viernes, 18 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 74

Poli
La llevo al sofá, no a la cama. Nos hundimos en él, está flácida y llorando, es fácil tirarla hacia mis brazos, en mi regazo. Sollozando, se hace pequeña, su cara enfrentando mi pecho mientras la sostengo. Lali sigue usando el vestido de diosa, descalza y tan endiabladamente adorable. Las puntas de mis dedos susurran en su espalda, su piel caliente y suave.
En un principio, pensé que esto iba a ser simple. No necesariamente fácil en la ejecución, pero simple en conclusiones potenciales. Paula seduciría a Pedro, y luego yo obtendría el beneficio cuando Lali necesitara consuelo y un hombro en el cual llorar. Y aquí, literalmente en mi regazo, está a punto de pasar la conclusión esperada.
Con lo que tengo problemas en con la ejecución.
Asumí por completo que Paula tendría éxito seduciendo a Pedro, pero ese no ha sido el caso. La llamada falsa era, por alguna razón, una decepción que no puedo superar tan fácilmente como me gustaría. Gracias a la inteligente estafa de Paula, Lali creía que Pedro la estaba engañando y en viceversa.
Y tener el conocimiento exclusivo de todo el esquema me hacía uno de los autores directos de romper el corazón de Lali. Como mi padre diría —no hay otro veredicto.
Sé cómo se siente —el pensar que amas a alguien, pensar que estás siendo amado de vuelta, sólo para quedarte sin aliento por una traición. Paula me hizo eso.
Acariciándola ausentemente, noto que está más calmada, aunque sigue sollozando un poco. Saco la caja de pañuelos del cajón, tomando unos cuantos y los pongo en su mano. Suena su nariz y seca sus ojos, lo cual empieza todo el proceso otra vez. Pasan al menos diez minutos antes de que ella se calme otra vez.
—Lali. —digo, el sonido de mi voz como el chasquido de un rifle. Una alarma en mi cabeza suena, diciéndome que no diga lo que estoy a punto de decir. La ignoro—. La última vez, nunca me preguntaste acerca de Paula, o el embarazo. Nunca me preguntaste si había circunstancias extenuantes, o cómo me sentí en ese momento, o si hubiera deseado hacer una mejor decisión.
Sus lágrimas empiezan a caer otra vez, pero no dice nada. Cierro mis ojos, inhalo la familiar esencia a hierbas de su champú, memorizo la sensación de ella en mis brazos. No puedo decir que amo a esta chica. Pero sé de alguien que sí lo hace.
—Necesitas hacer las preguntas esta vez, Lali.
Mi voz es suave y baja. Alza su cabeza y me mira, en silencio.
Asombrosamente, sus ojos muestran confianza, y no sé por qué. No merezco su confianza. No puedo y no le contaré todo.
—¿Qué estás diciendo? —Su voz suena áspera, su cara cubierta de lágrimas. Nunca ha estado, en mi presencia, tan vulnerable como lo está ahora.
Presiono mis labios contra su sien, su mejilla, la esquina de su boca y sus ojos se cierran. No protesta. Jodido infierno, sería tan fácil, tan fácil. Es posible que Pedro haya sucumbido a los engaños de Paula y las fotos falsas.
Es posible que no lo haya hecho. Estoy seguro de que Paula ha hecho todo lo posible para que él le crea. A pesar de que hemos estado muy amistosos, tendría un momento difícil confiando en ella, y Pedro lo ha hecho ingenuamente durante años.
—Ve. Hazle las preguntas que necesitas hacerle. Ahora, antes de que cambie de opinión.
Tomando su cara entre mis manos y poniendo otro pañuelo en sus manos añado: —Y si necesitas volver, hazlo. Estaré aquí.

