jueves, 10 de julio de 2014

"Entre lineas" capitulo 60


Paula
Está bien gente! —Elevo mi voz sobre la música y el sonido general del bar, golpeo mi vaso de daiquiri con una cuchara hasta que todos me miran—. Estamos aquí para celebrar —o llorar, dependiendo de su
interpretación del evento— el hecho de que nuestra amiga Emilia ha decidido tomar este sexi cuerpo. —Hago que se pare de la silla y dé una vuelta—. Y dárselo a un solo hombre por el resto de la eternidad.
—Booo. —dice Agus, con las manos alrededor de su boca, y todos ríen.
—Agustín Sierra, ¿Qué te importa lo que haga con mi cuerpo? —Le pregunta Emi
—Objeto por un principio general. —Responde.
Parado, toma sus manos y las sostiene a un costado escaneando sus curvas en el vestido negro que está llevando. —Además, parece una pena privar al resto de la población masculina de esta perfección.
Emilia lo empuja de vuelta a su asiento con una risotada. —La población masculina fue principalmente privada de esto por principios personales. —Pasando las manos por su cadera y levantando una ceja hacia él, agrega—: Este cuerpo es más discriminador que otros sentados en esta mesa.
—Oye. —dice Agus—. No es necesario hablar de Quinton de esa forma. Los detalles de la relación intermitente de Victorio con su amor de la infancia, junto con acusaciones de algunas relaciones casuales en Los Ángeles, lo han estado azotando por el mes pasado. Aparentemente el Sr. Próxima Estrella estuvo tonteando con algunas chicas, y su novia —que es amiga de su hermana— lo descubrió e hizo un escándalo contándoselo a todos. Chicos. Nunca aprenden.
—¡Amigo! —dice Vico sacudiendo su cabeza—. En voz baja.
—De cualquier forma. —digo, rodando mis ojos y levantando mi vaso—. Por Emi. Quizás sea feliz con su chico de las computadoras, y, quizás, él sea raro en formas calientes y estimulantes.
Emilia esconde su cara detrás de sus manos mientras todos brindan.
Uno de los guardaespaldas camina detrás de Pablo y se inclina para decirle algo en voz baja, señalando a unas chicas —mujeres, en realidad— paradas en un costado. Tienen veinte y pocos y son lindas. Eso no es bueno, y no tengo manera de amenazarlo telepáticamente porque no está mirando hacia mí. Mientras se desliza de su silla y va hacía sus fans babosas, trato de no mirarlo fijamente, porque no quiero llamar la atención de Lali.
Muy tarde —maldición, ella ya lo está mirando. Él les está dando esa sonrisa fácil, sexy, y las mujeres están todas estúpidas mirándolo tan cerca en persona. Una de ellas le pregunta si puede apretar sus bíceps —hola, raro— y cuando él asiente, flexionándose, las dos se acercan hacía él. Ugh. Pidiéndole al guardaespaldas que tome sus teléfonos, él posa con cada una, por separado y con todas juntas, sus brazos aferrados alrededor de su torso como si fueran algas. Y luego, todavía sonriendo, les da la mano a cada una antes de darse vuelta y caminar hacía la mesa.
Tengo que admitirlo, estoy sorprendida. Él no sacó su teléfono, o escribió su número en una servilleta, o le pidió al guardaespaldas que las acompañara al hotel a esperarlo. Nada.
La cabeza de Lali se inclina hacia un lado observándolo. Mirando hacia ella, mientras tira de su silla, Pablo le sonríe. Cuando Eugenia le pregunta algo y se voltea a responderle, el vuelve esos ojos azules tormentosos hacía mí, con una ceja levantada, en un mudo ¿Viste?
Inclino mi cabeza. Bien hecho. Presumido hijo de perra. Hago una seña a la mesera por otra ronda de daiquiris para Emil¿ y para mí, y escaneo a todos desde mi aventajado puesto, a la cabeza de la mesa.
Pablo se sienta en el otro extremo de la mesa, ahora hablando con Victorio y llegando al fondo de otro Jack con coca. Ángela se sienta al lado de Vico, y Pittse sienta al lado mío. Emi se sienta a mi derecha, luego Agus, Lali y Euge. Mis ojos vuelan hacia Lali que está teniendo
un intercambio silencioso con Peter, mientras toma de su bebida. Pensé que ordenaría té helado, pero parece ser que está tomando vodka en las rocas o agua. ¿Qué demonios?
