Paula
Está bien gente! —Elevo mi voz sobre la
música y el sonido general del bar, golpeo mi vaso de daiquiri con una
cuchara hasta que todos me miran—. Estamos aquí para celebrar —o
llorar, dependiendo de su
interpretación del evento— el hecho de
que nuestra amiga Emilia ha decidido tomar este sexi cuerpo.
—Hago que se pare de la silla y dé una vuelta—. Y dárselo a un solo hombre por
el resto de la eternidad.
—Booo. —dice Agus, con las manos alrededor de su boca, y todos ríen.
—Agustín Sierra, ¿Qué te importa lo que haga con mi cuerpo? —Le pregunta Emi
—Agustín Sierra, ¿Qué te importa lo que haga con mi cuerpo? —Le pregunta Emi
—Objeto por un principio general.
—Responde.
Parado, toma sus manos y las sostiene a
un costado escaneando sus curvas en el vestido negro que está
llevando. —Además, parece una pena privar al resto de la población masculina de
esta perfección.
Emilia lo empuja de vuelta a su asiento
con una risotada. —La población masculina fue principalmente
privada de esto por principios personales. —Pasando las manos por su
cadera y levantando una ceja hacia él, agrega—: Este cuerpo es más
discriminador que otros sentados en esta mesa.
—Oye. —dice Agus—. No es necesario
hablar de Quinton de esa forma. Los detalles de la relación intermitente
de Victorio con su amor de la infancia, junto con acusaciones de
algunas relaciones casuales en Los Ángeles, lo han estado azotando por el mes
pasado. Aparentemente el Sr. Próxima Estrella estuvo tonteando con algunas
chicas, y su novia —que es amiga de su hermana— lo descubrió e hizo un
escándalo contándoselo a todos. Chicos. Nunca aprenden.
—¡Amigo! —dice Vico sacudiendo su
cabeza—. En voz baja.
—De cualquier forma. —digo, rodando mis
ojos y levantando mi vaso—. Por Emi. Quizás sea feliz con su
chico de las computadoras, y, quizás, él sea raro en formas calientes y
estimulantes.
Emilia esconde su cara detrás de sus
manos mientras todos brindan.
Uno de los guardaespaldas camina detrás
de Pablo y se inclina para decirle algo en voz baja, señalando a
unas chicas —mujeres, en realidad— paradas en un costado. Tienen veinte y
pocos y son lindas. Eso no es bueno, y no tengo manera de amenazarlo
telepáticamente porque no está mirando hacia mí. Mientras se desliza de su silla y va
hacía sus fans babosas, trato de no mirarlo fijamente, porque no quiero
llamar la atención de Lali.
Muy tarde —maldición, ella ya lo está
mirando. Él les está dando esa sonrisa fácil, sexy, y las mujeres están
todas estúpidas mirándolo tan cerca en persona. Una de ellas le pregunta si
puede apretar sus bíceps —hola, raro— y cuando él asiente, flexionándose, las
dos se acercan hacía él. Ugh. Pidiéndole al guardaespaldas que tome sus teléfonos,
él posa con cada una, por separado y con todas juntas, sus brazos aferrados
alrededor de su torso como si fueran algas. Y luego, todavía sonriendo, les
da la mano a cada una antes de darse vuelta y caminar hacía la mesa.
Tengo que admitirlo, estoy sorprendida.
Él no sacó su teléfono, o escribió su número en una servilleta, o le pidió
al guardaespaldas que las acompañara al hotel a esperarlo. Nada.
La cabeza de Lali se inclina hacia un
lado observándolo. Mirando hacia ella, mientras tira de su silla, Pablo le
sonríe. Cuando Eugenia le pregunta algo y se voltea a responderle, el vuelve
esos ojos azules tormentosos hacía mí, con una ceja levantada, en un mudo ¿Viste?
Inclino mi cabeza. Bien hecho. Presumido
hijo de perra. Hago una seña a la mesera por otra ronda de daiquiris
para Emil¿ y para mí, y escaneo a todos desde mi aventajado puesto, a la
cabeza de la mesa.
