CAPITULO
03
Él observó cómo se alejaba. ¿Debería
habérselo dicho? Probablemente, pero la tentación había resultado ser demasiado
fuerte como para resistirse, y seguía siéndolo. Observó el pasillo vacío y entró,
pero no se dirigió hacia la fiesta, sino hacia las escaleras a toda velocidad.
Un ataque de lujuria. No había tenido uno tan fuerte... bueno, jamás, qué él recordara.
Apenas llevaba tiempo de vuelta en su tierra natal y ya se sentía tentado por
una Venus extranjera. Llegó al piso de abajo, incapaz de disimular la sonrisa
cuando entró en el vestíbulo.
Lali respiró aliviada. No podía «tener
un poco de diversión», como le había sugerido Rochi.
Aquél era un buen momento para escapar.
Absorta en sus pensamientos, salió del ascensor y se topó con la figura que
estaba de pie ante ella. Unas manos firmes la agarraron por los brazos, y sintió
la nariz dolorida al golpearse contra aquel torso cubierto por un jersey de
lana, que era lo único que podía ver.
—Oh, lo… —dejó de hablar al levantar la
cabeza y ver al hombre de los ojos verdes. Frunció el ceño al ver su sonrisa—.
¿Qué? —preguntó, incapaz de disimular su irritación.
— Voy a llevarte a casa —dijo él con
cierto tono de autoridad.
—Me parece que no.
—Claro que sí.
—No puedes conducir —dijo Lali
frunciendo más el ceño—. Has estado bebiendo.
—He tomado una copa en toda la noche y
había comido antes. Estoy bien para conducir.
—Mi madre me enseñó a no montarme en
coches con desconocidos.
—No soy un desconocido. Acabamos de
pasar media hora conociéndonos.
Lali pensó en ello durante unos
segundos, sabiendo que estaba bajando la guardia. Rochi conocía bien a aquel
tipo y, francamente, la idea de volver a casa en coche era tentadora. Le evitaría
el trayecto en metro y diez minutos andando. Los zapatos de tacón que llevaba
no eran apropiados para caminar largas distancias.
Incluso más tentadora era la idea de
pasar otros diez minutos en su compañía. ¿Sería sólo para tener más práctica?
¿Para perfeccionar sus habilidades de flirteo?
—Además —prosiguió él—, has dejado clara
tu falta de interés. Así que no tienes nada que temer.
¿Era cierto? Viéndolo correctamente por
primera vez con la luz del vestíbulo, Lali se dio cuenta de que su instinto
tenía razón. Era un hombre muy sexy. Se quedó mirándolo, y su mente se negó a trabajar
con la rapidez habitual. Lo único en lo que podía pensar era en sus fabulosos ojos
verdes. Vio la diversión en ellos. Aunque no sabía por qué no le resultaba
molesta. Al contrario, sintió la necesidad de seguirle la broma. Él se acercó
más y le apretó los brazos con más fuerza.
—Bueno, si insistes—dijo ella.
—Insisto.
Lali arqueó las cejas ligeramente y
permitió que la metiera de nuevo en el ascensor.
—Hay un aparcamiento en el sótano —dijo
él en respuesta a su cara de intriga.
Lali se apoyó contra la pared del
ascensor y evitó su mirada, especulando sobre cómo sería su coche.
Definitivamente sería rápido y brillante. Quizá un descapotable con asientos de
cuero con calefacción.
Él le agarró el brazo de nuevo mientras
salían del ascensor, y la guio frente a una fila de coches aparcados. Lali
trató de ignorar las sensaciones que le provocaban sus dedos. Eran como agujas eléctricas
clavándosele por dentro.
No estaba preparada para la enorme
ranchera marrón y ligeramente abollada frente a la que se detuvo. Obviamente,
el vehículo, de siete plazas, estaba acostumbrado a ir lleno de gente. Podía apreciarse
el inconfundible olor a niños. Había papeles y envoltorios de caramelos tirados
por el suelo, y dos de los asientos traseros estaban acondicionados con
asientos para niños.
— ¿Esperamos a alguien más? —preguntó ella.
—No —contestó él. Lali se sentó y se
dispuso a abrocharse el cinturón. De pronto se detuvo.
Palpó bajo su cuerpo y sacó una bolsa de
pasas a medio comer. Se las entregó sin decir palabra—.
