reservado habitaciones separadas para las dos noches en San Francisco. No porque no me fiara de Pablo, sino porque Peter no lo hace.
Lo que me molesta, pero lo entiendo. Las relaciones que hemos tenido con Poli y Pau hacen que estalle esa pequeña vocecilla en cada uno de nosotros.
El jueves por la noche, después de que Peter me enviara un mensaje y me dijera que me extrañaba, respondí que lo echaba de menos, también. Y luego me acosté en la cama, releyendo nuestros antiguos mensajes, hasta aquel en donde le pedí que nos encontráramos esa mañana, antes de que papá y yo nos marcháramos de Nueva York. Él no había contestado, pero había ido. Esa mañana, lo quería en mi vida, tanto, que estaba dispuesta a aceptar los términos de sólo amistad, dispuesta a tragarme mi deseo, a pesar de que el
pensamiento de él con otra persona me provocara un dolor profundo en el alma.
No sería capaz de hacer eso ahora. He llegado demasiado lejos. Quiero demasiado.
Pienso, también, sobre la petición de Poli. La ignoré, porque creo que Peter no va a estropear esto. Y entonces me imagino a Paula, presionada contra él, tocándole, y me digo por enésima vez que no me está mintiendo.
Pero me preocupa que él se esté mintiendo a sí mismo.
Ojalá nunca hubiera visto esa foto. Pero me temo que sería mucho más fácil de olvidarlo si no hubiera grabado la imagen a fuego en mis ojos con colores muy vivos. Además, desearía que Cande nunca lo hubiera visto. No olvidará el hecho de que omitiera el asunto acerca de Cara, incluso, cuando le digo que no lo ocultaba, sino que fue precavido, y sí, había una diferencia.
—Cande, confío en él. —Ella resopla.
Tal vez oye el miedo en mi voz. Porque eso es lo que es, no es desconfianza. Es miedo.
Cuando inicio la sesión en Skype, Peter me está esperando.
—Diez días más. —Sonríe.
Hablamos de nuestros días. Llevó a Cara al parque. Tuve mi primer cacheo, ligeramente traumático, en el aeropuerto.
—Por extraño que parezca, el hecho de que usara guantes de látex no me hizo sentir mejor. Se detenía y decía, 'zonas sensibles', cuando estaba a punto acercarse a algún lugar que no dejo que nadie me toque. —Me sonrojo cuando me doy cuenta que no es del todo cierto, y aunque mi cámara no revela mi rubor en el tono de mi piel, debe estar mostrando algo, porque Peter arquea una ceja.
—Hmm.
—¿Qué?
Él mueve la cabeza lentamente.
—Creo que tal vez has sido una viajera muy traviesa, Lali.
Caigo sobre el colchón riéndome, con vergüenza y emocionada.
—¡Nada de guantes azules! ¡Por favor! —digo desde mi posición, boca abajo. A lo sumo, puede ver el borde de mi cadera.
—Ya conoces las reglas. —dice—. Sin latex, no hay amor. Me incorporo.
—No puedo creer que hayas dicho eso después de lo que he pasado hoy.
Se ríe otra vez mientras hago una mueca.
—No pude resistirme. Lo siento.
Me dice que él ha pasado por un cacheo y un par de escáneres corporales durante el viaje, y cada vez que usa una camiseta en particular para volar, parece provocar una aleatoria revisión del equipaje.
—Es extraño. La camiseta de Radiohead equivale a una revisión de equipaje. Cada. Vez. Estoy un poco preocupado de que la próxima vez revisen cavidades corporales.
Hablamos unos minutos más, y luego se aclara la garganta y dice: —Um, tengo que decirte algo.
Su tono de voz me dice que esto no es algo bueno. Durante un par de segundos, no puedo respirar. Mi corazón suena como un ruido sordo en el pecho.
—Está bien.
Peter toma una respiración profunda.
—Ya sabes que voy a graduarme el miércoles.
Asiento con la cabeza.
—Sí.
Tengo la sensación de que esto no es acerca de las felicitaciones. —Paula va a venir a la ceremonia. —Se pasa la mano por el pelo—. Tendría que habértelo dicho antes, pero, honestamente, olvidé sus planes de venir cuando hablamos, y no quería avisarte por mensaje.
Paula va a asistir a la graduación de Peter. Frunzo el ceño.
—¿Cuándo la invitaste?
