viernes, 11 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 61

Poli
Mientras estoy empacando, le escribo a Nico para saber si quiere salir está noche, y él me llama cuando estoy en el vestíbulo esperando a que el empleado del hotel traiga mi auto.
—Diablos sí, sabes que estoy dentro. —dice —. ¿Alguna idea?
—Estaba esperando que tuvieras algo en mente. Que no sea un club.
Tengo órdenes del estudio de ser la pareja perfecta hasta el estreno. No puedo arriesgarme a traer a casa a nadie, aunque pudiera conseguir filtrarme. —Sin mencionar el hecho de que Paula me colgaría de las pelotas si arruino su elaborado plan—. ¿Alguna fiesta privada? —La red de Nico incluye muchos ricos y aburridos hijos de los más importantes cirujanos plásticos de Los Ángeles, ejecutivos de Hollywood, y los profesionales, como nuestros padres. Él está mucho mejor conectado para esta mierda de lo que yo lo estoy.
—Sí, seguro, hay al menos una o dos que podrían no presentar problemas. ¿Te paso a buscar a las diez?
—Grandioso.

Lali
Me desperté sola, con trozos de la noche anterior y esta mañana flotando en mí. La primera cosa que recuerdo es la última cosa que sucedió. Peter dejando un pedazo de papel sobre
la mesa de noche, antes de inclinarse con sus manos a cada lado de mi cabeza, después besándome antes de irse. Me volví a dormir, con su sabor en mis labios.
Me siento, recostándome rápidamente sobre las almohadas y frotándome los ojos, y la nota está allí, donde recuerdo que él la dejó. El reloj marca las 11 a.m. por lo que debe haberla dejado hace tres horas. Él está en algún lugar entre California y Nueva York, probablemente volando sobre una manta de campos de maíz y trigo. Las cortinas oscuras casi opacan el sol por completo y me veo obligada a encender la lámpara, para leer su nota. Paso la yema de mi dedo sobre su letra familiar, mi nombre en la parte superior y el de él al final.

Lali,
Estoy sentado a tu lado con un directorio balanceado sobre mi rodilla, mirándote dormir y tratando de componer algo profundo y apasionado que pueda expresar lo que siento. Algo que te quite el aliento, hasta esperar por mi regreso.
En cambio, yo soy quien está sin aliento, recordando la sensación de tu boca abriéndose para mí, el trazo de tus dedos donde tocaron mi piel, el peso perfecto de ti en mis brazos. La idea del tiempo lejos de ti, es una tortura. Ni siquiera he salido de tu habitación y ya te extraño. Esta noche, vamos a hablar, y te contaré la historia de lo que exactamente planeo hacerte en tres semanas. O, tal vez, preferirás decirme lo qué tú quieres —como una lista de resoluciones o una búsqueda del tesoro, o migajas al largo del camino… Soy muy bueno siguiendo migajas. O instrucciones, direcciones, súplicas…
Tuyo,Peter

