viernes, 23 de mayo de 2014

"Entre lineas" Capitulo 29

Poli
Estamos a mitad de camino al centro de rehabilitación, y ninguno de los dos ha dicho una palabra. Una vez que salimos propiamente de Los Ángeles, la neblina que cubre la ciudad casi 365 días al año disminuye. Un cielo azul brillante parece pintado sobre el paisaje, las nubes sólo son jirones de humo en la distancia.
No tengo ni idea de qué esperar de la sesión de terapia o de mamá. No tengo ninguna fe en el proceso. ¿Por qué debería tenerla? El proceso le ha fallado varias veces. Ella lucha para permanecer sobria mientras que yo lucho por evitarlo.
Eso no es exactamente verdad. Si bien es cierto que llego a mi límite tan a menudo como sea posible, lo tengo bajo control cuando debe estarlo. Me gusta llegar borracho a veces, seguro. Soy joven. Es divertido. ¿Por qué no?
No estoy usando alcohol para "adormecer el dolor" o cualquier mierda estúpida como esa. No lo uso cuando estoy trabajando. Cualquier terapeuta de mamá diría que estoy en estado de negación. Que estoy poniendo excusas. Yo diría que me estoy explicando. Ellos dirían que hay una diferencia entre las explicaciones y las excusas, y estoy haciendo uno y lo llamo como lo otro. Entonces yo diría que no me importa ni una mierda lo que sea, estoy bien. Y es el fin de eso.
Nico me manda un mensaje, dice que hay una fiesta esta noche a la que tenemos que ir. Quiere saber si me quiero quedar en su apartamento cerca del campus. Comienza clases el martes, no es que él este estresado sobre eso. Dudo que incluso tenga alguna idea de como es su horario, su padre lo obligó a aplicar en financias. No puedo imaginar cómo va terminar, pero va a ser explosivo. Nicolás está llegando al límite de pretender seguir los pasos de su papá. Me alegro de que al menos yo no tenga que hacerlo. Yo tengo mi propio camino, y aunque papá no consigue entenderlo, parece apoyarlo. Por lo menos, nunca ha intentado moldearme en una versión más joven de sí mismo: Mark Martinez, brillante y respetable abogado de la ley.
Dudo que incluso piense que yo sea capaz de volverme como él, no es como si yo pudiera argumentar ese punto y no es como si alguna vez he querido serlo.
Cuando llegamos, papá va directamente hacia el vestíbulo de recepción y yo voy tras él, sin quitarme la gafas de sol, hasta que paso el área de recepción y no hay nadie paseando por ahí. La mujer detrás de la mesa me reconoce e inmediatamente me mira, parpadea rápidamente, aunque su expresión se mantiene neutral, confirmando que ella sabe quien soy por asociación. Me pregunto si mi fama hace el estar aquí más difícil para mamá,
donde todo el mundo sabe, o sabrá, que es la madre de Pablo Martinez. Ella no puede ser anónima, más de lo que yo puedo serlo. Pero al menos mi notoriedad fue y es mi elección.
El lugar es elegante, no es de sorprender, y mamá parece tan frágil como siempre, tampoco es sorpresa. Sólo se nos permite reunirnos con ella en la oficina del consejero para esta visita, y francamente, estoy esperando que esta vez sea la única que se me requiera a mí.
Hay dos sofás (uno de ellos es más parecido a un sillón de dos plazas) y dos sillas, alrededor de una mesa de café. La terapeuta, Doctora Weems, toma una de las sillas, cruzando sus piernas y abriendo el archivo en su regazo, sin darnos ninguna indicación de donde sentarnos. Tengo la sensación de es una prueba, pero no estoy seguro de qué disposición ella aceptaría como positiva, o si ella percibe que sé que ella está analizando a cada uno de nosotros y cómo nos relacionamos entre nosotros en función de nuestra elección. Para el tiempo en que estos pensamientos hacen su camino a través de mi cerebro, papá ya está sentado en medio del largo sofá, mamá junto a él en la esquina. Yo me dejo caer en medio del sofá chico porque esa opción no requiere nada más que sentarme. La doctora Weems esta garabateando, ya encontrando mis faltas, o tal vez, ella está dibujando una caricatura de gatos graciosos mientras que espera para que nosotros dejemos el juego de sofás musicales.
