Peter
Mi trabajo de investigación cuenta con un título formidable, trata de
Flannery O’ Connor y su didactismo… y pensamientos
completos y coherentes. He completado la investigación y hecho algunos
análisis, pero mis deducciones y conclusiones son un desorden. Gracias a Dios que
la fecha de entrega es para el viernes —tengo aún 48 horas para terminarlo.
Decidí tomarme un descanso para ver lo
que mamá y Cara estaban haciendo, cuando me sorprendí mirando a la nada y
creando una nueva fantasía con Lali. Es la protagonista de las historias llenas
de calentura que han estado apareciendo en mi mente cada noche. Después tomaría
una fría y monstruosa ducha.
Me comprometí a cenar esta noche con Paula,
y no debería asistir —no con todo lo que tengo que hacer. Sufro de una vaga
sensación de culpa respecto a ella. A veces tengo la sensación de que quiere
más de mí, pero nunca lo dice.
Presionó, más de una vez, en el curso de
nuestra amistad, y estaba muy borracha en esos momentos. Ignorar todo el episodio
parecía la mejor forma de lidiar con él.
Paula se aferra a su duro caparazón con
fuerza. En realidad, no es más que un escudo, aunque no puedo decir que la culpo
por ello. Soy de las pocas personas que permite traspasar la barrera, y siempre
he sentido la necesidad de demostrarle que las relaciones, incluyendo
amistades, pueden conservarse sin la manipulación o la explotación. Si he
tenido éxito en el intento, es discutible.
Hasta el otoño pasado, estaba seguro de
que los prejuicios de Paula eran mayormente por la culpa de Pablo. Todavía creo
que su relación tuvo mucho que ver, pero haberlos visto juntos e interactuar,
creo que ellos son muy parecidos. Pienso que sus deficiencias son iguales y tengo un cierto reconocimiento
subliminal de que esa fue la razón por la que se atrajeron el uno al otro.
Mamá siempre nos advertía a mis hermanas
y a mí que después de haber sido criados por un sicólogo, siempre seríamos
peligrosos; creo que debería de dejar el análisis de aficionados. En realidad,
no tengo idea de cómo ayudar a Brooke más allá del terreno de nuestra amistad.
Así que eso es lo que hago.
Me encuentro con mamá y Cara en las escaleras.
Mi hija está obviamente lista para una siesta; cuando la cargo, deja caer su
cabeza en mi hombro después de un gran bostezo. Mamá continúa en las escaleras,
giró y sigo el camino.
—Tengo un cliente de emergencia en unos
15 minutos, y luego tengo que empezar a calificar estos malditos finales. —La
pila de los libros azules es por lo menos de diez centímetros de espesor—. Y no
te olvides de que tengo la fiesta de jubilación docente está noche, y llevaré a
tu padre conmigo. Mierda. Olvidé la fiesta, y el cliente
citado —no le digo que planeaba llevar a Cara a dormir antes de salir.
—Um, había hecho planes para cenar está
noche, olvidé por completo preguntar sobre eso, ¿No?
Me pasa el conejo de Cara en la mano. —Llama
a Brynn. Tal vez ella esté libre. —Me mira desde la puerta mientras dejo a Cara
en la cama, mamá trata de fingir que no se está muriendo de la curiosidad.
No funciona. —Eh… ¿Con quién dijiste que
vas a cenar?
Arropé a Cara debajo de su cobija. —No
lo hice. Es Paula.
Su cara cayó. —Oh.
No puedo evitarlo, rio tan pronto salimos
de la habitación.
—Vamos, mamá. Ni siquiera la ha visto en
¿Dos años?
Ella resopla. —¿Ha hecho cambios positivos
en su vida desde entonces? ¿Comenzó terapia? ¿Ha adquirido cierta madurez o ha ajustado su personalidad?
Suspirando, tecleo un mensaje a Brynn,
para ver si puede cuidar a Cara.
—Mamá, trata de recordar que tú eres una
terapista profesional.
Ella toma mi brazo, una táctica de atención
que siempre usa cuando quiere estar segura de que la estoy escuchando. —También
soy mamá, y no puedo dejar de querer lo mejor para mis hijos.
Le fruncí el ceño, sabiendo exactamente
lo que estaba insinuando.
—Mamá, no estoy saliendo con ella.