—No lo hice, en realidad, ella simplemente se ofreció la semana pasada. Nos encontramos justo antes de que empezara en Columbia, y supongo que simplemente quiere mostrar su apoyo…
—Lo entiendo. —Le interrumpí antes de que ofreciera más detalles sobre su año dedicado a la amistad—. Ustedes son muy cercanos y han estado así durante años antes de conocerme, por lo que no hay nada de lo que preocuparme.
Sólo de los celos. Celosa es lo que quiero decir. Pero estoy preocupada. Estoy celosa. Soy Lali, el monstruo de ojos verdes.
—La, no quiero que te molestes...
Demasiado tarde.
—No está pasando nada entre Paula y yo, no más de lo que está pasando entre tú y Pablo.
Se me corta la respiración.
—Eso no es lo mismo en absoluto.
—Tienes razón, no lo es. En realidad has intimado... con él. —Se da cuenta en la mitad de la frase en lo que se ha metido, pero es demasiado tarde para retirarla.
—¿Qué es exactamente lo que quieres decir?
Él no me está mirando a la cara desde su pantalla. Sus ojos se han alejado. Así que espero. Finalmente, entrecierra los ojos hacia mí, viéndose oscuros e ilegibles.
—Creo que no sé lo que quiero decir. Sé que no es de mi incumbencia, y no tengo derecho a preguntar.
—¿Preguntar qué? ¿Preguntar si me he acostado con él?
Un músculo se tensa en su frente.
—No te lo estoy preguntando, Lali. No es de mi incumbencia.
—¿Así que no te importa?
Suspirando, se recuesta de nuevo contra sus almohadas. Odio cuando hace eso, porque no puedo ver su cara claramente.
—Por supuesto que me importa. —Su voz es tan suave, y no sé si es porque él está hablando en voz baja, o si es sólo porque se está alejado del micrófono portátil.
—Está bien. Así que no es de tu incumbencia. Pero no lo hice. —No le digo lo cerca que estuvimos. No tiene por qué saber eso. Sus ojos se cierran y deja salir otro suspiro—. Tu turno. —Le digo. Un pliegue aparece entre las cejas.
—¿Mi turno para qué?
Inclino mi cabeza.
—Tú. Y Paula.
—No. —No hay ninguna duda—. Nunca me he acostado con Paula. Pensé que te lo dije, la mañana que hablamos por primera vez acerca de todo esto…
—Me dijiste que no la amabas. Nunca dijiste que no te hubieras acostado con ella.
Nos quedamos en silencio después de este intercambio, y el enorme espacio entre nosotros se siente eléctricamente cargado. Mi garganta se cierra y aunque me siento aliviada, siento ganas de llorar.
—¿Lali, que pasa, nena?
Nunca me ha llamado así. Cerca de la webcam, ahora, sus ojos se ven preocupados.
—Lo siento. No quiero que te sientas...
—¿Insegura? —Las lágrimas caen por mi mejilla y me las limpio con el pulgar.
Sacude la cabeza.
—No eres insegura. Esto es nuevo para nosotros —Esta relación. Y estamos tratando de construirla desde la distancia, después de meses de separación... —Se pasa la mano por el pelo y hace un sonido de frustración—. Es difícil. Pero no es imposible. Siento mucho lo de Paula, y el haberte preguntado por Pablo…
—No lo hagas. Quiero que lo sepas. —Mi voz suena baja—. Necesitas saberlo, ¿verdad? Esa será la primera vez para mí...
—Supongo que sí, sí. No había... realmente pensado de esa manera. Yo nunca he, eh... —Se muerde el labio, sus ojos se mueven hacia abajo y de vuelta hacia arriba, para ver mi cara en su pantalla—.Nunca he estado con una virgen.
Mi mente está divagando, pero sin llegar a ninguna conclusión en absoluto.
—Oh.
Se frota la cara con la mano.
—Dios. —Murmura—. Voy a hacer que no quieras tener nada que ver conmigo.
—Peter —digo, y él mueve la mano hacia su boca, dejando al descubierto sus ojos, mirándome—. Confía en mí. Eso no es posible.

Poli
Lali y yo nos reunimos en el vestíbulo a las 5:00 am para la primera entrevista de la cadena local. Tenemos una segunda el martes, seguida de una entrevista de radio en vivo por la tarde. El jueves, vamos a grabar con Ellen.