Peter
Paula no me ha besado en dos años —no desde cuando estaba borracha y que no llegó a nada, puesto que ambos pretendimos como si no hubiera sucedido. No estoy contando los besos a lo largo de mi mandíbula una semana atrás. Tal vez debería.
Estoy entumecido. Yaciendo sin emociones debajo de sus experimentadas manos y boca, no hay nada más que el recuerdo del beso de Lali, hace tan sólo unas horas. Antes de que entrara en la habitación de Pablo, con su brazo alrededor de ella. Es como el último otoño, sólo que mucho, mucho peor. Mi corazón se aprieta tan fuerte que pienso que se va a detener. Por un segundo, no me importa si lo hace.
Y luego el shock se empieza a desvanecer. Cuando mi cerebro empieza a trabajar otra vez, lo hace tan lentamente, como un motor frío que puede o no puede arrancar. Registro el hecho de que Paula me está besando, y como que le estoy respondiendo, en piloto automático.
La tomo por los hombros, la empujo lejos, gentilmente y me siento.
Agarra mis brazos, moviéndose a mi regazo, y la sensación es como un cubo de agua helada que se vierte sobre mí.
La claridad se precipita sobre mí.
Paula envió la foto de Pablo y Lali besándose el otoño pasado, tomada con su teléfono. Envió una foto de mí, dormido, con mis brazos alrededor de ella. Algo más pulsa en el borde de mi conciencia. La empujo lejos y me pongo de pie.
—No hay necesidad de enfrentarlos. —Paula sostiene mi muñeca como si pudiera anclarme a esta habitación—. Tal vez el personal del estudio lo hizo difícil. Toda esa química que ellos tenían en pantalla, se filtró fácilmente en la realidad.
Cierro mis ojos porque todo lo que veo con ellos abiertos es rojo. Todo, todo inundado de rojo, como un fino aerosol de sangre pintado en la ventana de un avión.
—No. —digo, abriendo los ojos.
Parpadea rápido.
Se mueve en frente de mí, acaparando mis manos otra vez, aún entumecidas.
—Pitt, quédate aquí, conmigo. Te haré olvidar. Soy la indicada para…
—No. —digo otra vez, más fuerte.
Miro abajo y veo el hambre desnuda en su rostro aturdido, luego observo sus manos y algo hace clic en mi mente.
—¿Dónde está tu cubeta de hielo?
Su ceño se frunce, sacude su cabeza.
—¿Qué?
—Dijiste que estabas yendo por hielo, ¿Dónde está tu cubeta?
Sus ojos se ensanchan, aparta la vista y luego se vuelve a encontrar con la mía en un lapso de dos segundos.
—Yo… la olvidé Peter…
Paula alega que no me quiere herir más de lo que ya estoy. Ignorándola, me concentro en algo que tengo por resolver: no tengo la más mínima idea de cuánto tiempo ha estadoLali con Pablo, o lo que ellos están haciendo, pero por Dios, si está haciendo caso omiso a los murmullos de anhelo de mi corazón y mi alma, va a tener que hacer enfrente a mi maldita cara.
Dejo mi habitación y encabezo el camino hacia la habitación de Pablo, con Paula siguiéndome. No sé si sigue hablando. No puedo oír nada excepto el monstruo rugiente en mi cabeza.
En la intersección de los pasillos, choco con Lali, agarrando sus hombros, duro para que no pierda el equilibrio. Nuestro choque había sido un poco brusco, por lo que Lali salió disparada unos pocos pasos hacia atrás.
Mi primer pensamiento es que su rostro es un desastre.
La he visto llorar. He sido testigo de su dolor por los recuerdos de perder a su madre, y su miseria por haber peleado con Candela el otoño pasado — lágrimas que creí que eran a causa de Pablo. Pero nada le hizo esto a ella. Está perdida y se ve miserable. Sus ojos se dirigen por encima de mi hombro, donde, asumo, está Paula.
—¿Dormiste… te acostaste con ella? —dice Lali, su voz ronca y rota, lágrimas corriendo por su rostro.
—No. ¡No! ¿Por qué pensarías eso?
La angustia en sus ojos es insoportable.
—La escuché hablando por teléfono con alguien… acerca de eso…
—¿Qué hay de él? Entraste en su habitación La.
—¿Cuándo? —Llora.
—Justo ahora, hace diez, quince minutos.
—Después de que la escuché decir… —Cierra sus ojos, incapaz de mirarme. —La escuché decir que tú eras lo mejor que ella nunca… Liberando un sollozo, sus manos vuelan para cubrir su cara.
Tiro de ella hacia mí, mientras que todo empieza a encajar, como imágenes de algo roto en pedazos, todas ellas al revés.
—Lali.
Aparto sus manos de su cara y las sostengo.
—¿Fuiste a su habitación porque pensaste que te había traicionado? — Me siento enfermo. No puedo mirar a Paula o incluso pensar en su proximidad, porque nunca he sido y nunca seré físicamente violento con una mujer, pero justo ahora, quiero lastimarla.
—Te acostaste… Oh Dios, no quiero saberlo.
—Nada pasó. Me dijo que viniera a preguntarte acerca… acerca de ella.
—¡Hijo de perra! —dice Paula, revoloteando alrededor de nosotros.
Mis ojos se entrecierran mientras se precipita por la esquina y golpea en la puerta de Pablo. Ahora me importa una mierda ella y lo que está haciendo.
Lali empieza a temblar, mordiendo su labio tan fuerte para no llorar, que estoy preocupado de que le salga sangre. Una puerta en el pasillo se abre una pulgada. Seguramente alguien presenció nuestra pequeña escena. Que se joda.
—Vamos.
La tomo bajo mi brazo y la llevo a mi habitación.
Una vez dentro, el resto del mundo aislado, la sostengo cerca de mí y murmuro las palabras que podría haberle dicho la primera vez que la vi, porque me enamoré de ella en esos pocos segundos, meses atrás. Sólo que aún no lo sabía. Sus brazos se cierran alrededor de mi cuello.
—También te amo. —Responde, su voz ronca por la batalla que enfrentamos y que hemos ganado.
La arrastro conmigo y caemos en la cama, la beso tan duro que sé que debo estar haciendo moretones en su boca, pero está respondiéndome del mismo modo, nuestros dientes chocándose entre ellos, nuestros dedos explorando la piel del otro, removiendo capas de incómoda ropa que estorbaban. Estoy tratando de ir un poco más despacio, para saborearla en este momento, pero necesito esto, la necesito a ella, nos necesito, demasiado. Me alzo encima de ella
—Mírame, Lali.
Sus ojos están llenos, sus párpados pesados.
—Peter. —Suspira
—Necesito que me escuches. —digo, cogiendo su cabeza entre mis manos, mis pulgares alejando las lágrimas de su rostro. Me pierdo en sus ojos.
—Te pertenezco. No hay nadie más. Todo lo que quiero es estar dónde tú estás.

