Poli
Mira esta suite, mierda santa, amigo,
¿Al menos las chicas se meten al cuarto antes de que sus bragas toquen el piso?
— Agus había venido conmigo a la habitación para tomar prestada mi computadora.
— ¿Celoso?
— ¿De las
chicas? Creo que no. ¿De tu habitación? Diablos, sí —Saltó sobre la enorme cama
con sus manos detrás de la cabeza—. Balcón en la esquina, cama elevada, flores
frescas. Amigo, que agradable —Le pasé la computadora y él abrió su e-mail—.
Oye, viejo. ¿Vico irá esta noche?
Saqué mi celular y escribí un mensaje de
texto. Vico respondió el mensaje un minuto después.
—Por supuesto
que sí. Victorio siempre va. ¿Quién más? Emilia y Lali dijeron que sí hace un
rato.
—Ayer hablé con
algunos de los extras sobre cuáles eran los mejores sitios, así que un montón
de ellos podrán aparecerse esta noche. Y le dije a Euge, Án y Paula… y Peter,
quién, por cierto, es sexy y espero que sea gay, porque él parece ser un amigo
muy íntimo de Paula, pero no tengo tanta suerte.
Procesé esto por un momento.
— Peter y Paula
son cercanos… ¿Y él no es gay? ¿Cómo sabes que no se están follan el uno con el
otro? Tal vez son algo. O quizás amigos-con beneficios. Agus se encogió de
hombros. —Tal vez, no percibí esa vibra, pero oye, eso haría todo más
complicado.
— ¿Qué es lo
complicado en amigos-con-beneficios?
Sacudió la cabeza, sus ojos todavía
estaban en la pantalla.
—Viejo, eso es
algo que yo perfeccioné hace mucho tiempo. Los chicos no se pueden salir con la
suya, porque las chicas son más propensas a querer emociones, compromiso, amor.
—Está última fue marcada con un exagerado temblor.
—Obviamente no
conoces muy bien a Paula. Es como un chico con senos.
Él rio.
—Lo siento, Poli,
pero en mi mundo, el aspecto principal de ser un chico es no tener senos. He
visto las promocionales de Life’s a beach
de Paula… sus trajes de baño son un par de delgadas cintas. Sí tiene cualidades
subyacentes de los que no estoy al tanto, me gustaría saber en dónde las esconde.
—Gracias por la
imagen mental —dije—. Lo que quiero decir es, ella piensa como un chico. Es
fría. Calculadora.
Cerró la computadora y la puso a un
lado.
— ¿Así que te la
tiraste y ella no te correspondió? Aw, eso es tan triste.
—Vete a la
mierda, hombre —Riendo, lo empujé y el rodó de la cama.
—Lo que quiero
decir es que como la describes, ella suena perfecta. Pueden cogerse el uno al
otro hasta quedar inconscientes y después actuar como si nada —Se sentó de
nuevo en la cama, sus ojos fijamente sobre los míos—. O eso es básicamente lo
que ya hicieron…
Había olvidado cuán bueno era Agus para
excavar rápido a profundidad.
—Algo así.
Realmente no me importa —Y no me importaba.
—Entonces, ¿A
quién le importa lo que ella y Peter están haciendo? —dice,
haciendo que tuviera toda clase de sentido.
Pensé en Lali.
—Tienes razón.
Tengo mejores maneras de gastar mi tiempo.
Lali.
Alcé mi voz por encima de la música para
que Emilia pudiera oírme.
—No puedo creer
que todos entramos.
—Acostúmbrate a
ser celebridad, cariño. —Ella chocó su copa con la mía. Una vez que el tipo de
la puerta le dio una mirada a Pablo, fuimos todos escoltados adentro sin una mirada
penetrante pidiéndonos una identificación.
Nuestro grupo se ubicó en una esquina
cerca de la barra, en la pequeña pista de baile nuestros musculosos
guardaespaldas se veían como parados dentro de la casa de juegos de un niño.
Mientras tomaba un sorbo de mi bebida, examiné el resto del elenco. Ángela,
Eugenia, Agustín y Pablo están bailando. Paula está sentada en un sofá de
terciopelo con el chico que había visto salir en pijama de su habitación de hotel
dos noches atrás.
