Poli
Después de las dos últimas audiciones,
estoy esperando para que traigan mi auto y sacó el teléfono de mi bolsillo para
llamar a mi amigo Nico cuando recibo un mensaje de mamá recordándome sobre la
cena a las 8: 00. Mi primer pensamiento es cómo demonios voy a salir de esta,
pero entonces recuerdo cómo ella me veía esta mañana cuando dije que sí. Le
escribí: síp.
El chico del estacionamiento me acerca
mi Lotus, convencí a papá para que me lo comprara hace unos meses diciéndole que
simplemente lo tendría hasta que cumpliera 18 años si él decía que no. Él odia
él auto, desde el rugido del motor hasta cuando enciendo el estéreo, haciendo
vibrar todo
en la casa mientras entró en el garaje,
pero sobre todo, odia el color: amarillo limón. Él lo llama el jodido taxi. La
semana pasada lo saqué de la cochera cuando él estaba revisando el correo, y mientras
caminaba a casa, miraba fijamente el coche y dijo, sin reflexionar: —Durarás
con esa cosa por lo menos un año.
Como él sabía que lo haría, ese comentario
me hizo querer vender el estúpido coche inmediatamente.
La cena dentro de dos horas será agradable
en todos los sentidos. También podría hacer algunas compras, no tiene sentido
estar en casa tan temprano. Rodeo Drive está cerrado este día, pero me dirijo a
Robertson y entrego las llaves a otro valet, preguntándome si él, de hecho,
conducirá mi coche tan bien o mejor que yo. Paul & Joe está abierto y casi
desierto, los empleados de ventas (un chico gay y una sexy rubia) llegaron a la
espera de ser útiles. Intercambian una mirada mientras yo doy una ojeada. A los
dos probablemente les interese cualquiera, entre quince y cincuenta años, que camine
a través de la puerta.
Agarro unas camisetas funky 3 y un par
de jeans y le pido un vestidor a la chica. —Sí, por supuesto, Sr. Martínez
—dice ella. Tal vez algún día lo odie, pero por ahora, me encanta ser reconocido.
Acababa de ponerme los pantalones cuando ella entró en el vestidor con otro par
en un tono diferente. Funky, estilo de camiseta rock, con palabras groseras o
estampados fuertes.
Sin rastro de timidez por encontrarme medio
desnudo, ella me los pasa—.Estos son los más nuevos deslavados. Pensé que tal
vez desearía probárselos. —Los lanzo en la pila
mientras ella posa sus ojos sobre mi pecho. Me doy vuelta hacia el espejo, como
si no me diera cuenta, abotono los jeans y me pongo una de las camisetas
clásicas.
— ¿Qué opinas?
¿Demasiado sacado-del-closet-de-papá?
Eleva una comisura de su boca y se
encoge de hombros. —Si tu papá fuera genial, entonces lo es. —muerde su labio,
ligeramente—. Déjame ver la otra.
Me quitó la camisa y me acerco. — ¿La
detienes por mí?—Casi puedo escuchar la banda sonora de una película porno
comenzando a sonar mi cabeza, hasta que mi teléfono suena, otro mensaje recordatorio
de mamá sobre cena. Respondo que estoy en camino.
—Así que, Kaci
—Toqué la etiqueta de su nombre justo sobre su pecho—.
Me llevaré las camisas y los pantalones que llevo puestos. No tengo tiempo para
quitármelos en este momento. —Mis intenciones son claras cuando arranque la
etiqueta y se la puse en la mano—. Me las llevaré puestas, si está bien.
Cuando salgo, la etiqueta arrancada
tiene su número de teléfono escrito en la parte de atrás con tinta roja, estaba
en la bolsa con las nuevas camisetas y los pantalones que estaba vistiendo
cuando llegue.
Me estacioné junto al lugar vacío de
papá en el garaje. No era una buena señal; espero que sólo se le haya hecho
tarde. Por más que preferiría no tener que sentarme frente a él, vivo en
constante temor de tener que ver el efecto que causa en mi mamá siempre que la
deja plantada, lo cual es muy a menudo. Inmaculada está sentada al borde de un
taburete en la cocina, con la barbilla apoyada sobre su mano, viendo un reality
show en la televisión. Todo en la estufa estaba a fuego lento. A la espera.
Me da miedo preguntar, pero lo hago. —
¿Esta mamá en su habitación?
Su cabeza se inclina hacia al dormitorio
principal. —Sí, está en su habitación —Mierda. Puedo decir, por su tono, lo que
eso significa. La sala del dormitorio principal da la impresión de ser una
acogedora biblioteca personal, lo cual es correcto, supongo. A mamá le encanta
leer, o alguna vez lo hizo. Los estantes, que abarcan desde piso hasta el techo
de la casa, tienen una envidiable selección de libros y muy pocos adornos o
fotos enmarcadas. Me dejo caer en una de las dos lujosas sillas de cuero; ella
está sentada en la otra, con un libro abierto en su regazo, un vaso de martini
vacío en su mano, con sus ojos enfocados en la oscura ventana.