Pablo se sienta en el otro extremo de la
mesa, ahora hablando con Victorio y llegando al fondo de otro Jack
con coca. Ángela se sienta al lado de Vico, y Pittse sienta al lado mío.
Emi se sienta a mi derecha, luego Agus, Lali y Euge. Mis ojos
vuelan hacia Lali que está teniendo
un intercambio silencioso con Peter,
mientras toma de su bebida. Pensé que ordenaría té helado, pero parece ser que
está tomando vodka en las rocas o agua. ¿Qué demonios?
—¿Hay alguna razón por la que no tomas
hoy, Pitt? —Sonrío, con mi barbilla en mi mano—. Asumo que no
estarás pensando en conducir a ningún lado.
Su mirada hacia Lali es rápida, pero no
lo suficiente para que yo no la note. —Mmm, no, sólo que no estoy de
humor. Tengo un vuelo temprano por la mañana. Nada peor que volar con resaca.
Él dice esto como si alguna vez lo
hubiese hecho, lo cual dudo. He visto a Peter bajo la influencia del alcohol,
pero nunca destrozado. Esta es sólo una de sus cualidades de siempre en control
—una que solía molestarme, cuando estaba en mi fase de emborracharme tanto
como era humanamente posible.
Quería que él se uniera. No me di cuenta
de que emborracharme y tratar de seducirlo nunca iba a funcionar. Peter nunca se enganchaba con alguien estando borracho.
Ding.
Oh mierda ¿Él y Lali se iban a enganchar
esta noche? ¿De eso se trata? ¿Es la primera vez o una
repetición? Esto podría afectar mis mejores planes para conseguir sexo —por decir de
alguna manera. No me imagino cómo descubrir la respuesta a esa pregunta.
Mierda, mierda, mierda.
Lucho por mantener mi voz, incluso
cuando mi cerebro funciona a mil por hora. —Así que vas a volver a casa
mañana, entonces. ¿Te perdiste alguna clase esta semana?
Descansa el mentón sobre su mano, también.
—Sí, pero dos son estudios independientes y las otras dos me dieron
un pase, porque completé tareas de investigación más temprano. Así que,
está todo bien.
Estamos reflejados en la misma pose, a
30 centímetros de distancia, en la esquina de la mesa. Le pregunto sobre
sus clases, como si estuviera interesada en especifico en ellas —y quizás lo
estaría, si supiera lo bastante de literatura como para saber de que está hablando.
Estoy escuchando lo suficiente como para responder y preguntar mientras estoy
catalogando detalles que no tuve la oportunidad de saborear en un tiempo.
Había dicho que Peter es el chico más
apuesto en el elenco —una afirmación imponente considerando que
Pablo, Victorio y Agustín no son feos y son constantemente publicitados como las
jóvenes estrellas más calientes de Hollywood. Vico es sólido, musculoso
mientras Agus encarna la imagen de surfista, y Poli es tan hermoso que a
veces estoy celosa de la perfección de su cara.
Pero Peter es todo oscuro, un hombre
ardiente. En la brumosa, suave luz del bar contra su piel clara, su
cabello chocolate oscuro y ojos humosos son casi negros.
Está usando sus expresiones usuales
—interesantes y fáciles, pero cerradas. Dios mío, él es caliente, y
aunque debe tener alguna idea de esto, raramente exhibe esa apariencia
arrogante, que es natural en Pablo.
Está hablando de Dostoievski y
existencialismo, cuando de repente se detiene a mitad de la frase y pasa una
mano por su pelo. Un mechón de pelo se para en la parte de adelante. —Lo
siento. Eso no puede ser tan fascinante para ti como indican tus habilidades
actorales. —Su sonrisa es autocrítica, las esquinas cayendo mientras suspira—.
Deberías detenerme antes de que vaya más lejos.
