Poli
Todo el mundo se reunió en el vestíbulo
esta noche para salir, incluyendo a Paula y Pedro, quienes
estaban a centímetros de distancia, hablando en voz baja. Tomé
la mano de Lali y
la dirigí hacia el primer taxi, Bob nos
siguió, todos los demás se fueron en otros autos. No había muchos fotógrafos esa
noche. Ellos probablemente no sabían que regresé de New Braunfels, ya
que llegamos demasiado temprano y yo no salí del hotel en todo el día.
Ella llevaba un pequeño vestido negro,
con los tirantes cruzando sobre sus hombros y con un escote hasta la
mitad de la espalda. Sus zapatos eran bajos, muy colegiales, totalmente sexy.
Continuando con el tema, su cabello estaba sujeto en una coleta alta. Tengo
una debilidad por las coletas altas— algo en la desnudez del cuello, un
aspecto inocente de lo femenino.
—Te ves adorable
esta noche —Le dije, y ella sonrió hacia su regazo antes de mirarme. Cuando alargó mi mano
hacia ella, la toma. Su mano es pequeña, delicada, absolutamente
femenina, y me hace querer incluso más—. Lindo anillo. Corte princesa de
diamante. Me gusta.
—A mi también.
—Sus dedos lo acarician. Tengo la sensación de que hay una historia detrás de ese anillo,
pero por alguna razón, ella no está dispuesta a compartirla.
El club tiene un área VIP con vista a la
pista de baile. Nos dirigieron a ese espacio, juntando algunas mesas con
cuatro sofás rodeándolas. Paula se sentó al lado de Pedro, lejos de
Lali y yo, inclinándose a él para susurrarle algo. Mantuve mi atención en
Lali para ver si ella los observaba. Ella estaba definitivamente tensa esta
mañana después del beso en el pasillo
en frente de él.
¿Fue como si yo
estuviera marcando el territorio? Desafortunadamente, sí. ¿Fue necesario hacerlo en ese
momento? También sí.
Mi brazo descansó detrás de ella, y
estábamos sentados tan cerca que nuestros muslos se tocaban con la más
ligera presión. Todos ordenaron bebidas mientras Agus, Vico y yo hablamos
sobre nuestro viaje.
—Mira esto —Agus levanto un poco sus jeans para mostrar un enorme moretón en su espinilla—. Estúpida rama
invisible debajo del agua.
—Amigo, pensé que
en Guadalupe tenían un cocodrilo —dijo Victorio—. Gritaste como una niña hasta
que viste que solo era un palo y comenzaste a maldecir como un marinero.
Agustín bajó con cuidado la tela del jean y
señaló a Vico. —Como si tú no hubieras querido lanzarte río abajo
porque temías que un pescado mordiera tu culo.
Mis manos se movieron por el cuello
desnudo de Lali, masajeándolo ligeramente mientras ella reía con
todos.
—¡Nadie me
advirtió que hubiera pescados carnívoros en ese maldito río! —dice Vico.
—Poli y yo no
tuvimos muchas mordidas. Todo eso te ocurrió a ti —dice Agus.
—Sólo estas
celoso porque no eres lo suficiente bueno para que ellos quisieran un trozo de ti.
—Sí, esa es la
razón.
Una nueva canción sonó y me levanté,
tomando la mano de Lali. — Vamos a bailar —Ella se dejó guiar, y
Euge y Agus decidieron seguirnos.
—¿Estás seguro
de que puedes bailar después de esa herida que amenaza tu vida? —provocó Victorio.
Agus lo golpeó juguetonamente en el
hombro y siguió caminando.
Lali
No miré hacia Peter mientras Poli y yo
íbamos a las escaleras y comenzábamos a bajar. A
pesar de la tenue iluminación, descender la escalera era
como debutar en un baile. Prácticamente todos levantaban la
mirada para ver quien bajaba. Al menos la mayoría de las personas pareció
reconocer a Pablo. Uno de los guarda espaldas nos seguía a la
distancia, y otro nos esperaba al lado de la pista de baile.
Poli parecía no ser consciente de esto o
fingía, era más probable lo último. Vestía una camisa azul
exactamente como el color de sus ojos, un par de jeans que le quedaban como si
estuvieran hechos a su medida, y usaba unas botas de vaquero, él era la
encarnación viviente de la belleza masculina.
Él tiró de mí dentro de sus brazos en la
pista, ignorando el ritmo rápido de la canción y meciéndose lentamente,
levanté mis brazos para colocarlos alrededor de su cuello. En mi oído, él
dice: —No tengas miedo, te tengo.
