jueves, 24 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 05
Cansada por la falta de sueño, Lali echó una pastilla de complejo vitamínico en un vaso con agua y se la tragó. Ya desayunaría más tarde algo sustancial.
— ¿Qué te pasó anoche? —Rochi estaba sentada en su escritorio devorando un tazón de cereales, con el ordenador encendido.
Lali la miró sorprendida. Estaba casi segura de que Rocío ya habría hablado con Pablo. Decidió seguirle el juego un rato.
—Realmente no estaba de humor. Me quedé sentada un rato fuera y me marché a casa pronto. ¿Y tú?
Rochi la miró con desconfianza.
—Estoy segura de que hay algo más, tienes mirada de culpabilidad.
Lali sintió cómo se le sonrojaba la cara, pero se guardó sus sentimientos y se centró en Rochi.
— ¿Y qué me dices de ti? ¡Debes de sentirte muy contenta esta mañana!
— ¿Por qué? De hecho es más bien al contrario —contestó Ro.
— ¿Por qué? ¡Parecía que las cosas iban muy bien! ¡Parecía que os gustabais!
Pochi la miró perpleja.
— ¿De qué estás hablando?
—De Peter y de ti —contestó Lali con impaciencia—. No te quitaba los ojos de encima.
— ¿Peter? ¡Si ni siquiera estaba allí!
—Claro que estaba. Lo vi hablando contigo: alto, moreno, con un abrigo de cuero negro.
— ¡Oh! —Rochi empezó a reírse—. Ése no era Peter. Era Poli.
Lali sintió como si la tierra se moviese bajo sus pies.
— ¿Poli? ¿El hombre con el que estabas hablando era Pablo?
—Por supuesto!
—Oh, Dios. ¿Entonces quién...?
— ¿Quién qué? —preguntó Rochi con evidente curiosidad.
Se oyeron voces por el pasillo y Rocío escondió apresuradamente los cereales detrás de una pila de libros. Lali estiró la mano tras ella para colocar otra revista en la pila y así ocultarlo correctamente. Se quedaron de pie la una junto a la otra mientras un grupo de consultores entraba con Hugo, el consultor principal.
—Rocío, Mariana —dijo él con una sonrisa maligna—, tenemos algo de sangre fresca para vosotras. Rochi, seguro que recuerdas a Peter; ha vuelto de Nueva York.
Lali observó cómo Rocío miraba a Hugo. Hugo no estaba sordo y era plenamente consciente
de las numerosas veces en que Ro había discutido sobre «El Regreso» con ella. Había pocas cosas que Hugo no supiera.
Entonces miró al hombre alto que salió de detrás de Hugo. Alto, devastadoramente guapo, vestido con traje y con una sonrisa dirigida a ella, allí estaba su «Poli» de la noche anterior. ¿Era Peter? Aquellos increíbles ojos verdes estaban clavados en ella con un brillo humorístico. Lali se quedó mirándolo, incapaz de pensar en nada salvo en que era más guapo por la mañana, recién afeitado.
Hugo estaba presentándoles a los otros hombres, pero Lali no se quedó con ninguno de los nombres. Le temblaban las piernas como a un cordero recién nacido. Finalmente le quitó los ojos de encima y trató de respirar con normalidad. Sonrió automáticamente a los demás y simplemente deseó que se la tragara la tierra. De pronto recordó partes de la conversación:
«Regalo divino», «cuando te mira...». ¿Pero qué había dicho?
Fue consciente de que se estaban alejando para investigar las terminales de bases de datos que había en la zona de la biblioteca. Lali se quedó dónde estaba, mirando la silla de Rochi.
—Debería habértelo dicho.
Levantó la mirada, horrorizada al ver que Peter no se había alejado con los demás, sino que se había acercado más a ella.
Aún sonreía, y Lali se sintió algo molesta, lo cual hizo que le subiera la temperatura aún más.