—Oye —digo—. Sólo porque no puedo decir
Dosty-Dosto…
—Dostoievski.
—Correcto, Dostoievski, no significa que
no encuentro interesante, algo sobre lo que estás tan entusiasmado.
—Ese adorable mechón me está rogando que me acerque y lo acomode con el resto
del pelo, pero recuerdo lo que Pablo dijo, acerca de mis toques casuales, en
frente de Lali y me guardo mis manos para mí misma, con un esfuerzo
enorme. Habiendo aparecido el
pensamiento de ella en mi mente, tengo
que pelear con la urgencia de ver si lo está mirando.
Peter se aclara la garganta y la mira.
Cruzo mis dedos, por que al menos se haya olvidado de ella, en este
pequeño intercambio literario, incluso si vuelve a recordar su existencia
ahora. Cuando él sonríe y le da un guiño, quiero dar un grito agudo y patalear,
como hacía cuando de chica alguien me decía que no. Sus ojos vuelven hacia mí
y trago ese motín y en cambio sonrío.
Lali
Peter va a dejar california en la mañana. Estoy disfrutando de interactuar con todos, celebrando el compromiso de Emilia y Nicolás V, pero estoy híper consiente de las horas y
Peter va a dejar california en la mañana. Estoy disfrutando de interactuar con todos, celebrando el compromiso de Emilia y Nicolás V, pero estoy híper consiente de las horas y
los minutos que pasan. Su guiño es como
una pequeña corriente eléctrica, lanzando una ola de
placer a través mío.
Está sentado en la otra punta de la
mesa, con Paula colgada de cada palabra, y trató de no ponerme celosa—o
preocupada. Ese intento no está yendo tan bien.
Me digo a mí misma que sólo estoy celosa
del tiempo que estoy perdiendo sin él, cosa que suena mitad verdad y
mitad falso.
—Lali, ¿Escuché que Pablo y tú van a ir a
Ellen? —Euge me saca de mi oscuro trance.
—Sí, en un par de semanas. Estoy
asustada de muerte.
—No hay necesidad de estar asustada.
—dice Pablo, pasando su atención a nuestra charla—. Ella es tan buena en
persona como parece.
—Dijiste eso de Ryan. —Lo acuso,
sonriendo—. ¿Me vas a decir eso cada vez?
—Tenía razón, ¿O no? Y no, si alguien va
a ser duro, te voy a avisar.
—¿Prometido?
Engancha mi meñique con el suyo.
—Prometido. Y para que quede claro, nunca he roto una promesa de meñique
—¿Y cuántas promesas de meñique ha hecho
Sr. Martinez? — pregunta Eugenia, con los brazos doblados sobre
su pecho, mientras se inclina hacia atrás para mirar nuestra discusión en
frente de ella.
—Eugenia. —dice —. Esa es información
clasificada. Ultra secreto. Además, traté la promesa de Boy Scout
con ella hace meses, y ella me acusó de nunca haber sido un Boy Scout.
Imagínate. —Pestañó inocentemente y no podemos evitar reírnos. Esta humillación
está muy lejana a la del otoño pasado, su mala reputación se siente
menos personal.
Con los labios aplanados, Euge dice—: Sí, imagínate. Estoy pensando que esta es tu primer promesa con el
meñique, amigo.
Nuestros dedos siguen enganchados sobre
la mesa en frente de Eugenia, quien levanta una ceja en una pregunta
antes de que retire mi mano y le dé a Pablo una dura mirada. —Está bien, estoy
eligiendo confiar en vos y en tu promesa de meñiques. No arruines esa
confianza.
***
Son casi las 2 a.m.
Cuando llega a mi puerta, la abro
silenciosamente y trato de cerrarla igualmente. Él lleva unos jeans y ojotas
Canvas y sostiene el balde para el hielo de su habitación.
—¿Esto es tu idea de un subterfugio?
—Susurro, señalando el balde y tratando de no reír.
