martes, 6 de mayo de 2014

"Entre lineas" Capitulo 9

Poli
Mira esta suite, mierda santa, amigo, ¿Al menos las chicas se meten al cuarto antes de que sus bragas toquen el piso? — Agus había venido conmigo a la habitación para tomar prestada mi computadora.
¿Celoso?
¿De las chicas? Creo que no. ¿De tu habitación? Diablos, sí —Saltó sobre la enorme cama con sus manos detrás de la cabeza—. Balcón en la esquina, cama elevada, flores frescas. Amigo, que agradable —Le pasé la computadora y él abrió su e-mail—. Oye, viejo. ¿Vico irá esta noche?
Saqué mi celular y escribí un mensaje de texto. Vico respondió el mensaje un minuto después.
Por supuesto que sí. Victorio siempre va. ¿Quién más? Emilia y Lali dijeron que sí hace un rato.
Ayer hablé con algunos de los extras sobre cuáles eran los mejores sitios, así que un montón de ellos podrán aparecerse esta noche. Y le dije a Euge, Án y Paula… y Peter, quién, por cierto, es sexy y espero que sea gay, porque él parece ser un amigo muy íntimo de Paula, pero no tengo tanta suerte.
Procesé esto por un momento.
Peter y Paula son cercanos… ¿Y él no es gay? ¿Cómo sabes que no se están follan el uno con el otro? Tal vez son algo. O quizás amigos-con beneficios. Agus se encogió de hombros. —Tal vez, no percibí esa vibra, pero oye, eso haría todo más complicado.
¿Qué es lo complicado en amigos-con-beneficios?
Sacudió la cabeza, sus ojos todavía estaban en la pantalla.
Viejo, eso es algo que yo perfeccioné hace mucho tiempo. Los chicos no se pueden salir con la suya, porque las chicas son más propensas a querer emociones, compromiso, amor. —Está última fue marcada con un exagerado temblor.
Obviamente no conoces muy bien a Paula. Es como un chico con senos.
Él rio.
Lo siento, Poli, pero en mi mundo, el aspecto principal de ser un chico es no tener senos. He visto las promocionales de Life’s a beach de Paula… sus trajes de baño son un par de delgadas cintas. Sí tiene cualidades subyacentes de los que no estoy al tanto, me gustaría saber en dónde las esconde.
Gracias por la imagen mental —dije—. Lo que quiero decir es, ella piensa como un chico. Es fría. Calculadora.
Cerró la computadora y la puso a un lado.
¿Así que te la tiraste y ella no te correspondió? Aw, eso es tan triste.
Vete a la mierda, hombre —Riendo, lo empujé y el rodó de la cama.
Lo que quiero decir es que como la describes, ella suena perfecta. Pueden cogerse el uno al otro hasta quedar inconscientes y después actuar como si nada —Se sentó de nuevo en la cama, sus ojos fijamente sobre los míos—. O eso es básicamente lo que ya hicieron…
Había olvidado cuán bueno era Agus para excavar rápido a profundidad.
Algo así. Realmente no me importa —Y no me importaba.
Entonces, ¿A quién le importa lo que ella y Peter están haciendo? dice, haciendo que tuviera toda clase de sentido.
Pensé en Lali.
Tienes razón. Tengo mejores maneras de gastar mi tiempo.

Lali.
Alcé mi voz por encima de la música para que Emilia pudiera oírme.
No puedo creer que todos entramos.
Acostúmbrate a ser celebridad, cariño. —Ella chocó su copa con la mía. Una vez que el tipo de la puerta le dio una mirada a Pablo, fuimos todos escoltados adentro sin una mirada penetrante pidiéndonos una identificación.
Nuestro grupo se ubicó en una esquina cerca de la barra, en la pequeña pista de baile nuestros musculosos guardaespaldas se veían como parados dentro de la casa de juegos de un niño. Mientras tomaba un sorbo de mi bebida, examiné el resto del elenco. Ángela, Eugenia, Agustín y Pablo están bailando. Paula está sentada en un sofá de terciopelo con el chico que había visto salir en pijama de su habitación de hotel dos noches atrás.