Cuando le digo a Paula que se lo he dicho a Lali—que quería otra oportunidad, si Pedro la fastidia— ella se asusta.
—Oh, Dios mío, Pablo. Mierda. Ese fue un enorme riesgo... pero tal vez ella automáticamente volverá contigo cuando se dé cuenta que él está conmigo.
—Ese fue mi idea. —Estoy accediendo a los canales de televisión apagados, reclinándome contra un montón de almohadas en la cama del hotel. Lali está al final del pasillo. Le envié un mensaje de texto antes, diciéndole que estaba aquí, y sugiriéndole que nos encontráramos en el vestíbulo, mañana por la mañana. He hecho planes para nosotros, mañana por la noche, así que estoy dándole un espacio sin presiones esta noche.
—¿Pero te respondió?
—Le dije que no quería que lo hiciera. Que sólo quería que ella supiera dónde estaba. —Dejando la televisión sintonizada en videos musicales, bajé el volumen, hasta un sonido poco audible. Lali reproduce videos en el fondo, en su habitación de hotel, como una especie de banda sonora de su vida, y me he preguntado pero olvidado, el preguntarle si lo hace en casa, también.
—Entonces, ¿Qué te hace pensar que le amas?
—¿Qué? —Su voz suena confusa.
No sé si he heredado la capacidad para argumentar o simplemente la tengo como resultado de haber crecido con un abogado, como sentido de auto- preservación. Ya estoy imaginando lo que Paula podría decir, y lo que yo rebatiría.
—Has dicho un par de veces ahora que eres la “correcta” para Pedro. ¿Crees que lo amas?
Ella se quedó en silencio durante un buen rato y creo que está a punto de decirme cómo se siente acerca de él, no es de mi incumbencia y que me vaya al infierno.
—Lo hago.
—¿Por qué?
—¿Por qué, Pablo? —La exasperación satura sus palabras—. No entiendo lo que quieres saber, eso no es asunto tuyo. Pero estoy de buen humor. Entonces, ¿Por qué, qué?
—¿Por qué crees que lo amas? —Enfatizando el “crees”. Lo cual capta.
—Esa es una manera extraña de decir eso. —Reflexiona—. Por qué crees que lo amas, en vez de por qué lo amas.
—Sabes que no creo en el amor. —Guau, eso salió un poco amargo. Herido, incluso. Mierda.
Ella se queda otra vez en silencio. Y luego dice:
—Fue mal para ti.
—Sí, bueno. Sabes cómo terminó. —Maldita sea. ¿Por qué le estoy diciendo esto a ella de todas las personas? Se queda otra vez en silencio y me gustaría no haber hecho nunca la pregunta.
—Kathryn me dijo una vez que amar a alguien significa que quieres lo mejor para ellos. Y yo soy lo mejor para él.
Kathryn es la madrastra de Paula —una de ellas. Es la más cercana a Paula. Irónicamente, no tienen ninguna relación, en absoluto, porque Kathryn fue la primera esposa de su padre, pero por alguna razón siempre han sido cercanas. Lo cual es bueno, porque la madre de Paula es una zorra loca.
—Eso suena como lógicamente complicada para mí. Mi padre diría que es un conflicto de intereses para uno, el decidir que eres lo mejor para él. —Y ahí estás mi alter ego de nuevo.
—¿Estás tratando de hacerme sentirme mal con esto? Ya que nunca alejarás a Lali de él si no tienes éxito. Guau —evita mi argumento de pleno y deja caer un insulto.
—No, no lo estoy haciendo. ¿Has oído hablar del abogado del diablo? ¿Y qué demonios, Paula? Maldita sea, sé que crees que él es mejor que yo. Lo pillo. No tienes que dejarlo claro cada vez que hablamos.
Deja salir un suspiro.
—Esta conversación se nos ha salido de las manos. Mira, somos aliados en esta pequeña aventura, pero no somos amigos. Cuando esto termine, no me importa si alguna vez hablo contigo de nuevo y estoy segura de que sientes lo mismo.
—Malditamente cierto.
—Entonces, vamos a dejar de fingir que somos los mejores amigos y centrémonos en lo que estamos haciendo. Esta semana versa sobre mí, ganándome a su familia —Dios mío, qué dolor en el culo será—, y tú sigues estando emocionalmente disponible para Lali. Mientras, mantén la polla dentro de los pantalones.
—Realmente tienes una habilidad especial para las palabras. ¿Lo sabes?
