CAPITULO
06
—Cuéntamelo todo, ahora.
Nada más mirar a Rochi, Lali supo que no
podría escabullirse.
—Pensaba que era Pablo.
— ¿Qué?
—Peter. Pensaba que era Poli. En la
fiesta.
— ¿En la fiesta? —Repitió Gina—. ¿Peter estuvo allí?
—En el balcón.
— ¿No entraste?
—Me fui a casa pronto. Él me llevó.
—Muy bien —dijo Rochi poniéndose en pie—.
¿Y qué ocurrió?
Lali sintió el calor en sus mejillas de
nuevo.
—Yo... eh... —dijo mientras jugueteaba
con el ratón—. Le dije que no estaba interesada.
— ¿Qué?
—Pensaba que era Poli y que tú le habías
dicho que fuera a flirtear conmigo, así que le dije que no estaba interesada.
Ro comenzó a reírse.
— ¡Y ya veo el caso que te hizo! Sabía
que ocurriría eso. Dios, por eso quería que Poli te mantuviese alejada y así
poder tener una oportunidad con Peter antes de que te viera.
— ¿Qué? —preguntó Lali asombrada.
—Mira, cariño —le dijo su amiga—,
conozco a Peter desde hace mucho y nunca mostrará interés en mí ni en ninguna
otra chica de aquí. Todas babeamos por él, y es un encanto con todo el mundo.
Esperaba que tal vez, cuando volviese, me viera de otra manera. Quería que Poli te eliminase de la escena.
— ¿Eliminarme?
—Mírate —dijo Ro—. Alta, piernas
infinitas, curvas en los lugares apropiados. Pelo largo y precioso. Eres
sincera y divertida. Eres un imán para los hombres. Mira la cantidad de hombres
que han intentado hablar contigo, pero tú no sales con ninguno de ellos. Eres
el equivalente femenino a Peter. Atractiva e inalcanzable. Era evidente que los
dos conectaríais.
— ¿Inalcanzable?
—Sí y, aunque no lo seas, ésa es la
impresión que das. Pero he visto cómo te miraba, y deja que te diga que jamás
lo había visto mirar así a alguien. Y nunca te había visto sonrojada a ti. Y
desde luego lo pareces.
Lali apoyó los codos sobre la mesa y se
froto las sienes.
¿Inalcanzable? No había sido
precisamente inalcanzable la noche anterior. Había sido fácil, casi.
Hasta ese momento, su deseo de no estar
disponible en la oficina habia funcionado. Pero Peter había demostrado que esa
barrera no servía para nada. Había destrozado esa ilusión sólo con mirarla.
Aquello no podía estar ocurriendo.
Él no era Poli. Tenía que olvidarse del
tema, y rápido. Era un socio; uno de los jefes. Ya lo había hecho una vez.
Había conseguido un buen trabajo y lo había arruinado todo por tener una
aventura con su jefe que no había acabado nada bien.
Se obligó a concentrarse y, al igual que
el resto, trabajó durante la comida. A las dos de la tarde, todos empezaban a
flaquear.
— ¿Café? —Preguntó Lali—. Yo iré
—estaba ansiosa por estirar las piernas.
Tanto Hugo como Rochi levantaron la
cabeza; Lali sonrió al ver la desesperación en sus caras.
—Volveré en diez minutos.
Se preparó para el viento frío de la
calle y llegó allí en tiempo récord. Miró a su alrededor cuando entró y se
quedó de piedra al ver a Peter sentado al otro extremo del local con otros dos consultores
charlando y tomando café. Al mirar hacia allí, Peter levantó la cabeza y sus
miradas se cruzaron. Se sintió atravesada hasta la médula por sus ojos verdes,
y se dijo a sí misma que el calor de sus mejillas se debía al aire frío, no a
aquella mirada.