Me incline a Emilia.
¿Quién es el chico que está sentado junto a Paula?
Ese es Juan Pedro Lanzani. —Aunque él está a siete metros de nosotras y posiblemente no podía escucharnos, sus ojos miraron hacia arriba. Sonrió y levantó su barbilla como los chicos hacen para indicar una clase de Hola no verbal, y Emilia alzó su bebida en su dirección. Cuándo Paula se volteó a ver quién robaba la atención de Juan Pedro de ella, desarrollé un repentino e intenso interés en la pista de baile.
Revisando los nombres de los miembros del elenco en mi cabeza, me di cuenta de que Juan pedro interpretara el papel de Bill Collins, uno de los más nerds en literatura. Deslicé mis ojos de vuelta a él. En una cercana conversación con Paula, él se inclinó mientras ella hablaba, su brazo cubría
el respaldo del sofá.
¿Lo conoces? —Su oscuro cabello, largo, estaba peinado hacia atrás, excepto por algunos mechones rebeldes que caían hacia adelante. A diferencia de los chicos en nuestro grupo, quiénes están en sus muy de moda desgastadas camisas y jeans, Pedro vestía pantalones y una camisa azul de botones, los de arriba desabrochados, y las mangas arremangadas.
Nunca he trabajado con él. Ha hecho películas independientes en su mayoría. Actuó bastante bien en una buena película de Sundance este año…
Juan Pedro Lanzani no es nada como lo que yo imaginaría para el ridículo primo de Elizabeth Bennet.
Él es algo como, no lo sé ¿Muy-Bien-Parecido para interpretar a Collins?
Tengo una fan de Jane Austen —Emi elevó una mano para chocarla—. No te preocupes, una vez que entre en maquillaje le harán cosas horribles a ese pedazo de carne.
No puedo evitar pensar que sería una lástima.
Apartando mi mirada de Pedro, noté que Pablo había reunido un pequeño harén de lugareñas en la pista de baile. Los guardaespaldas revoloteaban a su alrededor, no interferían, pero estaban listos para actuar en un plazo de dos segundos. Emilia siguió la dirección de mi mirada y sacudió
su cabeza. —Ese chico es un mujeriego. De todo lo que he escuchado sobre Pablo Martínez solo sé una cosa, él no es capaz de mantener una relación más allá de semanas. Mujeriego es correcto, y no debería esperar nada más de él, con química o sin química. Aun así, no creo que él me haya mirado una sola vez desde que llegamos.
Victorio D’Alessandro, cuyo rol de George Wikham es notoriamente encantador, se detuvo de pie detrás de nosotras, posando una mano en cada uno de nuestros hombros.
Señoritas —dijo. Alto y de piel oscura, cabello corto, es puerilmente bien parecido y fácilmente el chico más musculoso del elenco. Un artículo de la revista de chismes favorita de Cande afirmó que él era el actor joven más sexy del medio artístico, e incluyó un poster gratis —ahora estaba pegado en la puerta del casillero de Canela —en el cuál se inclinaba contra una vieja valla y lucía una mirada misteriosa, con manos entre los bolsillos de sus jeans de cintura baja, sus abultados bíceps sobresalían en una ajustada camisa blanca.
Sr. D’ Alessandro —dice sonriendo Emilia.
¿Quisiera alguna de ustedes bailar? Poli y su culto de seguidoras están monopolizando la pista, y el chico ni siquiera puede bailar, mírenlo sólo balanceándose alrededor. Lamentable…
En su defensa diré que no tiene suficiente espacio en la habitación para hacer mucho más. —dije y Victorio rio.
Sí, sí. Es el principio del asunto.
