viernes, 25 de julio de 2014

"Toda la noche con el jefe"


CAPITULO 07
Llegaron al edificio y Lali lo miró expectante, deseando poder llevarse la bandeja del café. Él negó con la cabeza y, apretando los dientes, ella, abrió la puerta. Sus tacones resonaban en el suelo mientras caminaba directa hacia el ascensor.
—Estás muy callada hoy —comentó él—. Es curioso, cuando anoche parecías tener tanto que decir.
Oh, la noche anterior sí tenía muchas cosas que decir, pero dudaba de su habilidad para decirlas sin recurrir a palabras inapropiadas. Ya había sido suficientemente descuidada la otra noche. Él era un socio, un jefe.
Subieron en el ascensor en silencio. Lali trató de ignorar su cercanía y no lo consiguió. Le dirigió una mirada de soslayo y se sonrojó al ver que él la estaba mirando fijamente. Apartó la mirada de nuevo y se quedó mirando los números de los pisos. Incapaz de evitarlo segundos más tarde, volvió a mirarlo. El seguía observándola. Parecía sorprendido y ligeramente satisfecho.
 Se abrieron las puertas de su piso y ella salió andando apresuradamente, desesperada por alejarse de él.
— ¡No te olvides el café! —exclamó Peter.
Lali se dio la vuelta y lo vio de pie en el vestíbulo con la bandeja. Consciente de que la recepcionista no estaba cerca, regresó junto a él. Se detuvo a unos treinta centímetros y estiró los brazos. Peter dio un paso hacia ella y le colocó la bandeja en las manos. Sin dejar de mirarla, él colocó las manos suavemente sobre las suyas. Lali sintió su piel electrificada y cómo sus dedos se movían inquietos. Peter dobló los dedos sobre los suyos, asegurándose de que sujetase la bandeja con fuerza. Dejó sus manos allí más tiempo del necesario, y fue una sensación maravillosa. Lali supo que un abrazo suyo sería igual de agradable. Apretó los labios. ¿Cómo podía ser aquello? Era un hombre, como cualquier otro.
—Gracias.
—Adiós, guapa —le apretó las manos ligeramente y el corazón le dio un vuelco. Le dirigió una sonrisa arrolladora antes de soltarla y desaparecer tras una puerta.
Lali se quedó inmóvil. Acababa de llevarse su respiración con él. Aún podía sentir la presión de sus dedos, y su sonrisa era lo único que veía.

— ¿Tienes un minuto? preguntó Hugo al regresar de una reunión. Rochi y Lali se giraron en sus sillas y lo miraron—. Estamos reasignando investigadores para los equipos a causa de un nuevo proyecto. Es muy sensible con respecto a los asuntos de confidencialidad de un cliente importante. Inicialmente es sólo un trabajo de un par de semanas y quieren a un investigador entregado. Lali, eres tú. Empiezas el lunes.
Ella se quedó mirándolo.
—No podrás trabajar en otro proyecto al mismo tiempo porque estarás encerrada en una sala de reuniones. Es todo muy secreto. Lo están preparando ahora. Es un equipo pequeño; un socio, dos consultores y tú. Tú tendrás que preparar la presentación y la propuesta final. Mucho trabajo de ordenador y horas extra. ¿Te parece bien?
Lali asintió, tratando de controlar la sensación de decepción. Había pasado casi todo el tiempo trabajando en un proyecto para una compañía localizada en Portugal. Iba a acabar pronto y, como recompensa, el equipo iba a viajar a Bilbao durante el fin de semana para una fiesta en el Guggenheim. Le habían dicho que ella estaría incluida si seguía allí al finalizar el proyecto. Tenía muchas ganas de ir. No había tenido ocasión de ir sola y ahora su tiempo se acababa. Su billete de vuelta para Nueva Zelanda ya estaba cerrado.
—Ve directa a la sala de reuniones dos el lunes —continuó Hugo—. Podrás hacer las búsquedas sin problemas, tus habilidades informáticas son excelentes. El socio piensa que serías la mejor.
Ella sonrió, en parte aliviada por el cumplido.
— ¿De verdad?
Hugo asintió.
—Te eligió personalmente. Trabajarás directamente con Peter.