—¿Parece que
tengo miedo?
—Sí —me sonríe,
apoyando su frente en la mía, sus manos bajando por mi espalda, presionándome más cerca—.
Claramente aterrorizada.
—Soy más
valiente de lo que aparento.
—Es bueno
saberlo —Nos adentramos más entre la multitud, rodeándonos. El guarda espalda parece
nervioso, pero Pablo actúa como si fuéramos las únicas personas en la
pista, y todos los demás se lo permiten. Este chico podría encantar cualquier cosa o
persona, y él era consciente de ese hecho. Otra razón más para ser
precavida.
Trato de no pensar en Peter. Estoy
convencida de que él se marcho de mi dormitorio la otra noche debido a Paula. Ellos probablemente están juntos, probablemente desde hace mucho.
Quizás discutieron, quizás fue un impulso —nuestro beso fue un error y
nada más. Él se ha vuelto un buen amigo. Me gusta hablar y correr con él,
la manera en que él bromea, la manera en que me mira con normalidad.
Tratar de convertir la relación en algo más lo arruinaría.
Eso es lo que me digo a mí misma,
envuelta en los brazos de Pablo, bailando entre una multitud como si
nadie más existiera. Pero Poli y yo nunca seremos invisibles, sin importar lo
mucho que pretendiéramos serlos, y nunca sentiré como si todo el mundo
desapareciera. Los siento mirándonos, todo el tiempo que estamos en la pista, como si
ellos pudieran leer nuestros pensamientos.
—Vamos a la
cafetería por algo de café. No estoy listo para subir aún — me dice Poli en voz baja mientras
entramos al hotel en grupos de dos y tres.
Nosotros fuimos los últimos en entrar.
—¿Quieres
invitar a alguien más?
—Ya he tenido
suficiente de ellos por una noche —Lleva mi mano a sus labios y luego me dirige hacia la
cafetería, lejos del elevador.
Él pide una mesa junto a la ventana y se
desliza a mi lado en vez de sentarse en frente. Ordenamos café y
compartimos una rebanada de pastel, la mayoría lo come él. Todavía estoy
tratando de quemar el pastel que compartí con Peter.
No pienses en Peter
Aún hay gente en la calle, y los observamos
pasar. —Me gusta ver a la gente haciéndose tontos, como ese chico
—señala hacia un chico borracho que intenta bailar mientras algunos
amigos tratan de detenerlo—. O enamorándose, como aquellos dos —Una
pareja está debajo de un farol, besándose tan apasionadamente que me
hace sonrojar.
—Me gusta
observar, también.
—Entonces —dice
luego, con sus dedos en mi barbilla, girando mi rostro.
Él me besa suavemente, primero. Y a
continuación sus brazos se deslizan alrededor de mí, una mano moviéndose de
mi espalda baja a mi cadera, su boca se vuelve más urgente. Finalmente
inclina su frente contra la mía como lo hizo en el club, sus ojos cerrados
mientras respira lentamente.
—¿Vienes conmigo
a mi habitación? —pregunta en voz tan baja que no estoy segura de lo que dijo. Su
significado es claro como el cristal.
—Yo… no lo sé,
Poli…—Mi mente está buscando alguna respuesta, nada para apartarlo, pero no estoy lista
para lo que él está pidiendo.
—Sólo quiero
darte un beso, nada más —ríe en voz baja—. Bueno, eso es totalmente falso. Lo que quiero decir
es que no habrá nada más, si es demasiado pronto para ti. Sólo por
favor, déjame besarte en una habitación donde no hay un camarero cerca o cámaras
encendidas o un millón de personas mirándonos.
Asentí, y él coloca un billete de
cincuenta dólares sobre la mesa para lo que fue probablemente una cuenta de doce
dólares, toma mi mano mientras salimos de la cafetería y vamos
al elevador.
Cuando las puertas se abren, él asoma su
cabeza primero, mirando de un lado a otro, como si fuéramos espías.
O fugitivos. El pasillo está vacío.
Caminamos a su habitación, riendo. Su
llave está en su mano y en cuestión de segundos estábamos dentro, y él
cierra la puerta y la bloquea. No estoy riendo más, y tampoco él.
—¿Quieres algo
de beber?
Siento la boca seca y estoy nerviosa.
—¿Agua? —Por un momento me siento tonta; no es como si nunca me
hubiera besuqueado con alguien más antes. Y entonces recuerdo que estoy sola
en una habitación de hotel con Pablo Martinez.