Ve a bailar, Lali. Iré al bar por otro de estos —Emilia levantó su copa casi vacía de Cosmopolitan— Y después voy a preguntarle a ese chico rubio que ha estado mirándome por los últimos 15 minutos que baile conmigo. O algo así…—Hizo un gesto por encima de su hombro, dónde un chico en una almidonada camisa blanca, con corbata floja se apoyaba en la barra con un grupo de amigos. Cada vez que apartaba la mirada de Emi, sus ojos volvían de regreso en cuestión de segundos.
Vico tomó mi mano y me lanzó una mirada brillante. —Vamos a enseñarle a ese chico como se hace. —No sé si Poli está mirando, pero por unos minutos, me olvidé de él.
10 minutos después le dije a Vico, —Eres un asombroso bailarín. —Él sonrió, revelando pequeños hoyuelos y dientes totalmente perfectos. Cande se morirá cuando le cuente. Amo bailar. Era un plan B, en caso de que la cosa de la actuación no funcionará. —Miré hacia la multitud, quienes en su mayoría están mirando a nuestro grupo. Pablo bebe una cerveza cerca de la barra con chicas rodeándolo. Entonces levantó la mirada y sonrió en mi dirección, pero no hizo ningún movimiento para alejarse de sus fans.
Me di la vuelta, y le pregunté a Vico si había visto a Emi.
Sigue hablándole a ese chico vestido de blanco —Señaló con un gesto hacia un rincón oscuro, dónde los dos estaban sentados en una pequeña mesa, muy cerca, hablando animadamente. Victorio se encogió de hombros y los dos sonreímos.
Después de un par de horas, otro trago, varios bailes con numerosos miembros del elenco (ninguno de ellos era Pablo, maldición), el esfuerzo físico me recuerda cuanto necesito volver a mi rutina diaria de correr. No hay manera de que puede quedarme hasta más tarde y levantarme temprano en la mañana para correr. Le digo a Vico y Euge que me voy de regreso al Hotel.
Victorio se balanceó cerca, con una cerveza en la mano y la otra extendida. —No te puedes ir ahora, es temprano.
Es la 1:00 a.m, —reí—. ¿Eso es temprano?
Hasta ahora estamos empezando. —dice Eugenia
Tengo que levantarme en la mañana para correr. —Ambos se veían horrorizados.
¿Qué? ¿Antes de grabar?
Saludé a Án, quién estaba bailando cerca de nosotros, pero no busqué a Pablo.
Sí, hace un calor del infierno al medio día. Los veo mañana.
El guardia llama a un taxi mientras yo espero en la sombra del edificio, mirando la mezcla de jóvenes profesionales y estudiantes de universidad pasar. Nunca le dije a nadie excepto a Cadela, pero sé que aprendí mi habilidad para actuar por mirar a la gente compulsivamente. Podría expresar las emociones de tanta gente variada, de personas a las cuales no podía soportar, incluso aunque son ficticios, paso constantemente mirando a la gente interactuar.
Mandarán un taxi aquí en un par de minutos —Me dijo el guardia con un leve acento.
Gracias —Respondí, pasándole una propina.
No hay problema —Me sonrió de vuelta y puso el billete en el bolsillo delantero de su chaleco.
Mientras sacaba una pastilla de menta de su empaque, Juan Pedro Lanzani salió del club solo y caminó al lado contrario de la entrada encendiendo un cigarrillo. Algo sobre un chico bien vestido encendiendo un cigarrillo es curiosamente atractivo. Este atractivo probablemente se remonta
a las películas a blanco y negro que mamá y yo solíamos ver, dónde todo el mundo fumaba: Cary Grant y Clark Gable y Bette Davis, hombres en trajes elegantes, mujeres en vestido brillantes, cigarrillos sostenidos despreocupadamente como pequeños accesorios insidiosos.