Me incline a Emilia.
— ¿Quién es el
chico que está sentado junto a Paula?
—Ese es Juan
Pedro Lanzani. —Aunque él está a siete metros de nosotras y posiblemente no
podía escucharnos, sus ojos miraron hacia arriba. Sonrió y levantó su barbilla
como los chicos hacen para indicar una clase de Hola no verbal, y Emilia alzó
su bebida en su dirección. Cuándo Paula se volteó a ver quién robaba la
atención de Juan Pedro de ella, desarrollé un repentino e intenso interés en la
pista de baile.
Revisando los nombres de los miembros
del elenco en mi cabeza, me di cuenta de que Juan pedro interpretara el papel
de Bill Collins, uno de los más nerds en literatura. Deslicé mis ojos de vuelta
a él. En una cercana conversación con Paula, él se inclinó mientras ella
hablaba, su brazo cubría
el respaldo del sofá.
— ¿Lo conoces?
—Su oscuro cabello, largo, estaba peinado hacia atrás, excepto por algunos
mechones rebeldes que caían hacia adelante. A diferencia de los chicos en
nuestro grupo, quiénes están en sus muy de moda desgastadas camisas y jeans, Pedro
vestía pantalones y una camisa azul de botones, los de arriba desabrochados, y
las mangas arremangadas.
—Nunca he
trabajado con él. Ha hecho películas independientes en su mayoría. Actuó
bastante bien en una buena película de Sundance este año…
Juan Pedro Lanzani no es nada como lo
que yo imaginaría para el ridículo primo de Elizabeth Bennet.
—Él es algo
como, no lo sé ¿Muy-Bien-Parecido para interpretar a Collins?
—Tengo una fan
de Jane Austen —Emi elevó una mano para chocarla—. No te preocupes, una vez que
entre en maquillaje le harán cosas horribles a ese pedazo de carne.
No puedo evitar pensar que sería una
lástima.
Apartando mi mirada de Pedro, noté que
Pablo había reunido un pequeño harén de lugareñas en la pista de baile. Los
guardaespaldas revoloteaban a su alrededor, no interferían, pero estaban listos
para actuar en un plazo de dos segundos. Emilia siguió la dirección de mi
mirada y sacudió
su cabeza. —Ese chico es un mujeriego. De
todo lo que he escuchado sobre Pablo Martínez solo sé una cosa, él no es capaz
de mantener una relación más allá de semanas. Mujeriego es correcto, y no
debería esperar nada más de él, con química o sin química. Aun así, no creo que
él me haya mirado una sola vez desde que llegamos.
Victorio D’Alessandro, cuyo rol de
George Wikham es notoriamente encantador, se detuvo de pie detrás de nosotras,
posando una mano en cada uno de nuestros hombros.
—Señoritas
—dijo. Alto y de piel oscura, cabello corto, es puerilmente bien parecido y
fácilmente el chico más musculoso del elenco. Un artículo de la revista de
chismes favorita de Cande afirmó que él era el actor joven más sexy del medio
artístico, e incluyó un poster gratis —ahora estaba pegado en la puerta del
casillero de Canela —en el cuál se inclinaba contra una vieja valla y lucía una
mirada misteriosa, con manos entre los bolsillos de sus jeans de cintura baja,
sus abultados bíceps sobresalían en una ajustada camisa blanca.
—Sr. D’
Alessandro —dice sonriendo Emilia.
— ¿Quisiera alguna
de ustedes bailar? Poli y su culto de seguidoras están monopolizando la pista,
y el chico ni siquiera puede bailar, mírenlo sólo balanceándose alrededor.
Lamentable…
—En su defensa
diré que no tiene suficiente espacio en la habitación para hacer mucho más.
—dije y Victorio rio.
—Sí, sí. Es el
principio del asunto.
—Ve a bailar,
Lali. Iré al bar por otro de estos —Emilia levantó su copa casi vacía de
Cosmopolitan— Y después voy a preguntarle a ese chico rubio que ha estado
mirándome por los últimos 15 minutos que baile conmigo. O algo así…—Hizo un
gesto por encima de su hombro, dónde un chico en una almidonada camisa blanca,
con corbata floja se apoyaba en la barra con un grupo de amigos. Cada vez que
apartaba la mirada de Emi, sus ojos volvían de regreso en cuestión de segundos.