Oh, bien —dijo—. Me preguntaba dónde las
había puesto. La cena.
Lali no pudo evitar observar su mano
izquierda colocada sobre el volante. No llevaba anillo, ni marca alguna. Sus
dedos eran largos y hermosos, con unas uñas perfectas; y su palma era ancha y firme.
Se estremeció y apartó la mirada. Se trataba de Poli, ¿no? El amante del flirteo
por excelencia. Soltero convencido. Aquello no encajaba con esa imagen.
—Es el coche de mi hermana —explicó
finalmente— El mío no estaba disponible y he tomado prestado el suyo. Tiene
tres hijos. Son bastante revoltosos.
—Ah, bien —dijo ella mientras se
abrochaba el cinturón—. ¿Y qué tipo de coche llevas habitualmente?
— ¿Qué tipo crees tú?
—No sé. Algún deportivo. Rápido,
brillante, algo para asombrar a las mujeres.
—No tengo que confiar en un coche para
asombrar a las mujeres —dijo él.
—Oh, ¿de verdad? —Lali no pudo evitar
reírse.
Él la miró fijamente con ojos
brillantes.
— ¿Entonces qué? —preguntó ella—. ¿Sólo
confías en tu buen físico, en tu ingenio y en tu encanto personal?
—Eso es —contestó él asintiendo
seriamente—. Todo lo que has dicho. ¿Adónde vamos?
Lo miró confusa antes de darse cuenta de
que llevaban sentados un par de minutos y no había puesto el motor en marcha.
—Oh, al muelle de Santa Catalina, Tower
Hill.
El la miró arqueando las cejas y luego
puso el motor en marcha.
—Pensé que sería en Earl's Court o en
Shepherds Bush. ¿No es ahí donde viven los neozelandeses y los australianos?
—Quizá —dijo ella encogiéndose de
hombros—. Pero no me gusta eso.
— ¿Evitas a tus compatriotas? —preguntó
él mientras salían del garaje.
—No, pero, si quisiera pasar el tiempo
yendo a pubs de las antípodas y relacionándome con neozelandeses, no me habría
molestado en marcharme de Nueva Zelanda.
— ¿Huías de algo?
—Huía hacia él —puntualizó Lali—. No me
malinterpretes, no es que no me guste Nueva Zelanda. Me encanta, pero quería
viajar y conocer Londres. Es una ciudad genial.
— ¿Y elegiste el muelle de Santa
Catalina?
—Sí —contestó ella con una sonrisa—.
¡Aunque no vivo en uno de esos almacenes convertidos junto al río. Hay una
vieja finca detrás. Tengo un piso alquilado allí. Es fantástico, ¿sabes? Paso frente
a la torre de Londres cada día de camino al trabajo y siempre pienso lo mismo:
¡Estoy en Londres! Es alucinante.
— ¿Realmente es un sueño para ti?
—Oh, sí. Supongo que son muchos años viendo Coronation Street.
— ¿Coronation Street? Pero eso es en
Manchester —dijo él.
—Oh, pues entonces Eastenders. Lo que
sea. Todos esos programas de variedades; allí los ponen todos. Pero aquí es
genial. En Londres puedes hacer cualquier cosa que te apetezca hacer —añadió
haciendo un gesto con las manos.
Él la miró y le devolvió la sonrisa,
cortándole la respiración. Lali apartó la mirada apresuradamente, tratando de
controlar su excitación.
CAPITULO
04
—Suenas como una turista, con ese
entusiasmo en la voz —dijo él.
— ¿Qué tiene eso de malo? Es bueno tener
algo de pasión.
—Estoy de acuerdo. ¿Eres tan entusiasta
y apasionada en otros aspectos de la vida?
Lali le dirigió una mirada de picardía
burlona, sabiendo que se la había buscado.
—Me encanta caminar frente a la torre de
Londres cada día —dijo finalmente—, riéndome de los demás turistas que se dejan
engañar por el heladero más caro del mundo.
— ¿De verdad? —preguntó él riéndose.
—Tiene su furgoneta allí, junto a Dead
Man's Hole. Sus precios son desorbitados.
—Mmm. Pero apuesto a que no es tan caro
como el heladero que hay en el Ponte Vecchio de
Florencia.
— ¿De verdad? ¿En Florencia? —Lali
suspiró—. Nunca he estado allí. Me encantaría ir.