Guardó el encendedor de vuelta en su bolsillo, Pedro le dio una fumada profunda, exhalando como si cada músculo de su cuerpo estuviera lanzando el estrés del día como una corriente brumosa. Las chicas al pasar lo miraban de reojo, revisando si él las había notado mientras estaba inclinado contra la pared de ladrillo, pasando una mano sobre su oscuro cabello. Él parece no darse cuenta hasta que sin previo aviso levanta la mirada y me atrapa mirándolo fijamente por segunda vez en la noche. Sonriendo y alejándose de la pared, cruzó hacia mí.
Oye, me atrapaste —dice, haciendo eco de mis pensamientos.
¿Tomando un descanso del club o sólo eres adicto? —Le pregunté en broma.
Miró el cigarrillo en su mano como si no tuviese idea de cómo llegó allí.
Eh… ¿Ambas?
Señorita, su taxi está aquí —interrumpió el guardia.
—¿Vas de vuelta al hotel? —preguntó y yo asentí—. ¿Te importa sí me cuelo en el taxi?
Claro, no hay problema —dije. Apagó el cigarrillo en un cenicero encima de un cubo de basura y me siguió adentro del taxi mientras le daba el nombre del hotel al conductor.
Soy Peter, por cierto —Extendió la mano y yo la tomé. Su agarre era firme pero no fuerte.
Mariana… Pedro —El conductor del taxi hizo un sonido sordo y noté que acabábamos de entrar en un taxi hacia un hotel y estábamos intercambiando nombres. Mi cara se encendió en la oscuridad.
Peter rodó sus ojos y se los dejó ver al taxista brevemente. Él se aclaró la garganta.
Así que, ¿Cómo te fue en la filmación hoy? Quise ir a mirar, pero decidí que podría usar el día para estudiar el guion, tú sabes, hacer una fiesta de pijamas.
Me fue realmente bien, hubo acción interesante cuándo las cámaras estaban apagadas, también. Pablo tenía una devota audiencia de fans justo afuera del set.
Él se encogió de hombros sonriendo.
Sí las fans descubren su ubicación, es asediado a dónde quiera que valla.
Ajá. —dije.
Su teléfono vibró y él revisó la pantalla. Devolvió la respuesta y guardó el aparato en su bolsillo. Cuando llegamos al hotel él evadió mi esfuerzo por pagar la mitad. Los dos íbamos silenciosos mientras caminábamos hacia el elevador. Pienso en él cuando salió de su habitación en pijamas para jugar a la fiesta de pijamas con alguien, probablemente Paula, por sus posiciones en
el club… pero él se fue del club, y dejó a Paula, y regresó al hotel conmigo.
Tal vez era a ella a quién acaba de responder el mensaje.
El elevador sonó, anunciando el cuarto piso, y casi dejé de respirar cuando me di cuenta de lo que él podría esperar. Había regresado al hotel conmigo. ¿Y si piensa que yo quiero jugar a la fiesta de pijama? Mi corazón latió con fuerza a medida que caminamos por el pasillo alfombrado, no escuchaba nada más allá del silbido, silbido, silbido, de la sangre corriendo a través de mis oídos. Recordé los cuentos de Candela sobre el hedonismo de Hollywood. Mierda. No tenía intención de destacar como la mojigata del elenco tan pronto, pero no hay manera de que me acostara con un chico que acabo de conocer, no me importa que tan guapo esté.
Mientras nos acercamos a su puerta, él sacó su cartera, sacó su tarjetallave de la puerta y se dio la vuelta hacia mí mientras se quedó pegado a la cerradura.
Gracias por compartir tu taxi conmigo.
No hay problema. —silbido, silbido, silbido.
La cerradura de su puerta cambio a verde y abrió la puerta.
Bueno, buenas noches —dice, mientras me paraba ahí como una idiota.

Buenas noches. —me di la vuelta rápidamente, hurgando en mi bolso en busca de mi tarjeta-llave mientras me alejaba. Desbloqueando mi puerta, miré hacia atrás, y estoy sola en el pasillo, murmurando—: Idiota. —A mí misma.


Acá empieza lo bueno...
Besos
Lunis♥

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