Vico tomó mi mano y me lanzó una mirada
brillante. —Vamos a enseñarle a ese chico como se hace. —No sé si Poli está
mirando, pero por unos minutos, me olvidé de él.
10 minutos después le dije a Vico, —Eres
un asombroso bailarín. —Él sonrió, revelando pequeños hoyuelos y dientes
totalmente perfectos. Cande se morirá cuando le cuente. —Amo
bailar. Era un plan B, en caso de que la cosa de la actuación no funcionará.
—Miré hacia la multitud, quienes en su mayoría están mirando a nuestro grupo.
Pablo bebe una cerveza cerca de la barra con chicas rodeándolo. Entonces
levantó la mirada y sonrió en mi dirección, pero no hizo ningún movimiento para
alejarse de sus fans.
Me di la vuelta, y le pregunté a Vico si
había visto a Emi.
—Sigue hablándole
a ese chico vestido de blanco —Señaló con un gesto hacia un rincón oscuro,
dónde los dos estaban sentados en una pequeña mesa, muy cerca, hablando
animadamente. Victorio se encogió de hombros y los dos sonreímos.
Después de un par de horas, otro trago,
varios bailes con numerosos miembros del elenco (ninguno de ellos era Pablo,
maldición), el esfuerzo físico me recuerda cuanto necesito volver a mi rutina
diaria de correr. No hay manera de que puede quedarme hasta más tarde y
levantarme temprano en la mañana para correr. Le digo a Vico y Euge que me voy
de regreso al Hotel.
Victorio se balanceó cerca, con una
cerveza en la mano y la otra extendida. —No te puedes ir ahora, es temprano.
—Es la 1:00 a.m,
—reí—. ¿Eso es temprano?
—Hasta ahora
estamos empezando. —dice Eugenia
—Tengo que
levantarme en la mañana para correr. —Ambos se veían horrorizados.
— ¿Qué? ¿Antes
de grabar?
Saludé a Án, quién estaba bailando cerca
de nosotros, pero no busqué a Pablo.
—Sí, hace un
calor del infierno al medio día. Los veo mañana.
El guardia llama a un taxi mientras yo
espero en la sombra del edificio, mirando la mezcla de jóvenes profesionales y
estudiantes de universidad pasar. Nunca le dije a nadie excepto a Cadela, pero
sé que aprendí mi habilidad para actuar por mirar a la gente compulsivamente.
Podría expresar las emociones de tanta gente variada, de personas a las cuales
no podía soportar, incluso aunque son ficticios, paso constantemente mirando a
la gente interactuar.
—Mandarán un
taxi aquí en un par de minutos —Me dijo el guardia con un leve acento.
—Gracias
—Respondí, pasándole una propina.
—No hay problema
—Me sonrió de vuelta y puso el billete en el bolsillo delantero de su chaleco.
Mientras sacaba una pastilla de menta de
su empaque, Juan Pedro Lanzani salió del club solo y caminó al lado contrario
de la entrada encendiendo un cigarrillo. Algo sobre un chico bien vestido
encendiendo un cigarrillo es curiosamente atractivo. Este atractivo
probablemente se remonta
a las películas a blanco y negro que
mamá y yo solíamos ver, dónde todo el mundo fumaba: Cary Grant y Clark Gable y
Bette Davis, hombres en trajes elegantes, mujeres en vestido brillantes,
cigarrillos sostenidos despreocupadamente como pequeños accesorios insidiosos.
Guardó el encendedor de vuelta en su bolsillo,
Pedro le dio una fumada profunda, exhalando como si cada músculo de su cuerpo
estuviera lanzando el estrés del día como una corriente brumosa. Las chicas al
pasar lo miraban de reojo, revisando si él las había notado mientras estaba
inclinado contra la pared de ladrillo, pasando una mano sobre su oscuro
cabello. Él parece no darse cuenta hasta que sin previo aviso levanta la mirada
y me atrapa mirándolo fijamente por segunda vez en la noche. Sonriendo y alejándose
de la pared, cruzó hacia mí.
