viernes, 11 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 64


Peter
Mi trabajo de investigación cuenta con un título formidable, trata de Flannery O’ Connor y su didactismo… y pensamientos completos y coherentes. He completado la investigación y hecho algunos análisis, pero mis deducciones y conclusiones son un desorden. Gracias a Dios que la fecha de entrega es para el viernes —tengo aún 48 horas para terminarlo.
Decidí tomarme un descanso para ver lo que mamá y Cara estaban haciendo, cuando me sorprendí mirando a la nada y creando una nueva fantasía con Lali. Es la protagonista de las historias llenas de calentura que han estado apareciendo en mi mente cada noche. Después tomaría una fría y monstruosa ducha.
Me comprometí a cenar esta noche con Paula, y no debería asistir —no con todo lo que tengo que hacer. Sufro de una vaga sensación de culpa respecto a ella. A veces tengo la sensación de que quiere más de mí, pero nunca lo dice.
Presionó, más de una vez, en el curso de nuestra amistad, y estaba muy borracha en esos momentos. Ignorar todo el episodio parecía la mejor forma de lidiar con él.
Paula se aferra a su duro caparazón con fuerza. En realidad, no es más que un escudo, aunque no puedo decir que la culpo por ello. Soy de las pocas personas que permite traspasar la barrera, y siempre he sentido la necesidad de demostrarle que las relaciones, incluyendo amistades, pueden conservarse sin la manipulación o la explotación. Si he tenido éxito en el intento, es discutible.
Hasta el otoño pasado, estaba seguro de que los prejuicios de Paula eran mayormente por la culpa de Pablo. Todavía creo que su relación tuvo mucho que ver, pero haberlos visto juntos e interactuar, creo que ellos son muy parecidos. Pienso que sus deficiencias son iguales y           tengo un cierto reconocimiento subliminal de que esa fue la razón por la que se atrajeron el uno al otro.
Mamá siempre nos advertía a mis hermanas y a mí que después de haber sido criados por un sicólogo, siempre seríamos peligrosos; creo que debería de dejar el análisis de aficionados. En realidad, no tengo idea de cómo ayudar a Brooke más allá del terreno de nuestra amistad. Así que eso es lo que hago.
Me encuentro con mamá y Cara en las escaleras. Mi hija está obviamente lista para una siesta; cuando la cargo, deja caer su cabeza en mi hombro después de un gran bostezo. Mamá continúa en las escaleras, giró y sigo el camino.
—Tengo un cliente de emergencia en unos 15 minutos, y luego tengo que empezar a calificar estos malditos finales. —La pila de los libros azules es por lo menos de diez centímetros de espesor—. Y no te olvides de que tengo la fiesta de jubilación docente está noche, y llevaré a tu padre conmigo. Mierda. Olvidé la fiesta, y el cliente citado —no le digo que planeaba llevar a Cara a dormir antes de salir.
—Um, había hecho planes para cenar está noche, olvidé por completo preguntar sobre eso, ¿No?
Me pasa el conejo de Cara en la mano. —Llama a Brynn. Tal vez ella esté libre. —Me mira desde la puerta mientras dejo a Cara en la cama, mamá trata de fingir que no se está muriendo de la curiosidad.
No funciona. —Eh… ¿Con quién dijiste que vas a cenar?
Arropé a Cara debajo de su cobija. —No lo hice. Es Paula.
Su cara cayó. —Oh.
No puedo evitarlo, rio tan pronto salimos de la habitación.
—Vamos, mamá. Ni siquiera la ha visto en ¿Dos años?
Ella resopla. —¿Ha hecho cambios positivos en su vida desde entonces? ¿Comenzó terapia? ¿Ha adquirido cierta madurez o ha ajustado su personalidad?
Suspirando, tecleo un mensaje a Brynn, para ver si puede cuidar a Cara.
—Mamá, trata de recordar que tú eres una terapista profesional.
Ella toma mi brazo, una táctica de atención que siempre usa cuando quiere estar segura de que la estoy escuchando. —También soy mamá, y no puedo dejar de querer lo mejor para mis hijos.
Le fruncí el ceño, sabiendo exactamente lo que estaba insinuando.
—Mamá, no estoy saliendo con ella.