Mark, Pablo, soy la Doctora Weems, por favor llámenme Marcie. Es un gusto conocerlos a ambos. ―Ella sonríe, esa sonrisa de terapeuta calculadora, una que no llega completamente a los ojos, mientras papá la saluda educadamente y se inclina para estrechar su mano.
Cuando ella se vuelve a mirarme, yo estoy inclinado hacia adelante, con los codos en las rodillas, listo para salir de aquí a la primera oportunidad que tenga. Levanto mi barbilla una vez, saludándola. Eso es lo mejor que voy a hacer, y la percepción de la mirada encolerizada de mi papá por mi visión periférica no lo cambiara.
Ella es imperturbable. Dudo que los estúpidos chicos adolescentes sean nuevos para ella. ―Hemos hecho algunos progresos realmente sólidos en las últimas dos semanas. ―El tacón del zapato de Marcie esta colgando ligeramente de su pie, como si ella, realmente, estuviera jugando a vestirse y estos sean los zapatos de su madre―. Estoy contenta de que los dos pudieran acompañarnos, de esta manera pueden ver por si mismos que su ser querido lo está haciendo muy bien, y así podemos hacer con un poco de trabajo como una familia unida.
Nuestro ser querido está sentada ahí, siendo dialogada en tercera persona con un término suplente en lugar de su nombre. Admito que tengo problemas con los terapeutas en general. Creo que son un grupo de personas pretenciosas que creen que conocen tus secretos más íntimos del lenguaje corporal y que te engañan para decirlos todo. Marcie es todo eso y además de los atributos de tu profesor bipolar menos querido.
Observo a mamá, la forma en que sus dedos se sacuden con el más mínimo temblor, apenas perceptible, lo que sea que ella quiera decir.
Cuando levanta la vista, intento atrapar sus ojos (azul oscuro, idénticos a los míos) preguntándome si ella quiere, simplemente, que alguien le tome la mano y largase de aquí. Pero no, ella ha decidido hacer frente a los demonios. Ella aprieta su mandíbula, frunciendo el ceño hacia el arreglo floral en el centro de la mesa o a la pila de revistas a ambos lados. Y, luego, empuja hacia fuera su pequeña voz y responde las preguntas de prueba de Marcie y las consultas cuidadosas de papá.
Marcie me mira de reojo varias veces durante la hora. No estoy diciendo nada a menos que me lo pida directamente, e incluso entonces, soy todo lo contrario a alguien abierto. Lo que no digo es: no quiero estar aquí, no quiero contribuir y no veo por qué tengo que, cuando no soy yo quien está en rehabilitación. Cuando la hora se termina, me siento como si acabara de ser liberado de la cárcel.
Cuando mamá me abraza para despedirse, deslizo mis brazos alrededor de ella y me doy cuenta que es incluso más pequeña de lo habitual. ―Gracias por venir ―dice en mi hombro―. Lo siento. Te amo.
Cierro mis ojos. Dilo, dilo, dilo. ―Yo también. ―No lo suficientemente bien y mejor que nada. Ella me da otro apretón antes de soltarme. Camina hacia los brazos de mi papá y me dirijo hacia la ventana. Él es la peor de hipócritas, pretendiendo este nivel de interés ahora, cuando ella se pasó años volando tras él, a sus espaldas como una cometa, tratando de permanecer en el aire.

Lali
 ―¿Dónde están los posters de Pablo? ―Estoy recostada sobre cama de Cande, con Héctor situado sobre mi abdomen, ronroneando una atípica bienvenida. Acarició su sedoso pelaje y le rasco detrás de sus orejas.
Candela cierra la puerta de su dormitorio, a donde se adhieren dos sexis y hermosos posters de Poli con cinta de doble cara. (La mamá de mi amiga tiene dos reglas para los posters: cinta de doble cara, no tachuelas y en las puertas, nunca en las paredes)―. ¿Lo degradaste a la parte posterior de la puerta? ―El sistema de Cande era: los chicos que están más favorecidos iban en las puertas de los armarios, visibles todo el tiempo; los menos favorecidos van en la parte posterior de la puerta de su dormitorio. El de Vico todavía está en las puertas de los armarios y de hecho se ha movido al lugar número uno: al nivel de la cara en la parte superior del pomo de la puerta.
No me parecía correcto tener a Pabloen un lugar destacado, cuando ustedes dos son prácticamente una pareja. Yo no puedo engañar a mi mejor amiga con su chico. Incluso teóricamente.
Así que es como un hermano para ti ahora.