—¿Hay alguna razón por la que no tomas hoy, Pitt? —Sonrío, con mi barbilla en mi mano—. Asumo que no estarás pensando en conducir a ningún lado.
Su mirada hacia Lali es rápida, pero no lo suficiente para que yo no la note. —Mmm, no, sólo que no estoy de humor. Tengo un vuelo temprano por la mañana. Nada peor que volar con resaca.
Él dice esto como si alguna vez lo hubiese hecho, lo cual dudo. He visto a Peter bajo la influencia del alcohol, pero nunca destrozado. Esta es sólo una de sus cualidades de siempre en control —una que solía molestarme, cuando estaba en mi fase de emborracharme tanto como era humanamente posible.
Quería que él se uniera. No me di cuenta de que emborracharme y tratar de seducirlo nunca iba a funcionar. Peter nunca se enganchaba con alguien estando borracho.
Ding.
Oh mierda ¿Él y Lali se iban a enganchar esta noche? ¿De eso se trata? ¿Es la primera vez o una repetición? Esto podría afectar mis mejores planes para conseguir sexo —por decir de alguna manera. No me imagino cómo descubrir la respuesta a esa pregunta. Mierda, mierda, mierda.
Lucho por mantener mi voz, incluso cuando mi cerebro funciona a mil por hora. —Así que vas a volver a casa mañana, entonces. ¿Te perdiste alguna clase esta semana?
Descansa el mentón sobre su mano, también. —Sí, pero dos son estudios independientes y las otras dos me dieron un pase, porque completé tareas de investigación más temprano. Así que, está todo bien.
Estamos reflejados en la misma pose, a 30 centímetros de distancia, en la esquina de la mesa. Le pregunto sobre sus clases, como si estuviera interesada en especifico en ellas —y quizás lo estaría, si supiera lo bastante de literatura como para saber de que está hablando. Estoy escuchando lo suficiente como para responder y preguntar mientras estoy catalogando detalles que no tuve la oportunidad de saborear en un tiempo.
Había dicho que Peter es el chico más apuesto en el elenco —una afirmación imponente considerando que Pablo, Victorio y Agustín no son feos y son constantemente publicitados como las jóvenes estrellas más calientes de Hollywood. Vico es sólido, musculoso mientras Agus encarna la imagen de surfista, y Poli es tan hermoso que a veces estoy celosa de la perfección de su cara.
Pero Peter es todo oscuro, un hombre ardiente. En la brumosa, suave luz del bar contra su piel clara, su cabello chocolate oscuro y ojos humosos son casi negros.
Está usando sus expresiones usuales —interesantes y fáciles, pero cerradas. Dios mío, él es caliente, y aunque debe tener alguna idea de esto, raramente exhibe esa apariencia arrogante, que es natural en Pablo.
Está hablando de Dostoievski y existencialismo, cuando de repente se detiene a mitad de la frase y pasa una mano por su pelo. Un mechón de pelo se para en la parte de adelante. —Lo siento. Eso no puede ser tan fascinante para ti como indican tus habilidades actorales. —Su sonrisa es autocrítica, las esquinas cayendo mientras suspira—. Deberías detenerme antes de que vaya más lejos.
—Oye —digo—. Sólo porque no puedo decir Dosty-Dosto…
—Dostoievski.
—Correcto, Dostoievski, no significa que no encuentro interesante, algo sobre lo que estás tan entusiasmado. —Ese adorable mechón me está rogando que me acerque y lo acomode con el resto del pelo, pero recuerdo lo que Pablo dijo, acerca de mis toques casuales, en frente de Lali y me guardo mis manos para mí misma, con un esfuerzo enorme. Habiendo aparecido el
pensamiento de ella en mi mente, tengo que pelear con la urgencia de ver si lo está mirando.
Peter se aclara la garganta y la mira. Cruzo mis dedos, por que al menos se haya olvidado de ella, en este pequeño intercambio literario, incluso si vuelve a recordar su existencia ahora. Cuando él sonríe y le da un guiño, quiero dar un grito agudo y patalear, como hacía cuando de chica alguien me decía que no. Sus ojos vuelven hacia mí y trago ese motín y en cambio sonrío.

Lali
Peter va a dejar california en la mañana. Estoy disfrutando de interactuar con todos, celebrando el compromiso de Emilia y Nicolás V, pero estoy híper consiente de las horas y
los minutos que pasan. Su guiño es como una pequeña corriente eléctrica, lanzando una ola de placer a través mío.