—Soy franca. Demándame.
***
Sabía que a Lali le encantaría la marisquería de Union Square, con su arquitectura centenaria y un interior parecido a una fantasía bajo el mar. Una mirada a su cara al entrar, confirmó mi suposición. Estamos rodeados por paredes de vidrio, en una sala semi-privada que reservé, donde podemos observar el resto del lugar, mientras que el guardaespaldas que nos acompañó bloquea la puerta y a las posibles intrusiones.
—Me siento como si estuviéramos dentro de un acuario. —dice Lali, inclinándose hacia delante—. Sigo esperando que alguien toque en el cristal o nos haga gestos.
Hemos pedido caviar, ostras en su concha y sopa cremosa de tomate, con el plato principal y postre para terminar. Lali se ha comprometido a estar a diente desde el momento en que llegue a casa mañana por la tarde, hasta el jueves por la mañana, cuando nos encontraremos en Burbank para grabar con Ellen.
Me apoyo sobre mis codos después de que el camarero recoja y traiga los segundos platos.
—Así que, ¿Cuándo comenzaron las cosas con Pedro? —Esperaba asustarla con esta pregunta, pero no había previsto el rubor que inundó su rostro. Mis ojos se entrecerraron—. Espera... ¿Fue antes de esa noche en el club? —La noche que Pedro amenazó con patearme el trasero si hería a Lali. Lo que no le voy a contar a ella, porque a las chicas les encanta esa
mierda.
—¿Qué? —El rubor se intensificó hasta que tuvo la apariencia de quemadura solar.
No tenía ni idea que tenía algo como una conciencia hiperactiva. Por supuesto, yo no sabía que ella fuera capaz de lo que ese rubor suponía, tampoco. ¿Ella y Pedro se estaban enrollando mientras yo la perseguía?
Mierda santa. Mira fijamente a su regazo y yo me estoy debatiendo entre sentirme divertido, como el infierno, o seriamente cabreado.
—Así que, ¿Estuvieron jugando un poco antes de que rompieras conmigo?
Pensándolo bien, no me siento del todo divertido. Controlar mi expresión es anormalmente difícil, y las paredes del acuario de repente son la peor idea del mundo.
—No. No fue así. —Levanta la mirada, directamente a mis ojos. A pesar del enrojecimiento con forma de tomate en la línea del cuello de su suéter, parece sincera, aunque soy probablemente la última persona competente para juzgar la honestidad o la falta de la misma en cualquier persona.
—Nos besamos una vez, antes de que tú me besaras. Quiero decir, antes de que me besaras, dentro de nuestros papeles de Will y Lizbeth. Nada más. Al igual que una presentación de diapositivas pasando a través de mi cabeza, recuerdo esas fotos de         ellos en Austin, corriendo juntos o preparándose. Y luego, las miradas que compartían cuando Paula y yo nos dábamos cuenta, y la manera protectora en que a veces él actuaba a su
alrededor. Me doy cuenta, pero no en ese momento, que parecía aún más protector de lo que era con Paula. Ahora todo parece ser una evidencia, y no estoy seguro de creerla.
—Esta es la pregunta inevitable, sobre todo dado el hecho de que ambos tienen algo ahora, ¿Por qué empezaste una relación conmigo, en vez de con él?
Los ojos regresan a su regazo, su voz suena baja.
—Fue por esa foto tuya y mía en el concierto. Pensó que ya estábamos juntos. —Se encoge de hombros—. Después de eso todo se complicó, y él decidió no entrometerse.
Así que dio marcha atrás y me dejó tener una oportunidad con ella, sin ser una competencia. Interesante.
—Hmm. Eso parece un poco... sacrificado.
Frunce el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Me inclino más cerca, mirando directamente a sus ojos, mi voz tranquila y contenida, pero con un borde subyacente que sé que detectará.
—No hay manera en el infierno de que le hubiera dado la misma consideración si nuestras posiciones se hubieran invertido. —Veo como mis palabras calan hondo y luego me echo hacia atrás un poco, reduciendo la tensión física lo suficiente como para convencerla de que estoy hablando en pasado. Probablemente.
Se aclara la garganta.
—Supongo que él no es de esa forma, bueno, competitivo.
Hablando como una verdadera hetero-feminista —la chica que dice que admira que los chicos carezcan de ese gen alfa-agresivo, mientras que sueña con un hombre que la presione contra una pared y la bese dejándola sin aliento antes de decirle que cierre la boca y se sujete.