Él pretende ofenderse. —El área
expendedora está entre nuestras habitaciones, así que pensé que tendría
más sentido que vagar por el pasillo sin razón aparente.
Lo tomo de sus manos. —Todavía está
vacía.
Él rueda los ojos. —Bueno, duh, no iba a
perder tiempo en conseguir hielo de verdad. —He dejado una lámpara
encendida en la esquina, y sus ojos negros me miraron en la tenue luz.
Mientras esperaba que el pasillo se calmara, me cambié a unos shorts y remera violeta
oscuro de Victoria’s Secret, que Cande me dio antes de que dejara la
ciudad. El violeta es la versión soy una mujer del rosa, había mencionado,
dándome una mirada de conocimiento.
El lento examen de Peter, es como una
caricia, dejándome sin aliento y sintiéndome poderosa y vulnerable a la
vez. Él levanta una ceja. —Al menos que lo necesitemos para algo sucio.
Mi sonrojo es inmediato, y me volteo
para dejar el balde de hielo en el lavado en el esfuerzo de ocultarlo, en caso
de que la poca luz no sea suficiente.
Sus brazos se deslizan alrededor mío,
desde detrás, su mejilla acariciando y frotándome el pelo. Sus labios son
cálidos y me alegro de que me esté sosteniendo, porque mis piernas se
sienten sin huesos mientras planta suaves besos desde la curva entre mi hombro y
cuello hasta el punto sensible detrás de mi oído.
—Si pasara un cubo de hielo por esta
línea. —Murmura—. Se derretiría de inmediato, porque tu piel es tan
caliente. —Suspiro ligeramente, imaginando su lengua siguiendo un camino de agua
helada corriendo por mi cuello.
Dándome vuelta gentilmente, sus manos
están en mi pelo y su boca en la mía, tan suave y lentamente que besarlo se
siente como un sueño. No quiero despertar.
Un minuto después siento mis pantorrillas
golpear el borde del colchón, igual que hace dos noches. Apenas tengo
la capacidad de registrar la pregunta de cómo se las arregla para llevarme por
toda la habitación sin que me entere, antes de que me deje en el centro de la
cama, todavía besándome.
Rodando sobre su espalda, Peter me
lleva la mitad del camino sobre su cuerpo, una mano en mi muslo y la
otra acunando mi cabeza. Sus pantalones son ásperos contra mis
piernas desnudas, pero él se sacó los zapatos, en algún lugar entre la puerta
y la cama. Mi rodilla cae entre sus piernas mientras se acomoda, sin separar
su boca de la mía por más de medio
segundo. Sus manos recorren mi espalda,
desde el hombro hasta la cintura, sobre mi cadera y bajando por la pierna,
que está presionando las suyas.
Su corazón martillea bajo mi mano,
igualando el ritmo del mío, y no estoy contenta con yacer aquí y dejarlo
encontrar su equilibrio. Cuando levanto la mano de su pecho y la deslizo por debajo
de su remera, hace un ruido entre dientes —Tsss. —Como si lo hubiese
quemado—. Dios, Lali. —Su mano cubre la mía, con la remera entre
nosotros. Extiendo los dedos por su abdomen y contiene el aliento.
Al principio, no suelta su agarre,
sosteniendo mi mano con la suya.
Distrayéndolo con besos, espero a que su
agarre se vuelva flojo, y cuando lo hace, hago que mis dedos vaguen
lentamente por piel lisa y músculos duros, moviéndose por debajo de su remera en
silencio. Él se queda muy quieto, pero cuando mis dedos se deslizan más abajo a
la cintura de sus pantalones, sus ojos se abren y miran los míos, su mano
agarrando la mía de nuevo.
—No podes dormir en tus jeans. —digo,
reprimiendo la urgencia de soltar una risilla a este, aparentemente,
racional argumento de por qué se debería sacar los pantalones en mi cama.
—Probablemente debería. —Los dos estamos
susurrando, como si cualquiera en el hotel nos escucharía si
hablamos a un nivel normal.