No seas ridícula ―responde ella―. Míralo.
Lo veo. Prácticamente cada día.
Ella me da una mirada de burla y me río.
He encontrado unas fotos de Peter, por cierto. ―Se deja caer en la
cama junto a mí, agarrando una almohada y coloca su cabeza a los pies de la cama, por lo que podemos vernos sobre el pelaje de Héctor―. Él es sexi, aunque de una forma más intensa, introspectiva, en lugar del look de Poli todo―Americano. Mis compañeros de trabajo estarían sobre él.
Suelto un suspiro, tratando de borrar la gran cantidad de hostilidad que de pronto siento hacia los compañeros de trabajo de Cande. ―Can, no comprendo cómo es que trabajas en Hot Topic, te vistes como gótica del siglo 21 y te sientes atraída por chicos que lucen como Poli.
―¿Los opuestos se atraen?
No usualmente ―dije, y me encogí de hombros.
Así que, las páginas de fans están especulando que tú y Pablo están teniendo sexo caliente en Austin.
―¿Qué? Dios. Bien, no lo hacemos. ―Cubro mi cara y Héctor maúlla en queja hasta que comienzo a acariciarlo de nuevo―. Todavía no sé qué tipo de relación quiere él. O, ya sabes, si. Él está acostumbrado a chicas que se lancen sobre él. Estoy segura de que lo estoy confundiendo completamente.
Hmm. ―Él nos mira fijamente desde detrás de la puerta―. Dilema oficial.
En serio. ―Héctor rueda sobre sí mismo, frotándose entre nosotras en la cama, con sus las patas en el aire, pidiendo que le acaricie la barriga―. Um ¿Héctor esta drogado o algo?
Tal vez una de las plantas de mamá es un narcótico de gato. Dios sabe que las muerde demasiado, cada planta de la casa tiene marcas de dientes. Vuelve loca a mamá.
La abuela intentó poner salsa Tabasco en las hojas. Funcionó bastante bien.
Nos reímos, imaginando los efectos de esto en un Héctor desprevenido.
Tu abuela era un genio maligno.
La recuerdo mucho más claramente de lo que recuerdo a mamá. ―Sí, ella lo era. ―Miro hacía el techo―. Justo antes de que pasaras por mí, mi padre preguntó si quería ir a correr mañana por la mañana, ‗Como en los viejos tiempos.‘ Estaba de pie en ese repugnante salón amarillo con esas flores nórdicas y muebles que se ven como si un animal los hubiera roído y yo pensaba "Los viejos tiempos" ¿Como cuando tenía qué, cinco años?
Ella se queda en silencio durante un par de minutos. ―¿Tienes miedo que si hablas con él, realmente podrías decirle cuan enojada estás?
Es verdad. Esto no es molestia estándar. Estoy lívida. ―Tal vez. ¿Por qué ahora? ¿Por qué ahora le importo una mierda?
Siempre le has importado, Lali. Sólo que tú lo dejaste afuera. Actuando como un adulto miniatura. ¿Qué otra cosa podías hacer? Por supuesto estás enojada.
De repente rompí a llorar, como cuando uno de los géiseres en Yellowstone entra en erupción, pop, pop, chorro y ella se sienta y me agarra, me tira más cerca y se extiende sus brazos a mi alrededor.
―¿Qué supone que deba hacer ahora? ―Hipo, sollozando.
Ella suspira. ―Quizás no sea el mejor momento, justo en medio de la filmación de la película más grande de tu carrera hasta ahora, pero la autoconciencia emocional no siempre se sienta, esperando el momento perfecto para revelarse a sí misma. ―Me pasa la caja de pañuelos―. Limpiarás tu rostro para no asustar a mis padres, luego comeremos el espagueti de albóndigas y salchichas que están haciendo y veremos un poco mala televisión o un buen DVD y muchas calorías. Y después de eso, solucionaremos esta mierda.
Tomo varias respiraciones entre sollozos e inclino mi cabeza en su regazo. Ella acaricia mi cabello, quitándolo de mi rostro mojado y metiéndolo detrás de mi oreja, lo que me causa dolor por mi madre. No puedo recordar su rostro exactamente, pero recuerdo vívidamente el sentir de sus dedos pasando por mi cabello. Las personas tienen razón sobre que el tiempo cura las heridas. Pero las cicatrices están siempre allí, esperando algo que las toqué. Cierro mis ojos y simplemente me permito a mi misma extrañarla.

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