—Es precioso. Yo te llevaré.
— ¿Ahora? —preguntó ella arqueando una
ceja.
El asintió y dijo:
—Tienes que ver la Venus de Botticelli.
Eres igual que ella.
Hubo un silencio mientras Lali absorbía
el cumplido. La obra maestra de Botticelli se encontraba en la galería de los
Uffizi. Su cuadro de Venus era una de las obras de arte más famosas del mundo.
Generación tras generación admiraba su belleza. Lali se quedó asombrada.
Desde luego aquel hombre era un
profesional de la seducción. El problema era que ella no podía evitar
disfrutar.
—Oh, eres bueno —dijo.
— ¿Y funciona?
—Eso no te lo diré —comenzó a decir.
—Entonces tendré que averiguarlo. Bien.
¿Qué significaba ese «bien»? ¿Acaso
acababa de ofrecerle un desafío sin quererlo?
Entraron en el muelle de Santa Catalina
y Lali lo condujo hasta su edificio. Una parte de ella deseaba escapar del
coche lo antes posible, pero otra parte deseaba quedarse y explorar las
posibilidades con Poli, como había sugerido Rochi. Aunque tal vez él no
estuviera realmente interesado. Tal vez hubiera estado haciendo uso de su encanto
y su ingenio. Lo miró y se dio cuenta de que estaba observándola con una
sonrisa.
Se puso rígida. ¿Acaso llevaba su debate
interno escrito en la frente? Probablemente. Trató de aferrarse a su dignidad.
—Muchas gracias por traerme a casa. Ha
sido muy amable por tu parte
—No hay problema. Ha sido un placer.
Lali se desabrochó el cinturón y abrió
la puerta. Al salir del coche se sorprendió al comprobar que él estaba haciendo
lo mismo. Bordeó el coche y se colocó junto a ella.
—Pensaba acompañarte hasta la puerta —le
explicó—. No estaba seguro de que pudieras subir las escaleras.
—Claro que puedo... ¿Qué te crees? ¿Qué
estoy borracha? —nada más lejos de la realidad, aunque tenía que admitir que se
encontraba un poco mareada. Debía de ser por no haber comido nada, no por la
proximidad de aquel hombre.
—No, pero tal vez un poco cansada —dijo
él riéndose. Y su risa tuvo ese efecto al que ya estaba acostumbrándose—. ¿No
lo estás?
Estaba demasiado cerca de ella. Lali se
quedó mirándolo, asombrada al ver que se acercaba más.
—Si tan segura estás de que puedes
hacerlo, me iré.
—Aja —contestó ella, pegada al suelo.
Era muy atractivo. Alto, sexy, divertido. Sabía que debía dirigirse hacia las
escaleras inmediatamente, pero sus piernas no parecían reaccionar. Estaba mirándolo
como hechizada.
El estiró el brazo y le acarició el pelo
suavemente.
—Adiós, guapa —susurró. Entonces deslizó
la mano hacia su nuca, agachó la cabeza y la besó.
Fue un leve roce, ligero como una pluma.
Suave, cálido, dulce. Pero entonces él apartó sus labios. Lali suspiró y,
cuando se dio cuenta de que deseaba más, él pareció leerle el pensamiento, robándole
la iniciativa y regresando con fuerza. Firme, insistente, placentero. Le colocó
la mano en la nuca y comenzó a acariciarla suavemente con el pulgar. Suaves caricias
que hicieron que ella se acercarse más y aumentara su deseo. Sintió el peso y
el calor de su otra mano cuando se la colocó en la parte de abajo de la
espalda. Deseaba tocarlo. No pudo evitar devolverle los besos. Su mente no
lograba concentrarse en el hecho de que aquélla era una muy mala idea. Sólo
parecía pensar en las sensaciones que despertaba en ella.
Las manos, que había levantado en un
gesto defensivo, no lo apartaron. En vez de eso, se abrieron sobre su pecho,
sintiendo la suave lana del jersey y los músculos que había debajo. Luego le
rodeó el cuello con ellas y sus cuerpos quedaron pegados.
El impacto fue tan placentero que Lali
suspiró suavemente, abriendo la boca para saborearlo.