***
Poli: ¿Aún estás en el hotel?
Yo: Sí, saldré hacia el aeropuerto pronto.
Poli: Yo te llevo y podemos hablar acerca de la entrevista en el camino.
Yo: De acuerdo.
—Tu coche es muy… amarillo. —Amarillo o no, este es el auto más elegante que no sea limusina en el que estado. Esto supera a Marcus y su Volvo de chico-rico-de-Sacramento. Tengo miedo de tocar cualquier cosa.
Los ojos de Pablo son invisibles detrás de sus gafas de sol, pero puedo darme cuenta que los está poniendo en blanco. —¡Ugh! No empieces, mujer. Lo remplazaré muy pronto de todos modos.
Pongo el cinturón de seguridad en su lugar y él comienza a conducir. — ¿Por qué? Parece realmente nuevo.
Sonriendo satisfecho, dice—: Porque es amarillo.
Me río, confundida. —¿Pero no lo escogiste tú?
Encogiéndose de hombros, me mira y sonríe. —Semántica. Tomando una esquina        bruscamente, dice—: Sujétate.—Y estoy agradecida por el asiento moldeado y las múltiples manijas interiores.
—¿Eras un piloto de carreras en una vida pasada? —Le pregunto, después de que él se desliza a través de varios coches, como si fuese James Bond.
—¿Demasiado rápido para ti, Lali? —Pregunta, riendo—. Diablos. Siempre voy demasiado rápido contigo. Tengo que aprender a controlarme…
Con los labios apretados, lo miro y él me lanza una sonrisa al estilo Pablo Martinez, disminuyendo la velocidad y cambiando al carril derecho, su mano dirigiendo sin problemas el cambio de velocidad entre nosotros. —Sólo te estoy tomando el pelo, ya sabes.
Me encojo de hombros en respuesta, con la esperanza de que no haremos referencia a lo que sucedió el otoño pasado, esperando que él no vaya a renovar su propuesta, en busca de una nueva oportunidad. Todo con Peter es demasiado nuevo, y no estoy lista para compartirlo, o defenderlo, con Pablo. Está callado durante unos minutos, tamborileando sus dedos sobre el
volante al ritmo de la música. Finalmente, se aclara la garganta y dice—: Así que, tenemos unas cuantas apariciones en radios semi-locales y programas de televisión, algo programado para todos los días la próxima semana.
Suspiro, aliviada por el cambio de tema. —Entonces creo que estaré de regreso en LA el lunes.
Él asiente con la cabeza. —La mayoría de los programas mañaneros comienzan en horas totalmente inaceptables del día; empezando el lunes por la mañana a las seis.
—¿Seis a.m.? Mierda.
Sacude la cabeza. —Esa palabra no es lo suficientemente fuerte para todo lo que comienza a las seis de la mañana. La primera de ellas es en la estación de radio local de LA. Yo conduciré, o rentaré un coche, y pasaré por ti, en tu hotel, así que no te preocupes por el transporte. En realidad, yo me encargaré de todo. No querremos hablar con nadie estando separados, debido a nuestra farsa romántica. —Me sonríe de nuevo, juguetonamente. Sin una razón para alarmarse.
La semana que viene incluirá un montón de tiempo con Pablo. No hace mucho, hubiese estado eufórica con una oportunidad como esa. Ahora me pone nerviosa de una manera completamente diferente. A pesar de ya no querer una relación amorosa con él, él sigue siendo carismático y fácil de estar cerca—la mayor parte del tiempo. Debería sentirme desconfiada y cautelosa. Ese es el problema, en realidad, no estoy totalmente en guardia cuando cada célula lógica de mi cuerpo me dice que debería de estarlo. En cambio, eso es lo que destaca a Pablo Martinez —fingiendo confianza.
El resto del viaje está lleno de una pequeña charla. Él me pregunta qué estoy pensando estudiar en la universidad, y yo le pregunto sobre su próximo proyecto —una película de acción junto con Chelsea Radin, una chica de pueblo pequeño que se volvió una celebridad. Él no saca a relucir el pasado otoño o nuestra charla en marzo. Cuando llegamos al aeropuerto, salta fuera del auto para tomar mi bolso del maletero. Tirando de la palanca hacia arriba y abajo, la coloca en mi mano, y antes de que pueda reaccionar, se inclina para besarme la mejilla.
Se está deslizando sus gafas de sol de nuevo y entrando en su coche, diciendo—: Nos vemos el lunes en la mañana. —Mientras que yo estoy en la acera, parpadeando. El beso fue inesperado, aunque no haya sido en la boca y parezca oh-que-casual. Pero su beso inofensivo no es lo que me tiene congelada.
En el otro lado de los carriles de un solo sentido delante de la sala de salida se encuentra una chica con una cámara dirigida directamente a mí. No es un teléfono celular y tampoco una cámara turística Kodak de trescientos dólares. Es grande, negra y con aspecto profesional. Maldición. Como me doy la vuelta, su rostro se amplía en una sonrisa feliz y malvada antes de darse la vuelta, de forma rápida, para desparecer dentro del estacionamiento.
Sé lo que ha pasado entre Pablo y yo sobre la acera: un beso inocente. También sé cómo se verá en todos los sitios web de chismes a los que la chica pueda subir y vender la fotografía.