Está sentado en la otra punta de la mesa, con Paula colgada de cada palabra, y trató de no ponerme celosa—o preocupada. Ese intento no está yendo tan bien.
Me digo a mí misma que sólo estoy celosa del tiempo que estoy perdiendo sin él, cosa que suena mitad verdad y mitad falso.
—Lali, ¿Escuché que Pablo y tú van a ir a Ellen? —Euge me saca de mi oscuro trance.
—Sí, en un par de semanas. Estoy asustada de muerte.
—No hay necesidad de estar asustada. —dice Pablo, pasando su atención a nuestra charla—. Ella es tan buena en persona como parece.
—Dijiste eso de Ryan. —Lo acuso, sonriendo—. ¿Me vas a decir eso cada vez?
—Tenía razón, ¿O no? Y no, si alguien va a ser duro, te voy a avisar.
—¿Prometido?
Engancha mi meñique con el suyo. —Prometido. Y para que quede claro, nunca he roto una promesa de meñique
—¿Y cuántas promesas de meñique ha hecho Sr. Martinez? — pregunta Eugenia, con los brazos doblados sobre su pecho, mientras se inclina hacia atrás para mirar nuestra discusión en frente de ella.
—Eugenia. —dice —. Esa es información clasificada. Ultra secreto. Además, traté la promesa de Boy Scout con ella hace meses, y ella me acusó de nunca haber sido un Boy Scout. Imagínate. —Pestañó inocentemente y no podemos evitar reírnos. Esta humillación está muy lejana a la del otoño pasado, su mala reputación se siente menos personal.
Con los labios aplanados, Euge dice—: Sí, imagínate. Estoy pensando que esta es tu primer promesa con el meñique, amigo.
Nuestros dedos siguen enganchados sobre la mesa en frente de Eugenia, quien levanta una ceja en una pregunta antes de que retire mi mano y le dé a Pablo una dura mirada. —Está bien, estoy eligiendo confiar en vos y en tu promesa de meñiques. No arruines esa confianza.
***
 El pasillo frente a mi habitación tarda demasiado en vaciarse. La habitación de Peter está en el mismo piso, pero a dos vueltas y unas docenas de habitaciones de distancia de la mía. Le mando un mensaje cuando todo está a calmo y no veo ningún alma pasar por mi perilla en cinco minutos.
Son casi las 2 a.m.
Cuando llega a mi puerta, la abro silenciosamente y trato de cerrarla igualmente. Él lleva unos jeans y ojotas Canvas y sostiene el balde para el hielo de su habitación.
—¿Esto es tu idea de un subterfugio? —Susurro, señalando el balde y tratando de no reír.
Él pretende ofenderse. —El área expendedora está entre nuestras habitaciones, así que pensé que tendría más sentido que vagar por el pasillo sin razón aparente.
Lo tomo de sus manos. —Todavía está vacía.
Él rueda los ojos. —Bueno, duh, no iba a perder tiempo en conseguir hielo de verdad. —He dejado una lámpara encendida en la esquina, y sus ojos negros me miraron en la tenue luz. Mientras esperaba que el pasillo se calmara, me cambié a unos shorts y remera violeta oscuro de Victoria’s Secret, que Cande me dio antes de que dejara la ciudad. El violeta es la versión soy una mujer del rosa, había mencionado, dándome una mirada de conocimiento.
El lento examen de Peter, es como una caricia, dejándome sin aliento y sintiéndome poderosa y vulnerable a la vez. Él levanta una ceja. —Al menos que lo necesitemos para algo sucio.
Mi sonrojo es inmediato, y me volteo para dejar el balde de hielo en el lavado en el esfuerzo de ocultarlo, en caso de que la poca luz no sea suficiente.
Sus brazos se deslizan alrededor mío, desde detrás, su mejilla acariciando y frotándome el pelo. Sus labios son cálidos y me alegro de que me esté sosteniendo, porque mis piernas se sienten sin huesos mientras planta suaves besos desde la curva entre mi hombro y cuello hasta el punto sensible detrás de mi oído.
—Si pasara un cubo de hielo por esta línea. —Murmura—. Se derretiría de inmediato, porque tu piel es tan caliente. —Suspiro ligeramente, imaginando su lengua siguiendo un camino de agua helada corriendo por mi cuello.