Una de sus
cejas se arquea hacia arriba, una expresión que
compartimos. —Estoy viendo a Lali ahora. Podría haber jurado que Cassie esparciría
los detalles de eso. —Cuando llegamos a mi cuarto, comienzo a reorganizar el
desorden de libros, revistas, papeles de mi escritorio y mi cama, cuando ella
se inclina en el marco de mi puerta.
—Oh, lo hizo. Solo estaba esperando a que
tú me lo informaras. —Levantó una ceja y suspira—. A Cassie le gusta un poco
Lali. —Una sonrisa de suficiencia se arrastra a través de mi cara, y luego
añade—: Pero ten cuidado con Paula. Creo que te tiene en su agenda, lo veas o
no.
Estoy tratando de no rodar mis ojos como
una niña de diez años. Lo hace sonar como si yo fuera incapaz de ver a Puala con claridad.
—Mamá, sé que piensas que soy genial,
pero no toda las chicas que conozco me quieren. Además, he conocido a Pau por cuatro años. ¿No crees que ya hubiera visto alguna evidencia de intrigas si
existieran? —Nunca le conté acerca de aquel beso-ebrio, claro, tampoco planeaba
decírselo en el futuro.
—¿Estás seguro? —Inclina su cabeza como
si supiera que estoy ocultando algo.
—Estoy seguro. —dije, con la esperanza
de aplacarla.
Suspira, acercándose a mí. —Es tu vida,
cariño.
Frunciendo el ceño otra vez, aparta el
pelo fuera de mi cara, algo que ha estado haciendo por mí una docena de años.
Le gusta al estilo corto, pero siempre lo mantengo algo largo —usualmente un
poco peludo, a menos que esté por hacer un papel en una película.
Sujetando mi barbilla, me mira a los
ojos. —Eso sí, no me hagas decir te lo dije, porque sabes que no me puedo
resistir a decirlo.
Sacudo la cabeza y sonrío. —Debidamente
advertido, mamá.
Pitt:
No puedo salir a cenar. Sin niñera. Lo siento.
Un millón de palabras pasaron por mi
cerebro, empezando con maldita sea. Y al final reconocí que esta era una oportunidad.
No me puedo asustar por un niño, ni tampoco darme por vencida. Tengo a Mercedes lista para capturar el momento. Si Cara sigue la corriente, nos veremos como
una encantadora familia. Las especulaciones podrían ser incluso mejor que las
fotos de nosotros dos solos.
Y el secreto de Peter puede ser
expuesto —lo cual ocurrirá en cualquier momento, cuando él sea un poco más conocido,
pero no tiene que ser esta noche. Esta noche es sobre qué tan comprensiva puedo
ser con las obligaciones de su papi. Mercedes tendrá que trabajar un poco más por
sus fotos
Yo:
¿Por qué no puedo ir? Podemos ordenar algo, y puedo ayudarte con Cara para que
puedas estudiar cuanto antes.
Pitt:
Sería genial. ¿Estás segura?
Yo:
Por supuesto
*******
—Hola. —Le sonrío cuando abre la puerta.
Sus ojos son cálidos y su sonrisa es
genuina, como siempre. Abre la puerta por completo, diciendo: —Hola, Pau,
tanto tiempo sin verte. —Tan adorablemente nerd.
Probablemente tomó una siesta antes,
tiene sus vaqueros y la camisa
azul, con cuello de forma V, un poco arrugados. Un pequeño flequillo sobresalía
de su desaliñado cabello. Sonriendo, lo tomé y lo junté con el resto.
Estoy usando tacones, pero él sigue
estando unos centímetros más alto, incluso descalzo.
Se ve delicioso, y mi estómago se
agita cuando noto sus ojos escaneándome de la cabeza hasta
los pies. Estos vaqueros me quedan como una segunda piel, y el top de seda es
suficientemente fluido como para destacar mis curvas y el escote no es
demasiado explícito.
—Lamento tener que quedarnos aquí. —dice.
Me muevo por delante de él, hacia el vestíbulo, y cierra la puerta y abriéndose
camino a través del suelo de pizarra—. Estoy seguro de que tenías esperanzas de
mostrar ese vestuario.
Toma mi bolsa y la bufanda, nuestros
dedos tocándose, enviando una carga de energía por todo el camino hacia mis pies.
Cuando se voltea para engancharlos en la percha, tomo una profunda y silenciosa
respiración.