Lali
—Estoy aquí. —digo, tocando su cara.
—Sí. —Su voz es ronca y tiene un profundo nuevo acorde, del tipo que puedes sentir más que escuchar.
—Estoy justo aquí. —Repito, susurrando en su boca—. Y también pertenezco a ti.
Me besa, la tensión es palpable en el temblor a lo largo de sus brazos, debajo de mis palmas. Cierra sus ojos y apoya su frente contra la mía
—Quiero hacer esto bien Lali. No quiero que te sientas presionada por lo que pasó esta noche…
—Peter. —Espero hasta que sus oscuros ojos se abren, su cuerpo lánguido presionando el mío contra el colchón con un espacio muy reducido entre nosotros.
—Sé lo que quiero, y no estoy siendo tan racional como lo estás siendo tú. Porque, si tuviera que presionarte, lo haría.
Deslizo mis manos por su espalda, corriendo las llamas de mis dedos más despacio, rozando la mínima tela que permanece entre nosotros. Me pongo a horcajadas sobre él, y miro como la resolución se va de sus ojos, cambiando a algo totalmente opuesto. Cuando su boca choca contra la mía de nuevo, sé que no tendré que decir otra palabra. Su decisión está tomada. Empieza a desacelerar las cosas —cada beso, cada movimiento tierno y cuidadoso— pero sin aprensión. La paz con la que lo hace es insoportable y perfecta, permitiéndome algo de tiempo para darme cuenta que, una y otra vez, de lo que quiero que él haga, segundos antes de que él lo hace.
***
Algún tiempo después, nuestras manos están entrelazadas por encima de mi cabeza y él me está besando gentilmente. Ante mi suspiro susurra: —¿Te hice daño? —Sus labios son suaves en contra de mi cuello, inclino mi cabeza hacia mi hombro.
Sonriendo, cierro mis ojos mientras él enciende mi deseo hacia él una y otra vez.
—Se supone que debe doler un poco, sabes. —Susurro de vuelta—. Esta vez.
Se apoya en un codo, liberando mis manos para correr sus dedos por un lado de mi cara.
—Eso he escuchado, pero eso no significa que no me interese. No puedo lidiar con el pensamiento de herirte.
Imito su caricia, mis dedos catalogando los contrastes entre nosotros —El corto cabello de su sien, la estrecha brecha de sus patillas, la extensión ligeramente rasposa de su barba a lo largo de su mandíbula. Su preocupación es justificable. Nunca me he sentido así de completa.
—No volverá a doler. O eso he oído.
Él se ríe suavemente y sacude su cabeza.
Aclaro mi garganta. —Entonces… ¿Tienes otro?... otro em…. —Mi rostro se calienta, pero la intimidad es tonta llegados a este punto—. Porque Cande se aseguró de que viniera a LA con una caja gigantesca de ellos, embutida en mi equipaje, del cual no sabía hasta que desempaqué…
Estaba tan, tan agradecida que no había sido elegida para una revisión al azar de equipaje en el aeropuerto cuando descubrí la caja de condones que había guardado en mi maleta. Una nota con adhesivo estaba pegada a la caja, decía: ¡Feliz ESTRENO!, con cariño, Can.
Peter enarca una ceja y junta sus labios, tratando de no reírse ante mi vergüenza.
—¿Estás sugiriendo que llevemos esta celebración a tu habitación? Ante estas palabras, imagino confeti cayendo alrededor de la cama.
—¿Es una celebración?
Sus dedos viajan por un lado de mi cara, descendiendo, manteniéndome cerca mientras quita su peso de mí y se recuesta sobre un lado, quedando cara a cara.
—Diablos, sí lo es.
Mis manos se curvan en su pecho. —¿Qué estamos celebrando? Cerrando sus ojos, presiona su cara contra la mía, deja que su cálido aliento roce mi oreja.
—Que estaré haciendo esto. —Sostiene mi rostro para luego besarme, hasta que estoy sin aliento a causa del deseo—. Por el resto de la noche, y la mayor parte de mañana, y todo el tiempo que decidas ser mía.
Cuando puedo respirar otra vez, pregunto de cuánto tiempo habla. —Hmm, ¿Sesenta, setenta años?
—Empecemos con un “Para siempre”. —Riendo, lo empujo sobre su espalda.