Una de sus cejas se arquea hacia arriba, una expresión que compartimos. —Estoy viendo a Lali ahora. Podría haber jurado que Cassie esparciría los detalles de eso. —Cuando llegamos a mi cuarto, comienzo a reorganizar el desorden de libros, revistas, papeles de mi escritorio y mi cama, cuando ella se inclina en el marco de mi puerta.
—Oh, lo hizo. Solo estaba esperando a que tú me lo informaras. —Levantó una ceja y suspira—. A Cassie le gusta un poco Lali. —Una sonrisa de suficiencia se arrastra a través de mi cara, y luego añade—: Pero ten cuidado con Paula. Creo que te tiene en su agenda, lo veas o no.
Estoy tratando de no rodar mis ojos como una niña de diez años. Lo hace sonar como si yo fuera incapaz de ver a Puala con claridad.
—Mamá, sé que piensas que soy genial, pero no toda las chicas que conozco me quieren. Además, he conocido a Pau por cuatro años. ¿No crees que ya hubiera visto alguna evidencia de intrigas si existieran? —Nunca le conté acerca de aquel beso-ebrio, claro, tampoco planeaba decírselo en el futuro.
—¿Estás seguro? —Inclina su cabeza como si supiera que estoy ocultando algo.
—Estoy seguro. —dije, con la esperanza de aplacarla.
Suspira, acercándose a mí. —Es tu vida, cariño.
Frunciendo el ceño otra vez, aparta el pelo fuera de mi cara, algo que ha estado haciendo por mí una docena de años. Le gusta al estilo corto, pero siempre lo mantengo algo largo —usualmente un poco peludo, a menos que esté por hacer un papel en una película.
Sujetando mi barbilla, me mira a los ojos. —Eso sí, no me hagas decir te lo dije, porque sabes que no me puedo resistir a decirlo.
Sacudo la cabeza y sonrío. —Debidamente advertido, mamá.

Paula
Pitt: No puedo salir a cenar. Sin niñera. Lo siento.
Un millón de palabras pasaron por mi cerebro, empezando con maldita sea. Y al final reconocí que esta era una oportunidad. No me puedo asustar por un niño, ni tampoco darme por vencida. Tengo a Mercedes lista para capturar el momento. Si Cara sigue la corriente, nos veremos como una encantadora familia. Las especulaciones podrían ser incluso mejor que las fotos de nosotros dos solos.
Y el secreto de Peter puede ser expuesto —lo cual ocurrirá en cualquier momento, cuando él sea un poco más conocido, pero no tiene que ser esta noche. Esta noche es sobre qué tan comprensiva puedo ser con las obligaciones de su papi. Mercedes tendrá que trabajar un poco más por sus fotos
Yo: ¿Por qué no puedo ir? Podemos ordenar algo, y puedo ayudarte con Cara para que puedas estudiar cuanto antes.
Pitt: Sería genial. ¿Estás segura?
Yo: Por supuesto
*******
—Hola. —Le sonrío cuando abre la puerta.
Sus ojos son cálidos y su sonrisa es genuina, como siempre. Abre la puerta por completo, diciendo: —Hola, Pau, tanto tiempo sin verte. —Tan adorablemente nerd.
Probablemente tomó una siesta antes, tiene sus vaqueros y la camisa azul, con cuello de forma V, un poco arrugados. Un pequeño flequillo sobresalía de su desaliñado cabello. Sonriendo, lo tomé y lo junté con el resto.
Estoy usando tacones, pero él sigue estando unos centímetros más alto, incluso descalzo.
Se ve delicioso, y mi estómago  se agita cuando noto sus ojos escaneándome de la cabeza hasta los pies. Estos vaqueros me quedan como una segunda piel, y el top de seda es suficientemente fluido como para destacar mis curvas y el escote no es demasiado explícito.
—Lamento tener que quedarnos aquí. —dice. Me muevo por delante de él, hacia el vestíbulo, y cierra la puerta y abriéndose camino a través del suelo de pizarra—. Estoy seguro de que tenías esperanzas de mostrar ese vestuario.
Toma mi bolsa y la bufanda, nuestros dedos tocándose, enviando una carga de energía por todo el camino hacia mis pies. Cuando se voltea para engancharlos en la percha, tomo una profunda y silenciosa respiración.