Tras una noche sin apenas dormir, Lali llegó quince minutos antes el lunes por la mañana, y se sintió avergonzada al descubrir que era la última.
—No pasa nada. No llegas tarde, Lali—dijo Peter poniéndose en pie y caminando hacia ella—. Hemos empezado temprano para que tuvieras algo de trabajo.
Ella asintió y lo miró. Sus ojos se encontraron y se mantuvieron la mirada. No vio nada en él salvo una corrección profesional, pero eso no evitó que se le acelerase el pulso al fijarse en sus ojos verdes. Al mantenerle la mirada, sus pupilas se dilataron, y Lali sintió un calor que le subía por el estómago. Tomó aliento y contempló el ordenador.
—Sólo quiero comprobar que tengo acceso a todas las bases de datos.
El asintió y señaló hacia el ordenador, situado en el otro extremo de la mesa. La siguió hasta su asiento.
—Desayunaremos en quince minutos y repasaremos el informe, ¿de acuerdo?
Lali lo miró y sintió un vuelco en el estómago. En esa ocasión, Peter mostraba una sonrisa pícara en la cara. Aquello iba a ser mucho más duro de lo que había imaginado. Se enderezó y comenzó a examinar los sistemas. Fue consciente de cómo él se movía hacia el otro extremo de la mesa.
¿Cómo iba a soportar dos semanas con él al lado si era plenamente consciente de todos sus movimientos? ¿Si su cuerpo reaccionaba con la más mínima mirada?
Diez minutos más tarde, ya había comprobado que los del equipo informático habían hecho correctamente su trabajo. Peter la llamó entonces para que se reuniera con ellos. Ella le dirigió una sonrisa a Nicolás y luego asintió fríamente hacia Andres, quien le había pedido una cita meses atrás y había dejado clara su devastación al ser rechazado. Poco después, Lali había descubierto que les pedía citas a todas las empleadas temporales.
Andres llenó las tazas de café mientras Peter le explicaba el proyecto a Lali.
—Nuestro cliente quiere encontrar alguien a quien absorber o con quien fusionarse lo antes posible y en secreto.
Casi inmediatamente, sus pensamientos se fueron por otro camino. Debió de ser la idea de la fusión. Lo observaba mientras hablaba, con la esperanza de que su apariencia exterior reflejase concentración. Claro, estaba concentrada, pero no en lo que estaba diciendo. Sus hombros parecían tan anchos... Observó su mano mientras golpeaba la pluma contra el cuaderno que tenía enfrente. Una mano grande y fuerte. Apostaba a que no tenía que pelearse con los tarros de mermelada como le pasaba a ella. Pero sabía lo tiernas que podían ser esas manos. Podía imaginarse lo deliciosamente ardientes que podrían ser en otras partes de su cuerpo.
Andres le entregó el café, y ella dio un sorbo con la esperanza de que la cafeína le despejara el cerebro.
Funcionó. Momentáneamente.
—Trabajaremos sin parar durante las dos próximas semanas, pero estoy seguro de que eso no será problema para nadie —dijo Peter.
Lali estaba dividida. Más horas con Peter, aunque su índice de horas extra era soberbio. Era mucho dinero para una situación en la que tenía que luchar contra la atracción más poderosa que jamás había sentido.
Peter señaló hacia el papel que cubría las ventanas y que bloqueaba la vista al pasillo.
—Ha de ser algo secreto —dijo—. Por favor, dejad vuestra vida social para los descansos de la comida.
— ¿Qué descansos? —preguntó Andres.
Peter sonrió.
—Lo sé, pero son sólo quince días, y merece la pena. Si hacemos un buen trabajo, podríamos conseguir un importante contrato para la empresa. Hay mucho en juego y podría ser bueno para todos nosotros.

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