Paula
No le temo a los paparazzi, como algunos famosos. Muy poca de mi vida es un libro abierto. Aparte de mi descomunal secreto —que en algún lugar hay un niño hermoso, de tres años, de ojos azules y cabello rubio (probablemente) con una mezcla de genes de Pablo y yo.
Tengo un paparazzi secreto en mi bolsillo trasero. Su nombre es Mercedes y ella es una de las pocas mujeres entre una profesión donde la mayoría son hombres. La elegí por esa razón, de hecho. En cualquier momento que le puedo dar a una mujer la pierna de un hombre, estoy abordo, siempre y cuando la mujer en cuestión no sea competencia, porque entonces las apuestas terminan. mercedes no confiaba en mí al comienzo. No hasta que obtuvo dos o tres fotografías que nunca hubiera conseguido sin mi ayuda. Desde entonces, cuando la llamo, ella sólo tiene una palabra —Dónde.
La uso para tomas “cándidas” de mí, por supuesto. Así fue cómo la convencí en un principio. La convencí que me diera su número y luego la llamaría cuando me detenía en un Starbucks por un Frappuccino con un co- estrella guapo. Le enviaría un mensaje diciéndole dónde estaría de compras con mi mamá. Puesto que yo controlo los escenarios, yo aparezco como quiero aparecer, y Mercedes parece saber cómo capturar a grandes celebridades en la ciudad, tratando de ser discreta. Ahora, las revistas de chismes toman sus llamadas con impaciencia y yo me quedo en el ojo público como una chica (atractiva) normal, en lugar de una mujer mostrando su ropa interior —o la falta de ella— al mundo entero.
Algunas celebridades piensan que están por encima de ellos, o son simplemente demasiado estúpidos como para aprender a aprovecharlo a su favor. Yo no soy poderosa, ni tampoco estúpida.
Cuando le llamé a Mercedes esta mañana le dije que llevara su trasero al aeropuerto LAX para una exclusiva de Pablo Martinez y Lali Esposito, ella preguntó por el número de embarque y salió como un buen perro entrenado.
—No te preocupes en buscarla. —Le dije a Pablo ayer por la noche—. Es una profesional. Probablemente ni siquiera la verás hasta que ya haya tomado la foto, claro, si es que la ves.
—Eres una pequeña perra diabólica, Paula.
No podía ofenderme mucho, porque había admiración en su voz.
—Para tu información, no te estoy diciendo que intentes hacer cualquier cosa que pudiera retrasar nuestro plan… pero entre más se parezca a que estás dejando a tu amada en el aeropuerto después de una noche estupenda, mejor.
Él se echó a reír. —Bueno, está bien, veré qué es lo que puedo hacer.
Su beso en la mejilla fue brillante. Él y Lali sabían que fue rápido e inocente, pero las fotografías que comenzaron a surgir unas horas más tarde podrían ser interpretadas en un millón de formas, pero muy pocas de esas interpretaciones son inocente. 
***
 Yo: Me acabo de enterar que estaré en NY la semana de tu graduación. No me quiero invitar yo misma… pero, ¿Puedo invitarme? ¿Le molestará a tu familia que me entrometa?
Pitt: No, estoy seguro que estará bien, si estás segura de que quieres ir. Podría ser una ceremonia larga y aburrida.
Yo: ¿Es eso un golpe a mi capacidad de poner atención en ciertas ocasiones? X ke te prometo que estoy orgullosa de ti y puedo quedarme quieta DURANTE TODA LA CEREMONIA.
Pitt: Jaja, bien, seguro. Eso sería genial.