—¿Qué es esto? Tú me conoces, Pitt. Los tacones y vestidos de seda son ropas cómodas. —No he estado en esta casa en dos años, pero no ha cambiado. Su familia es aficionada a la decoración acogedora y a colores cálidos y elementos naturales. Más o menos lo opuesto a mi casa. Este lugar se adapta a Peter, un hecho que tendré en mente mientras busco un apartamento mañana. Quiero que él se sienta en casa cuando me visite.
Sin previo aviso, Cara aparece en mis pies y me mira a los ojos, sus grandes ojos oscuros. Sé que la familia de él, años atrás, insistió en una prueba de paternidad cuando ella nació, pero esos ojos sin dudas son los de Peter.
Su cabello rubio debe ser de su madre. Que necesita un arreglo. Y un alaciado pronto.
—¿Eres una Gossip Girl?
Río. —Um. No. Ojalá. Ellas son muy bonitas.
Asiente, sus ojos nunca dejando los míos. —Así que lo eres. Y vistes como ellas. Puedes ser lo que quieras.
Esta niña es tan observadora y directa como su padre.
—Oh, bueno, gracias. Tal vez si le dejo saber a los productores lo que dijiste, me dejarán estar en el programa. Hmm. —Toco con un dedo mi barbilla.
—¿Con cuál chico debo salir?
Con su nariz arrugada dice: —No me gustan los niños. Son asquerosos. —Mira a su padre, quien está tratando de no reír—. Excepto papi.
Él se encoge de hombros mientras yo le arqueo una ceja. —Estoy completamente de acuerdo. Los chicos son asquerosos, excepto tu papi.
Ordenamos comida China, y estoy impresionada cuando Cara recita lo que quiere y después se come su comida con los palillos, como si hubiese nacido con ellos en su mano.
—Wau. No creo haber probado la comida China hasta que me mudé a Los Ángeles. —Mamá había estado afectada durante los primeros quince años de mi vida, étnico significaba algún guisante de comida mexicana-texana de Ragú. Papá hizo un fallido intento de ampliar mis fronteras culturales durante los fines de semana y los veranos obligatorios que detestaba pasar con él. Me resistía a cualquier cosa que sugería solo para vengarme de él, y llegué a Los Ángeles con un paladar poco guay. Pablo fue quien me introdujo en una variedad de comidas étnicas que había perdido al crecer.
—Eso es lo que obtienes, creciendo en Manhattan, una apreciación multicultural y un conocimiento innato.
Peter roba uno de los guisantes del plato de Cara, y sin perder el ritmo, ella le roba un florón de su brócoli. Masticando, ellos se sonríen uno al otro y me maravillo, incluso esta interacción hace que lo quiera.
Antes de irme, colocamos a Cara en su cama y Peter y yo tenemos una larga plática que apenas puedo soportar. Por desgracia, hoy no es la noche adecuada para deslizarme en su regazo y pedirle que me lleve a su dormitorio.
Las señales que está enviando son aún basadas en la amistad, y sé que no debo presionarlo, porque él no sabe qué quiere.
La paciencia es una virtud que tengo en abundancia, cuando tengo un objetivo en el que enfocarme. Mi objetivo con Peter no es solo tener sexo y culpa a la mañana siguiente. Lo quiero todo.
Sin previo aviso, oigo la voz de mi madre en mi cabeza, refiriéndose al hombre que recientemente comenzó a ver: No voy a ser una rápida calada de heno. ¡Quiero la corrida completa! Estilo de vida. Tengo que ser paciente. Lo quiero todo. Echó mi cabeza hacia atrás contra el asiento del taxi y cierro mis ojos. No. Soy. Ella.
Me apoyó a mí misma. Totalmente. Tengo mi propio dinero. Puedo hacer mi propio dinero. A diferencia de mi madre, quien salta por la cuenta banco de un hombre a otro, no lo hago ahora y no necesito la ayuda financiera de un hombre.
No soy ella. No soy ella. Nunca voy a ser ella.