—Pitt, no me voy a aprovechar de ti.
Lo prometo. —Levanto dos dedos, la tonta promesa de Pablo de hace
unos meses sigue en mi cabeza por nuestra conversación más temprano—.
Honor de Scout.
—Dios mío. —dice , riendo suavemente.
Acaricia mi cara, su pulgar moviéndose por mi labio inferior
mientras su expresión pasa de la diversión, al deseo—. No te puedo prometer lo mismo.
Ese es el por qué. —Mis ojos dejan los suyos y él toma aire—. Además, hoy no
traje nada, de, ah, protección.
Él no trajo condones, lo que significa
que no sólo estaba asumiendo que no íbamos a hacerlo, sino que estaba
activamente planeando que no íbamos a hacerlo. Me mordí el labio. —¿Así que no
quieres…?
—Sí, quiero. Rayos, sí, quiero. Tres
semanas, ¿Recuerdas? Necesito, um, hacerme los exámenes cuando llegue a
casa, también. —Cuando mis ojos se abren él agrega—: Estoy seguro de que
todo está bien, porque siempre fui cuidadoso. —Su boca se tuerce—. Bueno,
desde lo de Cara siempre fui cuidadoso. Era muy estúpido antes de
eso, porque crees que esas cosas no te van a pasar, hasta que pasan.
Me encuentro preguntándome cuántas
chicas han habido. Y luego me pregunto si Paula fue una de ellas,
aunque no hubiera resultado una relación, aunque hubiera sido algo casual. Quiero
preguntar, pero las preguntas están atoradas en mi garganta y no llegan a la
superficie. No me debería sorprender —es muy bueno en esto para estar en
celibato desde que su hija nació. No me preguntó sobre mi historia sexual para
nada, y me pregunto si no le interesa o si es tan obvio.
—Oye. —Toma mi mentón con su mano,
obligándome a mirarlo—. Sólo… necesito que los dos estemos seguros de
esto. —Sus dedos trazan la línea de mi entrecejo—. Por favor no te preocupes
con que esto tenga algo que ver con desearte. No lo hace.
No pregunto sobre la multitud de chicas
que imaginé desfilando por su cama. No pregunto por Brooke. Sólo
suspiro y me curvo sobre su pecho aunque no remuevo mi mano debajo de su remera.
Terreno ganado es terreno ganado.
—Está bien. —Me siento distintivamente
enfurruñada.
Riendo silenciosamente, sus brazos me
rodean. —Hmm. No estoy listo para dejar de besarte. Tú sabes.
—No sabía. —Murmuro contra su remera.
—Bueno, ahora lo haces.
Descanso mi cabeza sobre su brazo, mis
ojos encontrando los de él. —Muchas advertencias, poca acción…
—Suspiro.
Él gruñe y me gira sobre mi espalda, y
no nos dormimos hasta las 4 a.m. al final sus jeans están en el suelo y
mi remera esta decididamente torcida y él toma aire al menos tres veces. Sin
experiencia o no, estoy bastante segura de que esto se añade a mi favor.
Peter
A noche, estaba convencido de que Lali me
causaría una combustión interna.
Es una suerte que mi sentido de la
responsabilidad sea tan indeclinable, porque en algún punto
entre llegar a su habitación y quedarme dormido, no me hubiera
importado si ella me ama o no. El deseo era tan poderoso y abrumador que mi sentido
de auto preservación emocional estaba listo para escaparse por la
ventana, y al diablo con él. Debo haber sospechado la debilidad acechando bajo
la superficie, por lo que dejé mi billetera (y el condón en ella) en mi
habitación cuando fui a la suya. Me conozco así de bien, al menos, usar protección
es mi segunda naturaleza. No he tenido sexo sin protección ni una sola vez
desde Zoe.
Le prometí a Lali tres semanas, y
mantendré esa promesa mientras no esté seguro que ella se sienta de la
misma manera en que yo lo hago. Supongo que el amor nunca es una cosa segura, no
importa cuantas palabras se digan…
El amor requiere un salto de fe hacia el
abismo, todo el tiempo.