—Así que, ¿Tú y él se reunieron, cuándo… después de que tú y yo lo dejáramos el otoño pasado?
Si eso es cierto, estaban juntos cuando expresé esa disculpa servil y le pedí otra oportunidad. No estoy seguro de lo que sería peor, decir esas cosas sin ninguna oportunidad en absoluto, o decirlas cuando ella era libre y sin ataduras, pero se negó después de todo.
—No. Me encontré con él en una cafetería en Nueva York cuando estuve allí hace un mes, visitando las universidades. —Deja de lado la parte de Pedro-tiene-una-hija, ya que era previsiblemente mejor mantener los secretos de otras personas de Paula, aunque sospecho que Paula revela sólo lo que quiere.
Nos quedamos en silencio, mientras que nos presentan los terceros platos y rellenan los vasos.
—¿Les gustaría algo más? —Pregunta el camarero, y nos miramos el uno al otro y sacudimos la cabeza.
—No, gracias, hombre, estamos bien.
Me imagino a Lali encontrándose con Peter en alguna cafetería atestada de Manhattan, con su hija junto a él, y me pica la curiosidad por preguntarle lo que pensó cuando se enteró. O ¿Cómo es que salió el tema?
¿Qué chica de dieciocho años de edad, quiere que su novio tenga una hija en secreto? ¿Y cómo diablos terminó cargando con ello? No puedo imaginar la reacción de mis padres si se hubieran encontrado con que Paula estaba embarazada (no lo hicieron) y luego yo dijera: “Ah y, por cierto, quiero ocultarlo”.
Habría sido puesto bajo observación psiquiátrica antes de que pudiera soltar una sola palabra más.
—Es una extraña coincidencia encontrarse a alguien en Nueva York. — Espeto.
—Mmm hmm.
—Así que, ¿Cuándo tienes planeado mudarte allí? ¿En el otoño?
—Sí... tal vez antes de eso.
—¿Oh?
Ella toma un bocado de su plato de halibut de Alaska, tan apetitosa como cualquier otra cosa, creo. Tomo un bocado de setas maitake y espero a que siga.

Lali
No estoy segura de como Pablo consigue que le revele información que podría no ser importante, pero sigue siendo personal. Tiene esta manera de plantear las preguntas, como si simplemente fuera curiosidad, como si fuéramos viejos amigos, no es tan grave, y después
suelta el boom y me siento impulsivamente contando cosas acerca de Peter y de nuestra relación. Entonces me doy cuenta y pienso maldición, ¿Cómo sucedió?
Ni siquiera he tocado el tema de mudarme a Nueva York con Peter y acabo de mencionárselo a Pablo, quien está comiendo del atún a la plancha, mientras espera a que continúe con otro anuncio desenfrenado de mi vida privada. El silencio se extiende, tenso entre nosotros y finalmente le miro con fijeza. Sus ojos de color azul oscuros me observan muy de cerca y sus labios, apretados firmemente, me dicen que se está divirtiendo.
—¿Qué es gracioso?
—Tú, al darte cuenta de que has dicho más de lo que querías decir. — Suspiro y me echo a reír y él se ríe, también.
—¿Cómo haces eso? —Se encoge de hombros, sin vergüenza, como siempre.
—Fui criado por un maestro de los interrogatorios. Además, soy astuto.
—Sí, lo eres. Tengo una idea. ¿Podemos hablar de ti? —Sonríe.
—Está bien. ¿Qué quieres saber? —Pongo el puño debajo de mi mentón, al estilo pensativo.
—Hmm. Muy bien. Dijiste hace unos días que tú y Paula habían llegado a un entendimiento. —El otoño pasado, nunca habría pensado que ambos pudieran coexistir en la misma habitación durante mucho tiempo. Ahora están intercambiando bromas y actuando de forma normal. Es extraño—. ¿Qué querías decir con eso?
Sus cejas se arquean.
—No nos llamaría amigos. —Lo miro y él sabe que estoy esperando algo más de respuesta—. Pero, como he dicho, hemos decidido llegar a una especie de tregua. Lo que pasó entre nosotros fue hace mucho tiempo. Éramos críos.