—Oye, me
atrapaste —dice, haciendo eco de mis pensamientos.
— ¿Tomando un
descanso del club o sólo eres adicto? —Le pregunté en broma.
Miró el cigarrillo en su mano como si no
tuviese idea de cómo llegó allí.
—Eh… ¿Ambas?
—Señorita, su
taxi está aquí —interrumpió el guardia.
—¿Vas de vuelta
al hotel? —preguntó y yo asentí—. ¿Te importa sí me cuelo en el taxi?
—Claro, no hay
problema —dije. Apagó el cigarrillo en un cenicero encima de un cubo de basura
y me siguió adentro del taxi mientras le daba el nombre del hotel al conductor.
—Soy Peter, por
cierto —Extendió la mano y yo la tomé. Su agarre era firme pero no fuerte.
—Mariana… Pedro
—El conductor del taxi hizo un sonido sordo y noté que acabábamos de entrar en
un taxi hacia un hotel y estábamos intercambiando nombres. Mi cara se encendió
en la oscuridad.
Peter rodó sus ojos y se los dejó ver al
taxista brevemente. Él se aclaró la garganta.
—Así que, ¿Cómo
te fue en la filmación hoy? Quise ir a mirar, pero decidí que podría usar el
día para estudiar el guion, tú sabes, hacer una fiesta de pijamas.
—Me fue
realmente bien, hubo acción interesante cuándo las cámaras estaban apagadas,
también. Pablo tenía una devota audiencia de fans justo afuera del set.
Él se encogió de hombros sonriendo.
—Sí las fans
descubren su ubicación, es asediado a dónde quiera que valla.
—Ajá. —dije.
Su teléfono vibró y él revisó la
pantalla. Devolvió la respuesta y guardó el aparato en su bolsillo. Cuando
llegamos al hotel él evadió mi esfuerzo por pagar la mitad. Los dos íbamos
silenciosos mientras caminábamos hacia el elevador. Pienso en él cuando salió
de su habitación en pijamas para jugar a la fiesta de pijamas con alguien,
probablemente Paula, por sus posiciones en
el club… pero él se fue del club, y dejó
a Paula, y regresó al hotel conmigo.
Tal vez era a ella a quién acaba de
responder el mensaje.
El elevador sonó, anunciando el cuarto
piso, y casi dejé de respirar cuando me di cuenta de lo que él podría esperar.
Había regresado al hotel conmigo. ¿Y si piensa que yo
quiero jugar a la fiesta de pijama? Mi corazón latió con fuerza a medida que
caminamos por el pasillo alfombrado, no escuchaba nada más allá del silbido,
silbido, silbido, de la sangre corriendo a través de mis oídos. Recordé los
cuentos de Candela sobre el hedonismo de Hollywood. Mierda. No tenía intención
de destacar como la mojigata del elenco tan pronto, pero no hay manera de que
me acostara con un chico que acabo de conocer, no me importa que tan guapo
esté.
Mientras nos acercamos a su puerta, él
sacó su cartera, sacó su tarjetallave de la puerta y se dio la vuelta hacia mí
mientras se quedó pegado a la cerradura.
—Gracias por
compartir tu taxi conmigo.
—No hay
problema. —silbido, silbido, silbido.
La cerradura de su puerta cambio a verde
y abrió la puerta.
—Bueno, buenas
noches —dice, mientras me paraba ahí como una idiota.
—Buenas noches.
—me di la vuelta rápidamente, hurgando en mi bolso en busca de mi tarjeta-llave
mientras me alejaba. Desbloqueando mi puerta, miré hacia atrás, y estoy sola en
el pasillo, murmurando—: Idiota. —A mí misma.
Acá empieza lo bueno...
Besos
Lunis♥
Ayy me encantaaa mass
ResponderEliminarme encantoooooooooooooo massssssssssssssss
ResponderEliminarMás me encanta!!
ResponderEliminarSiiiiiiii,k empiece lo bueno .
ResponderEliminarXk Pablo ya me aburrió.