miércoles, 23 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 03
Él observó cómo se alejaba. ¿Debería habérselo dicho? Probablemente, pero la tentación había resultado ser demasiado fuerte como para resistirse, y seguía siéndolo. Observó el pasillo vacío y entró, pero no se dirigió hacia la fiesta, sino hacia las escaleras a toda velocidad. Un ataque de lujuria. No había tenido uno tan fuerte... bueno, jamás, qué él recordara. Apenas llevaba tiempo de vuelta en su tierra natal y ya se sentía tentado por una Venus extranjera. Llegó al piso de abajo, incapaz de disimular la sonrisa cuando entró en el vestíbulo.

Lali respiró aliviada. No podía «tener un poco de diversión», como le había sugerido Rochi.
Aquél era un buen momento para escapar. Absorta en sus pensamientos, salió del ascensor y se topó con la figura que estaba de pie ante ella. Unas manos firmes la agarraron por los brazos, y sintió la nariz dolorida al golpearse contra aquel torso cubierto por un jersey de lana, que era lo único que podía ver.
—Oh, lo… —dejó de hablar al levantar la cabeza y ver al hombre de los ojos verdes. Frunció el ceño al ver su sonrisa—. ¿Qué? —preguntó, incapaz de disimular su irritación.
— Voy a llevarte a casa —dijo él con cierto tono de autoridad.
—Me parece que no.
—Claro que sí.
—No puedes conducir —dijo Lali frunciendo más el ceño—. Has estado bebiendo.
—He tomado una copa en toda la noche y había comido antes. Estoy bien para conducir.
—Mi madre me enseñó a no montarme en coches con desconocidos.
—No soy un desconocido. Acabamos de pasar media hora conociéndonos.
Lali pensó en ello durante unos segundos, sabiendo que estaba bajando la guardia. Rochi conocía bien a aquel tipo y, francamente, la idea de volver a casa en coche era tentadora. Le evitaría el trayecto en metro y diez minutos andando. Los zapatos de tacón que llevaba no eran apropiados para caminar largas distancias.
Incluso más tentadora era la idea de pasar otros diez minutos en su compañía. ¿Sería sólo para tener más práctica? ¿Para perfeccionar sus habilidades de flirteo?
—Además —prosiguió él—, has dejado clara tu falta de interés. Así que no tienes nada que temer.
¿Era cierto? Viéndolo correctamente por primera vez con la luz del vestíbulo, Lali se dio cuenta de que su instinto tenía razón. Era un hombre muy sexy. Se quedó mirándolo, y su mente se negó a trabajar con la rapidez habitual. Lo único en lo que podía pensar era en sus fabulosos ojos verdes. Vio la diversión en ellos. Aunque no sabía por qué no le resultaba molesta. Al contrario, sintió la necesidad de seguirle la broma. Él se acercó más y le apretó los brazos con más fuerza.
—Bueno, si insistes—dijo ella.
—Insisto.
Lali arqueó las cejas ligeramente y permitió que la metiera de nuevo en el ascensor.
—Hay un aparcamiento en el sótano —dijo él en respuesta a su cara de intriga.
Lali se apoyó contra la pared del ascensor y evitó su mirada, especulando sobre cómo sería su coche. Definitivamente sería rápido y brillante. Quizá un descapotable con asientos de cuero con calefacción.
Él le agarró el brazo de nuevo mientras salían del ascensor, y la guio frente a una fila de coches aparcados. Lali trató de ignorar las sensaciones que le provocaban sus dedos. Eran como agujas eléctricas clavándosele por dentro.
