domingo, 11 de mayo de 2014

"Entre lineas" Capitulo 14

Poli.
Me despierto justo antes de mediodía y llamó al servicio de habitaciones por un café, luego checó mi correo de voz para escuchar un mensaje recibido esta mañana de papá.
Como si él no supiera que estaba durmiendo mientras él llamó.
Tuve cargos por posesión de marihuana a principios de este verano, y él ha evitado comunicarse directamente conmigo desde entonces. Estaba en una fiesta, pasando un par de porros por ahí con algunas personas, cuando Nico me envió el siguiente mensaje:
*Nico: Vete con la chica de al lado y sal por la puerta de atrás, ¡AHORA!
A pesar de que John estaba en la fiesta, él siempre sabía lo que iba a suceder. Así que obedecí. Él me empujó hasta el callejón donde su novia estaba esperándonos con su coche, justo cuando la policía entraba por la puerta principal. Había fotografías mías fumando, pero estaba oscuro, y no parecían muy claras para mí, o alguien más. Sin evidencia física para probar que estaba presente o poseía drogas, la empresa de mi padre afirmó que eran rumores y el caso fue desechado… pero papá sabía que era verdad.
Invertimos una gran fortuna en la empresa de relaciones públicas para borrar mi mala imagen. El dinero provenía de mi cuenta, pero por alguna razón, a mi padre le molestaba que lo hiciera. Mi puritano padre nunca había salido en los medios, y como ha expresado en múltiples ocasiones con firmeza, no puede entender porque vivo mi vida de esta manera.
Supuse que su mensaje incluía algunos datos sobre algo que necesitaba, o un contrato que olvide firmar ayer. Así que no esperaba esto:
Pablo—suspira fuertemente—. Estoy llamándote para hacerte saber que tu madre ha decidido entrar en un programa de rehabilitación —Él no dijo otra vez, pero la palabra estaba allí, sin decir—. Un lugar exclusivo, cerca del océano, no lejos de casa. Ella está en buenas manos. El programa tiene noventa días. Espera estar de regreso en casa en vacaciones, posiblemente antes de que termines el rodaje.
Él se queda en silencio un par de segundos, y no estoy seguro si colgó. Luego agrega: —Ella podrá recibir llamadas en caso… de que tengas tiempo de llamarla. Eso es sí… si no te molesta. —Debió haberle tomado mucho valor decir eso. Normalmente yo soy el único a quien le importa ella—. Si tienes alguna pregunta, llámame. O de lo contrario… bueno. Llámame si necesitas cualquier cosa.
Impresionante.
Debería haber visto venir esto. Cada vez que la veía, ella tenía una copa en la mano. Incluso cuando yo era más pequeño, podía recordarla así: Mamá con una bebida en la mano. Era un accesorio, una parte de su vestuario. A veces me pregunté si su depresión se debía a fingir ser alguien que no es —alguien constantemente sobria, sin la habilidad de ser la esposa perfecta. Quizás mamá con la bebida en sus manos es quien realmente es, y creer que no llena las expectativas o la hace mala persona es lo que trae sus crisis.
O quizás estoy divagando, como uno de sus terapeutas quien le gritaba exasperado por que no podía dejar de beber. O quizás me miro en el espejo todos los días y tengo miedo de la basura que veo en él, veo a mis padres mirándome de regreso.