No soy tan buena en esto como Pablo, porque cuando se queda callado, no sé cómo presionarlo más. Más que eso, estoy enfrentándome al conocimiento de que mi verdadera razón de cotillear tiene todo que ver con Peter. Ha enredado su historia y me he sentido excluida. Hasta este momento, ese sentimiento de ser excluida era inconsciente. Como si yo hubiera querido ser parte en ese choque de trenes.
—¿Qué, hay otras preguntas, consejero?
Mis pensamientos están llenos de Peter y lucho por no ver mi teléfono para consultar la hora. Pablo me prometió que me llevaría a tiempo. Su sonrisa es demasiado intensa para       ignorarla, incluso si él está jugando con condescendencia.
—Tengo una pregunta más crítica. —digo y él se pone recto, todo oídos.
Suprimiendo la necesidad de reírme, me las arreglo para plantar una expresión de desconcierto en mi cara—. Así que... ¿Es el amarillo tu color favorito, o qué?
Él gruñe con buen humor.
—Te lo juro, voy a deshacerme de ese coche la próxima semana, justo después del estreno. Te diría que estoy estudiando la posibilidad de cambiar de modelos, pero es probable que no estés interesada en hablar de las marcas y especificaciones técnicas. Basta decir, que no será amarillo.
Arqueo una ceja.
—¿Es una bonita forma de decir que no tengo la menor idea de qué estás hablando?
Se ríe, vuelve una palma hacia arriba.
—Bueno... a menos que te hayas convertido en una aficionada de coches en los últimos meses...
Recuerdo a Stan, del curso mecánico de Instituto Prejuicio, que pasó medio día enseñándome a destrabar el capó de ese coche para una escena.
—Er, no, yo no diría eso. Sin embargo, puedo conducir, siempre y cuando se trate de un motor… ummm… ¿Automático?
—De transmisión. —Se está riendo otra vez—. Sí, Lali la entusiasta de los coches… no mucho.
—Supongo que es algo bueno que me vaya a mudar a Nueva York, donde no necesitaré un coche.
Su sonrisa se tambalea, pero se recupera rápidamente.
—Si te opones con tanta fuerza al amarillo, ¿Cómo vas a aguantar tomar taxis por todas partes?
Sonrío.
—Estaba pensando que en realidad podría aprender a usar el metro.
—Una de esas cosas normales y cotidianas que nunca seré capaz de hacer: usar el transporte público. —Escupe.
—Por supuesto que no, especialmente con tus odio-a-los-acosadores-de- Pablo-Martinez.
—¿Mis qué?
Mierda. Me olvidé de que él no era consciente de la orden de Ángela para sus fans.
—Er, nada. Parece que te gusta ser reconocido donde quiera que vayas, sin embargo.
Se encoge de hombros.
—Tiene sus ventajas. Y es parte del trabajo. Cualquier persona que no entienda que viene con ello, es poco realista.
—Tal vez. Pero no todo el mundo es tan famoso y reconocido como tú. —
La mayoría de los actores no lo son. Peter y yo no tuvimos mucho problema corriendo por las mañanas por las mañanas, pero él no podía ni siquiera salir del hotel sin ser atrapado por los fans.
Él juguetea con la cuchara, girándola entre sus dedos, hacia dentro y fuera.
—A la gente le encanta lo que hago y me encanta hacerlo. Esas son las partes más importantes de la ecuación. Y soy lo suficientemente rico como para comprar más soledad, si siento la necesidad de privacidad, así que no puedo quejarme. —Inclina la cabeza, observándome de cerca—. Serás reconocida en todas partes una vez que salga Instituto Prejuicio. Pero si no haces más películas, probablemente desaparezca. ¿Es por eso que querías salir?
—No. No tengo miedo de la fama, a pesar de que nunca me sentiría tan cómoda como tú. Pero sí anhelo algo de normalidad. Estoy muy entusiasmada con ir a la universidad. Asustada, pero emocionada. Y me encanta la idea de actuar en un escenario en lugar de en frente a una cámara. Después de la universidad, creo que haré lo que todos los demás. Sopesar mis opciones y tomar la mejor decisión que pueda con el tiempo.
Él asiente con la cabeza.
—Justo lo correcto.



No salimos campeones, pero no importa!!!

#OrgulloArgentino!!!!!!!! ♥♥♥ 

Besos
Lunis♥

2 comentarios:

  1. masssssssss me encantooooooooooooo. besossssss para los argentinosssssss y mucho animoooooooooo se les quiereeeeeeeeee

    ResponderEliminar