Hizo el pedido rápidamente y se quedó
observando con decisión cómo el empleado realizaba su trabajo, tratando de no escuchar
los sonidos que le llegaban de la zona de las mesas. Cuando tuvo los cafés, no
pudo evitar dirigir una mirada rápida hacia la zona donde Peter estaba sentado
con los otros. Para su sorpresa, y su tranquilidad, las sillas estaban vacías.
Respirando profundamente por primera vez desde que había llegado al café,
abandonó el establecimiento.
Él estaba esperando junto a la puerta.
Lali no lo había visto, y estuvo a punto de tirar el café cuando le susurró al
oído:
—Deja que te ayude —le quitó la bandeja
antes de que Lali pudiera registrar sus palabras. No le quedó más remedio que
girarse y comenzar a andar con él—. ¿Me has perdonado?
Ella no dijo nada.
— ¿Vas a hablarme?
Lali se detuvo y le dirigió una mirada
de odio.
—No y no —contestó.
Peter le devolvió la sonrisa. Ella apartó
la mirada y siguió caminando. ¿Por qué tenía que tener una sonrisa tan
atractiva? Hacía que fuese difícil mantener su decisión; imposible, de hecho.
—Deberías haberme dicho quién eras.
—Probablemente —admitió él—. Pero fue
mucho más divertido no hacerlo. Fue muy interesante.
—Rochi nunca me lo perdonará. No se lo
había contado todo —la última parte salió de su boca como un murmullo, y se
sintió molesta al notar el calor delator en sus mejillas.
—Yo tampoco se lo diré —dijo él—. No
tiene por qué saberlo. Cena conmigo.
El cambio de tema fue sorprendente.
—No.
— ¿Comer?
—No.
— ¿Café?
—No.
— ¿Por qué no?
—Porque no me gustan los líos en la
oficina.
—A mí tampoco.
— ¿Entonces por qué me estás pidiendo
salir?
—Estoy dispuesto a hacer una excepción
en tu caso. De todas formas, ¿quién ha dicho nada sobre un lío?
Lali tuvo que contener una sonrisa. En
eso se había colado, tenía que reconocerlo. En otro lugar o en otro momento,
tal vez hubiera dicho que, sí. Pero no en
ese universo. Era un compañero de trabajo; más que eso, era uno de los jefes.
Pero no quería sacar a relucir viejos asuntos y decidió darle otra excusa.
—No me gustan los cotilleos en la
oficina.
— ¿Qué? —preguntó él riéndose—. Me
contaste bastantes cosas anoche.
Aquello le dolió porque sabía que era
cierto.
—Pensé que estábamos hablando de un
compañero mutuo. No dije nada malicioso.
Peter se quedó mirándola pensativamente.
Lali aguantó el escrutinio todo el tiempo que pudo antes de apartar la mirada,
incapaz de soportar el calor y la promesa que encerraban aquellos ojos verdes.
—Nadie tiene por qué saberlo —dijo él
suavemente.
Por un momento se sintió tentada. Pero
entonces recordó la realidad. No, lo mejor era mantenerse todo lo alejada que
le fuera posible de ese hombre. Pero él no dejaba de mirarla.
—Eso sería imposible.
— ¿Tan importante es lo que piensen los
demás?
—Por supuesto —dijo ella frunciendo el
ceño, sabiendo que no era cierto. Su madre le había enseñado a vivir la vida
según sus propias reglas, con dignidad, sin hacer daño a los demás, y entonces
nadie tendría derecho a juzgarla. Por supuesto, no salir con un compañero de
trabajo era una de las reglas.
—Aquél no fue un beso corriente, Lali.
Lali se sintió aliviada de no llevar
ella el café, pues se le habría caído al suelo. Peter había hablado tan
suavemente por un momento que se preguntaba si lo habría soñado. No contestó,
no podía. Habría sido más fácil de haberse tratado de Poli, el mujeriego del
que definitivamente debería mantenerse alejada. Pero no era Poli, sino Peter;
una persona totalmente diferente, un peligro totalmente diferente, e igual de
inapropiado.
Me encanta, mas xfii
ResponderEliminarBelu
Jjajajajjaajjaja,Los dos son un peligro
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