Sus lenguas se juntaron y comenzaron una
danza apasionada, haciendo que la mente de Lali se apagara por completo. Su
cuerpo reaccionó por instinto; sus pechos se endurecieron y se tensaron. Cerró
los ojos y disfrutó de aquel aroma a limón tan delicioso, enredando los dedos
en su pelo y encogiendo los dedos de los pies al sentir cómo la tensión
aumentaba. El magnetismo y el abrazo eran irrompibles. El simple beso de buenas
noches se convirtió en algo más; mucho más.
Él deslizó las manos por su espalda,
presionándola contra su cuerpo. Lali disfrutó de la sensación de su torso duro
y firme contra ella. Deslizó los dedos por su pelo y se restregó contra él,
temblando de placer al sentir la fuerza de su abrazo. Notó cómo deslizaba las
manos por encima de su falda, agarrándole las caderas y presionando para hacerle
sentir el calor. Siguió bajando las manos hasta el dobladillo de la falda,
deslizándolas por debajo y comenzando a subir por la parte de atrás de sus
piernas. Sus dedos llegaron al final de las medias y, acto seguido, comenzaron
a explorar su piel. Piel contra piel, incandescentes. Oyó sus gemidos contra su
boca
Fue la señal de alarma que necesitaba.
¿Qué estaba haciendo? Apartó la boca y dio un paso atrás. Sorprendida y
avergonzada por la ferocidad de aquel beso, se sentía incapaz de mirarlo a los ojos.
De modo que miró hacia los apartamentos, rezando para que su cuerpo se calmara.
Temía lanzarse a sus brazos si volvía a mirarlo.
Él la había soltado y no había dicho
nada, pero era consciente de su respiración entrecortada.
Su cuerpo le pedía más. Aquél no había
sido un casto beso de despedida, sino el comienzo de una pasión que habría
llevado a algo mucho más salvaje con una única conclusión. No iba a tener una aventura
de una noche con el amigo de su amiga. Sobre todo sabiendo que le gustaba
jugar, que era hombre de una sola noche. No era de extrañar que sus besos
fueran tan buenos. Tenía mucha experiencia. La atracción se volvió rabia, más
hacia ella misma que hacia él. Él sólo estaba haciendo lo que le resultaba
natural; sin embargo su respuesta no era natural en ella. Las sensaciones que
había despertado un solo beso no podían ser naturales.
—Buenas noches —murmuró ella.
Se alejó y comenzó a buscar las llaves
en el bolso mientras subía las escaleras. Hasta que no llegó al pequeño rellano
de su piso, no se atrevió a mirar hacia atrás. Él estaba apoyado en el coche,
con una pierna sobre la otra y los brazos cruzados, mirándola. Aunque era
difícil saberlo con la escasa luz de la farola, estaba segura de que sonreía. Levantó
la mano para despedirse de ella informalmente. Agitada, Lali se dio la vuelta
y, milagrosamente, consiguió meter la llave en la cerradura a la primera. Abrió
la puerta y la cerró tras ella, sin atreverse a mirar de nuevo.
Cinco minutos después, agachó la cabeza
para que el agua caliente le cayese por el cuerpo mientras se duchaba. No pudo
evitar sonreír al recordar su voz y su sonrisa; ni estremecerse al revivir
aquel beso. Había sido un gran error.
La tentación le susurraba al oído. Era Poli.
El amigo de Rochi. No trabajaba con él; no sería una aventura de oficina. ¿Qué
daño podía hacerle un poco de diversión? Había pasado mucho tiempo.
Sería deseo carnal de una magnitud
letal.
Pero, si jugaba con fuego, acabaría con
quemaduras de tercer grado.
Y se marchaba en dos meses. Sería una
locura embarcarse en algo que sentía que podía ser tan fuerte, tan devastador,
y que ni siquiera tenía claro si podría controlar.
Nada de aventuras; no con él. Se tomaría
las cosas con calma cuando apareciese una persona segura.
Eso era lo que deseaba.
Doble, es el de ayer que por falta de tiempo no les pude subir.
Besos!
Lunis♥
me encantaronnnnnnnnn los capitulossssssssssss la novela es buenisimaaaaaaaaaaa felicidadesssss por escribir asiiiiiiiiiiii
ResponderEliminarMe encanta.. mas genia!!!
ResponderEliminarBeluuu
Jajajjaajja,aún cree k es Poli.
ResponderEliminarNo se dijeron los nombres aún, y están ardiendo d deseo.
Aaa maaass
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