No estaba preparada para la enorme ranchera marrón y ligeramente abollada frente a la que se detuvo. Obviamente, el vehículo, de siete plazas, estaba acostumbrado a ir lleno de gente. Podía apreciarse el inconfundible olor a niños. Había papeles y envoltorios de caramelos tirados por el suelo, y dos de los asientos traseros estaban acondicionados con asientos para niños.
— ¿Esperamos a alguien más? —preguntó ella.
—No —contestó él. Lali se sentó y se dispuso a abrocharse el cinturón. De pronto se detuvo.
Palpó bajo su cuerpo y sacó una bolsa de pasas a medio comer. Se las entregó sin decir palabra—.
Oh, bien —dijo—. Me preguntaba dónde las había puesto. La cena.
Lali no pudo evitar observar su mano izquierda colocada sobre el volante. No llevaba anillo, ni marca alguna. Sus dedos eran largos y hermosos, con unas uñas perfectas; y su palma era ancha y firme. Se estremeció y apartó la mirada. Se trataba de Poli, ¿no? El amante del flirteo por excelencia. Soltero convencido. Aquello no encajaba con esa imagen.
—Es el coche de mi hermana —explicó finalmente— El mío no estaba disponible y he tomado prestado el suyo. Tiene tres hijos. Son bastante revoltosos.
—Ah, bien —dijo ella mientras se abrochaba el cinturón—. ¿Y qué tipo de coche llevas habitualmente?
— ¿Qué tipo crees tú?
—No sé. Algún deportivo. Rápido, brillante, algo para asombrar a las mujeres.
—No tengo que confiar en un coche para asombrar a las mujeres —dijo él.
—Oh, ¿de verdad? —Lali no pudo evitar reírse.
Él la miró fijamente con ojos brillantes.
— ¿Entonces qué? —preguntó ella—. ¿Sólo confías en tu buen físico, en tu ingenio y en tu encanto personal?
—Eso es —contestó él asintiendo seriamente—. Todo lo que has dicho. ¿Adónde vamos?
Lo miró confusa antes de darse cuenta de que llevaban sentados un par de minutos y no había puesto el motor en marcha.
—Oh, al muelle de Santa Catalina, Tower Hill.
El la miró arqueando las cejas y luego puso el motor en marcha.
—Pensé que sería en Earl's Court o en Shepherds Bush. ¿No es ahí donde viven los neozelandeses y los australianos?
—Quizá —dijo ella encogiéndose de hombros—. Pero no me gusta eso.
— ¿Evitas a tus compatriotas? —preguntó él mientras salían del garaje.
—No, pero, si quisiera pasar el tiempo yendo a pubs de las antípodas y relacionándome con neozelandeses, no me habría molestado en marcharme de Nueva Zelanda.
— ¿Huías de algo?
—Huía hacia él —puntualizó Lali—. No me malinterpretes, no es que no me guste Nueva Zelanda. Me encanta, pero quería viajar y conocer Londres. Es una ciudad genial.
— ¿Y elegiste el muelle de Santa Catalina?
—Sí —contestó ella con una sonrisa—. ¡Aunque no vivo en uno de esos almacenes convertidos junto al río. Hay una vieja finca detrás. Tengo un piso alquilado allí. Es fantástico, ¿sabes? Paso frente a la torre de Londres cada día de camino al trabajo y siempre pienso lo mismo: ¡Estoy en Londres! Es alucinante.
    — ¿Realmente es un sueño para ti?
    —Oh, sí. Supongo que son muchos años viendo Coronation Street.
— ¿Coronation Street? Pero eso es en Manchester —dijo él.
—Oh, pues entonces Eastenders. Lo que sea. Todos esos programas de variedades; allí los ponen todos. Pero aquí es genial. En Londres puedes hacer cualquier cosa que te apetezca hacer —añadió haciendo un gesto con las manos.
Él la miró y le devolvió la sonrisa, cortándole la respiración. Lali apartó la mirada apresuradamente, tratando de controlar su excitación.


