martes, 20 de mayo de 2014

"Entre lineas" Capitulo 25

Poli
Todo el mundo se reunió en el vestíbulo esta noche para salir, incluyendo a Paula y Pedro, quienes estaban a centímetros de distancia, hablando en voz baja. Tomé la mano de Lali y
la dirigí hacia el primer taxi, Bob nos siguió, todos los demás se fueron en otros autos. No había muchos fotógrafos esa noche. Ellos probablemente no sabían que regresé de New Braunfels, ya que llegamos demasiado temprano y yo no salí del hotel en todo el día.
Ella llevaba un pequeño vestido negro, con los tirantes cruzando sobre sus hombros y con un escote hasta la mitad de la espalda. Sus zapatos eran bajos, muy colegiales, totalmente sexy. Continuando con el tema, su cabello estaba sujeto en una coleta alta. Tengo una debilidad por las coletas altas— algo en la desnudez del cuello, un aspecto inocente de lo femenino.
Te ves adorable esta noche —Le dije, y ella sonrió hacia su regazo antes de mirarme. Cuando alargó mi mano hacia ella, la toma. Su mano es pequeña, delicada, absolutamente femenina, y me hace querer incluso más—. Lindo anillo. Corte princesa de diamante. Me gusta.
A mi también. —Sus dedos lo acarician. Tengo la sensación de que hay una historia detrás de ese anillo, pero por alguna razón, ella no está dispuesta a compartirla.
El club tiene un área VIP con vista a la pista de baile. Nos dirigieron a ese espacio, juntando algunas mesas con cuatro sofás rodeándolas. Paula se sentó al lado de Pedro, lejos de Lali y yo, inclinándose a él para susurrarle algo. Mantuve mi atención en Lali para ver si ella los observaba. Ella estaba definitivamente tensa esta mañana después del beso en el pasillo
en frente de él.
¿Fue como si yo estuviera marcando el territorio? Desafortunadamente, sí. ¿Fue necesario hacerlo en ese momento? También sí.
Mi brazo descansó detrás de ella, y estábamos sentados tan cerca que nuestros muslos se tocaban con la más ligera presión. Todos ordenaron bebidas mientras Agus, Vico y yo hablamos sobre nuestro viaje.
Mira esto —Agus levanto un poco sus jeans para mostrar un enorme moretón en su espinilla—. Estúpida rama invisible debajo del agua.
Amigo, pensé que en Guadalupe tenían un cocodrilo —dijo Victorio—. Gritaste como una niña hasta que viste que solo era un palo y comenzaste a maldecir como un marinero.
Agustín bajó con cuidado la tela del jean y señaló a Vico. —Como si tú no hubieras querido lanzarte río abajo porque temías que un pescado mordiera tu culo.
Mis manos se movieron por el cuello desnudo de Lali, masajeándolo ligeramente mientras ella reía con todos.
—¡Nadie me advirtió que hubiera pescados carnívoros en ese maldito río! —dice Vico.
Poli y yo no tuvimos muchas mordidas. Todo eso te ocurrió a ti —dice Agus.
Sólo estas celoso porque no eres lo suficiente bueno para que ellos quisieran un trozo de ti.
Sí, esa es la razón.
Una nueva canción sonó y me levanté, tomando la mano de Lali. — Vamos a bailar —Ella se dejó guiar, y Euge  y Agus decidieron seguirnos.
—¿Estás seguro de que puedes bailar después de esa herida que amenaza tu vida? —provocó Victorio.
Agus lo golpeó juguetonamente en el hombro y siguió caminando.

Lali
No miré hacia Peter mientras Poli y yo íbamos a las escaleras y comenzábamos a bajar. A pesar de la tenue iluminación, descender la escalera era como debutar en un baile. Prácticamente todos levantaban la mirada para ver quien bajaba. Al menos la mayoría de las personas pareció reconocer a Pablo. Uno de los guarda espaldas nos seguía a la distancia, y otro nos esperaba al lado de la pista de baile.
Poli parecía no ser consciente de esto o fingía, era más probable lo último. Vestía una camisa azul exactamente como el color de sus ojos, un par de jeans que le quedaban como si estuvieran hechos a su medida, y usaba unas botas de vaquero, él era la encarnación viviente de la belleza masculina.