—¿Qué es esto? Tú me conoces, Pitt.
Los tacones y vestidos de seda son ropas cómodas. —No he estado en esta casa en dos años, pero no ha cambiado.
Su familia es aficionada a la decoración acogedora y a colores cálidos y
elementos naturales. Más o menos lo opuesto a mi casa. Este lugar se adapta a
Peter, un hecho que tendré en mente mientras busco un apartamento mañana.
Quiero que él se sienta en casa cuando me visite.
Sin previo aviso, Cara aparece en mis
pies y me mira a los ojos, sus grandes ojos oscuros. Sé que la familia de él,
años atrás, insistió en una prueba de paternidad cuando ella nació, pero esos
ojos sin dudas son los de Peter.
Su cabello rubio debe ser de su madre.
Que necesita un arreglo. Y un alaciado pronto.
—¿Eres una Gossip Girl?
Río. —Um. No. Ojalá. Ellas son muy
bonitas.
Asiente, sus ojos nunca dejando los
míos. —Así que lo eres. Y vistes como ellas. Puedes ser lo que quieras.
Esta niña es tan observadora y directa
como su padre.
—Oh, bueno, gracias. Tal vez si le dejo
saber a los productores lo que dijiste, me dejarán estar en el programa. Hmm.
—Toco con un dedo mi barbilla.
—¿Con cuál chico debo salir?
Con su nariz arrugada dice: —No me gustan
los niños. Son asquerosos. —Mira a su padre, quien está tratando de
no reír—. Excepto papi.
Él se encoge de hombros mientras yo le
arqueo una ceja. —Estoy completamente de acuerdo. Los chicos son asquerosos,
excepto tu papi.
Ordenamos comida China, y estoy
impresionada cuando Cara recita lo que quiere y después se come su comida con
los palillos, como si hubiese nacido con ellos en su mano.
—Wau. No creo haber probado la comida
China hasta que me mudé a Los Ángeles. —Mamá había estado afectada durante los
primeros quince años de mi vida, étnico significaba algún guisante de comida
mexicana-texana de Ragú. Papá hizo un fallido intento de ampliar
mis fronteras culturales durante los fines de semana y los veranos obligatorios
que detestaba pasar con él. Me resistía a cualquier cosa que sugería solo para
vengarme de él, y llegué a Los Ángeles con un paladar poco guay. Pablo fue quien
me introdujo en una variedad de comidas étnicas que había perdido al crecer.
—Eso es lo que obtienes, creciendo en
Manhattan, una apreciación multicultural y un conocimiento innato.
Peter roba uno de los guisantes del
plato de Cara, y sin perder el ritmo, ella le roba un florón de su brócoli.
Masticando, ellos se sonríen uno al otro y me maravillo, incluso esta
interacción hace que lo quiera.
Antes de irme, colocamos a Cara en su
cama y Peter y yo tenemos una larga plática que apenas puedo soportar. Por
desgracia, hoy no es la noche adecuada para deslizarme en su regazo y pedirle
que me lleve a su dormitorio.
Las señales que está enviando son aún
basadas en la amistad, y sé que no debo presionarlo, porque él no sabe qué
quiere.
La paciencia es una virtud que tengo en
abundancia, cuando tengo un objetivo en el que enfocarme. Mi objetivo con Peter no es solo tener sexo y culpa a la mañana siguiente. Lo quiero todo.
Sin previo aviso, oigo la voz de mi madre
en mi cabeza, refiriéndose al hombre que recientemente comenzó a ver: No voy a
ser una rápida calada de heno. ¡Quiero la corrida completa! Estilo de vida.
Tengo que ser paciente. Lo quiero todo. Echó mi cabeza hacia atrás contra el
asiento del taxi y cierro mis ojos. No. Soy. Ella.
Me apoyó a mí misma. Totalmente. Tengo
mi propio dinero. Puedo hacer mi propio dinero. A diferencia de mi madre, quien
salta por la cuenta banco de un hombre a otro, no lo hago ahora y no necesito
la ayuda financiera de un hombre.
No soy ella. No soy ella. Nunca voy a
ser ella.
Lali
No tenía idea de lo mucho que comes.