— ¿Mamá? —No
tengo, realmente, que hacer la pregunta.
Ella me mira, parpadea como si estuviera
despertando. —Él no va a venir —Las lágrimas están en su voz, aunque no lo
estén de su rostro.
—Se entretuvo
con un caso, supongo. —Las palabras son amargas en mi boca y aún no sé por qué
las dije. Si sus ausencias y cancelaciones de último minuto fueran poco
frecuentes, sus recurrentes justificaciones funcionarían. Pero no lo son, y no
lo hacen—. Vamos, Inmaculada tiene todo listo. Podremos disfrutarlo sin él.
—Traté de mantener la amargura fuera de mi tono, pero fallé.
—Realmente yo…
no tengo hambre —dice, y quiero sacudirla. ¿Cómo es posible que su
comportamiento le sorprenda ahora? Así es como se comporta con nosotros y así
ha sido siempre. No lo entiendo, pero ya no me importa ni una mierda y a ella
no debería importarle tampoco.
—Está bien —me
pongo de pie, con las manos en los bolsillos, incapaz de solucionar este
problema por millonésima vez—. Creo que voy a seguir con mis planes y
encontrarme con Nico. Le diré a Inmaculada que guarde la comida; quizás tendrás
hambre más tarde —Ella no lo hará.
—Sí. Esa es una
buena idea. Gracias, Hijo.
Suelto un suspiro. Cuando dice mi
nombre, drena la ira (Hacia ella, de todos modos) mientras ella bebe un poco
más. Me inclinó hacia ella y la besó antes de irme, pretendiendo que no escucho
cuando salgo al pasillo y dice, —Te amo.
Lali
Cuando Malvina nos acompaña para las
audiciones, insiste en un hotel de cinco estrellas, como si yo ya fuera una
famosa. No una habitación penthouse, todavía, pero estoy segura de que lo
planea.
Soy la primera en bajar a desayunar. La
camarera trae mi café con leche en una jarra de cristal pequeña y unos cuantos
sobres de endulzante en una caja de cristal a juego. El omelet que ordené está
servido en porcelana china. Si decido seguir siendo actriz y logro la fama y la
fortuna que mi padre quiere para mí, esta podría ser mi vida. Todo el tiempo.
Justo afuera de la ventana del restaurante,
una celebridad rubia pasa caminando, rodeada por su séquito. Gafas de sol
oscuras ocultan su rostro. Baja su cabeza y se desliza en el asiento trasero de
un Mercedes negro que la estaba esperando, el auto tiene los vidrios polarizados
mientras los paparazzi, o al menos una docena de fotógrafos, le están gritando.
Yo sólo he sido abordada por alguien en público dos veces. La primera fue hace
varios años, aquí en Luisiana. Cuando mi padre y yo estábamos almorzando
después de una audición, una mujer con un niño pequeño en
una carriola se acercó a la mesa. Me
dijo que mi papel como la hija de una mujer bipolar en un anuncio para
televisión de medicamentos antidepresivos la incitó a buscar ayuda para su
depresión. La segunda vez fue hace un par de meses, el resultado de un pequeño papel
en una película que pasaban periódicamente al aire. Cande tenía una competencia
de coro en San Francisco, a unos 90 kilómetros al sur de Sacramento, y yo me
quedé durante todo el fin de semana. Mientras explorábamos una pequeña librería
indie, fuimos abordadas por una niña.
Mientras yo estaba revisando unas líneas
en mi habitación ayer en la noche, mi padre y salieron. Cuando Malvina tocó a mi puerta para
decírmelo, pude ver los pendientes que colgaban hasta sus hombros y el delineador
puesto apresuradamente, a través de la mirilla. Su atuendo era más que un
pequeñísimo vestido. Volvieron a las tres de la mañana, obviamente ebrios. Los
escuché tratando de meter la tarjeta para abrir una puerta vecina, luego la mía
y finalmente la suya.
En la mesa esta mañana, mi padre estaba
mudo y Malvina lleva gafas de sol. Ella no está muy entusiasmada acerca de mi
elección de mesa, adyacente a la ventana, la cual abarcaba desde el piso al
techo. Con vista al soleado cielo azul, en este día extrañamente no nublado;
pero es un lugar idóneo para observar a las personas. Hasta que Gastón llega a
interrogarme acerca mi audición para el envidiable papel de Lizbeth Bennet,
junto a Pablo Martínez.