 No estoy dispuesta a esperar una semana y media para aparecer en Nueva York… Con Lali atrapada en una gira publicitaria en LA con Pablo, es el momento perfecto para hacerle una visita sorpresa a mi gran amigo Peter en su tierra natal. La comedia romántica que filmaré allí en el otoño requiere un apartamento a corto plazo, creo. Uno que podría llegar a ser a largo plazo.
Mi propósito indicado que le diré es que tengo que estar en la ciudad para reunirme con los productores —una mentira totalmente creíble.
Si voy a estar con Peter, voy a tener que ganarme a su madre, sus indulgentes hermanas y a su hija. Sólo he visto a Cara una vez, y fue un par de años atrás por lo que no hay manera de que me recuerde. Ese viaje también incluyó un incidente desastroso de besos en estado de ebriedad que (afortunadamente) Peter decidió como si nunca hubiera pasado.
Life’s a Beach estaba filmando un episodio en el que varias personajes viajaban a Nueva York. (Personajes de playas de Los Ángeles en Nueva York ¡Qué rayos! ¿Verdad? Pero, hey, era semana de ratings y yo hago lo que me pagan por hacer). De alguna manera me las arreglé para quedarme con Peter mientras estaba en Nueva York, así, cuando me enteré de una fiesta en un apartamento de lujo en Union Square, de la propiedad de un amigo de uno de mis compañeros de reparto, lo invité.
Habíamos estado bailando y hacía calor y terminamos en la azotea observando las estrellas. O él lo hacía. Yo lo estaba mirando a él. Estaba acostumbrada a tipos como Pablo, quienes aprovechan las oportunidades, tales como las chicas bebiendo hasta volverse estúpidas, o pretendiendo, con el fin de obtener un tipo guapo. Debería haber sabido que con Peter no sería igual.
No fue que él fuera indiferente. Cuando me moví a sus brazos y lo besé, por unos cortos segundos, él me devolvió el beso. Pensé que iba a derretirme, era tan bueno. Y después él me tomó de los hombros y me alejó, diciendo—: Paula, no. —Estaba lo suficientemente borracha para no darme cuenta de lo que estaba hablando… y una vez que lo hice, estaba lo bastantemente sobria como para sentirme humillada y cabreada.
Dios, estaba tan enojada. Regresé adentro, temblando y furiosa, y tomé al primer hombre decente que encontré. Recargándolo contra una pared, cerré los ojos y pretendí que era quien yo quería que fuera. No recuerdo mucho de esa parte, sólo que no me podía engañar a mí misma, sin importar lo mucho que tratara. Momentos más tarde, Peter me separó del chico, quien casi se deslizó hasta el suelo porque no le había permitido ni quiera respirar.
—Vámonos. —dijo, su mano agarrándome el brazo.
Me solté de su agarre, me crucé de brazos y lo miré. —No he terminado con esta fiesta.
—Sí, lo has hecho. —dijo, inclinándose para que pudiera oírlo—. Estás completamente tomada y vas a hacer algo de lo que te arrepentirás si no nos vamos ahora. —Su cercanía me estaba matando.
—Ya lo he hecho, —Murmuré, mis ojos llenos de lágrimas. Parpadeé alejando el llanto y me pellizqué los antebrazos, decidida a seguir furiosa.
—¿Qué?
Descrucé mis brazos, dejándolos caer a mis lados, mis manos en puños.
Me sentía fuerte, pero frágil, como si estuviera hecha de concreto. Un golpe sólido y me convertiría en polvo. —dije que ya lo he hecho. Vas a odiarme ahora y he arruinado nuestra amistad. —Mi voz se rompió de nuevo y me di cuenta que estaba más enojada conmigo misma, de lo que estaba con él—. Sólo quiero a alguien que me importe. ¿Por qué es eso tan malo?
Cerró los ojos. —No está mal. —Cuando pasó su brazo alrededor de mí y me llevó hasta la puerta, no se lo impedí. Caminamos un par de cuadras antes de que me detuviera para quejarme de que me dolían los pies y estaba cansada, y él llamó un taxi para que nos llevara de vuelta a casa de sus padres.
Era tarde, y la casa estaba en silencio. Él se detuvo frente a la puerta del cuarto de invitados, su voz baja. —Paula, no has arruinado nada, —suspiró—, ¿Podemos olvidar que esto sucedió? Tú significas mucho para mí. Eres uno de los pocos amigos que tengo que saben lo de Cara. Bebiste mucho. Fue un error.
Y nunca podría odiarte.
Por un momento, antes de llamar a mi agente de viajes y hacer reservaciones para un vuelo, el martes por la noche, medito esta frase: Yo nunca podría odiarte. Lo que significó para mí en ese momento. Lo que significa para mí ahora. Y por poco me acobardo. Pero yo soy lo correcto para él. Lo sé. Sólo necesito la oportunidad para demostrarlo.


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