Lali.
Gracias otra vez por el café —Peter y yo caminábamos por la calle. Él ralentizó sus pasos para coincidir con el mío, como lo hacía cuando corremos—. Eso fue lindo. De lo contrario, estaría aún escondida debajo de mi almohada, sintiéndome como si acabara de comerme una camisa sucia.
Él sonrió. — ¿Una camisa sucia? Eso es… repugnantemente descriptivo.
Repugnantemente cierto, por desgracia.
Él caminaba con sus manos dentro de los bolsillos, y nuestros codos se rozaron ligeramente. —Así que, ¿Crees que soy lindo, eh? Quizás soy un completo patán con segundas intenciones.
Toqué mi labio con un dedo, mirándolo. — ¿Un nefasto patán con terribles intenciones ocultas me traería un café?
Me miró con sus cejas arqueadas. Aquí afuera, sus ojos se ven menos oscuros que ayer, se parecen más a un caramelo derretido, menos ónix. Su cabello también se ve más claro por el sol, algo completamente diferente a en el interior del hotel. Es como si al estar al aire libro su cuerpo cambiara uno o dos tonos.
Buena deducción. Y usaste la palabra nefasto —dijo—. Es raro que puedas pronunciarla con toda está resaca.
El día era cálido ya. Asumí que haría esté clima, y use mis shorts y una camisa rosa que había dejado sobre la cama la noche anterior, antes de decidirme por mi blusa negra. Agarré unas lindas sandalias, sin tener en cuenta que Peter quería caminar tanto. Aunque no es tan malo, porque no he tenido mucho calor por las cien calles que he caminado.
—¿Falta mucho? —La buena noticia era que realmente tenía ganar de almorzar pronto. La mala noticia era que no sé si planeamos caminar hasta llegar al próximo estado.
Supongo que para una niña de los suburbios es mucho. Crecí en Nueva York, todos caminamos mucho. Esto no es nada —El chico es un maestro esquivando preguntas.
Sí, soy una perezosa chica de los suburbios… quien está sufriendo una resaca asesina que la hace sentir como si pesara más de cien kilos.
Odio tener que decírtelo, pero —Él me tomó por los hombros y me giró, guiándome a la puerta principal de un restaurante, situado al lado de una casa antigua—. Estamos aquí.
Le doy una mirada altiva. —En ese caso, me alegro de no tener que patearte el trasero, estoy demasiada cansada por caminar tantos kilómetros cuando pudimos haber comido algo cerca.
Él sonrió y negó con su cabeza, cerrando la puerta que mantuvo abierta para mí.
Veinte minutos más tarde, estoy comiendo los mejores panqueques de arándano que jamás he comido y murmuró una disculpa, —Siento por ser tan gruñona.
Él introdujo el trozo de su omelet en su boca. Mientras mascaba, élpareció desconcertado —¿Cual mal humor? —Mastico un poco más—. Oh, ¿Te refieres a cuando te pusiste a lloriquear por caminar un par de calles?
—¿Un par? ¡Fueron al menos quince!
De hecho, diez.
Nop —Estaba casi segura de que fueron cerca de veinte.
Sip. Diez exactamente.
Dios, estoy en una situación peor de lo que pensaba. —Uh.
Con eso van cinco —dice, antes de que yo notara lo que dije y me encogiera de hombros.
No importa.
Él rió. —¿Preferirías estar en tu habitación, enterrada debajo de tus almohadas?
No —soné como una niña caprichosa. Tomé mi café con sabor a chocolate, me relaje, y el lugar parecía tranquilizarme, los pisos de madera barnizados crujían mientras un camarero entraba con una bandeja llena de comida por encima de su cabeza—. Este lugar es genial.
Ya te lo había dicho.
Después del almuerzo regresamos varias calles atrás y pasamos unas horas en la librería. Había un espectáculo de títeres en el área infantil, y él insistió en que nos sentáramos en el piso y observáramos. Mirando el espectáculo me entere que Peter y sus hermanas hacían títeres con sus
calcetines viejos y hacían shows para sus padres. La idea era tan extraña que creía haber escuchado mal. De camino de regreso al hotel, le pregunté qué tipos de shows presentaban.
Nos gustaba hacer títeres de nosotros mismos o de nuestros personajes de libros favoritos, como Donde viven los monstruos, le cocíamos ojos saltones —Traté de imaginar a Peter  con una marioneta—. Una vez hicimos pingüinos con sables de palillos de paletas fosforescentes, e hicimos
una recreación de Star Wars para el cumpleaños de papá. Él ama los pingüinos y nada mejor que interpretar Star Wars.
¿Títeres de pingüinos con sables de luz? De ninguna manera podía imaginarme eso.
De acuerdo con uno de los tragos que bebiste ayer en la noche, eres hija única —dice—. Eres cómo… ¿Cómo el centro de atención todo el tiempo?
Lo primero que sentí después de que mi madre murió fue la soledad, fui la niña más carente de atención. Y estaba a punto de hablar de mi madre muerta. El tema de la familia siempre, tarde o temprano, trae la historia de mi madre a la luz. No hay manera de que hable sobre ello, no hay manera de que exprese esas dos palabras que tanto me duelen: Ella murió. El sentimiento está conmigo todo el tiempo, algunas veces escondido, pero nunca se va. Ahora lo sé. Hay momento que deseó que el dolor desaparezca, pero la mayoría de las veces, es un dolor reconfortante. La perdí, y siento… que es como un moretón, no duele hasta que lo presionas, algunas veces duele
como un cuchillo.
A puesto que cumplían tus caprichos —dice Peter, desacelerando su paso cerca de un aparador de una tienda de patinetas.
—¿Me estás diciendo mocosa? —señalé, tratando de cambiar de tema.
Yo no he dicho eso. Pero puedo imaginarte de pequeña: adorable, y nadie podía robarte la atención. Movías un dedo y tus padres ya estaba a tu alrededor. Así es la vida, desde la teoría de Darwin, los más lindos sobreviven.
Sonreí, tratando de controlar el sonrojo. —Creo que realmente no sé si me consintieron mucho o no.
Yo fui un dolor de cabeza. Fue el menor, y un pequeño monstruo. O eso es lo que dicen mis hermanas.
Él no tenía idea de lo aliviada que estaba de no tener que hablar sobre mi familia. —Pero… ¿No crees que está mal competir por la atención?
Quizás… pero mi madre siempre estaba de acuerdo con ellas.
Estaba examinando una joyería hecha a mano a través de un aparador, sus palabras me tomaron con la guardia baja, no pude evitar reír,
—¡Eso es terrible!
Él se encogió de hombros mientras suspiró. —Había acusaciones extremas, rabietas y quejas de que me comía todas las galletas. Sin embargo, no me preguntes por los detalles. Me declaro inocente —su teléfono sonó y lo sacó de su bolsillo, leyó el mensaje y escribió una respuesta.
Tengo una pregunta relacionada con la carrera —dije, después de caminar durante un minuto en silencio—. ¿Quieres interpretar a Bill Collins? ¿Has leído Orgullo y Prejuicio?
Lo leí después de la audición. Podría decir que Collins es un personaje complejo y que me muero por interpretarlo, pero honestamente, lo tomó como otro personaje más. Si mi agente me recomienda un papel y lo obtengo, lo hago. Ser demasiado exigente sería un suicidio económico.
Uh —saqué la lengua cuando él sonrió y me mostró seis dedos, lo hice reír.
—¿Y tú? ¿Por qué Lizbeth Bennet? —Su teléfono sonó y miró su pantalla—. Oh… tengo que contestar. ¿Puedo…? —asentí y él se alejó un poco, casi media cuadra.
—¿Hola?
Le hice una seña de que regresaría al hotel, comencé a caminar, sabiendo que él me alcanzaría a unos metros.
Su voz era cálida y feliz. —Sí, estoy aquí. ¿Qué pasa?
Cuando llegué a la entrada del hotel, miré hacia atrás. Él se movía cerca de la acera y deslizaba su móvil de regreso a su bolsillo, riendo, con un cigarrillo entre sus dedos.

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