Lali
No tenía idea de lo mucho que comes. —Después de la entrevista de esta mañana en San Bernardino, Pablo y yo nos pusimos en camino a  San Diego. Mañana teníamos nuestra última entrevista temprana de la semana y, de alguna manera, me convenció de dejar que él nos llevara, en lugar de volar.
Ha afirmado que se muere de hambre, aunque también admite que desayuna tarde. Primera parada: dos papitas fritas, tres huevos y jugo de naranja en McDonald, segunda parada: un café grande de caramelo macchiato de Starbucks y una barra de proteína de la guantera. Ahora estamos buscando un In-N-Out en algún lugar cerca de la I-15, justo antes de entrar en San Diego, y ni siquiera es mediodía.
—Necesito miles de calorías al día o voy a comenzar a perder músculo. Justo después de perder el conocimiento.
Le fruncí el ceño. No he mirado una hamburguesa de comida rápida en tres meses, y ya he planeado pedir una ensalada al servicio de habitaciones para mi almuerzo. —Te odio.
Él se ríe. —Pedirás algo en esta parada, ¿Verdad? ¿Hamburguesa? ¿Chocolate?
Abrí mi boca. —¿En serio? Vamos a estar en Ellen la próxima semana. ¿No recuerdas lo que los medios de comunicación me hicieron el otoño pasado, cuando me comí el pan un día? —Mierda. No puedo creer que acabo de recordar eso.
Me da una sonrisa maliciosa. —Ah, sí, la semana del bebé golpeando tu vientre. —Se ríe cuando pongo los ojos en blanco y cruzo los brazos—. La, no puede tomar esas cosas personalmente, fueron simplemente chismes sin sentido.
—¿Cómo no tomarlo personal cuando la gente de todo el mundo estuvo discutiendo con qué chico me acosté?
Él hace un sonido Sshh, rechazando mi argumento. —Fue mucha especulación estúpida, todo resultó ser ficticio al final.
Suspiro profundamente. —Eso es exactamente lo que quiero decir, ¿Por qué tengo que probar ese tipo de cosas a todos? No es asunto de nadie.
Él mira directamente a través del parabrisas y me pregunto si va a responder cuando señala y dice: —¡Ja! Ahí está. —Al salir de la autopista, abre la consola central, saca una gorra de los Lakers y la coloca sobre su cabello.
Sonríe, sus ojos azules bien escondidos detrás de sus gafas de diseñador—. ¿Te parezco… un chico normal?
Por supuesto. —Porque una gorra de los Lakers y los lentes son un automático camuflaje. Habíamos tenido la suerte de que en las otras dos paradas, la persona en la ventanilla era cada vez más mayor y no lo habían reconocido. —Poli, no estamos en Beverly Hills o incluso Long Beach, y estás conduciendo un auto amarillo… o lo que sea esto.
Aparcando en el estacionamiento, sacude la cabeza. —Es un Lotus. Y estamos paseando por las calles de California, no en Kansas.
Me encojo de hombros, reprimiendo una sonrisa, preguntándome si tiene idea de cómo se ve la gente común, o si sólo estaba molestándome.
—Lo que usted diga, Sr. Chico Común.
Una vez que él baja la ventana, el aroma a papas fritas es abrumador, y mi estómago gruñe en señal de protesta. No he comido papas fritas desde la última vez que Cande me obligó a comer la mitad de su orden con sus típicas palabras: Todo se irá a tu trasero, ¿Lo superaste ya? Es prácticamente inexistente allí.
Pablo ordena una hamburguesa con tres empanadas de carne y sin queso, envueltos en lechuga y un batido de vainilla gigantesco.
—¿Segura que no quieres algo?
Apretando la mandíbula, sacudo la cabeza, deseando no respirar por la nariz.
Cuando bajamos la ventana, la joven trabajadora del registro le dice a Pablo el total, cuando se vuelve hacia él, estuvo a punto de dejar de respirar. Él le entrega un billete de cincuenta y las manos de ella tiemblan mientras saca los billetes y monedas de la caja. Tuvo que iniciar su conteo más de tres veces.
Finalmente, le entrega su cambio, pero se olvidó de contar otra vez. Con los ojos muy abiertos, y las manos aún temblorosas, metió el dinero de él todo junto.
—Gracias. —dice sonriendo él, y ella parece como si fuera a desmayarse.