Dándome vuelta gentilmente, sus manos están en mi pelo y su boca en la mía, tan suave y lentamente que besarlo se siente como un sueño. No quiero despertar.
Un minuto después siento mis pantorrillas golpear el borde del colchón, igual que hace dos noches. Apenas tengo la capacidad de registrar la pregunta de cómo se las arregla para llevarme por toda la habitación sin que me entere, antes de que me deje en el centro de la cama, todavía besándome.
Rodando sobre su espalda, Peter me lleva la mitad del camino sobre su cuerpo, una mano en mi muslo y la otra acunando mi cabeza. Sus pantalones son ásperos contra mis piernas desnudas, pero él se sacó los zapatos, en algún lugar entre la puerta y la cama. Mi rodilla cae entre sus piernas mientras se acomoda, sin separar su boca de la mía por más de medio
segundo. Sus manos recorren mi espalda, desde el hombro hasta la cintura, sobre mi cadera y bajando por la pierna, que está presionando las suyas.
Su corazón martillea bajo mi mano, igualando el ritmo del mío, y no estoy contenta con yacer aquí y dejarlo encontrar su equilibrio. Cuando levanto la mano de su pecho y la deslizo por debajo de su remera, hace un ruido entre dientes —Tsss. —Como si lo hubiese quemado—. Dios, Lali. —Su mano cubre la mía, con la remera entre nosotros. Extiendo los dedos por su abdomen y contiene el aliento.
Al principio, no suelta su agarre, sosteniendo mi mano con la suya.
Distrayéndolo con besos, espero a que su agarre se vuelva flojo, y cuando lo hace, hago que mis dedos vaguen lentamente por piel lisa y músculos duros, moviéndose por debajo de su remera en silencio. Él se queda muy quieto, pero cuando mis dedos se deslizan más abajo a la cintura de sus pantalones, sus ojos se abren y miran los míos, su mano agarrando la mía de nuevo.
—No podes dormir en tus jeans. —digo, reprimiendo la urgencia de soltar una risilla a este, aparentemente, racional argumento de por qué se debería sacar los pantalones en mi cama.
—Probablemente debería. —Los dos estamos susurrando, como si cualquiera en el hotel nos escucharía si hablamos a un nivel normal.
—Pitt, no me voy a aprovechar de ti. Lo prometo. —Levanto dos dedos, la tonta promesa de Pablo de hace unos meses sigue en mi cabeza por nuestra conversación más temprano—. Honor de Scout.
—Dios mío. —dice , riendo suavemente. Acaricia mi cara, su pulgar moviéndose por mi labio inferior mientras su expresión pasa de la diversión, al deseo—. No te puedo prometer lo mismo. Ese es el por qué. —Mis ojos dejan los suyos y él toma aire—. Además, hoy no traje nada, de, ah, protección.
Él no trajo condones, lo que significa que no sólo estaba asumiendo que no íbamos a hacerlo, sino que estaba activamente planeando que no íbamos a hacerlo. Me mordí el labio. —¿Así que no quieres…?
—Sí, quiero. Rayos, sí, quiero. Tres semanas, ¿Recuerdas? Necesito, um, hacerme los exámenes cuando llegue a casa, también. —Cuando mis ojos se abren él agrega—: Estoy seguro de que todo está bien, porque siempre fui cuidadoso. —Su boca se tuerce—. Bueno, desde lo de Cara siempre fui cuidadoso. Era muy estúpido antes de eso, porque crees que esas cosas no te van a pasar, hasta que pasan.
Me encuentro preguntándome cuántas chicas han habido. Y luego me pregunto si Paula fue una de ellas, aunque no hubiera resultado una relación, aunque hubiera sido algo casual. Quiero preguntar, pero las preguntas están atoradas en mi garganta y no llegan a la superficie. No me debería sorprender —es muy bueno en esto para estar en celibato desde que su hija nació. No me preguntó sobre mi historia sexual para nada, y me pregunto si no le interesa o si es tan obvio.
—Oye. —Toma mi mentón con su mano, obligándome a mirarlo—. Sólo… necesito que los dos estemos seguros de esto. —Sus dedos trazan la línea de mi entrecejo—. Por favor no te preocupes con que esto tenga algo que ver con desearte. No lo hace.
No pregunto sobre la multitud de chicas que imaginé desfilando por su cama. No pregunto por Brooke. Sólo suspiro y me curvo sobre su pecho aunque no remuevo mi mano debajo de su remera. Terreno ganado es terreno ganado.