Escribí una nota cursi para dejarla en
la mesilla de noche. Mis hermanas me dicen anticuado. Quizás ese es el
resultado de leer demasiado de cerca y analizar la literatura del Siglo
dieciocho. Incluso cuando existen lados románticos y de la vieja escuela en mí,
nunca los he desatado completamente y por alguna razón, Lali los ha traído
todos a la superficie.
A Zoe no le importaba ser cortejada.
Cuando dejaba notas en su casillero o debajo de su limpiaparabrisas, ella
preguntaba si tenía que responder a cambio, y también ¿Por qué no podía
escribirle un mensaje de texto como una persona normal? Y aunque apreciaba tener
un ramo de claveles entregados por el Coro de Cupido en el Día de San
Valentín, prestaba poca atención al poema adjunto que me tomaba una semana para
escribir.
Relativamente seguro de que había
sobrepasado el límite de la estupidez, propia de un hombre, en el momento en
que conocí a Lali, mis sentimientos por ella se estrellaron contra mí,
inspiradora e inesperadamente. De repente me encontré rivalizando a Keats y Rilke por reflexiones románticas.
La primera nota que dejé para Lali, fue
en Austin, después de que me contara acerca de la muerte de su madre
y nos quedamos dormidos mirando televisión. Ese era el resultado de
varias más largas y cursis versiones. Dejé la edición abreviada sobre su mesilla de
noche, y arrojé a la basura las otras en mi habitación. Desde entonces, he creado
poemas para ella en mi cabeza (que son desechados sin haberlos anotado), le
he escrito dos cartas (que han pasado por la trituradora de mi mamá), y he
marcado múltiples textos dejando al descubierto mi alma (que fueron
eliminados incluso sin haber guardado los borradores).
A medida que tiro de su puerta y ésta se
cierra detrás de mí, tengo un ataque de pánico de dos segundos por la
nota que dejé antes, tomo una respiración profunda y me dirijo hacia
mi habitación. No había forma de tomarla de regreso, además del hecho de
que en realidad no quiero. Doblo la esquina e inexplicablemente Paula se
encuentra en frente de mí.
—¿Peter? —Su expresión es
desconcertada, su cabeza se inclina hacia un costado como un confuso cachorrito.
Ella frunce el seño al cubo de hielo en mi mano.
—¿Estás llevando hielo? —Apunta hacia atrás, a la máquina expendedora, la cual ya me he pasado si
viniera de mi habitación.
—Oh. ¿No? —Mi mente está en blanco. No
tengo idea de qué ofrecer como excusa. Gracias a Dios que estoy usando
pantalones.
Ella echa un vistazo detrás de mí, hacia
la puerta de Lali, pero por suerte, no expresa la pregunta que
destella en sus ojos, porque yo tendría que decirle que no es asunto suyo, y eso
respondería a su curiosidad, de cualquier forma.
Por alguna razón, ella me dirige su
mejor sonrisa falsa. Rara vez me gano esa sonrisa de Paula. —¿Estás yendo a
pagar la cuenta? —Pregunta. Su bolso de noche de Louis Vuitton está colgando sobre su hombro, sus gafas de sol D&G en la parte superior de su
cabeza, y no estoy seguro de qué diseñador son sus zapatillas, pero estoy dispuesto a
apostar que son los que tienen la parte inferior de color rojo. Ella es el
estereotipo de Chica-LA caminando.
—Sí. Voy a darme una ducha rápida y
luego conseguiré un taxi para ir al LAX
—Puedo llevarte. —Se encoge de hombros y
se vuelve para caminar a mi habitación, conmigo—. No tengo un
horario reservado. Además no llegamos a pasar ni un rato juntos en este viaje.
He estado concentrado en Lali los
últimos tres días. No consideré que Paula podría querer tiempo conmigo,
también. —Oh, está bien, genial. Gracias.