—En su película
eligió todo, excepto decidir quién sería su coestrella — Gas hizo ademanes,
animadamente, con ambas manos, con sus codos sobre la mesa—. El director estaba
debatiéndose entre dos o tres, y escuché que dijo: ―Quiero a Allyson‖ y ella
estuvo el papel —Dudo seriamente de que incluso Pablo Martínez tenga ese tipo
de poder, pero guarde este pensamiento para mí misma.
Gas me observó de cerca, como lo hace
siempre que está a punto de hacer una declaración importante. —Ellos están en
busca de química. Esto es―Darcy y Elizabeth por el
amor de Dios —Los tres me miraron. Química entre los protagonistas románticos.
Un concepto novedoso.
—Um, está bien,
lo sé. —Apenas me contuve de rodar mis ojos—. Creo que salió bien, pero, si
tuvimos química o no, supongo que ellos van a llamar para una segunda prueba…
—Richter ha
dirigido durante dos décadas. Grandes nombres, grandes películas. Él sabe de
química, y si ustedes dos la tienen, él lo verá. — ¿Acaso no es eso lo que
acabo de decir?—. ¿Qué (específicamente) dijo cuándo detuvo la escena?—Me
preguntó exactamente esa misma pregunta hace cinco minutos. No sé si piensa que
estoy mintiendo o simplemente omitiendo descuidadamente algo significativo.
Apreté mi mandíbula y repetí, literalmente,
la respuesta que le di hace cinco minutos. —Me dijo: ―Bien, bien‖ y me
agradeció y después dijo que estarían en contacto.
Gastón sujeta su barbilla entre sus dedos con una
perfecta manicura, lacara de su reloj TAG Heuer se asoma fuera del puño de la
camisa de su impecable traje azul celeste. —Los detuvo antes de que el beso
comenzara, entonces —Reitera—. Pero él dijo, ―bien, bien justo después.
Oh. Mí. Dios. —Sí.
—Esto podría
funcionar, esto podría estar bien, posiblemente quiere ver el desarrollo;
quiero decir, cualquiera puede besar —Si Gas realmente Cree eso, lo siento por
él. Incluso con mi limitada experiencia, sé que no todo el mundo puede besar.
Si los rumores son ciertos, Pablo Martínez
me dejara en un charco a sus pies. Aunque dudo de la probabilidad de
esto, porque los chicos más guapos no siempre son los que besan mejor, tan
contrario como parece la idea.
Mi primer beso fue con un compañero en
la película de exploración intergaláctica. Dedicábamos horas de ensayos
privados después de las escenas del trabajo. Pero Justin vivía en Nueva Jersey,
y una vez terminado el rodaje, éramos demasiado jóvenes para cruzar la
distancia entre Newark y Sacramento. En ese tiempo, pensé que me
moriría de desamor. Más tarde, me deprimió aún más el descubrir que Justin
había tenido experiencia en besar.
El móvil de Gastón comenzó a reproducir una canción de rap de
finales de los 80, y lo sacó de su cinturón y lo contestó, levantando un dedo
para hacernos guardar silencio a nosotros, aunque nadie estaba hablando. —Aquí
Gastón Dalmau. Por supuesto que sí. Fabuloso. A las tres, no hay problema. Muchas
gracias, Daria.
Su expresión es casi maníaca cuando se
dirige a mí. —Estamos adentro, nena. Tú y Pablo tienen otra oportunidad mañana.
—¡Yupi! —Malvina
chasquea sus dedos como si Gas estuviera hablando con ella. Es un movimiento
fundamental de Malvina. Ella es como un pequeño mono que se da cuerda a sí
mismo.
Gastón sacude su cabeza ligeramente (Sé lo que se
siente) y da indicaciones a mi padre. —Nicolás que esté allí mañana a las 14:
50. Lo suficientemente pronto como para lucir interesados, pero no demasiado ansiosos.
Comenzare a trabajar en las cláusulas en términos de salario. Me pondré en
contacto, esperemos que pronto —Pone una mano en mi antebrazo—. La, acaba con
ellos. —Un trago más de café (No hay forma de que Gas, realmente, necesite algún tipo de estimulante)
y se desliza por el restaurante hacia la entrada.
*Yo:
Recibí una llamada para una segunda prueba. 3 P.M. Mañana. Probablemente besaré
a Pablo Martínez. Deséame suerte.*
*Cande:
¿¡¿NECECITAS SUERTE?!? Suena como que ya LA TIENES, Jaja.*
Besos
Lunis♥
me encantooooooooooooo massssssssssss pleaseeeeeeeee. eres fantasticaaaaaaaaaaaaaaa. graciasssssssssssssssssss
ResponderEliminarMás!!
ResponderEliminarK vanidoso Poli.
ResponderEliminarJajajajajaja,Cande me mata!!!!
massss!!!! es como que poli es muy..... jajjajajja seguila
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