CAPITULO 04
—Suenas como una turista, con ese entusiasmo en la voz —dijo él.
— ¿Qué tiene eso de malo? Es bueno tener algo de pasión.
—Estoy de acuerdo. ¿Eres tan entusiasta y apasionada en otros aspectos de la vida?
Lali le dirigió una mirada de picardía burlona, sabiendo que se la había buscado.
—Me encanta caminar frente a la torre de Londres cada día —dijo finalmente—, riéndome de los demás turistas que se dejan engañar por el heladero más caro del mundo.
— ¿De verdad? —preguntó él riéndose.
—Tiene su furgoneta allí, junto a Dead Man's Hole. Sus precios son desorbitados.
—Mmm. Pero apuesto a que no es tan caro como el heladero que hay en el Ponte Vecchio de
Florencia.
— ¿De verdad? ¿En Florencia? —Lali suspiró—. Nunca he estado allí. Me encantaría ir.
—Es precioso. Yo te llevaré.
— ¿Ahora? —preguntó ella arqueando una ceja.
El asintió y dijo:
—Tienes que ver la Venus de Botticelli. Eres igual que ella.
Hubo un silencio mientras Lali absorbía el cumplido. La obra maestra de Botticelli se encontraba en la galería de los Uffizi. Su cuadro de Venus era una de las obras de arte más famosas del mundo. Generación tras generación admiraba su belleza. Lali se quedó asombrada.
Desde luego aquel hombre era un profesional de la seducción. El problema era que ella no podía evitar disfrutar.
—Oh, eres bueno —dijo.
— ¿Y funciona?
—Eso no te lo diré —comenzó a decir.
—Entonces tendré que averiguarlo. Bien.
¿Qué significaba ese «bien»? ¿Acaso acababa de ofrecerle un desafío sin quererlo?
Entraron en el muelle de Santa Catalina y Lali lo condujo hasta su edificio. Una parte de ella deseaba escapar del coche lo antes posible, pero otra parte deseaba quedarse y explorar las posibilidades con Poli, como había sugerido Rochi. Aunque tal vez él no estuviera realmente interesado. Tal vez hubiera estado haciendo uso de su encanto y su ingenio. Lo miró y se dio cuenta de que estaba observándola con una sonrisa.
Se puso rígida. ¿Acaso llevaba su debate interno escrito en la frente? Probablemente. Trató de aferrarse a su dignidad.
—Muchas gracias por traerme a casa. Ha sido muy amable por tu parte  
—No hay problema. Ha sido un placer.
Lali se desabrochó el cinturón y abrió la puerta. Al salir del coche se sorprendió al comprobar que él estaba haciendo lo mismo. Bordeó el coche y se colocó junto a ella.
—Pensaba acompañarte hasta la puerta —le explicó—. No estaba seguro de que pudieras subir las escaleras.
—Claro que puedo... ¿Qué te crees? ¿Qué estoy borracha? —nada más lejos de la realidad, aunque tenía que admitir que se encontraba un poco mareada. Debía de ser por no haber comido nada, no por la proximidad de aquel hombre.
—No, pero tal vez un poco cansada —dijo él riéndose. Y su risa tuvo ese efecto al que ya estaba acostumbrándose—. ¿No lo estás?
Estaba demasiado cerca de ella. Lali se quedó mirándolo, asombrada al ver que se acercaba más.
—Si tan segura estás de que puedes hacerlo, me iré.
—Aja —contestó ella, pegada al suelo. Era muy atractivo. Alto, sexy, divertido. Sabía que debía dirigirse hacia las escaleras inmediatamente, pero sus piernas no parecían reaccionar. Estaba mirándolo como hechizada.
El estiró el brazo y le acarició el pelo suavemente.
—Adiós, guapa —susurró. Entonces deslizó la mano hacia su nuca, agachó la cabeza y la besó.
Fue un leve roce, ligero como una pluma. Suave, cálido, dulce. Pero entonces él apartó sus labios. Lali suspiró y, cuando se dio cuenta de que deseaba más, él pareció leerle el pensamiento, robándole la iniciativa y regresando con fuerza. Firme, insistente, placentero. Le colocó la mano en la nuca y comenzó a acariciarla suavemente con el pulgar. Suaves caricias que hicieron que ella se acercarse más y aumentara su deseo. Sintió el peso y el calor de su otra mano cuando se la colocó en la parte de abajo de la espalda. Deseaba tocarlo. No pudo evitar devolverle los besos. Su mente no lograba concentrarse en el hecho de que aquélla era una muy mala idea. Sólo parecía pensar en las sensaciones que despertaba en ella.
Las manos, que había levantado en un gesto defensivo, no lo apartaron. En vez de eso, se abrieron sobre su pecho, sintiendo la suave lana del jersey y los músculos que había debajo. Luego le rodeó el cuello con ellas y sus cuerpos quedaron pegados.