—Después de la entrevista de esta mañana en San Bernardino, Pablo y yo nos
pusimos en camino a San Diego. Mañana
teníamos nuestra última entrevista temprana de la semana y, de
alguna manera, me convenció de dejar que él nos llevara, en lugar de volar.
Ha afirmado que se muere de hambre,
aunque también admite que desayuna tarde. Primera parada: dos papitas fritas,
tres huevos y jugo de naranja en McDonald, segunda parada: un café grande de
caramelo macchiato de Starbucks y una barra de proteína de la guantera. Ahora
estamos buscando un In-N-Out en algún lugar cerca de la I-15, justo antes de
entrar en San Diego, y ni siquiera es mediodía.
—Necesito miles de calorías al día o voy
a comenzar a perder músculo. Justo después de perder el conocimiento.
Le fruncí el ceño. No he mirado una hamburguesa
de comida rápida en tres meses, y ya he planeado pedir una ensalada al servicio
de habitaciones para mi almuerzo. —Te odio.
Él se ríe. —Pedirás algo en esta parada,
¿Verdad? ¿Hamburguesa? ¿Chocolate?
Abrí mi boca. —¿En serio? Vamos a estar
en Ellen la próxima semana. ¿No recuerdas lo que los medios de comunicación me
hicieron el otoño pasado, cuando me comí el pan un día? —Mierda. No puedo creer
que acabo de recordar eso.
Me da una sonrisa maliciosa. —Ah, sí, la
semana del bebé golpeando tu vientre. —Se ríe cuando pongo los ojos en blanco y
cruzo los brazos—. La, no puede tomar esas cosas personalmente, fueron
simplemente chismes sin sentido.
—¿Cómo no tomarlo personal cuando la
gente de todo el mundo estuvo discutiendo con qué chico me acosté?
Él hace un sonido Sshh, rechazando mi
argumento. —Fue mucha especulación estúpida, todo resultó ser ficticio al
final.
Suspiro profundamente. —Eso es exactamente
lo que quiero decir, ¿Por qué tengo que probar ese tipo de cosas a todos? No es
asunto de nadie.
Él mira directamente a través del parabrisas
y me pregunto si va a responder cuando señala y dice: —¡Ja! Ahí está. —Al salir
de la autopista, abre la consola central, saca una gorra de los Lakers y la
coloca sobre su cabello.
Sonríe, sus ojos azules bien escondidos
detrás de sus gafas de diseñador—. ¿Te parezco… un chico normal?
Por supuesto. —Porque una gorra de los
Lakers y los lentes son un automático camuflaje. Habíamos tenido la suerte de que en las otras dos paradas, la
persona en la ventanilla era cada vez más mayor y no lo habían reconocido. —Poli, no estamos en Beverly Hills o
incluso Long Beach, y estás conduciendo un auto amarillo… o lo que sea esto.
Aparcando en el estacionamiento, sacude
la cabeza. —Es un Lotus. Y estamos paseando por las calles de California, no en
Kansas.
Me encojo de hombros, reprimiendo una
sonrisa, preguntándome si tiene idea de cómo se ve la gente común, o si sólo
estaba molestándome.
—Lo que usted diga, Sr. Chico Común.
Una vez que él baja la ventana, el aroma
a papas fritas es abrumador, y mi estómago gruñe en señal de protesta. No he
comido papas fritas desde la última vez que Cande me obligó a comer la mitad de
su orden con sus típicas palabras: Todo se irá a tu trasero, ¿Lo superaste ya?
Es prácticamente inexistente allí.
Pablo ordena una hamburguesa con tres empanadas
de carne y sin queso, envueltos en lechuga y un batido de vainilla gigantesco.
—¿Segura que no quieres algo?
Apretando la mandíbula, sacudo la cabeza,
deseando no respirar por la nariz.
Cuando bajamos la ventana, la joven
trabajadora del registro le dice a Pablo el total, cuando se vuelve hacia él,
estuvo a punto de dejar de respirar. Él le entrega un billete de cincuenta y
las manos de ella tiemblan mientras saca los billetes y monedas de la caja.
Tuvo que iniciar su conteo más de tres veces.
Finalmente, le entrega su cambio, pero
se olvidó de contar otra vez. Con los ojos muy abiertos, y las manos aún
temblorosas, metió el dinero de él todo junto.
—Gracias. —dice sonriendo él, y ella
parece como si fuera a desmayarse.