FIN



Bueno FIN!!! jajaja
Espero que les haya gustado, mil perdones por el retraso pero bueno, hemos llegado.
Quería decirles unas cosas.
1) Hubo un comentario por ahí, en uno de los capítulos, que me sonó medio "ortiva". Si la historia es trillada, yo no tengo la culpa, no la escribí, pero es linda igual.
2) Mañana empieza la nueva nove, adaptación también. Estoy todavía escribiendo la mía, esta es cortita, así que no durara mucho.
3) Gracias por el aguante, por todos los comentarios que recibí cuando no me sentía muy bien, quiero que sepan que me dieron muchas energías para seguir ^^
4) Espero que hayan disfrutado de "Entre lineas" ♥
5) Nos leemos en la nueva historia =)  "Toda la noche con el jefe"
 Lali Esposito jamás tenía aventuras con los hombres con los que trabajaba. Después de haber sufrido en el pasado, se protegía tras el ingenio y el sarcasmo... Pero su nuevo jefe, el alto, moreno e increíblemente sexy Peter Lanzani iba a poner a prueba su determinación. Trabajar codo con codo con él no estaba sirviendo de mucha ayuda precisamente, pues Lali no podía evitar que su cuerpo respondiera a cada uno de los movimientos de Peter…Pero después de pasar toda la noche con el jefe y de descubrir que era tan bueno en la cama como en la sala de juntas, Lali se encontró con un gran problema... una noche con él no era suficiente.
Era su jefe... y el único hombre al que no podía resistirse.



Besos
Lunis♥


8 comentarios:

  1. Geniaaaaal nueva nove pero quiero epilogo de esta también jajaj

    ResponderEliminar
  2. esta novela ha sido relindaaaaaaaa me encantoooooooooooooo. besos y ya espero la proximaaaaaa

    ResponderEliminar
  3. Me encantó la nove, la q dijo q es trillada no sabe nada y q no lea sino le gusta! Nunca pense q diria esto pero, gracias pablo x fin hizo algo bien! Espero mna la otra nove! Besos geniaa

    Belu

    ResponderEliminar
  4. Ayy me re gustooo, la nueva nove pinta genial!
    Te felicito ame esta nove.y el final

    ResponderEliminar
  5. Que lindaa me encanto que pena que haya terminafo :(.....estoy muy anciosa por que empieces la prox nove. Un beso

    ResponderEliminar
  6. linda novee .. espero la proximaaa ..

    ResponderEliminar
  7. Buenísimo k estés mejor!!!!
    Me encantó!!!!.
    Una forma diferente d contar la historia.
    Muy lindo el amor.xk hablan todo.
    Espero la siguiente

    ResponderEliminar
  8. me encnato el final aun que hubiese gustado saber como termino la loca obsesiva de paula ante todos despues de que su plan final no saliera como esperaba y si iba a perder el papel que tenia para hacer la pele en NY

    ResponderEliminar