Poli
Mientras estoy empacando, le escribo a
Nico para saber si quiere salir está noche, y él me llama cuando estoy
en el vestíbulo esperando a que el empleado del hotel traiga mi auto.
—Diablos sí, sabes que estoy dentro.
—dice —. ¿Alguna idea?
—Estaba esperando que tuvieras algo en
mente. Que no sea un club.
Tengo órdenes del estudio de ser la
pareja perfecta hasta el estreno. No puedo arriesgarme a traer a casa a nadie,
aunque pudiera conseguir filtrarme. —Sin mencionar el hecho de que Paula me
colgaría de las pelotas si arruino su elaborado plan—. ¿Alguna fiesta privada?
—La red de Nico incluye muchos ricos y aburridos hijos de los más
importantes cirujanos plásticos de Los Ángeles, ejecutivos de Hollywood, y los
profesionales, como nuestros padres. Él está mucho mejor conectado para esta
mierda de lo que yo lo estoy.
—Sí, seguro, hay al menos una o dos que
podrían no presentar problemas. ¿Te paso a buscar a las diez?
—Grandioso.
Lali
Me desperté sola, con trozos de la noche
anterior y esta mañana flotando en mí. La primera cosa que
recuerdo es la última cosa que sucedió. Peter dejando un
pedazo de papel sobre
la mesa de noche, antes de inclinarse
con sus manos a cada lado de mi cabeza, después besándome antes de irse. Me
volví a dormir, con su sabor en mis labios.
Me siento, recostándome rápidamente
sobre las almohadas y frotándome los ojos, y la nota está allí, donde
recuerdo que él la dejó. El reloj marca las 11 a.m. por lo que debe haberla dejado hace
tres horas. Él está en algún lugar entre California y Nueva York,
probablemente volando sobre una manta de campos de maíz y trigo. Las cortinas
oscuras casi opacan el sol por completo y me veo obligada a encender la lámpara,
para leer su nota. Paso la yema de mi dedo sobre su letra familiar, mi nombre
en la parte superior y el de él al final.
Lali,
Estoy sentado a tu lado con un
directorio balanceado sobre mi rodilla, mirándote dormir y tratando de componer
algo profundo y apasionado que pueda expresar lo que siento. Algo que te
quite el aliento, hasta esperar por mi regreso.
En cambio, yo soy quien está sin
aliento, recordando la sensación de tu boca abriéndose para mí, el trazo de tus
dedos donde tocaron mi piel, el peso perfecto de ti en mis brazos. La idea del tiempo
lejos de ti, es una tortura. Ni siquiera he salido de tu habitación y ya te extraño.
Esta noche, vamos a hablar, y te contaré la historia de lo que exactamente planeo
hacerte en tres semanas. O, tal vez, preferirás decirme lo qué tú quieres
—como una lista de resoluciones o una búsqueda del tesoro, o migajas al largo
del camino… Soy muy bueno siguiendo migajas. O instrucciones, direcciones,
súplicas…
Tuyo,Peter
***
Poli: ¿Aún estás en el hotel?
Yo: Sí, saldré hacia el aeropuerto
pronto.
Poli: Yo te llevo y podemos hablar
acerca de la entrevista en el camino.
Yo: De acuerdo.
—Tu coche es muy… amarillo. —Amarillo o
no, este es el auto más elegante que no sea limusina en el que
estado. Esto supera a Marcus y su Volvo de chico-rico-de-Sacramento. Tengo miedo
de tocar cualquier cosa.
Los ojos de Pablo son invisibles detrás
de sus gafas de sol, pero puedo darme cuenta que los está poniendo en
blanco. —¡Ugh! No empieces, mujer. Lo remplazaré muy pronto de todos modos.
Pongo el cinturón de seguridad en su
lugar y él comienza a conducir. — ¿Por qué? Parece realmente nuevo.
Sonriendo satisfecho, dice—: Porque es
amarillo.
Me río, confundida. —¿Pero no lo
escogiste tú?
Encogiéndose de hombros, me mira y
sonríe. —Semántica. Tomando una esquina bruscamente, dice—: Sujétate.—Y estoy agradecida por el asiento moldeado y las
múltiples manijas interiores.