—De nada. —Chilla, alejándose de la ventana antes de desaparecer en una esquina.
Poli mete las facturas arrugadas en el bolsillo delantero de sus pantalones y arroja las monedas en una taza para propinas.
—Es sólo una suposición, pero creo que te reconoció a pesar de tu elaborado disfraz de chico normal.
Su boca se tuerce a un lado. —Listilla
—Sólo estoy diciendo.
Tres chicas y un chico, todos ellos amontonados en el espacio de la pequeña ventana, le entregaron su alimento, que consistía en una pequeña bolsa de papel y un gran vaso de plástico. Nuestra cajera original le entrega el batido mientras cuatro pares de ojos se desplazan de ida y vuelta entre nosotros, y el chico le entrega la bolsa. No se necesitó mucho tiempo para que ellos averiguaran mi identidad, también. —Escucho mi nombre susurrado entre ellos.
—¿Te gustaría servilletas extra? —Pregunta la segunda chica, le entrega un gran puñado, sin esperar una respuesta.
—¡Aquí está tu sorbete! —La tercera chica lo agita fuera de la ventana, pestañeando rápidamente mientras Pablo lo toma en la mano.
—¿Algo más? —Preguntó el chico radiante.
—No gracias, esto es perfecto. —Pablo les devuelve la sonrisa, y cuatro suspiros provienen de la ventana. Pongo los ojos en blanco, detrás de mis gafas de sol, no es que nadie lo note.
Nos estacionamos cerca de una salida, con las ventanas abiertas, para que pueda devorar la carne pesada y la hamburguesa con lechuga. El chico trata de darme un poco del batido. —Bebe algo.
—No.
Balanceando el batido atrás y adelante, me dedica la sonrisa de Pablo Martinez. —Compré uno grande, así que es suficiente para dos.
—No.
Él toma un sorbo, mirándome por encima de sus gafas de sol, sus ojos azules llenos de divertida travesura. —Mmm, muy bien. ¿No? —Niego con la cabeza—. Por lo menos sujétalo por mí mientras estoy comiendo.
Con los contenedores de tazas llenos de vasos vacíos de Starbucks, me engañó al tomar el batido solo por cortesía. Mierda. Su estúpida hamburguesa sin pan huele deliciosa , junto con el aroma embriagador de las papas fritas frescas del restaurante, detrás de nosotros, y mi boca se hace agua con plena conciencia de que el vaso que estoy sosteniendo está lleno de varios cientos de calorías de maldad.
—La —dice, con su tono de persuasión—. Un trago no te va a hacer daño.
En ese mismo momento un par de chicos de aspecto sospechoso aparcan en el estacionamiento, en un sedán destartalado, mirando con curiosidad a quién está en Lotus. Poli me ha inducido a tomar un par de bocados de su hamburguesa (que no está mala) y beber un poco del malvado batido.
Él mira a los dos hombres alrededor de unos veinte segundos antes de murmurar:
—Mmm. Es hora de irnos. —Apenas tengo tiempo para re abrochar el cinturón, antes de que acelere el motor, dando reversa y después acelera en línea recta, lejos del sedán, que comienza a perseguirnos.
Miro hacia atrás y están justo detrás de nosotros. Se extiende una sonrisa maníaca en la cara del pasajero derecho antes de que una cámara grande y negra la oscurezca. La última cosa que queremos hacer es guiar a los paparazzi directamente al hotel.
—Están detrás de nosotros.
Pablo mira en su espejo, sonriendo. —No por mucho tiempo.
Llegamos a la rampa de entrada y él va a noventa antes de estar totalmente en la autopista. Deslizándose alrededor de los autos en movimiento —y me refiero a todos los autos. Pierde el sedán en el tráfico de engrosamiento.
Alarga su brazo por la hamburguesa, mientras yo aún sigo sosteniendo la bebida, y su mano se posa sobre la mía.
—Mmm. Maldita sea, está buena.

Me aclaro la garganta y trato de alejar mi mano de debajo de la suya, pero mueve su mano hacia el volante, apartándola de mí. Comprobando en sus espejos, sonríe. —La regla número uno cuando tienes un Lotus es: con este motor, nunca nadie te alcanzará.

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