Él tiró de mí dentro de sus brazos en la pista, ignorando el ritmo rápido de la canción y meciéndose lentamente, levanté mis brazos para colocarlos alrededor de su cuello. En mi oído, él dice: —No tengas miedo, te tengo.
—¿Parece que tengo miedo?
Sí —me sonríe, apoyando su frente en la mía, sus manos bajando por mi espalda, presionándome más cerca—. Claramente aterrorizada.
Soy más valiente de lo que aparento.
Es bueno saberlo —Nos adentramos más entre la multitud, rodeándonos. El guarda espalda parece nervioso, pero Pablo actúa como si fuéramos las únicas personas en la pista, y todos los demás se lo permiten. Este chico podría encantar cualquier cosa o persona, y él era consciente de ese hecho. Otra razón más para ser precavida.
Trato de no pensar en Peter. Estoy convencida de que él se marcho de mi dormitorio la otra noche debido a Paula. Ellos probablemente están juntos, probablemente desde hace mucho. Quizás discutieron, quizás fue un impulso —nuestro beso fue un error y nada más. Él se ha vuelto un buen amigo. Me gusta hablar y correr con él, la manera en que él bromea, la manera en que me mira con normalidad. Tratar de convertir la relación en algo más lo arruinaría.
Eso es lo que me digo a mí misma, envuelta en los brazos de Pablo, bailando entre una multitud como si nadie más existiera. Pero Poli y yo nunca seremos invisibles, sin importar lo mucho que pretendiéramos serlos, y nunca sentiré como si todo el mundo desapareciera. Los siento mirándonos, todo el tiempo que estamos en la pista, como si ellos pudieran leer nuestros pensamientos.
Vamos a la cafetería por algo de café. No estoy listo para subir aún — me dice Poli en voz baja mientras entramos al hotel en grupos de dos y tres.
Nosotros fuimos los últimos en entrar.
—¿Quieres invitar a alguien más?
Ya he tenido suficiente de ellos por una noche —Lleva mi mano a sus labios y luego me dirige hacia la cafetería, lejos del elevador.
Él pide una mesa junto a la ventana y se desliza a mi lado en vez de sentarse en frente. Ordenamos café y compartimos una rebanada de pastel, la mayoría lo come él. Todavía estoy tratando de quemar el pastel que compartí con Peter.
No pienses en Peter
Aún hay gente en la calle, y los observamos pasar. —Me gusta ver a la gente haciéndose tontos, como ese chico —señala hacia un chico borracho que intenta bailar mientras algunos amigos tratan de detenerlo—. O enamorándose, como aquellos dos —Una pareja está debajo de un farol, besándose tan apasionadamente que me hace sonrojar.
Me gusta observar, también.
Entonces —dice luego, con sus dedos en mi barbilla, girando mi rostro.
Él me besa suavemente, primero. Y a continuación sus brazos se deslizan alrededor de mí, una mano moviéndose de mi espalda baja a mi cadera, su boca se vuelve más urgente. Finalmente inclina su frente contra la mía como lo hizo en el club, sus ojos cerrados mientras respira lentamente.
—¿Vienes conmigo a mi habitación? —pregunta en voz tan baja que no estoy segura de lo que dijo. Su significado es claro como el cristal.
Yo… no lo sé, Poli…—Mi mente está buscando alguna respuesta, nada para apartarlo, pero no estoy lista para lo que él está pidiendo.
Sólo quiero darte un beso, nada más —ríe en voz baja—. Bueno, eso es totalmente falso. Lo que quiero decir es que no habrá nada más, si es demasiado pronto para ti. Sólo por favor, déjame besarte en una habitación donde no hay un camarero cerca o cámaras encendidas o un millón de personas mirándonos.
Asentí, y él coloca un billete de cincuenta dólares sobre la mesa para lo que fue probablemente una cuenta de doce dólares, toma mi mano mientras salimos de la cafetería y vamos al elevador.
Cuando las puertas se abren, él asoma su cabeza primero, mirando de un lado a otro, como si fuéramos espías. O fugitivos. El pasillo está vacío.
Caminamos a su habitación, riendo. Su llave está en su mano y en cuestión de segundos estábamos dentro, y él cierra la puerta y la bloquea. No estoy riendo más, y tampoco él.
—¿Quieres algo de beber?