—¿Eras un piloto de carreras en una vida
pasada? —Le pregunto, después de que él se desliza a través de
varios coches, como si fuese James Bond.
—¿Demasiado rápido para ti, Lali?
—Pregunta, riendo—. Diablos. Siempre voy demasiado rápido contigo.
Tengo que aprender a controlarme…
Con los labios apretados, lo miro y él
me lanza una sonrisa al estilo Pablo Martinez, disminuyendo la velocidad y
cambiando al carril derecho, su mano dirigiendo sin problemas el cambio de
velocidad entre nosotros. —Sólo te estoy tomando el pelo, ya sabes.
Me encojo de hombros en respuesta, con
la esperanza de que no haremos referencia a lo que sucedió el otoño
pasado, esperando que él no vaya a renovar su propuesta, en busca de una nueva
oportunidad. Todo con Peter es demasiado nuevo, y no estoy lista para
compartirlo, o defenderlo, con Pablo. Está callado durante unos minutos,
tamborileando sus dedos sobre el
volante al ritmo de la música.
Finalmente, se aclara la garganta y dice—: Así que, tenemos unas cuantas apariciones en
radios semi-locales y programas de televisión, algo programado para todos los
días la próxima semana.
Suspiro, aliviada por el cambio de tema.
—Entonces creo que estaré de regreso en LA el lunes.
Él asiente con la cabeza. —La mayoría de
los programas mañaneros comienzan en horas totalmente
inaceptables del día; empezando el lunes por la mañana a las seis.
—¿Seis a.m.? Mierda.
Sacude la cabeza. —Esa palabra no es lo
suficientemente fuerte para todo lo que comienza a las seis de la mañana.
La primera de ellas es en la estación de radio local de LA. Yo conduciré, o
rentaré un coche, y pasaré por ti, en tu hotel, así que no te preocupes por el
transporte. En realidad, yo me encargaré de todo. No querremos hablar con nadie
estando separados, debido a nuestra farsa romántica. —Me sonríe de nuevo,
juguetonamente. Sin una razón para alarmarse.
La semana que viene incluirá un montón
de tiempo con Pablo. No hace mucho, hubiese estado eufórica con una
oportunidad como esa. Ahora me pone nerviosa de una manera completamente
diferente. A pesar de ya no querer una relación amorosa con él, él sigue siendo
carismático y fácil de estar cerca—la mayor parte del tiempo. Debería sentirme
desconfiada y cautelosa. Ese es el problema, en realidad, no estoy
totalmente en guardia cuando cada célula lógica de mi cuerpo me dice que debería
de estarlo. En cambio, eso es lo que destaca a Pablo Martinez —fingiendo
confianza.
El resto del viaje está lleno de una
pequeña charla. Él me pregunta qué estoy pensando estudiar en la
universidad, y yo le pregunto sobre su próximo proyecto —una película de acción junto
con Chelsea Radin, una chica de pueblo pequeño que se volvió una
celebridad. Él no saca a relucir el pasado otoño o nuestra charla en marzo. Cuando
llegamos al aeropuerto, salta fuera del auto para tomar mi bolso del
maletero. Tirando de la palanca hacia arriba y abajo, la coloca en mi mano, y antes de
que pueda reaccionar, se inclina para besarme la mejilla.
Se está deslizando sus gafas de sol de
nuevo y entrando en su coche, diciendo—: Nos vemos el lunes en la
mañana. —Mientras que yo estoy en la acera, parpadeando. El beso fue
inesperado, aunque no haya sido en la boca y parezca oh-que-casual. Pero su beso
inofensivo no es lo que me tiene congelada.
En el otro lado de los carriles de un
solo sentido delante de la sala de salida se encuentra una chica con una
cámara dirigida directamente a mí. No es un teléfono celular y tampoco una
cámara turística Kodak de trescientos dólares. Es grande, negra y con aspecto
profesional. Maldición. Como me doy la vuelta, su rostro se amplía en una
sonrisa feliz y malvada antes de darse la vuelta, de forma rápida, para desparecer
dentro del estacionamiento.