—Está bien. —Me siento distintivamente enfurruñada.
Riendo silenciosamente, sus brazos me rodean. —Hmm. No estoy listo para dejar de besarte. Tú sabes.
—No sabía. —Murmuro contra su remera.
—Bueno, ahora lo haces.
Descanso mi cabeza sobre su brazo, mis ojos encontrando los de él. —Muchas advertencias, poca acción… —Suspiro.
Él gruñe y me gira sobre mi espalda, y no nos dormimos hasta las 4 a.m. al final sus jeans están en el suelo y mi remera esta decididamente torcida y él toma aire al menos tres veces. Sin experiencia o no, estoy bastante segura de que esto se añade a mi favor.

Peter
A noche, estaba convencido de que Lali me causaría una combustión interna.
Es una suerte que mi sentido de la responsabilidad sea tan indeclinable, porque en algún punto entre llegar a su habitación y quedarme dormido, no me hubiera importado si ella me ama o no. El deseo era tan poderoso y abrumador que mi sentido de auto preservación emocional estaba listo para escaparse por la ventana, y al diablo con él. Debo haber sospechado la debilidad acechando bajo la superficie, por lo que dejé mi billetera (y el condón en ella) en mi habitación cuando fui a la suya. Me conozco así de bien, al menos, usar protección es mi segunda naturaleza. No he tenido sexo sin protección ni una sola vez desde Zoe.
Le prometí a Lali tres semanas, y mantendré esa promesa mientras no esté seguro que ella se sienta de la misma manera en que yo lo hago. Supongo que el amor nunca es una cosa segura, no importa cuantas palabras se digan…
El amor requiere un salto de fe hacia el abismo, todo el tiempo.
Escribí una nota cursi para dejarla en la mesilla de noche. Mis hermanas me dicen anticuado. Quizás ese es el resultado de leer demasiado de cerca y analizar la literatura del Siglo dieciocho. Incluso cuando existen lados románticos y de la vieja escuela en mí, nunca los he desatado completamente y por alguna razón, Lali los ha traído todos a la superficie.
A Zoe no le importaba ser cortejada. Cuando dejaba notas en su casillero o debajo de su limpiaparabrisas, ella preguntaba si tenía que responder a cambio, y también ¿Por qué no podía escribirle un mensaje de texto como una persona normal? Y aunque apreciaba tener un ramo de claveles entregados por el Coro de Cupido en el Día de San Valentín, prestaba poca atención al poema adjunto que me tomaba una semana para escribir.
Relativamente seguro de que había sobrepasado el límite de la estupidez, propia de un hombre, en el momento en que conocí a Lali, mis sentimientos por ella se estrellaron contra mí, inspiradora e inesperadamente. De repente me encontré rivalizando a Keats y Rilke por reflexiones románticas.
La primera nota que dejé para Lali, fue en Austin, después de que me contara acerca de la muerte de su madre y nos quedamos dormidos mirando televisión. Ese era el resultado de varias más largas y cursis versiones. Dejé la edición abreviada sobre su mesilla de noche, y arrojé a la basura las otras en mi habitación. Desde entonces, he creado poemas para ella en mi cabeza (que son desechados sin haberlos anotado), le he escrito dos cartas (que han pasado por la trituradora de mi mamá), y he marcado múltiples textos dejando al descubierto mi alma (que fueron eliminados incluso sin haber guardado los borradores).
A medida que tiro de su puerta y ésta se cierra detrás de mí, tengo un ataque de pánico de dos segundos por la nota que dejé antes, tomo una respiración profunda y me dirijo hacia mi habitación. No había forma de tomarla de regreso, además del hecho de que en realidad no quiero. Doblo la esquina e inexplicablemente Paula se encuentra en frente de mí.
—¿Peter? —Su expresión es desconcertada, su cabeza se inclina hacia un costado como un confuso cachorrito. Ella frunce el seño al cubo de hielo en mi mano.
—¿Estás llevando hielo?   —Apunta hacia atrás, a  la máquina expendedora, la cual ya me he pasado si viniera de mi habitación.
—Oh. ¿No? —Mi mente está en blanco. No tengo idea de qué ofrecer como excusa. Gracias a Dios que estoy usando pantalones.