—Voy a buscar
una botella. Siéntete en casa —su habitación es una suite con una enorme cama dominando una
pared, un área de estar con un sofá y dos sillas, un bar, y puertas
francesas hacia un balcón en el sur. Hay flores frescas en el medio de un
tocador, y bolsas de tintorería colgando de la puerta del armario. Me siento en medio
del sofá.
Él trae dos botellas de agua del
refrigerador del bar, me extiende una mientras se sienta a mi lado,
inclinándose en la esquina del sofá, dejando varios centímetros de espacio entre
nosotros. Mi ansiedad aumenta en lugar de disminuir, pero no estoy segura de
poder tranquilizarme.
Por una mala razón recuerdo cuan cómoda
me sentí con Peter en mi habitación.
No pienses en Peter.
—Lali —Pablo se
inclinó para dejar su botella sobre la mesa de café, y me dirige una mirada ardiente que
reconozco en todas las revistas de chismes que he leído en los últimos dos
años. La diferencia es que esta mirada es real, en persona, y dirigida a mí—.
Ven aquí.
Colocó mi botella al lado de la suya y
me acerco hasta que nuestras rodillas se están tocando. Él me besa
suavemente, una mano en mi cintura, la palma de su otra mano presionada con mi
caja torácica. Algunos minutos más tarde, él se pone de pie, me levanta
tomando mis manos y las pone alrededor de su cuello como yo lo había
hecho en la pista de baile. Me besa otra vez, me levanta por las caderas,
dejando que mis piernas envuelvan su cintura y nos sentamos de regreso, nunca
rompiendo el contacto de su boca en la mía. Nos besamos por cinco
minutos, diez, quince, no tengo idea. Cuando finalmente me alejó, mi
respiración es como si hubiera corrido un kilometro, su boca se mueve a mi cuello,
besando un errático camino hasta mi oído.
Acaricia mi espalda con una mano
mientras la otra acuna mi nuca, él corre sus dedos desde mis hombros hasta
mis manos, de ida y vuelta, finalmente encierra mis muñecas con sus manos, llevando una hasta su pecho. Siento sus latidos debajo de mi
palma, y sus manos se mueven a mis piernas.
—¿Estás muy
segura… —sus labios hacen un camino desde mi barbilla hasta la base de mi garganta y mis manos
agarran sus bíceps como si estuviera colgando de un precipicio—, de
que no te quieres quedar?
Tengo que salir de aquí antes de hacer
algo de lo cual no estoy lista. No puedo pensar con claridad, y con lo que
él está haciendo, detenerlo no será fácil para mí.
—No puedo, Poli —Dios mío, no pude sonar menos convincente.
—Mmm, creo que
puedes —dice, sus manos se mueven sobre la piel desnuda de mis hombros, empujando a un
lado los tirantes. Mientras él me coloca suavemente contra el sofá, baja
la mirada hacia mí con una sutil y perspicaz sonrisa, sé que él puede leer
mi anhelo de darme por vencida. Y luego me besa nuevamente y fueron cinco
minutos completos antes de necesitar aire.
—Poli, por
favor. No… aún.
—Entiendo —dice,
tomando una profunda respiración, sus ojos cerrados. Los abre y sonríe con ironía—.
No puedes culpar a un chico por intentarlo —Me besa una vez más, rápido
y dulce, sus manos envuelven mi rostro—. Sabes dónde estoy si cambias de
opinión, Lali.
Salgo de su habitación con mis piernas
temblando como si hubiera estando en el mar durante un mes, y
siento una extraña mezcla de tristeza y alivio. Me toma cuatro intentos poder
abrir mi puerta con la llave.
Me recuesto en mi cama y presionó mi
botón mental de repetición… hasta que mi teléfono suena,
sorprendiéndome. Es Eugenia probablemente preguntándose qué sucedió cuando Pablo y
yo desaparecimos.
Euge: ¿Estás bien? No es que este
acosándote o algo así.
Yo: Sí. Pablo y yo decidimos detenernos
por la cafetería unos minutos.
Euge: ¿Quieres ir a almorzar y de
compras mañana?
Yo: Suena bien. ¿Mediodía?
Euge: Claro. Pasaré por ti a tu
habitación, nos vemos entonces.
Odio a poliii
ResponderEliminarMaass
no puedo con poli no lo soportooooooooooooooooo quiero massssssssssss
ResponderEliminarMuertr a poli.. ojala lali se de cta q es una basura. . Maasss
ResponderEliminarMás""
ResponderEliminarHya quiero que peter avanse con lali, esta mui buena la nove!
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