Sé lo que ha pasado entre Pablo y yo
sobre la acera: un beso inocente. También sé cómo se verá en todos los
sitios web de chismes a los que la chica pueda subir y vender la fotografía.
Paula
No le temo a los paparazzi, como algunos
famosos. Muy poca de mi vida es un libro abierto. Aparte de mi
descomunal secreto —que en algún lugar hay un niño hermoso, de tres años, de ojos
azules y cabello rubio (probablemente) con una mezcla de genes de Pablo y yo.
Tengo un paparazzi secreto en mi
bolsillo trasero. Su nombre es Mercedes y ella es una de las pocas mujeres entre
una profesión donde la mayoría son hombres. La elegí por esa razón, de
hecho. En cualquier momento que le puedo dar a una mujer la pierna de un hombre,
estoy abordo, siempre y cuando la mujer en cuestión no sea competencia,
porque entonces las apuestas terminan. mercedes no confiaba en mí al comienzo. No
hasta que obtuvo dos o tres fotografías que nunca hubiera conseguido
sin mi ayuda. Desde entonces, cuando la llamo, ella sólo tiene una
palabra —Dónde.
La uso para tomas “cándidas” de mí, por
supuesto. Así fue cómo la convencí en un principio. La convencí
que me diera su número y luego la llamaría cuando me detenía en un
Starbucks por un Frappuccino con un co- estrella guapo. Le enviaría un mensaje
diciéndole dónde estaría de compras con mi mamá. Puesto que yo controlo los
escenarios, yo aparezco como quiero aparecer, y Mercedes parece saber cómo
capturar a grandes celebridades en la ciudad, tratando de ser discreta. Ahora,
las revistas de chismes toman sus llamadas con impaciencia y yo me quedo
en el ojo público como una chica (atractiva) normal, en lugar de una
mujer mostrando su ropa interior —o la falta de ella— al mundo entero.
Algunas celebridades piensan que están
por encima de ellos, o son simplemente demasiado estúpidos como
para aprender a aprovecharlo a su favor. Yo no soy poderosa, ni tampoco
estúpida.
Cuando le llamé a Mercedes esta mañana le
dije que llevara su trasero al aeropuerto LAX para una exclusiva de Pablo Martinez y Lali Esposito, ella preguntó por el número de embarque y
salió como un buen perro entrenado.
—No te preocupes en buscarla. —Le dije a
Pablo ayer por la noche—. Es una profesional. Probablemente ni
siquiera la verás hasta que ya haya tomado la foto, claro, si es que la ves.
—Eres una pequeña perra diabólica, Paula.
No podía ofenderme mucho, porque había
admiración en su voz.
—Para tu información, no te estoy
diciendo que intentes hacer cualquier cosa que pudiera retrasar nuestro plan…
pero entre más se parezca a que estás dejando a tu amada en el aeropuerto
después de una noche estupenda, mejor.
Él se echó a reír. —Bueno, está bien,
veré qué es lo que puedo hacer.
Su beso en la mejilla fue brillante. Él
y Lali sabían que fue rápido e inocente, pero las fotografías que comenzaron
a surgir unas horas más tarde podrían ser interpretadas en un millón
de formas, pero muy pocas de esas interpretaciones son inocente.
***
Pitt: No, estoy seguro que estará
bien, si estás segura de que quieres ir. Podría ser una ceremonia larga y
aburrida.
Yo: ¿Es eso un golpe a mi capacidad de
poner atención en ciertas ocasiones? X ke te prometo que estoy
orgullosa de ti y puedo quedarme quieta DURANTE TODA LA CEREMONIA.
Pitt: Jaja, bien, seguro. Eso sería
genial.
Mi propósito indicado que le diré es que
tengo que estar en la ciudad para reunirme con los productores —una
mentira totalmente creíble.
Si voy a estar con Peter, voy a tener
que ganarme a su madre, sus indulgentes hermanas y a su hija. Sólo
he visto a Cara una vez, y fue un par de años atrás por lo que no hay manera de
que me recuerde. Ese viaje también incluyó un incidente desastroso de besos
en estado de ebriedad que (afortunadamente) Peter decidió como si
nunca hubiera pasado.