Siento la boca seca y estoy nerviosa. —¿Agua? —Por un momento me siento tonta; no es como si nunca me hubiera besuqueado con alguien más antes. Y entonces recuerdo que estoy sola en una habitación de hotel con Pablo Martinez.
Voy a buscar una botella. Siéntete en casa —su habitación es una suite con una enorme cama dominando una pared, un área de estar con un sofá y dos sillas, un bar, y puertas francesas hacia un balcón en el sur. Hay flores frescas en el medio de un tocador, y bolsas de tintorería colgando de la puerta del armario. Me siento en medio del sofá.
Él trae dos botellas de agua del refrigerador del bar, me extiende una mientras se sienta a mi lado, inclinándose en la esquina del sofá, dejando varios centímetros de espacio entre nosotros. Mi ansiedad aumenta en lugar de disminuir, pero no estoy segura de poder tranquilizarme.
Por una mala razón recuerdo cuan cómoda me sentí con Peter en mi habitación.
No pienses en Peter.
Lali —Pablo se inclinó para dejar su botella sobre la mesa de café, y me dirige una mirada ardiente que reconozco en todas las revistas de chismes que he leído en los últimos dos años. La diferencia es que esta mirada es real, en persona, y dirigida a mí—. Ven aquí.
Colocó mi botella al lado de la suya y me acerco hasta que nuestras rodillas se están tocando. Él me besa suavemente, una mano en mi cintura, la palma de su otra mano presionada con mi caja torácica. Algunos minutos más tarde, él se pone de pie, me levanta tomando mis manos y las pone alrededor de su cuello como yo lo había hecho en la pista de baile. Me besa otra vez, me levanta por las caderas, dejando que mis piernas envuelvan su cintura y nos sentamos de regreso, nunca rompiendo el contacto de su boca en la mía. Nos besamos por cinco minutos, diez, quince, no tengo idea. Cuando finalmente me alejó, mi respiración es como si hubiera corrido un kilometro, su boca se mueve a mi cuello, besando un errático camino hasta mi oído.
Acaricia mi espalda con una mano mientras la otra acuna mi nuca, él corre sus dedos desde mis hombros hasta mis manos, de ida y vuelta, finalmente encierra mis muñecas con sus manos, llevando una hasta su pecho. Siento sus latidos debajo de mi palma, y sus manos se mueven a mis piernas.
—¿Estás muy segura… —sus labios hacen un camino desde mi barbilla hasta la base de mi garganta y mis manos agarran sus bíceps como si estuviera colgando de un precipicio—, de que no te quieres quedar?
Tengo que salir de aquí antes de hacer algo de lo cual no estoy lista. No puedo pensar con claridad, y con lo que él está haciendo, detenerlo no será fácil para mí.
No puedo, Poli —Dios mío, no pude sonar menos convincente.
Mmm, creo que puedes —dice, sus manos se mueven sobre la piel desnuda de mis hombros, empujando a un lado los tirantes. Mientras él me coloca suavemente contra el sofá, baja la mirada hacia mí con una sutil y perspicaz sonrisa, sé que él puede leer mi anhelo de darme por vencida. Y luego me besa nuevamente y fueron cinco minutos completos antes de necesitar aire.
Poli, por favor. No… aún.
Entiendo —dice, tomando una profunda respiración, sus ojos cerrados. Los abre y sonríe con ironía—. No puedes culpar a un chico por intentarlo —Me besa una vez más, rápido y dulce, sus manos envuelven mi rostro—. Sabes dónde estoy si cambias de opinión, Lali.
Salgo de su habitación con mis piernas temblando como si hubiera estando en el mar durante un mes, y siento una extraña mezcla de tristeza y alivio. Me toma cuatro intentos poder abrir mi puerta con la llave. 
Me recuesto en mi cama y presionó mi botón mental de repetición… hasta que mi teléfono suena, sorprendiéndome. Es Eugenia probablemente preguntándose qué sucedió cuando Pablo y yo desaparecimos.
Euge: ¿Estás bien? No es que este acosándote o algo así.
Yo: Sí. Pablo y yo decidimos detenernos por la cafetería unos minutos.
Euge: ¿Quieres ir a almorzar y de compras mañana?
Yo: Suena bien. ¿Mediodía?
Euge: Claro. Pasaré por ti a tu habitación, nos vemos entonces.




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