El impacto fue tan placentero que Lali suspiró suavemente, abriendo la boca para saborearlo.
Sus lenguas se juntaron y comenzaron una danza apasionada, haciendo que la mente de Lali se apagara por completo. Su cuerpo reaccionó por instinto; sus pechos se endurecieron y se tensaron. Cerró los ojos y disfrutó de aquel aroma a limón tan delicioso, enredando los dedos en su pelo y encogiendo los dedos de los pies al sentir cómo la tensión aumentaba. El magnetismo y el abrazo eran irrompibles. El simple beso de buenas noches se convirtió en algo más; mucho más.
Él deslizó las manos por su espalda, presionándola contra su cuerpo. Lali disfrutó de la sensación de su torso duro y firme contra ella. Deslizó los dedos por su pelo y se restregó contra él, temblando de placer al sentir la fuerza de su abrazo. Notó cómo deslizaba las manos por encima de su falda, agarrándole las caderas y presionando para hacerle sentir el calor. Siguió bajando las manos hasta el dobladillo de la falda, deslizándolas por debajo y comenzando a subir por la parte de atrás de sus piernas. Sus dedos llegaron al final de las medias y, acto seguido, comenzaron a explorar su piel. Piel contra piel, incandescentes. Oyó sus gemidos contra su boca
Fue la señal de alarma que necesitaba. ¿Qué estaba haciendo? Apartó la boca y dio un paso atrás. Sorprendida y avergonzada por la ferocidad de aquel beso, se sentía incapaz de mirarlo a los ojos. De modo que miró hacia los apartamentos, rezando para que su cuerpo se calmara. Temía lanzarse a sus brazos si volvía a mirarlo.
Él la había soltado y no había dicho nada, pero era consciente de su respiración entrecortada.
Su cuerpo le pedía más. Aquél no había sido un casto beso de despedida, sino el comienzo de una pasión que habría llevado a algo mucho más salvaje con una única conclusión. No iba a tener una aventura de una noche con el amigo de su amiga. Sobre todo sabiendo que le gustaba jugar, que era hombre de una sola noche. No era de extrañar que sus besos fueran tan buenos. Tenía mucha experiencia. La atracción se volvió rabia, más hacia ella misma que hacia él. Él sólo estaba haciendo lo que le resultaba natural; sin embargo su respuesta no era natural en ella. Las sensaciones que había despertado un solo beso no podían ser naturales.
—Buenas noches —murmuró ella.
Se alejó y comenzó a buscar las llaves en el bolso mientras subía las escaleras. Hasta que no llegó al pequeño rellano de su piso, no se atrevió a mirar hacia atrás. Él estaba apoyado en el coche, con una pierna sobre la otra y los brazos cruzados, mirándola. Aunque era difícil saberlo con la escasa luz de la farola, estaba segura de que sonreía. Levantó la mano para despedirse de ella informalmente. Agitada, Lali se dio la vuelta y, milagrosamente, consiguió meter la llave en la cerradura a la primera. Abrió la puerta y la cerró tras ella, sin atreverse a mirar de nuevo.
Cinco minutos después, agachó la cabeza para que el agua caliente le cayese por el cuerpo mientras se duchaba. No pudo evitar sonreír al recordar su voz y su sonrisa; ni estremecerse al revivir aquel beso. Había sido un gran error.
La tentación le susurraba al oído. Era Poli. El amigo de Rochi. No trabajaba con él; no sería una aventura de oficina. ¿Qué daño podía hacerle un poco de diversión? Había pasado mucho tiempo.
Sería deseo carnal de una magnitud letal.
Pero, si jugaba con fuego, acabaría con quemaduras de tercer grado.
Y se marchaba en dos meses. Sería una locura embarcarse en algo que sentía que podía ser tan fuerte, tan devastador, y que ni siquiera tenía claro si podría controlar.
Nada de aventuras; no con él. Se tomaría las cosas con calma cuando apareciese una persona segura.

Eso era lo que deseaba.


Doble, es el de ayer que por falta de tiempo no les pude subir.

Besos!
Lunis♥

4 comentarios:

  1. me encantaronnnnnnnnn los capitulossssssssssss la novela es buenisimaaaaaaaaaaa felicidadesssss por escribir asiiiiiiiiiiii

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  2. Me encanta.. mas genia!!!

    Beluuu

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  3. Jajajjaajja,aún cree k es Poli.
    No se dijeron los nombres aún, y están ardiendo d deseo.

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