Cuando llegamos a mi habitación, le digo
que se sienta como en casa mientras me baño. Veinte minutos más
tarde estamos cruzando el vestíbulo, justo cuando Paula llega con su
guardaespaldas. —¿Los dos se van? —Pregunta, innecesariamente, ya que ambos estamos
sosteniendo nuestro equipaje.
Estoy anticipando que la respuesta de
Pau va a ser mordaz cuando dice, sin dejar rastro de
condescendencia. —Sí, voy a llevar a Peter al aeropuerto.
—Genial. —Él se empuja hacia delante,
reflejando su sombra y levanta una mano—. Los veo en tres semanas,
¿Está bien? —Golpeó mi mano con la suya y luego le da a Pau un rápido
abrazo mientras comienzo a preguntarme a qué clase de dimensión desconocida he
entrado.
Cuando se aleja, estoy mirando a Paula perplejo. Se ajusta las gafas y dice—: ¿Qué?
Niego con la cabeza. —Oh, no lo sé.
Posiblemente, el abrazo y las bromas amistosas con un chico que casi derribo
de un golpe en un club nocturno por ti, hace tan solo unos meses atrás.
Ella se encoge de hombros. —Creo que
necesitamos quitar toda esa mierda del camino. Eso fue hace mucho
tiempo. Estoy tratando de superarlo, seguir adelante. ¿Está bien?
Asiento. —Seguro, no hay problema.
Un empleado trae su Mercedes negro y
pongo nuestro equipaje en el maletero, mientras ella le da propina.
Apenas me he colocado el cinturón de seguridad cuando ella se adentra en el
tráfico. — Entonces, cuéntame... ¿Qué tan seria es la cosa con Lali? —Su tono
es indiferente.
—Realmente no estamos revelando nada
todavía. —Mi intención de ser evasivo me hace ganar una mueca.
—Sí, lo sospeché. ¿Debido al pedido del
estudio para que Pablo y Lali aparenten estar juntos como una pareja
en la vida real? separadamente. El aeropuerto está
localizado al suroeste, en el vecindario de Westchester, a 27 kilómetros del centro.
—¿Quién te contó sobre eso?
Ella voltea la mano de la parte superior del volante.
—Él lo hizo, supongo. No me acuerdo.
Esto es más y más extraño. ¿Así que
ahora también conversaban? — Hmm.
Mirándome a través de sus gafas de sol,
dice—: Puedes contarme, ¿De acuerdo? Sabes que no voy a decir nada a
los malditos medios de comunicación.
En cuatro años de amistad, Paula nunca
me ha dado razones para no confiar en ella. —Está bien. Es semi-serio.
Me lanza una mirada por encima de sus
gafas. Yo me encojo de hombros y miro por la ventana. —Y quiero que sea
más que semi.
Su sonrisa falsa está de regreso, pero
la dirige hacia el parabrisas. —Eso es nuevo para ti. Sin embargo no lo es. —Sí.
HOLA!!!
volvi!! me extrañaron??!!
Bueno ayer no me sentía bien para subir, así que subió Emi.
No voy a contar mucho, solo que ahora estoy mucho mejor, y eso es lo bueno.
Entramos en los últimos 15 capítulos! Voy a intentar adelantar lo que pueda.
Las quiero!! gracias por sus animos! me llegaron todos ^^
Besos
Lunis ♥
HOLA!!!
volvi!! me extrañaron??!!
Bueno ayer no me sentía bien para subir, así que subió Emi.
No voy a contar mucho, solo que ahora estoy mucho mejor, y eso es lo bueno.
Entramos en los últimos 15 capítulos! Voy a intentar adelantar lo que pueda.
Las quiero!! gracias por sus animos! me llegaron todos ^^
Besos
Lunis ♥
Q bno q estes bien y hayas vuelto!
ResponderEliminarMaass ❤️
Más!!!
ResponderEliminarmasssssssssssss
ResponderEliminarMe alegro que estes bien!!
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