Lo miró seriamente, negándose a reconocer el brillo de atracción en su mirada.
— Sí, deberías —susurró.
— Lo siento mucho —dijo él sonriendo más abiertamente—. No pude resistirme.
—Fue imperdonable. Debías de saber que te había, confundido con otra persona.
—Mmm —Peter miró hacia el grupo de consultores antes de seguir hablando con lo que parecía que era auténtica preocupación—. ¿Te duele la cabeza esta mañana?
—Desde luego que no —la irritación hizo que levantara la voz más de lo esperado. Miró hacia los demás y vio que Rochi los estaba observando con los ojos fuera de las órbitas—. Será mejor que te reúnas con los demás.
Su cuerpo eligió ese preciso momento para recordar cómo sus cuerpos se habían fundido en uno solo. Sintió el fuego en sus mejillas y tragó saliva. Comenzaba a darse cuenta de lo que significaba aquello. La situación había dado un giro de ciento ochenta grados. Él trabajaba allí. No podría evitarlo, y realmente necesitaba hacerlo. No podía sentirse atraída por él si trabajaba allí; bajo ningún concepto.
—Sólo he estado fuera seis meses —contestó él—. Creo que aún sé cómo desenvolverme solo por la biblioteca.
—Bueno, pues yo tengo trabajo que hacer —contestó ella, demasiado avergonzada como para verle el lado divertido al asunto.
—Por favor, no quiero entretenerte.
Milagrosamente, Lali consiguió mover las piernas y llegar hasta su escritorio para sentarse, odiando el hecho de que él estuviera allí y pudiera comprobar que aún no había encendido el ordenador.
Se inclinó hacia ella, y Lali sintió su cercanía con cada célula de su cuerpo. Era casi como un dolor. Su cuerpo deseaba que estirase el brazo y la tocase.
—Adiós, guapa —susurró Peter.
Roja por la rabia, la vergüenza y el deseo, Lali puso en marcha el ordenador y sintió cómo él se incorporaba y se alejaba. Aunque pudo imaginar su sonrisa.

Peter contuvo el deseo de deslizar los dedos por su pelo metiéndose las manos en los bolsillos y regresando hacia donde se encontraba Rocío con los nuevos consultores. Aunque no pudo evitar sonreír, y supo que era debido a los pensamientos perversos, no al entusiasmo por los nuevos sistemas informáticos.
Su primer día como socio y lo único en lo que había podido pensar era en llegar al centro de información lo antes posible para ver si realmente ella estaba allí; si era real.
Ahora ya lo sabía. Era muy real. Era atractiva y estaba fuera de sus posibilidades. Su mente tomó una dirección muy peligrosa y dio gracias a Dios porque hubiese llevado pantalones. Se pasó la pluma entre los dedos, tratando de no recordar las sensaciones que había tenido al acariciar sus muslos.
Había trabajado duro para conseguir ser socio. Lo último que necesitaba era la distracción de una empleada temporal de piernas escandalosas.
Aunque el hecho de tener ambiciones profesionales no significaba que tuviera que vivir como un monje. No era como si estuviese pensando tener algo serio. El matrimonio y los hijos formaban parte de un futuro a largo plazo, ¿pero a corto? Al fin y al cabo, era un hombre.
Sin embargo, los asuntos de oficina acababan complicándose. Lo había visto millones de veces.
Por eso mismo, él nunca se había implicado con una compañera de trabajo; era parte de su código no escrito. El trabajo era para trabajar; la diversión era para más tarde.
Pero ella era una tentación; y neozelandesa. Conseguiría otro trabajo o se iría a otro país en nada de tiempo. Era la candidata perfecta para tener una aventura sin complicaciones.
Aunque un socio con una empleada temporal eran terrenos pantanosos.
Le dio las gracias a Rochi con una sonrisa, que evidentemente no era la más experta en las nuevas bases de datos que acababa de mostrarle.

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