Ella echa un vistazo detrás de mí, hacia la puerta de Lali, pero por suerte, no expresa la pregunta que destella en sus ojos, porque yo tendría que decirle que no es asunto suyo, y eso respondería a su curiosidad, de cualquier forma.
Por alguna razón, ella me dirige su mejor sonrisa falsa. Rara vez me gano esa sonrisa de Paula. —¿Estás yendo a pagar la cuenta? —Pregunta. Su bolso de noche de Louis Vuitton está colgando sobre su hombro, sus gafas de sol D&G en la parte superior de su cabeza, y no estoy seguro de qué diseñador son sus zapatillas, pero estoy dispuesto a apostar que son los que tienen la parte inferior de color rojo. Ella es el estereotipo de Chica-LA caminando.
—Sí. Voy a darme una ducha rápida y luego conseguiré un taxi para ir al LAX
—Puedo llevarte. —Se encoge de hombros y se vuelve para caminar a mi habitación, conmigo—. No tengo un horario reservado. Además no llegamos a pasar ni un rato juntos en este viaje.
He estado concentrado en Lali los últimos tres días. No consideré que Paula podría querer tiempo conmigo, también. —Oh, está bien, genial. Gracias.
Cuando llegamos a mi habitación, le digo que se sienta como en casa mientras me baño. Veinte minutos más tarde estamos cruzando el vestíbulo, justo cuando Paula llega con su guardaespaldas. —¿Los dos se van? —Pregunta, innecesariamente, ya que ambos estamos sosteniendo nuestro equipaje.
Estoy anticipando que la respuesta de Pau va a ser mordaz cuando dice, sin dejar rastro de condescendencia. —Sí, voy a llevar a Peter al aeropuerto.
—Genial. —Él se empuja hacia delante, reflejando su sombra y levanta una mano—. Los veo en tres semanas, ¿Está bien? —Golpeó mi mano con la suya y luego le da a Pau un rápido abrazo mientras comienzo a preguntarme a qué clase de dimensión desconocida he entrado.
Cuando se aleja, estoy mirando a Paula perplejo. Se ajusta las gafas y dice—: ¿Qué?
Niego con la cabeza. —Oh, no lo sé. Posiblemente, el abrazo y las bromas amistosas con un chico que casi derribo de un golpe en un club nocturno por ti, hace tan solo unos meses atrás.
Ella se encoge de hombros. —Creo que necesitamos quitar toda esa mierda del camino. Eso fue hace mucho tiempo. Estoy tratando de superarlo, seguir adelante. ¿Está bien?
Asiento. —Seguro, no hay problema.
Un empleado trae su Mercedes negro y pongo nuestro equipaje en el maletero, mientras ella le da propina. Apenas me he colocado el cinturón de seguridad cuando ella se adentra en el tráfico. — Entonces, cuéntame... ¿Qué tan seria es la cosa con Lali? —Su tono es indiferente.
—Realmente no estamos revelando nada todavía. —Mi intención de ser evasivo me hace ganar una mueca.
—Sí, lo sospeché. ¿Debido al pedido del estudio para que Pablo y Lali aparenten estar juntos como una pareja en la vida real? separadamente. El aeropuerto está localizado al suroeste, en el vecindario de Westchester, a 27 kilómetros del centro.
—¿Quién te contó sobre eso?
Ella voltea la mano de  la parte superior del volante. —Él lo hizo, supongo. No me acuerdo.
Esto es más y más extraño. ¿Así que ahora también conversaban? — Hmm.
Mirándome a través de sus gafas de sol, dice—: Puedes contarme, ¿De acuerdo? Sabes que no voy a decir nada a los malditos medios de comunicación.
En cuatro años de amistad, Paula nunca me ha dado razones para no confiar en ella. —Está bien. Es semi-serio.
Me lanza una mirada por encima de sus gafas. Yo me encojo de hombros y miro por la ventana. —Y quiero que sea más que semi.
Su sonrisa falsa está de regreso, pero la dirige hacia el parabrisas. —Eso es nuevo para ti. Sin embargo no lo es. —Sí.


HOLA!!!
volvi!! me extrañaron??!!

Bueno ayer no me sentía bien para subir, así que subió Emi.
No voy a contar mucho, solo que ahora estoy mucho mejor, y eso es lo bueno.

Entramos en los últimos 15 capítulos! Voy a intentar adelantar lo que pueda.

Las quiero!! gracias por sus animos! me llegaron todos ^^

Besos
Lunis ♥

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