Life’s a Beach estaba filmando un
episodio en el que varias personajes viajaban a Nueva York. (Personajes de
playas de Los Ángeles en Nueva York ¡Qué rayos! ¿Verdad? Pero, hey, era
semana de ratings y yo hago lo que me pagan por hacer). De alguna manera me
las arreglé para quedarme con Peter mientras estaba en Nueva York,
así, cuando me enteré de una fiesta en un apartamento de lujo en Union
Square, de la propiedad de un amigo de uno de mis compañeros de reparto, lo
invité.
Habíamos estado bailando y hacía calor y
terminamos en la azotea observando las estrellas. O él lo hacía.
Yo lo estaba mirando a él. Estaba acostumbrada a tipos como Pablo, quienes
aprovechan las oportunidades, tales como las chicas bebiendo hasta volverse
estúpidas, o pretendiendo, con el fin de obtener un tipo guapo. Debería haber
sabido que con Peter no sería igual.
No fue que él fuera indiferente. Cuando
me moví a sus brazos y lo besé, por unos cortos segundos, él me devolvió
el beso. Pensé que iba a derretirme, era tan bueno. Y después él me tomó de
los hombros y me alejó, diciendo—: Paula, no. —Estaba lo suficientemente
borracha para no darme cuenta de lo que estaba hablando… y una vez que lo
hice, estaba lo bastantemente sobria como para sentirme humillada y cabreada.
Dios, estaba tan enojada. Regresé
adentro, temblando y furiosa, y tomé al primer hombre decente que encontré.
Recargándolo contra una pared, cerré los ojos y pretendí que era quien yo quería
que fuera. No recuerdo mucho de esa parte, sólo que no me podía engañar a mí
misma, sin importar lo mucho que tratara. Momentos más tarde, Peter me
separó del chico, quien casi se deslizó hasta el suelo porque no le
había permitido ni quiera respirar.
—Vámonos. —dijo, su mano agarrándome el
brazo.
Me solté de su agarre, me crucé de
brazos y lo miré. —No he terminado con esta fiesta.
—Sí, lo has hecho. —dijo, inclinándose
para que pudiera oírlo—. Estás completamente tomada y vas a hacer algo
de lo que te arrepentirás si no nos vamos ahora. —Su cercanía me estaba
matando.
—Ya lo he hecho, —Murmuré, mis ojos
llenos de lágrimas. Parpadeé alejando el llanto y me pellizqué los
antebrazos, decidida a seguir furiosa.
—¿Qué?
Descrucé mis brazos, dejándolos caer a
mis lados, mis manos en puños.
Me sentía fuerte, pero frágil, como si
estuviera hecha de concreto. Un golpe sólido y me convertiría en polvo. —dije que ya lo he hecho. Vas a odiarme ahora y he arruinado nuestra amistad.
—Mi voz se rompió de nuevo y me di cuenta que estaba más enojada conmigo
misma, de lo que estaba con él—. Sólo quiero a alguien que me importe. ¿Por
qué es eso tan malo?
Cerró los ojos. —No está mal. —Cuando
pasó su brazo alrededor de mí y me llevó hasta la puerta, no se lo
impedí. Caminamos un par de cuadras antes de que me detuviera para quejarme de que
me dolían los pies y estaba cansada, y él llamó un taxi para que nos llevara
de vuelta a casa de sus padres.
Era tarde, y la casa estaba en silencio.
Él se detuvo frente a la puerta del cuarto de invitados, su voz baja.
—Paula, no has arruinado nada, —suspiró—, ¿Podemos olvidar que esto sucedió? Tú
significas mucho para mí. Eres uno de los pocos amigos que tengo que saben lo
de Cara. Bebiste mucho. Fue un error.
Y nunca podría odiarte.
Por un momento, antes de llamar a mi
agente de viajes y hacer reservaciones para un vuelo, el martes
por la noche, medito esta frase: Yo nunca podría odiarte. Lo que significó
para mí en ese momento. Lo que significa para mí ahora. Y por poco me acobardo. Pero yo soy lo correcto para él. Lo sé.
Sólo necesito la oportunidad para demostrarlo.
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