—De nada. —Chilla, alejándose de la ventana
antes de desaparecer en una esquina.
Poli mete las facturas arrugadas en el
bolsillo delantero de sus pantalones y arroja las monedas en una taza para
propinas.
—Es sólo una suposición, pero creo que
te reconoció a pesar de tu elaborado disfraz de chico normal.
Su boca se tuerce a un lado. —Listilla
—Sólo estoy diciendo.
Tres chicas y un chico, todos ellos amontonados
en el espacio de la pequeña ventana, le entregaron su alimento, que consistía
en una pequeña bolsa de papel y un gran vaso de plástico. Nuestra cajera
original le entrega el batido mientras cuatro pares de ojos se desplazan de ida
y vuelta entre nosotros, y el chico le entrega la bolsa. No se necesitó mucho
tiempo para que ellos averiguaran mi identidad, también. —Escucho mi nombre
susurrado entre ellos.
—¿Te gustaría servilletas extra? —Pregunta
la segunda chica, le entrega un gran puñado, sin esperar una respuesta.
—¡Aquí está tu sorbete! —La tercera chica
lo agita fuera de la ventana, pestañeando rápidamente mientras Pablo lo toma en
la mano.
—¿Algo más? —Preguntó el chico radiante.
—No gracias, esto es perfecto. —Pablo les
devuelve la sonrisa, y cuatro suspiros provienen de la ventana. Pongo los ojos
en blanco, detrás de mis gafas de sol, no es que nadie lo note.
Nos estacionamos cerca de una salida,
con las ventanas abiertas, para que pueda devorar la carne pesada y la hamburguesa
con lechuga. El chico trata de darme un poco del batido. —Bebe algo.
—No.
Balanceando el batido atrás y adelante,
me dedica la sonrisa de Pablo Martinez. —Compré uno grande, así que es
suficiente para dos.
—No.
Él toma un sorbo, mirándome por encima
de sus gafas de sol, sus ojos azules llenos de divertida travesura. —Mmm, muy
bien. ¿No? —Niego con la cabeza—. Por lo menos sujétalo por mí mientras estoy
comiendo.
Con los contenedores de tazas llenos de
vasos vacíos de Starbucks, me engañó al tomar el batido solo por cortesía. Mierda.
Su estúpida hamburguesa sin pan huele deliciosa , junto con el aroma embriagador
de las papas fritas frescas del restaurante, detrás de nosotros, y mi boca se
hace agua con plena conciencia de que el vaso que estoy sosteniendo está lleno
de varios cientos de calorías de maldad.
—La —dice, con su tono de persuasión—.
Un trago no te va a hacer daño.
En ese mismo momento un par de chicos de
aspecto sospechoso aparcan en el estacionamiento, en un sedán destartalado,
mirando con curiosidad a quién está en Lotus. Poli me ha inducido a tomar un
par de bocados de su hamburguesa (que no está mala) y beber un poco del malvado
batido.
Él mira a los dos hombres alrededor de
unos veinte segundos antes de murmurar:
—Mmm. Es hora de irnos. —Apenas tengo
tiempo para re abrochar el cinturón, antes de que acelere el motor, dando
reversa y después acelera en línea recta, lejos del sedán, que comienza a
perseguirnos.
Miro hacia atrás y están justo detrás de
nosotros. Se extiende una sonrisa maníaca en la cara del pasajero derecho antes
de que una cámara grande y negra la oscurezca. La última cosa que queremos
hacer es guiar a los paparazzi directamente al hotel.
—Están detrás de nosotros.
Pablo mira en su espejo, sonriendo. —No
por mucho tiempo.
Llegamos a la rampa de entrada y él va a
noventa antes de estar totalmente en la autopista. Deslizándose alrededor de
los autos en movimiento —y me refiero a todos los autos. Pierde el sedán en el
tráfico de engrosamiento.
Alarga su brazo por la hamburguesa, mientras
yo aún sigo sosteniendo la bebida, y su mano se posa sobre la mía.
—Mmm. Maldita sea, está buena.
Me aclaro la garganta y trato de alejar
mi mano de debajo de la suya, pero mueve su mano hacia el volante, apartándola
de mí. Comprobando en sus espejos, sonríe. —La regla número uno cuando tienes
un Lotus es: con este motor, nunca nadie te alcanzará.
Más!!
ResponderEliminarOdio a paulaamaaass
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